Mtra. María del Carmen Lechuga García
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Museo Nacional de las Culturas/p>
In memoriam
Mtro. Sergio Lorenzo Yáñez Reyes*
Para citar este libro puede utilizar el siguiente formato:
Ramón Rivera Espinosa, Jorge Ramón Gómez Pérez. Libro 1701: “Arqueología industrial y patrimonio”, Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales (enero 2018). En línea:
//www.eumed.net/2/libros/1701/arqueologia-industrial.html
ISBN-13: 978-84-17211-55-4
Patrimonio arqueológico en México. Prácticas de la Arqueología
En un sentido amplio, se entiende como patrimonio cultural a todo aquello que es resultado de las manifestaciones culturales tangibles e intangibles o materiales e inmateriales de una comunidad, cargadas de simbolismos e historia, cuya complicidad e identidad social se determinan a través del tiempo. En este carácter entra sin duda el Canal de la Perla como se verá más adelante. El patrimonio cultural es un valor que no solamente se disfruta, sino se salvaguarda, descubre, explora, estudia, conserva y proyecta en su conjunto como legado a las siguientes generaciones.
El patrimonio cultural se vincula con iconos artísticos, económicos, históricos, sociales y científicos. Cada uno de ellos tiene gran importancia en sectores específicos de la sociedad. Las políticas culturales, entendidas como el conjunto de orientaciones que rigen la actuación de la institución en el marco del patrimonio y su correlación con la sociedad, deberán incluir estos diversos iconos y entrelazar las diferentes perspectivas que de allí emanen (Arqueología Mexicana, 2002:328).
La Arqueología mexicana, en su mayor parte, se ha consolidado como un conjunto de acciones establecidas sistemáticamente con el objetivo de salvaguardar la existencia de los vestigios culturales del pasado, su objetivo fue y sigue siendo el descubrimiento, registro, consolidación y conservación de los yacimientos arqueológicos. En la segunda década del siglo XIX surgió la concepción de pertenencia del patrimonio arqueológico donde los sitios monumentales apoyan el discurso de legitimación histórica del Estado. Cabe mencionar que dicha concepción, actualmente es aprovechada de manera descontextualizada para fines de promoción turística.
A partir de una serie de propuestas epistemológicas -con un origen académico y de crítica social- la antigua noción de la Arqueología ha tenido, en diferentes momentos, importantes transformaciones. En México, en el periodo de 1965-1975. El objeto de estudio ya no se confinó a la época prehistórica, sino que se orientó el interés en el análisis de cualquier sociedad en el tiempo (Lechuga García, 2004:35).
Así, surgieron diferentes disciplinas científicas, tales como: la etnoarqueología, arquitectura y arqueología urbana, geografía histórica, territorialidad y arqueología territorial; así como otras de perfil metodológico-contextual: arqueología subacuática, arqueología de área, arqueología de la basura, análisis de materiales arqueológicos, arqueología de jardines y de paisaje. Hoy también se abarcan los aspectos urbanos y rurales, preferentemente en contextos de Zonas de Monumentos Históricos, al tratar de los primeros lustros del siglo XX y dependiendo de la localidad, se le denomina arqueología industrial.
La importancia de las excavaciones en nuevos espacios ha devenido en programas de arqueología urbana que se orientan a la ubicación de vestigios de los periodos Prehispánico, Colonial y Moderno, pues en ciertas zonas citadinas se observa un continuum habitacional, pero bajo una diferente normativa arquitectónica. En la actualidad, los arqueólogos dedican ocasionalmente su atención a materiales recientes, investigan restos urbanos, con lo que está naciendo la denominada arqueología industrial que se dedica al estudio de los sitios, los métodos y la maquinaria utilizada por la industria. El término surgió en 1955 y fue simultáneo al concepto de patrimonio industrial.
Lo industrial, por tanto, abarca no sólo los inmuebles, estructuras arquitectónicas y maquinaría de producción, sino también vías de transporte y comunicación a través de las que llegaban materias primas y se comercializaban los productos; las residencias, centros asociativos y asistenciales de los trabajadores, servicios públicos y, en última instancia, los propios paisajes modificados por la actividad extractiva e industrial. A este contexto se circunscribe el Canal de la Perla y de ahí su relevancia como patrimonio cultural.
Los canales de la Comarca Lagunera. Contexto mínimo
Torreón es un municipio del estado de Coahuila que forma parte de la Comarca Lagunera. A mediados del siglo XIX comenzaron a cultivarse cereales en las tierras cercanas al río Nazas. Se improvisaron canales que las mismas corrientes formaban, almacenando las aguas por medio de bordos. Por ser una región semidesértica, en Coahuila y la región periférica se necesitaron obras hidráulicas que ayudaran al desarrollo de la agricultura y la industria. Sin estas obras no hubiera sido posible el desarrollo y la posterior prosperidad de las ciudades.
El Canal de la Perla fue parte de una serie de tajos que irrigaban los campos de algodón en la región, se construyó hacia 1890 a cielo abierto para conducir el agua del Nazas hasta la Hacienda la Perla, de donde tomó su nombre. Con el crecimiento de la ciudad el canal quedó en el primer tramo, la solución fue embovedar la construcción y levantar puentes para poder circular por las calles. El canal quedó debajo de los edificios. (Lechuga García, 2014: 146).
Marco teórico y objetivo de la investigación
El concepto de régimen de historicidad se define como los modos de articulación de las tres categorías de pasado, presente y futuro, y cómo se dan articulaciones variadas en lugares y momentos diferentes. François Hartog (2006:89-110) reconoce distintas articulaciones del tiempo, desde las epopeyas homéricas hasta la historia en su forma actual. Al considerar el régimen presentista en forma de interrogatorio surge el “régimen de historicidad”. Éste es entendido como todo asunto, objeto o persona que presente una calidad de histórico, o sea, que pueda tener una historia propia.
A partir del régimen de historicidad se puede comprender las crisis del tiempo en el pasado y en el presente conocido, para hacer surgir mejor su especificidad. La historicidad contempla dos circunstancias: La primera instituye que el hombre se desenvuelve de acuerdo a la tradición o contexto dentro del cual le ha tocado vivir. La segunda declara que cada individuo vive su propia historia independientemente de la tradición o contexto.
De esta manera, se comprende que cada sociedad está obligada a generar un orden del tiempo, como lo hace con los discursos: Orden del discurso y orden del tiempo. Es una manera de reintroducir las escalas de tiempo evitando los patrones evolutivos o desafiar el enfoque estructuralista. Hartog (2006:89-110) invita a reflexionar sobre la experiencia social del tiempo que se ha tenido a partir de las últimas décadas, pero esta interrogación sobre lo actual se responde por medio de una mirada distanciada o, mejor dicho, historizada.
Et l'important c'est, évidemment, le « à la fois ».La historicidad entonces, es la reflexión del desarrollo del hombre a través del tiempo (esto debido a que todos los seres ocupan un lugar en el espacio y el tiempo y a que nada sucede fuera de un proceso histórico). La noción de régimen de historicidad es un salvoconducto para hacer frente a la relación que una sociedad mantiene con su pasado, su presente y su futuro (Hartog François, 2006:92-110). A partir del tema de la exploración arqueológica del Canal de la Perla en Torreón, Coahuila, se describe cómo se encuentra el Centro INAH Coahuila en relación a las instituciones encargadas del patrimonio cultural, así como la participación de distintos actores sociales.
La peculiaridad del estudio de este caso resulta interesante por pertenecer a un inmueble histórico catalogado como del siglo XX, pero cuyos inicios son en realidad del XIX. Dicho rasgo es trascendente debido a que esta ambigüedad temporal derivó en una situación polémica para el INAH, sobre todo en la cuestión de la atención a dicho patrimonio cultural material en el sentido de su competencia legal e institucional.
Considerando lo anterior, como objetivo general de esta investigación, se estableció:
Antecedentes. Redescubrimiento de El Canal de la Perla en Torreón
En marzo de 2003 el personal de la dirección de Cultura del Ayuntamiento de Torreón, Coahuila recorría el Centro Histórico, levantaba datos para el Catálogo de Monumentos Históricos. Supervisaban un incidente, pues durante la construcción de una zapatería, una de las ruedas de un camión de volteo se hundió en la esquina de las calles Hidalgo y Rodríguez. (Lechuga García, 2013: 143). Era un hueco provocado por la arcada de un túnel totalmente azolvado, la bóveda de ladrillos cedió ante el peso. Así se registró el “redescubrimiento” del Canal de la Perla. Mucha gente de Torreón sabía de su existencia, pero no recordaba su ubicación ni sus dimensiones.
La dirección de Obras Públicas presentó un proyecto del Canal de la Perla como corredor turístico, con restaurantes, librerías, galerías y tiendas artesanales.
El Canal de la Perla. Descripción e importancia
Respecto al patrimonio cultural del norte de México, la Arqueología Histórica Urbana se ostenta como un modelo de conocimiento” (Martínez Pérez, 2006) Actualmente los arqueólogos investigan con mayor atención los restos urbanos de materiales correspondientes a sitios, métodos y maquinaria utilizada por la industria. Con la base del conocimiento arquitectónico, histórico y arqueológico se considera al canal de riego como una muestra material de ingeniería hidráulica aplicada a la irrigación en la Comarca Lagunera, zona semidesértica, construida con mano de obra mexicana a finales del siglo XIX y principios del XX.
Trabajo arqueológico: Rescate (2003)
La denuncia fue comunicada al Arq. Francisco Martínez Pérez, director de INAH Coahuila quien, como seguimiento, solicitó comisiones específicas que realizaron un dictamen y determinaron la suspensión inmediata del desazolve por la presencia de elementos culturales y porque el tajo de la Perla cruzaba por debajo de edificios registrados en el Catálogo de Monumentos Históricos como el Casino de la Laguna (hoy museo Arocena) y el Banco Chino, edificios contemplados en el Catálogo de Monumentos Históricos del INAH. (Lechuga García, 2014: 136).
Entonces, se elaboraron lineamientos para un programa de rescate denominado “Arqueología Histórica Urbana Canal de la Perla,” por la inscripción de los límites temporales establecidos en la legislación sobre patrimonio arqueológico e histórico en México y que reafirma la importancia de su estudio en el INAH. Estuvieron a cargo la Mtra. Leticia González y la Arqlga. Carmen Lechuga, a partir de junio la segunda quedó como única responsable.
Destacan dos eventos que incidieron en la exploración en el Canal de la Perla en 2003: La ejecución de un plan de rescate del Centro Histórico de Torreón mediante la revisión de Catálogo de Monumentos Históricos realizado con la Universidad Juárez del Estado de Durango, Campus Gómez Palacio (UJED), y los antecedentes que existían en el INAH Coahuila de estudios de arquitectura hidráulica.1
A partir de estos estudios, con el propósito de ayudar a comprender el desarrollo histórico de Coahuila en una región predominantemente semidesértica, se delinearon las líneas de investigación arqueológica (rescate 2003 y proyecto 2008) denominadas “Arqueología Histórica Urbana Canal de la Perla, Torreón, Coahuila”.
Pocos lugares con esas características se han podido registrar y dejar abiertos en México, y el INAH participó activamente para fomentar el uso y difusión de esa arquitectura sui generis, y sus modificaciones históricas desde tajo abierto de conducción hidráulica para riego (canal), a conducto de aguas negras, y a partir de 2003, un camino fresco y techado para actividades sociales y culturales de los torreonenses.
Es interesante mencionar que a la par del rescate arqueológico, en el Casino de la Laguna se desarrollaban la remodelación del edificio y el montaje del Museo Arocena (MUSA).2 El rescate de Arqueología Histórica Urbana de El Canal de la Perla se programó para cuatro meses -abril a julio de 2003-, no obstante duró nueve meses, se prolongó debido a percances técnicos (seis inundaciones durante la temporada de lluvias) y administrativos (problemas presupuestales), de trabajo en cuadrillas en ambos frentes ya sin más personal de arqueología, por enfoques distintos de la importancia del patrimonio cultural relacionado al contexto de la comunidad torreonense y, finalmente por predisposiciones tanto políticas como personales que afectaron la continuidad. Lo anterior alargó la exploración y vigilancia del desazolve en los 420 metros lineales, por tanto el rescate arqueológico concluyó hasta el 9 de diciembre de 2003.
Por el Ayuntamiento de Torreón estuvieron contratados para el equipo de arqueología: Marisol Sala Díaz quien trabajaba a la par en campo y el análisis de materiales, los pasantes Luz María Mejía Ramos, quien participó hasta el 2 de agosto de 2003, tanto en campo como en la investigación documental y Ricardo Mauricio Sánchez de Mier, estuvo colaborando con actividades de campo del 11 de agosto al 12 de septiembre.
En la Dirección de Obras Públicas destacó la labor de la Ing. Martha Cecilia González Juy, quien fue el enlace clave tanto en los estudios técnicos de ingeniería y de negociación presupuestal como la ejecución de éstos para el desazolve del canal, así como el apoyo logístico del equipo de arqueología, tarea fundamental para llevar a buen término los trabajos.
Hubo asesoría de la Sección de Restauración y Arquitectura del INAH Coahuila, primero con la Mtra. Samira Hernández, después con la Arq. Laura García, no obstante nunca se planeó el apoyo continuo de un restaurador debido a que los ingenieros consideran que “se le da el mismo tratamiento a lo moderno que a lo antiguo y si no sirve se tira” (Lechuga García, 2014:143).
Por su parte, el grupo Lala y Peñoles participaron aportando recursos y maquinaria para ingeniería del desazolve del canal, más nunca dieron apoyo directo e indirecto a la investigación y a la difusión.
Sin embargo, la bóveda no es continua y presenta variantes en la intervención constructiva, en otros tramos desapareció debido a construcciones posteriores y en otros más se utilizó el sistema de viguería como lo testimonian la huella de mechinales en el predio de Zaragoza 45. Posteriormente, se utilizó como colector de aguas pluviales y más tarde de aguas negras.
Los materiales arqueológicos nos hablan de los momentos históricos por los que el canal atravesó y al mismo tiempo se transformaron, tanto en su aspecto como es su función: el vidrio fue el más abundante, seguido de cerámica, hueso, metal y los llamados misceláneos que abarcarían el plástico, el cuero y la madera (Sala Díaz, 2006).
Trabajo arqueológico: Salvamento (2008)
Cabe destacar que pasaron dos gestiones de dirección institucional y dos de presidencia municipal para que finalmente la Coordinación de Arqueología actual (2007) respaldara la realización de un Proyecto de Arqueología. Después de este dictamen, la Coordinadora de Arqueología, Arqlga. Laura Pescador, solicitó la elaboración de un proyecto de arqueología histórica urbana en el sitio, a cargo de la Arqlga. María del Carmen Lechuga García.
En el siguiente periodo municipal (2006-2009), con motivo del Centenario de la ciudad, al Presidente Municipal José Ángel Pérez le plantearon desazolvar 250 metros más en el Canal de la Perla, sin avisarle al INAH. El 8 diciembre de 2006 comenzaron la obra a cargo de la compañía constructora ORESA (Obras y Recubrimientos, S.A. de C.V), con el proyecto “Ampliación del Canal de la Perla 4a. etapa Colonia Centro”, con la asignación: ML-283/06, para abrir 250 metros más, de la calle Juan Antonio de la Fuente hasta la Múzquiz, omitiendo de nuevo la presencia del INAH.”
Después de una denuncia verbal al Arq. Francisco Martínez Pérez, Director de Centro INAH Coahuila, en función de la afectación al patrimonio cultural que se estaba llevando a cabo como resultado del desazolve del Canal de la Perla (cuarta etapa) que realizaba la actual administración municipal sin la vigilancia y supervisión de los especialistas competentes para dicha tarea.
El 16 de mayo del 2007, el Consejo de Arqueología aprobó el “Proyecto “Arqueología Histórica Urbana Canal de la Perla, Torreón, Coahuila. 2007” y el 18 de mayo se comunicó la anuencia mediante el oficio Núm. C.A. 401-36/0843. Pese a que el Consejo de Arqueología lo aprobó como proyecto, en Convenio se manejó que esta investigación era un salvamento por tratarse de presupuesto de terceros.
El trabajo arqueológico comenzó el 21 de enero del 2008, en la inteligencia que se resolvería la firma del convenio en lo inmediato. Sin embargo, el convenio entre INAH y el Ayuntamiento de Torreón no quedó signado por ambas instancias debido a las dificultades e ineficacia de comunicación peculiares de los trámites administrativos y burocráticos.
El acceso al tramo de intervención se localizaba en la calle de Morelos y Juan Antonio de la Fuente, donde se observaban secciones de diferentes momentos históricos del canal, mismas que se ven evidenciadas a través del cambio de niveles, así como de sistemas constructivos. A partir de la primera visita y con el registro fotográfico correspondiente, se pudieron determinar los lineamientos generales de restauración que se suponía prevalecían a lo largo de la obra.
En la calle de Matamoros, de la exploración exterior, se localizó el remate de un muro a manera de contrafuerte, consistente en una saliente de 0,54 m sobre la cara norte del muro. También el desplante de la bóveda, la exploración quedó trunca porque se presentaron problemas de fuga de aguas negras que SIMAS no podía resolver por no contar con catastro del drenaje del Centro Histórico de Torreón. El proceso de exploración fue lento pues las máquinas tuvieron retrasos de todo tipo atribuidos a la Constructora ORESA (Obras y Recubrimientos, S.A. de C.V) Ganadora de la licitación de 2007-
El proyecto original se efectuó durante el primer semestre de 2008, una vez más, sin el respaldo de un convenio firmado por ambas instancias: Municipio e INAH. Pese a que se realizó el trabajo arqueológico, la rúbrica del convenio prescribió y jamás hubo firma de ambas partes.
En esta temporada trabajaron la Mtra. Marisol Sala Díaz, el arqueólogo Antonio Caballero, la pasante en arqueología Lorena Robles, el Mtro. en Arq. José Arturo Lee Chibli, el Arq. Emmanuel López. En el caso de la Mtra. en Restauración Samira Hernández, colaboró durante tres meses y luego fue sustituida.
Es cierto que la labor de este salvamento arqueológico permitió la recuperación de información de contextos arqueológicos obtenidos del desarrollo de una obra civil que retomó la DGOP de Torreón, sin embargo, debido a la carencia de materiales y recursos económicos suficientes para atender la demanda local en investigación, conservación, restauración y difusión del patrimonio se generaron varias pérdidas: de imagen, de influencia tanto en la comunidad lagunera como en espacios de difusión y de oportunidades para captar recursos para el INAH y para el propio municipio bajo un proyecto rector.
A diferencia de 2003 donde se proporcionó en especie la colaboración del R. Ayuntamiento de Torreón con su respectiva firma de convenio a posteriori; en el 2008, donde nunca se firmó el convenio, aprobaron un presupuesto de $1,456,183.15 (un millón cuatrocientos cincuenta y seis mil ciento y ochenta y tres pesos 76/100 M.N.) procedente del I.S.R., correspondiendo un 60% al Estado de Coahuila y un 30% al Ayuntamiento de Torreón.
Los gastos se pagaban bajo el concepto de Ampliación canal de la Perla contrato 225–C5-TOR-08 (ejemplo), Convenio No. 0901 125 4112. Por otro lado, al no realizar estudios integrales, sino proyectos políticos de lucimiento, cuando en el trienio de José Ángel Pérez se proyecta la apertura de 250 metros más del andador turístico de la Perla, con la efímera idea de construir una Plaza del Mariachi para el Centenario de Torreón no consideraron que la altura del canal era menor a los dos metros y al excavar a cuatro metros la estabilidad del mismo era menor y la bóveda estuvo sin apuntalar cerca de un año. A más de corresponder a la zona de tolerancia de la ciudad con cantinas de “mala muerte”. Lo que indicaba que no había estudios de impacto social y demográfico (Lechuga García, 2004:205).
Lo anterior sin contar con dos derrumbes, el primero debido a que no desazolvaron según la recomendación de Restauración y, el segundo, el peso de construcción de una vecindad hundida en un tramo de la bóveda del canal.
Además, SIMAS no conocía el catastro y la red de drenaje de esa parte de la ciudad de Torreón, por ende los desagües de aguas negras son omitidos. Evidente era la insistencia de colocar de inmediato el piso prefabricado para no tener pérdidas presupuestales y suplir los atrasos de obra.
Al mismo tiempo no existió voluntad política, ni comunicación intra-ayuntamiento, mucho menos de una dirección regional del INAH ausente de apoyo institucional, sólo existe una arqueóloga de base para el tercer estado de la república mexicana más grande en extensión, aunque no sea la zona maya.
A las instancias superiores del INAH (Arqlga. Laura Pescador, Coordinadora de Arqueología; Arq. Virginia Isaak, Coordinadora de Centros INAH; y la Lic. María del Perpetuo Socorro Villarreal, Coordinadora de Asuntos Jurídicos, en acuerdo con el Dr. Ignacio Sainz, Secretario Administrativo) esta situación no formaba parte de sus prioridades. Tales acciones, ejecuciones y omisiones –desde sus paradigmas– son lícitas y justificadas porque el proyecto no pertenecía a patrimonio cultural prehispánico que si está protegido por la LFMZAAH de 1972, por tanto, no era incumbencia del INAH. Sin embargo, la mayoría de los investigadores del INAH somos testigos presenciales de numerosos casos donde el asunto es de origen prehispánico y aplican la misma indolencia. Pudieran citarse muchos otros casos con referencias personales y documentales (Lechuga García, 2004:206).
Finalmente en la Coordinación de Arqueología, a través de la Arqlga Teresa García (Directora de Planeación), se corroboró que no se firmó el convenio, responsabilizando totalmente a los del Ayuntamiento. Como respuesta por ambos actores sociales hay un profundo mutis. Como consecuencia, el 14 de enero de 2009, la arqueóloga responsable del proyecto, dirigió al Lic. Felipe Calderón, una carta de deslinde de responsabilidades del ejercicio presupuestal y la prolongada ausencia de convenio que debía respaldar la comisión de trabajo. Sólo contestaron como fórmula burocrática, pero nunca se aclaró la situación.
Los resultados de la primera etapa de trabajo arqueológico y de ingeniería en el canal de la Perla influyeron fuertemente en el conjunto de significaciones sociales, en la gente de Torreón y los laguneros, que les permitió hacer presente algo que no es un canal convertido en andador cultural, eso le dio sentido a su discurso político, a sus prácticas sociales y a la acción de usufructo de un bien que ya consideran patrimonio cultural.
Este fenómeno se repitió para el “salvamento” del 2008 que quedó en el aire, al retirarse de su cargo el anterior director del Centro INAH Coahuila, y al quedar un delegado suplente del mismo. Consecuentemente, las relaciones al seguimiento del plan de manejo del canal de la Perla con los diferentes niveles de gobierno, así como las interinstitucionales, se interrumpieron (Lechuga García, 2004:220).
A partir de 2008, debido a las políticas institucionales establecidas de exclusión para realizar difusión por parte de los investigadores, los arqueólogos tuvieron que relegar, como uno de sus ejes programáticos fundamentales, la divulgación del trabajo en el Canal de la Perla, 3 de tal manera que esta práctica de experiencias del conocimiento del patrimonio cultural hacia los torreonenses y los laguneros fue descartada.
Por un lado, esta experiencia de abandono y de inercia institucional motivó buscar explicaciones de lo que sucedía desde la perspectiva histórica y antropológica, considerando el fenómeno histórico social del patrimonio cultural en un contexto mayor, tanto acerca de este inmueble (Canal de la Perla) como de todo lo incluido en su Centro Histórico junto con los actores sociales, entre ellos destacan los medios de información (INAH, 2005).
En cuanto a la divulgación, por parte del municipio, no están vinculadas entre sí, además no realizan estudios de impacto social, pues no cuentan con sociólogos o antropólogos, por ejemplo, y los alcances informativos se centran en resaltar las actividades políticas de sus funcionarios.
El mismo caso se presenta a nivel gubernamental. El perfil profesional más cercano a las humanidades y ciencias sociales es el de Comunicación y el de Relaciones Internacionales; están ausentes los científicos sociales del campo de la antropología o de la sociología. Por lo tanto, se hace necesario que se fortalezca una visión social en el manejo de la difusión y la divulgación del patrimonio cultural (Lechuga García, 2004:221).
Muchas de las destrucciones, afectaciones o alteraciones en excavaciones, rescates o salvamentos arqueológicos que -con frecuencia- tienen lugar en múltiples lugares del planeta, podrían evitarse si existiera una conciencia de lo que significa preservar el patrimonio que, además de proporcionar información, permita entender lo que ahora somos, de sentirnos parte de un lugar, de aquello que nos da ese sentido de pertenencia.
Los elementos arquitectónicos del Canal corresponden a diferentes etapas constructivas. Los dos muros de mampostería y paredes encaladas, soportan una bóveda escarzana de tres hiladas de ladrillo, con un ancho aproximado de 4.50 m y una altura variable de 2 a 6 metros. En 2006, el Cabildo declaró al canal como Área protegida del municipio de Torreón.
Respecto a la intervención arqueológica se desazolvaron 650 metros lineales (por ambas temporadas) con vigilancia constante para la obtención de material arqueológico. Se realizaron calas de exploración, pozos de sondeo a lo largo del Canal y excavación extensiva para la obtención de material, registro arquitectónico y del sistema constructivo del Canal (Lechuga García, 2004:221).
Recuperación y análisis de los materiales arqueológicos
Desde la primera inspección se observaron diversos materiales arqueológicos contenidos en el azolve de una estructura en forma de túnel que pertenecía a uno de los canales que corrían bajo la ciudad durante el siglo XIX. Los contextos arqueológicos en que se recuperó el material fueron secundarios, considerando que un canal, implica un registro fuera de contexto por la corrida constante del agua, y otras circunstancias ambientales y sociales. Sin embargo, a pesar de las condiciones se pudo implementar un registro sistemático de los materiales. Se logró una recuperación controlada durante la exploración de las calas arqueológicas y durante la vigilancia de los trabajos de desazolve.
Los materiales encontrados corresponden a una temporalidad de finales de siglo XIX y principios del XX. Abarcan piezas completas, semicompletas y fragmentos y distintas materias primas como la arcilla, el vidrio, el metal, el cuero, el plástico; también elementos naturales como el hueso y la madera. Los más abundantes fueron la cerámica y el vidrio; en menor cantidad metal, peltre y hueso, así como otro tipo de materiales que se incluyeron en el rubro de miscelánea.
La temporada 2008 presenta ampliación de materiales con un importante incremento en la variabilidad de artefactos. Entre ellos el peltre, suelas y tacones de zapatos, así como objetos sanitarios. El análisis fue dirigido principalmente a la cerámica y al vidrio, el cual se realizó en base a la clasificación tradicional sistema tipo variedad. De los demás materiales sólo se realizó una descripción más general y básica, pues su estudio más profundo no formó parte de los objetivos de este proyecto.
Tanto en la muestra cerámica y la de vidrio tenemos representada toda una variedad de tradiciones, gustos y utilidades, las cuales abarcan, también, diversidad de acabados, manufacturas y decoraciones. Cada uno de los materiales recuperados, presentan características propias que los hacen únicos, dichas especificidades nos ayudan a distinguirlos y a ubicarlos en el tiempo y el espacio, dándonos además las claves para su interpretación. Este material representa una pequeña muestra de lo que fue la ciudad de Torreón en los siglos XIX y XX, dan constancia de la vida cotidiana de sus habitantes, así como su devenir en el tiempo.
Los materiales recuperados esperan algún lugar para ser exhibidos, enviados en el 2012, el catálogo y muestrario del 2003 permanecen en cajas en el Museo Regional de la Laguna y la colección del 2008 se dejó custodiada en el Museo del Ferrocarril, es deseable que el espacio que albergue esas evidencias histórico-arqueológicas se localice en algún sitio más cercano al Canal de la Perla.
Papel y dinámica de las Instituciones relacionadas con el Patrimonio Cultural para el estudio de caso
Es necesario examinar que en México, el INAH (a través del Consejo de Arqueología) si cuestiona la investigación arqueológica del patrimonio industrial y no lo acepta, pues la Ley Federal de Monumentos y Zonas Artísticas, Arqueológicas e Históricas (LFMZAAH) determina sus campos de acción hasta el siglo XIX, sin embargo, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) no puede intervenir más que en el monumento artístico y deja de lado todo el patrimonio industrial. Por tanto, los bienes inmuebles y muebles posteriores a 1900, de gran valor histórico, se encuentran en total desamparo legal.
En general, las políticas de cultura operan de manera fragmentada e inconexa entre sí, el Estado Mexicano no logra establecer políticas. De manera precisa es necesario repensar y fortalecer la política cultural mexicana que se encuentra debilitada como consecuencia de la “creciente estructura administrativa del subsector cultural, el imaginario sobre 'lo cultural' y la construcción cotidiana de la agenda pública sobre cultura por parte de los medios masivos de difusión (Cervantes, 2008).
Es necesario advertir que en muchos casos los gobiernos estatales o municipales han propiciado la destrucción del patrimonio. Hay varias razones, una es la carencia de estudios sobre la solvencia financiera y/o técnica de los ayuntamientos en materia de protección, otra es la duración de la gestión municipal, el cambio de color político que no brinda una seguridad para la continuidad de las instancias que protejan y conserven dicho patrimonio, caso concreto del presente tema.
Si se piensa en las autoridades municipales y en la comunidad como los custodios mismos del patrimonio de todos los mexicanos, cabe recapacitar si realmente en los municipios se tiene el mejor espacio de comunicación entre las autoridades y la sociedad. Todos los planteamientos anteriores son fundamentales y le dan marco y soporte académico, legal y técnico al trabajo realizado en el Canal de la Perla.
Las acciones de los investigadores y especialistas reivindican la función educativa del conocimiento del patrimonio cultural, cuyo eje rector es la utilidad social. Entonces, la hipótesis que se planteó en este trabajo no se comprueba ni se desaprueba en su totalidad, ya que en esta batalla global se intenta redefinir el objeto del patrimonio cultural. El reto es conciliar la diversidad de intereses de los actores sociales públicos y privados.
Los actores involucrados son todos los que tienen responsabilidad, beneficio o resultan perjudicados. Cada contexto en cada período histórico genera sus propios actores sociales (Diccionario de Políticas Públicas, 2013). La participación de los actores sociales en la intervención arqueológica del Canal de La Perla puede conservarse en el siguiente esquema: El proceso adquiere ciertas particularidades, “las relaciones entre los actores suelen ser más intensas, las instituciones académicas más débiles y la dependencia del poder político puede afectar la calidad de la investigación” (Hualde Alfaro, 2012). Lo anterior se puede advertir en el cuadro 1 (Lechuga García, 2004:79).
Las instituciones federales interactuando con el INAH, las estatales con el gobierno del estado de Coahuila y, de manera sobresaliente, al generador del proyecto del corredor turístico Canal de La Perla: el Republicano Ayuntamiento de Torreón. Pese a que el Centro Coahuila tenía asentada la línea de investigación de arquitectura hidráulica y estaba reconocida dentro de las fichas administrativas de la institución, durante el rescate arqueológico incidió la falta de interés de la Coordinación de Centros INAH y de manera sobresaliente de la Coordinación de Arqueología.
A lo largo de estas líneas, pareciera un fácil camino para el desarrollo del rescate arqueológico Canal de la Perla, pero fue agudamente cuestionado tanto por autoridades como por investigadores del INAH, primero porque se deliberaban cuestiones fácticas como si procedía la intervención del INAH al tratarse de un monumento histórico que se trazó en el siglo XIX o si correspondía al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), dada los parámetros de temporalidad señalados en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos (LFMZAAH). (Lechuga García, 2004:170)
Otra polémica expuesta por investigadores y directivos señalaban que no correspondía a un arqueólogo realizar la exploración, disputa que se repite constantemente con los arquitectos restauradores que se proclaman facultados para realizar una excavación arqueológica en monumentos históricos. Además de una serie de obstáculos que iban desde los epistemológicos hasta los de violentas reacciones personales de colegas.
En naranja, destaca el Gobierno del estado de Coahuila, la Secretaría de Educación de Coahuila (SEC), el Instituto Coahuilense de Cultura (ICOCULT) y la Subsecretaría Regional con su correspondiente Subsecretaría de Obras Públicas.
Finalmente, la iniciativa privada también interviene: Lala y Met Mex Peñoles, además de la colaboración directa de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), la Universidad Iberoamericana (UIA) sede Laguna y la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C). Y la influencia de los Medios de comunicación en la opinión pública y la ciudadanía en general.
Es necesario tener presente que en la sociedad civil concurren dos vertientes respecto al patrimonio cultural: los actores que inquieren sobre la participación activa para la protección y aquellos que lo incorporan a la comercialización descontextualizada. Todo ello repercute en la dinámica de las instituciones culturales.
Así, se generó una constante campaña de divulgación acerca del compromiso de la sociedad civil para velar de manera consciente por la conversión de su patrimonio cultural, ya que, como consecuencia de su desconocimiento, una parte de lo que fue la población de Torreón, era imperceptible.
Proyectos turísticos
En la actualidad esta antigua construcción se preserva como paseo turístico cultural, pero persisten varios problemas sin resolver, tales como problemas técnicos de conservación y restauración. Así mismo, en el Canal de la Perla, considerado zona de patrimonio cultural abierto al público, se hace sentir la necesidad de establecer un plan de manejo que contenga; señalización, museografía, mantenimiento y servicios al público, entre otros aspectos.
Al momento, noviembre de 2015, se realizan obras sin un plan de manejo que documente el inmueble histórico, para instalar los locales insertos dentro de los muros del mismo canal, esperemos que los estudios de ingeniería civil y de mecánica de suelos contemplen la irresoluble infiltración y las zonas afectadas por los derrumbes para que eviten contrariedades posteriores y se vean realizados los proyectos y expectativas del grupo de comerciantes en el Centro Histórico.
Conclusiones
En el contexto regional y local, fue la primera vez que el INAH realizó la exploración arqueológica de un canal de riego con estas características. Esta línea de investigación constituyó la continuidad y ampliación de otros proyectos de este tipo en la región. Asimismo con sus dificultades, representó un intento para coadyuvar con los distintos órdenes de gobierno, el diseño de programas integrales de protección, conservación, rehabilitación y difusión de los diferentes sitios e inmuebles históricos del noreste de México. Los resultados del trabajo arqueológico e histórico para el canal de la Perla son pioneros en el estudio y difusión de esta vertiente de patrimonio cultural, pues se contempla el acercamiento a la identidad regional, al sentido de pertenencia y a la historia local.
Sirva como ejemplo lo sucedido en el Canal de la Perla para no volver a repetir los mismos errores y retomar los aciertos. Es tiempo de exigir a los trabajadores gubernamentales y medios de comunicación que cumplan con su trabajo; es también tiempo de que la sociedad civil se organice para que participe de manera activa con propuestas y como vigilante de la aplicación de las mismas, así como del cumplimiento del marco jurídico y que protege al patrimonio cultural.
Hoy el proyecto de Andador Turístico se está realizando sin recomendaciones de especialistas en Patrimonio Cultural lo cual es de lamentarse, pero también parece ser demasiado tarde para enmendar esta falta.
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Recibido: Enero 2018 Aceptado: Enero 2018 Publicado: Enero 2018