Dr. D. José
Piernas Hurtado
Exposición de la nomenclatura y de los
principales conceptos de esa ciencia.
E
Economía.
— Esta palabra derivada del griego, quiere decir
etimológicamente régimen ó administración de la casa, y
tiene en nuestro idioma diversas acepciones: sirve para indicar
el buen orden y parsimonia en los gastos; expresa también la
relación armónica de las funciones ó elementos que constituyen
alguna cosa, y así se dice: economía animal, humana, social,
etc., y si se emplea, sobre todo en el plural, como sinónima
ó equivalente de ahorro. Ni aquel origen ni estas
acepciones justifican el que se haya adoptado la voz Economía
como nombre de la ciencia que estudiamos, porque no da idea del
asunto que ésta se propone, y no guarda, por lo tanto, relación
alguna con su objeto.
El valor de esa denominación es puramente histórico, y se funda
en el hecho de haber llamado Jenofonte Economía ó
Económicos á un libro en que se ocupaba principalmente de la
gestión de los asuntos domésticos.
La mayor parte de los economistas, reconociendo los graves males
que produce á la ciencia, y la confusión que introduce en ella
ese titulo arbitrario que, en vez de mostrar, oculta su
contenido, han intentado remediarlos, unos buscando nombres
nuevos, y tratando otros de corregir y enmendar la impropiedad
del antiguo, por medio de calificativos que ampIiasen la
significación original del sustantivo Economía; pero estos
esfuerzos han resultado inútiles y aún contraproducentes: las
denominaciones propuestas, en número de más de veinte, responden
todas á la manera particular de concebir la ciencia que tenían
sus autores, y así han pretendido que se llame Crematística--ciencia
de la riqueza—Cataláctica, —ciencia del cambio,—
Ponología — ciencia del trabajo, etc., sin conseguir una
fórmula exacta ó que por lo menos fuese aceptada: por su
parte, los que preferían una adición han hecho nombres
compuestos menos afortunados todavía y han apellidado á la
ciencia: Economía pública, nacional, política,
etc., aumentando las dificultades y complicando en vez de
simplificar la nomenclatura. Ya se ha desistido, sin embargo, de
nuevas invenciones y se ha comprendido que es vana tarea
la de buscar nombre adecuado para un objeto cuya naturaleza no
es aún bien conocida: cuando se logre determinar de un modo
concluyente el asunto propio de la ciencia económica, y sea por
todos visto del mismo modo, fácil será acordar un título que le
convenga, si es que aún entonces, no se cree preferible respetar
la tradición; entre tanto, lo mejor es atenerse á ella y
aceptar, con las salvedades necesarias y fijando su
sentido, el nombre que empló Jenofonte y ha consagrado la
historia.
Estas consideraciones serian bastantes para desechar la
denominación de Economía política, que es admitida
generalmente por los escritores franceses y españoles, si no
tuviéramos otras más fundamentales que hacer en contra de ella:
designando así á la ciencia, se alimenta el error de aquellos
que la atribuyen un carácter esencialmente público ó social, y
se comete, además, la impropiedad de calificar al todo por lo
que conviene una sola de las partes. Político quiere decir lo
que se refiere al Estado y si bien es cierto que la ciencia
estudia la vida económica de los Gobiernos, no se ocupa de ella
primera y exclusivamente, sino mirándola como una de tantas
manifestaciones ó esferas de la actividad en ese orden: por eso,
si hay una Economía que es y debe llamarse política -la que
comunmente se dice ciencia de la Hacienda pública—habrá que
distinguir de igual manera otra que será individual, familiar,
etc., por razón de la persona ó sujeto que considera, y será
también preciso reconocer que, sobre todas estas manifestaciones
ó aspectos especiales, hay algo común que expresa su unidad,
está lo económico en sí mismo, en sus leyes generales,
que es lo fundamental y más interesante del asunto.
De suerte que Economía es la denominación propia de la ciencia
total, y aceptándola como genérica estamos en aptitud de
modificarla luego para calificar todas las variedades que ofrece
lo económico, ya por virtud de las entidades ó esferas á que
puede referirse, en cuyo sentido diremos que la Economía es
individual, doméstica, nacional, política, etc,; ya
atendiendo á la consecución de fines especiales, que nos darán
una Economía agrícola, industrial, mercantil, etcétera.
Mucho más importante que la cuestión del nombre de la ciencia es
la de determinar su concepto, porque siendo ésta la primera y
fundamental de nuestro estudio, su solución influye
necesariamente y de un modo decisivo en todas las
investigaciones posteriores.
Las divergencias, sin embargo, entre los maestros y cultivadores
de la Economía son en este punto mayores que en otro alguno,
pues aún aquellos que forman escuela, por hallarse de acuerdo en
principios secundarios, discuten y no se avienen para
definir la ciencia. Creemos que es de escasa utilidad, y además
impropio de nuestro objeto, un examen minucioso de las muchas
fórmulas que han pretendido fijar el concepto de la Economía, y
nos limitaremos por eso á repetir aquí lo que en otra parte
hemos dicho acerca del mismo asunto (1).
«Lo único en que convienen los conceptos históricos y reinantes,
profesados acerca de la Economía, es en la afirmación que
implícitamente hacen todos ellos, de que lo económico expresa
una relación, y relación humana, porque luego al definirla cada
escritor se ha fijado exclusiva ó preferentemente, ya en el
sujeto, ya en el objeto, en el modo ó en el fin de esa relación,
sin que ninguno de ellos, en nuestra humilde opinión, haya
logrado comprender todos los elementos que contiene.
Atendiendo al sujeto, se ha dicho que la Economía es la
ciencia de la actividad ó del trabajo; por
consideración al objeto se ha definido como ciencia de la
utilidad ó la riqueza: en razón, sin duda, del modo ó
forma de aquella relación, se dice que son objeto de la Economía
el cambio ó la propiedad; y por último,
cuando se mira el fin inmediato, se afirma que estudia la
manera de satisfacer el interés personal ó la
prosperidad de los pueblos, y cuando se atiende al fin
mediato, se da como asunto propio de la ciencia la
investigación de los medios que sirven para el progreso y
cumplimiento del destino humano.
Que la Economía se ocupa de la actividad y del
trabajo, es cosa fuera de duda; mas también parece claro que
los considera bajo un solo y determinado aspecto, porque hay
muchas clases de actividad y trabajo—-el de quien estudia ó
reza, por ejemplo—que nunca tenemos por económicos.
La idea de utilidad excede también á la de Economía,
porque, siendo aquella la cualidad que tiene el medio de servir
para el fin, se da donde quiera que existe un medio, y por
consiguiente, lo mismo fuera que dentro del mundo económico; y
en cuanto á la riqueza, si entendemos por ella una
suma de bienes, estamos en caso igual al anterior,
porque hay otros bienes que los económicos, y si la tomamos en
el sentido de conjunto de valores, entonces,
además de que se señala como objeto de la ciencia un mero
resultado, sin examinar para, ni por qué se obtiene, se
comete el error de suponer que la acumulación es la que
hace entrar á determinadas cosas bajo la acción de la Economía.
De igual manera el cambio es fórmula general de las
relaciones humanas en todas las esferas, y aún tomándole en
acepción más restringida, el cambio como hecho, no
es el primero ni el fundamental del orden económico; antes es
producir que cambiar, y si se dice que se trabaja y
produce para el cambio, además de no ser esto absolutamente
cierto, nosotros añadiremos que se cambia para el consumo, por
donde éste vendría á ser lo culminante para la Economía. Por
otra parte, el cambio, como principio, coloca desde luego
á la ciencia en el terreno social, y prescinde de la
consideración general de lo económico y de su esfera individual.
Más expresiva la propiedad, no creemos, sin embargo, que
pueda satisfacer enteramente, presentada como objeto de la
Economía, porque reduce su asunto á las cosas de la Naturaleza,
eliminando los actos ó servicios humanos, que indudablemente se
hallan también comprendidos en la relación económica.
Atribuir como fin á la Economía el perfeccionamiento ó la
realización del destino humano, no es decir nada para precisar
su objeto, porque no puede ser otro que ese el que todas las
ciencias se proponen. Y finalmente, poniendo á cargo de la
Economía la satisfacción del interés, ya personal, ya
nacional, se deja la misma vaguedad en el concepto, porque
el interés es móvil general de la actividad; todo bien interesa,
y así hablamos diariamente de intereses religiosos,
políticos, etc.; esto aparte del peligro que conocidamente
existe en reconocer el interés propio corno único motivo de las
acciones, siquiera sea en cierto círculo, cuando, al mismo
tiempo, se deja al arbitrio y capricho del sujeto la fijación de
su interés.» (V.
Interés personal.)
Partiendo de las anteriores consideraciones y de la idea, común
á todos los conceptos de la ciencia, que afirma lo económico
como una relación humana, podemos observar, analizándola, que
esta relación presenta los siguientes caracteres:
1.º Que es el sujeto nuestra actividad.
2.º Que con su objeto las cosas y los actos de los otros
hombres, útiles para nuestro fin.
3.º Que la cualidad, por tanto, del objeto en la relación
económica, es la utilidad.
4.º Que la utilidad, el medio, sólo son económicos en cuanto
dependen de la actividad humana.
5.º Que el fin de la relación es nuestro bien.
6.º Que el bien, bajo este aspecto, ó sea el fin económico
consiste en la adquisición y empleo de los medios materiales,
que sirven para satisfacer nuestras necesidades.
Y armonizando ahora todos estos datos diremos que la Economía es
ciencia del orden de relaciones que la actividad establece con
la Naturaleza y con nuestros semejantes, para conseguir los
medios materiales que reclaman las necesidades de la vida
humana.
Esta definición reconoce explícitamente el valor económico de
los actos ó servicios, y considera dentro también del
objeto de la ciencia las necesidades del espíritu, en tanto que
los medios materiales se aplican á satisfacerlas. —En la
adquisición de un libro, por ejemplo, ú en la retribución dada á
un maestro, vemos como los medios económicos sirven para fines
del espíritu.
En cuanto la reducción de lo económico á los medios materiales,
lejos de ser una novedad en la ciencia, es precisamente la
doctrina de sus fundadores. No hablemos del sistema
mercantil, ni de la escuela fisiocrática, cuyas
concepciones son por todos conocidas; pero Adam Smith atribuye á
la Economía, como objeto, el de procurar al pueblo una buena
renta ó una subsistencia abundante; Sismondi el bienestar
físico del hombre, y el mismo Say y todos los que la definen
como ciencia de la riqueza, se refieren sin duda á la
suma de los bienes materiales. Si después se ha querido extender
la esfera económica á la obra entera de la actividad y ha
encontrado partidarios la doctrina de Dunoyer, que habla de
productos y riquezas inmateriales, es porque no se precisa
bien el carácter económico de los servicios y de las llamadas
profesiones ó industrias, que obran sobre el hombre mismo.
Es verdad que todo acto—por interno y subjetivo que sea— tiene
un aspecto económico y ejerce alguna influencia en el orden de
los bienes materiales; pero esto, que es consecuencia de la
solidaridad humana y de la unidad de nuestro fin, no
quiere decir que toda aplicación del trabajo haya de dar directa
ó inmediatamente productos económicos.
El sacerdote no es, como pretende Dunoyer, un industrial que
produce ceremonias religiosas, ni el maestro un fabricante de
conocimientos, ni el médico un productor de hombres sanos: la
religiosidad, la sabiduría y la salud, no indican una
acumulación de productos económicos inmateriales; expresan
conceptos muy diferentes del de riqueza; y que no es lo mismo
ser sabio ó ser virtuoso que ser rico, nos lo dicen bien claro
el lenguaje común y la experiencia. El hombre instruido y de
costumbres morales se halla indudablemente en mejores
condiciones para el ejercicio de la actividad económica que el
ignorante ó vicioso, y en este sentido depende el progreso
económico de la moralidad y la cultura; pero deduciendo de aquí
que la educación es una riqueza inmaterial, cometemos el mismo
error que si consideráramos los que se llaman bienes de fortuna
como conocimientos y virtudes en forma material, y al hombre
acaudalado como bueno y erudito, porque dispone de medios que
puede aplicar al desarrollo y mejoramiento de su espíritu.
Las relaciones que median entre la esfera económica y las demás
de la vida, no impiden su distinción, y la actividad que obra en
ellas, con ser una y siempre la misma, ofrece aspectos
diversos por razón del fin particular á que directamente se
aplica. El orden que estudia la Economía se enlaza con el
religioso, el moral, el científico y el jurídico, porque aquél
da á éstos ciertos medios comunes, que son precisamente los
medios materiales, los que ellos por si mismos no pueden
adquirir. Sin decir que sea industrial el trabajo del
sacerdote, del profesor ó el magistrado, podemos reconocer que
tiene carácter económico en tanto que sus servicios se
retribuyen en forma material; pero ese cambio de cosas
económicas por actos que corresponden á órdenes diferentes, no
constituye una operación productiva, sino más bien
de consumo ó aplicación de la riqueza á la satisfacción de
necesidades determinadas, al cumplimiento de los fines que
tienen á su cargo aquellas profesiones.
Esa confusión de esferas ha dado lugar á que la ciencia
económica se haya visto, unas veces acusada con fundamento de
invasora, y otras veces negada ó invadida; pero reduciendo su
acción al orden de los bienes materiales, la Economía se libra
de toda vaguedad en su concepto, fija su posición al lado de las
otras ciencias, y asegura su dignidad é independencia, porque
nadie podrá negarla con justo título un dominio que no cede á
ningún otro en extensión é importancia.
Desde este punto de vista, es, en efecto, muy sencillo de
resolver para la Economía el interesantísimo asunto de sus
relaciones con las demás ciencias, como veremos comparándola con
la Moral, el Derecho y la Política, que son las ramas del
conocimiento con que, por razón de la proximidad, tiene mayor
conexión.
La Moral es ciencia del bien como motivo de la actividad, y
siendo éste el único móvil legítimo, todos los actos
entrarán en ella, y serán buenos moralmente cuando se dirigen al
bien y malos cuando se apartan de él y le contradicen.
El Derecho se refiere á la condicionalidad de la vida, es
ciencia del bien de cada uno relacionado con el de los demás, y
considera la actividad en tanto que dependen de ella las
condiciones del fin humano. El hombre ha de obrar siempre
atendiendo al bien de los otros séres, con ánimo de prestarles
esas condiciones y todos los actos tendrán por consiguiente,
carácter y valor jurídico.—Por eso se dice que la Moral y el
Derecho abrazan la vida entera que estudian formas totales
de la actividad humana.
La Economía comprendo solamente aquellos actos con que el
hombre procura adquirir los medios materiales que necesita. Lo
económico no es, por tanto, una cualidad común á todas las
manifestaciones de la actividad, sino el contenido
particular de algunas de ellas.
El fin moral se cumple en la intención del sujeto, el
jurídico por medio de prestaciones, y el fin
económico por la adquisición de ciertos medios.
La unidad está en que las tres ciencias se ocupan de la
actividad, de una relación suya.
La distinción consiste en que esa relación es diferente: la
Moral atiende al bien absoluto en la voluntad; el Derecho al
bien, en cuanto depende de condiciones que han de ser
puestas por la actividad humana; la Economía al bien, que se
consigue con la obtención de medios determinados.
La armonía nace de esta consideración común del bien como
término y objeto de la actividad.
Las consecuencias que se derivan de esa manera de concebir la
relación del orden económico con el moral y jurídico, no pueden
ser más trascendentales. En vista de ello, ya no cabe considerar
lo económico como un principio aislado y suelto, regido
únicamente por la utilidad y el interés, en
oposición, ó disidencia al menos, con esos otros fines de la
vida, sino que aparece enlazado armónicamente, subordinado y
referido á ellos, sin dejar por eso de tener acción y esfera
propios. El acto económico es primeramente moral y jurídico,
porque ha de ir encaminado al bien y á la justicia; los
preceptos de la Moral y el Derecho no tienen en el orden de los
bienes materiales sentido ni eficacia distintos de los
que reciben con aplicación á otros fines, y las ideas de lo
bueno, lo justo y lo económico no son, en último término, más
que aspectos diversos del bien único, que halla el hombre en el
cumplimiento de su destino.
La Economía, separándose de la Moral y el Derecho, se ha visto
luego en el caso de pedirlas que moderen los extravíos del
interés personal; pero no logrará evitar los choques y
conflictos con esas ciencias, hasta que no vuelva á vivir dentro
de la órbita que ellas tratan á todo lo que es humano.
La Política, ciencia del Estado que examina su naturaleza, su
fin, y la organización de los medios necesarios para cumplirle,
tiene comunidad de asunto con la Economía: 1.º, porque ésta
considera también al Estado como sujeto de vida económica, y
dando lugar á una esfera particular y á fenómenos especiales
respecto de la adquisición y empleo de los bienes materiales; y
2.º, porque á su vez la Política ha de tomar en cuenta los
principios económicos para determinar las relaciones, que el
Estado, debe mantener con este orden.
Emisión.—Llámase
así al acto de poner en circulación un documento de crédito.
Esta facultad, que no depende de la ley positiva, sino de la
confianza que se obtiene en el mercado, debe ser libre, y
respetada. Por eso cuando se otorga á establecimientos ó
empresas determinadas el monopolio de emitir algún título de
crédito, como el billete de Banco, se comete una injusticia, se
desconoce la naturaleza del crédito mismo y se daña gravemente á
la circulación de la riqueza.
Empresa.—Forma
de la producción, que consiste en el establecimiento de la
industria por cuenta y riesgo de un individuo ó colectividad,
que dispone de los medios necesarios para ello; y en otro caso,
los acumula asociando el capital y el trabajo ajeno, á
los cuales abona una retribución independiente del resultado que
ofrezcan las operaciones productivas.
La empresa tiene la ventaja de que da grande unidad á la
industria, excitando vivamente el interés de los que la dirigen;
pero en cambio el concurso del trabajo es en ella pasivo y poco
eficaz, porque no le afectan los resultados del negocio.
Las funciones del empresario son do organización y
dirección de los elementos productivos, y constituyen no más que
una aplicación particular del trabajo; su retribución, por
tanto, que depende del éxito de la industria, se rige por los
mismos principios de todas las retribuciones eventuales, y no
exige una denominación especial, como han pretendido algunos
economistas, llamándola provecho, é introduciendo en la
nomenclatura de la ciencia un nuevo término que, además de no
ser necesario, recibía una significación poco adecuada. (V.
Interés y
Salario).
Empréstitos.-Es
el nombre que particularmente se da á los préstamos recibidos
por los Gobiernos.
Las principales clasificaciones que se hacen de los empréstitos
son: por la época del reembolso, en temporales y
perpetuos; por la cantidad que el Gobierno percibe de
aquella que representan los títulos que entrega, en empréstitos
á capital real y á capital nominal, y por la manera de
contratarlos, según que se emplea la emisión, la
suscripción ó la adjudicación.
En los empréstitos temporales el Gobierno se obliga á devolver
el capital en un plazo fijo, ó á pagar una renta á los
acreedores por espacio de cierto tiempo.— Esta última forma, que
era antes la más usada, dió lugar a las llamadas anualidades,
rentas vitalicias, rentas viajeras y tontinas. En los
perpetuos, el Gobierno se compromete únicamente á satisfacer el
interés convenido; pero esto no quiere decir que no haya de
devolver nunca el empréstito, sino que se reserva la elección
del momento en que le sea posible ó favorable hacerlo.
Se dice empréstito á capital real, aquel en que el Estado recibe
integra la suma que se expresa en los títulos, sea cuando éstos
se emiten á la par; y á capital nominal, el en que confiesa
recibir una cantidad mayor de la que percibe realmente. La
invención del capital nominal es un artificio que no tuvo más
objeto que ocultar al país el verdadero estado de su crédito, y
fingir que á su nombre se recibía el dinero barato, aunque
costase muy caro. Para ello, se ha adoptado siempre un tipo muy
bajo de interés, menor del 5 por 100 generalmente, en épocas en
que era mucho más alto el precio del capital, y como los
capitalistas no podían prestar á ese tipo, daban por el solo 50
unidades en vez de 100. Resultado, que el 5 viene á ser interés
de 50, que el verdadero precio es 10 por 100, y que habiendo de
entregarse 100 en títulos por cada 50 efectivos, la operación
sale á 10 por 100 de interés y 50 por 100 de capital, puesto que
se reconoce doble del recibido. Conocido ya ese juego, los
empréstitos han continuado, sin embargo, haciéndose de manera
tan ruinosa para conservar un mismo interés á toda la Deuda.
Esta unidad tiene sin duda grandes ventajas; pero no puede
justificar el absurdo del capital nominal, porque, con ese
sistema, perjudica á las naciones la subida de su crédito, que
convierte en efectivas y obliga á satisfacer sumas puramente
nominales en su origen.
Los empréstitos se contratan por emisión, llevando al mercado
los títulos de la Deuda y colocándolos al precio que éste fija;
por suscripción, señalando el Gobierno la cantidad que necesita
y los tipos á que recibirá el dinero que los particulares le
entreguen; y por adjudicación, que puedo ser directa, y
entonces el Gobierno arregla las condiciones del préstamo
con una casa de banca ó Compañía, y en subasta,
cuando el empréstito se cede al que hace mejores proposiciones.
Estado.—
En su acepción política, esta palabra significa la institución
encargada de realizar el derecho en la sociedad civil.
El Estado se relaciona con el orden económico, primero, de igual
suerte que con todos los otros aspectos de la vida, y luego más
especialmente, porque tiene necesidades que han de ser
satisfechas por medios materiales.
Como órgano y cumplidor del derecho, el Estado ha de
prestar esa condición á la actividad económica, garantizando el
libre ejercicio del trabajo y del cambio, la adquisición y el
disfrute de la propiedad: él no ha de contribuir directamente
á la producción de la riqueza; pero su acción no es tan sólo
negativa en el sentido de que haya de limitarse á no
crear obstáculos y á separar los que nazcan de ataques á la
justicia. El Estado no puede ser indiferente para con ninguno de
los fines humanos; tiene que hallarse en comunicación con todos
ellos; y para mantener el derecho económico necesita
hacer afirmaciones, penetrar de algún modo en esa esfera,
sin menoscabo de los esfuerzos individuales, que son los
llamados á constituirla con el auxilio de la asociación
voluntaria y respetando en todo caso su independencia. No le
toca la dirección de la industria, ni la reglamentación del
comercio; pero está dentro de su fin cuando limita, por ejemplo,
el trabajo de las mujeres y de los niños á lo que es propio de
su condición; cuando prohíbe la amortización de la propiedad,
castiga el juego, etc.; y esas atribuciones, que es preciso
reconocerle, las ejerce á nombre y en cumplimiento de principios
económicos. Por otra parte, el Estado, que debe conseguir por
medio de las relaciones jurídicas la armonía y el equilibrio
entre las demás instituciones sociales, es hoy al mismo tiempo
la más adelantada de todas ellas, la que mejor y más
extensamente realiza la unidad, la que más se aproxima al
concepto de la Sociedad, y estas condiciones históricas
determinan también en él funciones como de protección y ayuda,
cierta misión de estímulo y complemento para con los otros
organismos menos desarrollados y las fuerzas individuales en
todo aquello que muestre la necesidad de la acción colectiva que
representa.
Sea cualquiera la misión que se atribuya al Estado, ello es que
necesitará medios con que cumplirla, y estos medios, en tanto
que consisten en bienes materiales, entran en el asunto de la
Economía.
El Estado no puede satisfacer por sí mismo las necesidades
económicas que siente, porque su actividad, encaminada á otros
fines, no es á propósito para el ejercicio de la industria, y
carece del móvil del interés personal. Los Gobiernos han de
recibir, pues, sus medios de existencia del trabajo de los
particulares, y la producción para ellos consiste en
tomar de la riqueza privada una cuota, que se denomina
impuesto.
La aplicación de los bienes materiales á las necesidades del
Estado no se diferencia esencialmente de la que realizan los
individuos. Todo consumo de riqueza, sea cualquiera el sujeto
que le verifique, es una destrucción de valor, y su legitimidad
depende de la satisfacción á que se dirija.
Sin embargo, los economistas partidarios de la doctrina que
admite una riqueza inmaterial, suelen considerar al Estado como
un industrial de la misma clase, bajo el aspecto económico, que
un agricultor ó un fabricante, porque produce seguridad y
justicia, y declaran que todos los consumos que él verifica
tienen el carácter de productivos. El Estado, dicen,
contribuye á la formación de la riqueza con las garantías que
presta á la propiedad y al trabajo. Pero igual auxilio da á
todos los demás órdenes de la vida, y sin confundir lo que es
condición de la actividad económica con la actividad misma,
no podemos calificar al Estado de industrial, porque mantiene el
derecho, como tampoco afirmamos que sea creador de la moralidad
ó de la ciencia, aunque también sirve a sus fines.(V.
Gastos públicos,
Individualismo,
Impuesto y
Socialismo).
Exportación.—Comercio
que lleva al extranjero los productos de un país.
La exportación, representa lo que cada pueblo da en el
cambio internacional y es correlativa de la importación, con que
las naciones se reintegran ó reciben productos
equivalentes. Las antiguas preocupaciones del sistema mercantil
hacen creer todavía, que interesa á cada país que la exportación
exceda á las importaciones, cuando, lo que habría de convenirle
es precisamente lo contrario, esto es, que tuviese menos valor
lo que da, que aquello que recibe, y lo que en
realidad sucede, es que en ese, como en todo cambio ha de haber
necesariamente una compensación ó equivalencia que no excluye el
mutuo beneficio. (V.
Balanza de comercio,
Libre cambio y
Proteccionismo.)
Exposiciones industriales.
— Son cursos abiertos para dar á conocer los resultados que
obtiene el trabajo y premiar á los productores más hábiles. Las
exposiciones son especiales, locales y universales,
según que se limitan á los productos de alguna industria
determinada, á cierto país ó región, ó comprenden á todas las
industrias y los pueblos todos.
Aunque con la facilidad que hoy alcanzan las comunicaciones de
todo género, han perdido mucho de su interés esos certámenes
industriales, todavía las exposiciones, universales sobre todo,
tienen grandísima importancia porque someten á la observación y
al estudio un número inmenso de hechos, que sirven de
comprobación y de dato para las investigaciones científicas,
reflejan la vida económica de la humanidad entera, y son el
primer paso dado para unificar y relacionar directamente todos
los esfuerzos, que se dedican á los bienes materiales.
(1)
Indicaciones sobre el concepto y plan de la ciencia económica,
escritas para servir de Apéndice á la segunda edición del
Tratado didáctico de Economía política, por D. Mariano Carreras
y Gonzáles
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economía política