Dr. D. José
Piernas Hurtado
Exposición de la nomenclatura y de los
principales conceptos de esa ciencia.
A
Actividad económica.—Consiste
en la facultad que el hombre tiene de obrar sobre las cosas de
la Naturaleza para aplicarlas á la satisfacción de sus
necesidades, y se manifiesta por todo el orden de los esfuerzos
y trabajos dedicados á conseguir ese objeto.
La actividad es una sola, como es uno el fin del hombre, y
únicamente podemos establecer en ella clases y distinciones,
calificándola de moral, científica y económica, etc.,
después de haber descompuesto el total destino humano en otros
tantos aspectos diferentes. Esta consideración es
importantísima, porque nos muestra el error de los que pretenden
que los actos económicos se hallan fuera de las leyes generales
de la actividad y regidos por un principio exclusivo: la
utilidad, el interés, etc.—La actividad económica,
como dirigida á un fin particular, ha de acomodarse en su
aplicación á las condiciones de éste; pero la diferencia ó
variedad de su desarrollo no toca, ni puede alterar lo que es
fundamental y se refiere al motivo y criterio de
toda conducta humana.
La actividad económica está subordinada á la razón, es libre, es
responsable, tiene por móvil legitimo la idea del bien absoluto
aplicado al orden de los bienes materiales, y ha de ejercitarse
con la sanción y el acuerdo del principio religioso, del deber
moral, de la obligación jurídica y del conocimiento
científico.—El amor de si mismo, el interés y la conveniencia,
son pues, aquí como siempre, nada más que principios
secundarios.
Las leyes naturales, que rigen la actividad, no adquieren
tampoco una eficacia especial, ni caracteres distintos, cuando
se las refiere al orden económico; no se hacen fatales,
ni se ejecutan por si mismas; siguen siendo de cumplimiento
voluntario y no basta invocarlas, sino que es necesario
obedecerlas.—Por esto la Economía no ha de reducirse á la
investigación de esas leyes para pedir que se las deje hacer,
y antes bien, consiste la principal misión de nuestra ciencia en
procurar que la vida se acomode á las leyes naturales,
determinando lo que debe hacerse para cumplirlas.
Agentes naturales.
— Bajo esta denominación, aunque algo impropia, aceptada
generalmente, se comprenden aquellas cosas de la Naturaleza,
útiles para el hombre, sobre las que recae la acción del trabajo
económico.
No todo lo que existe favorece la vida humana, pues entre los
objetos que nos rodean hay algunos que nos son contrarios, que
nos causan daño y aun producen nuestra muerte. Estos objetos no
pueden ser considerados como agentes naturales; pero tampoco
entran en esa categoría todas las cosas que sirven para nuestras
necesidades.
La Naturaleza nos presta medios de dos clases: unos que se
llaman contínuos, en íntima comunicación con nuestro
organismo y que utilizamos sin esfuerzo alguno de la actividad;
tales son: el aire, la luz, el calórico y otros que se dicen
discretos, separados de la necesidad, que han de ser aplicados á
ella por nosotros mismos, como sucede con los minerales, las
plantas y la mayor parte de los seres del mundo físico.
Los medios discretos, esos cuya utilidad califican algunos de
onerosa, porque exige como condición el empleo del trabajo,
son los que constituyen en Economía los agentes naturales. Sin
embargo, también los medios continuos ó de utilidad gratuita
pasan á ser discretos y agentes naturales; por lo tanto, cuando
los aplicamos á algún servicio que ellos no prestan
espontáneamente: el aire, usado como motor en el molino y el
barco, ó para ventilar una mina, la luz para la fotografía, se
encuentran en este caso.
Atendiendo á esa distinta índole de los agentes naturales,
suelen dividirse por los economistas en apropiables é
inapropiables. Los unos en efecto—la tierra, las minas, los
animales, etc., —no sólo son susceptibles de propiedad, sino que
ésta es condición necesaria para su aprovechamiento; mientras
que los otros—el mar, la electricidad, etc.,—rechazan todo
dominio ó aplicación exclusiva, que seria inútil, por otra
parte, ya que existen en cantidad ilimitada y pueden satisfacer
á la par todas las necesidades.
Los agentes naturales, que se hallan diversamente repartidos
entre todas las regiones del Globo, son el primero de los
elementos productivos y la base sobre que operan el trabajo y el
capital para conseguir la formación de la riqueza.
Agio Agiotaje.
— Especulación, que consiste en negociar utilizando las
oscilaciones y diferencias en los precios de cualquier clase de
mercancías, así como del numerario, de los documentos de crédito
y de los títulos de la Deuda pública.—Se dice especialmente de
la remuneración exigida en el cambio de monedas distintas
y en el de los billetes de Banco por metálico.
Ahorro.—Es
una forma del empleo ó consumo de la riqueza, que consiste en no
aplicar la satisfacción de las necesidades actuales más que una
parte del beneficio ó retribución obtenidos en la industria,
destinando el resto á aumentar los medios de que se dispone para
nuevas producciones y á la atención de las necesidades futuras.
La consideración del porvenir, privilegio del hombre sobre todos
los demás seres finitos, es el fundamento de la virtud del
ahorro, que equivale en el orden económico á las de la sobriedad
y la prudencia.
El ahorro es el verdadero instrumento del progreso de los bienes
materiales, porque constituye el único origen del capital. —Por
más activa eficaz que sea la industria, la riqueza permanecerá
estacionaria, si los productos se consumen á medida que se
forman; de aquí el gran interés que tiene todo lo que estimula
el ahorro y en especial los establecimientos. —Cajas, Bancos,
Montes de Piedad, etc.,—dedicados á favorecerle.
Alquiler—Proponen
algunos economistas esta palabra para significar, en general, la
retribución fija de los capitales ó sea el tanto que éstos
perciben en el préstamo; pero otros escritores quieren que
signifique únicamente esa retribución cuando corresponde á un
capital de los que se llaman fijos.
Dado que el uso distingue y la distinción es natural, entre las
retribuciones del capital fijo y las del circulante,
parece lo más lógico adoptar una denominación genérica, que
debe ser la de interés para de signar el precio
satisfecho por el uso del capital, bajo cualquiera de sus
formas, aplicando luego la de alquiler ó arriendo
para los capitales fijos—tierras, máquinas, etc., —y la de
rédito, para los capitales circulantes —dinero, materias
primeras, etc.
En este sentido, el alquiler ó arriendo no es más que una
especie del interés y se rige por los principios
generales, que determinan la retribución fija de los capitales.
(V. Interés)
Amortización.—Esta
palabra tiene diversas acepciones económicas. Llámase así al
hecho de pagar sencillamente las deudas, y á un
procedimiento que consiste en reintegrar, por medio de entregas
parciales y comunmente periódicas, un capital empleado en la
industria ó recibido á préstamo; y se llama también prima de
amortización, ó amortización solamente, á cada uno de los
tantos ó sumas dedicados á ese objeto. —Es de notar, según esto,
la impropiedad que se comete, al decir amortización de
capitales, cuando precisamente se trata de reconstituirlos,
y lo que se extingue y muere no es un capital, sino al
contrario, una deuda. Por último, amortización significa el
estado de aquella propiedad que ha sido adjudicada perpétuamente
á dueños determinados, á quienes se priva, al mismo tiempo, de
la facultad de enagenarla.
Como medio para la formación de capitales, la amortización tiene
la gran ventaja de que permite utilizar la fuerza poderosísima
del interés compuesto, que pueden ir devengando las sumas
acumuladas sucesivamente; pero sólo es un recurso eficaz, cuando
se juntan las dos condiciones de un largo periodo de tiempo y
una colocación productiva—El cálculo determina, en cada caso, ya
la cantidad anual, ya el tiempo ó el interés, que son precisos
para conseguir un cierto capital.
En toda industria figura, como uno de los gastos de producción,
el necesario para reembolsar los capitales invertidos, así es
que, tomando en cuenta la duración probable del capital y el
número de los productos que con él pueden obtenerse, se incluye,
en el precio de cada uno de éstos, la amortización
correspondiente.
Ha querido aplicarse al pago de las deudas públicas la
amortización por el interés compuesto; poro los resultados no
correspondieron á las grandes esperanzas fundadas en esta idea,
por falta de una de las condiciones que antes indicamos.
Creyeron los Gobiernos que podían disfrutar los beneficios de
ese sistema, y crearon para lograrlo las llamadas Cajas de
Amortización. Al contraer un empréstito se señalaba una
cantidad anual fija, el 1 por 100 generalmente, y se entregaba á
la Caja, que la invertía en títulos, aprovechando las
oscilaciones del mercado; cobraba luego el interés de estos
títulos y debía emplearle, juntamente con la dotación anual en
la adquisición de otros nuevos, hasta poseerlos todos. Así en un
empréstito de 100 millones al 5 por 100, se señalaban 6 millones
anuales en el presupuesto para dar uno á la Caja de
amortización, y al cabo del primer año ya no existían más que 99
millones en manos de los acreedores; al terminar el segundo año,
a Caja había recibido, además del millón correspondiente, el
interés de los títulos, que adquirió en el primero, y que
continuaba pagándose como si se hallaran en circulación, y lo
empleaba todo en otros títulos; en el tercer año tenia el millón
fijo, más los intereses de los dos anteriores, y de esta suerte,
con el 1 por 100 anual y el interés de los intereses, en un
período de treinta y seis años,— es decir, con 36 millones
aparentemente, —la Caja debía adquirir todos los
títulos del empréstito extinguiendo la deuda.
Matemáticamente ese procedimiento es indiscutible; pero desde el
punto de vista económico el error estaba en que el Estado
quería, especular consigo mismo, abonándose supuestos intereses,
y multiplicar sus recursos colocándolos improductivamente, y la
ilusión consistía en que seguía pagándose los cupones de títulos
realmente amortizados, porque se hallaban en poder de la Caja;
resultando de todo ello, que la deuda no se extinguía hasta que
se sacaba su importe céntimo á céntimo del Tesoro público, sin
ahorro, ni ventaja alguna. Por eso las Cajas de amortización
fueron totalmente desechadas, y no ha quedado de ellas más
recuerdo que el aumento de la deuda de las naciones, debido á la
falsa idea de que podría reembolsarse fácilmente.—No hay más que
un medio para formar capitales, la producción, y es inútil
pretender que aquéllos se multipliquen allí donde ésta no
existe. La extinción de la deuda pública, su amortización
gradual y sucesiva, es una necesidad imperiosa de los Gobiernos,
pero la única manera de conseguirla esta en los sobrantes de un
presupuesto bien establecido.
Respecto de la propiedad, la amortización es un estado contrario
á sus más esenciales condiciones. La circulación es la vida de
la propiedad y con razón se llama amortizada, es decir muerta,
á aquella que se petrifica y se sustrae á los cambios,
que necesita para cumplir con su fin. La propiedad es un medio
para ciertas necesidades humanas, y si éstas varían á cada paso,
es indispensable que aquélla pueda seguir esas alteraciones;
cuando la propiedad se inmoviliza, ya no es posible la relación
y el acuerdo de ambos términos. Prueba de la verdad de estas
afirmaciones, son los graves males de todo género que la
amortización ha producido, y los obstáculos, que especialmente
ha opuesto al desenvolvimiento de la riqueza.
Arancel de Aduanas.—Es
el cuadro ó lista, de las prohibiciones impuestas al comercio
internacional, en un pais determinado, y de los derechos que, en
él, se exigen por la entrada y salida de mercaderías de cada
clase.
Los aranceles y las aduanas, que los aplican, tienen un doble
carácter: el fiscal, en tanto que establecen un impuesto
sobre la circulación, y el reglamentario ó protector en
cuanto se proponen influir en el mercado nacional, ora
defendiendo á la industria de la concurrencia extranjera, ora
impidiendo la salida de los productos del país. (V.
Protección).
Arbitraje.—Se
llama así á la comparación de varios cambios y á las
combinaciones hechas con ellos para que resulte favorable una
operación de giro.— Los banqueros, en vista de los precios que
tiene el papel sobre diversas plazas, calculan ó
arbitran la forma del cambio y principalmente los giros
indirectos, que más les convienen en cada caso. —Esto mismo se
hace en las Bolsas para aprovechar las diferencias de precios y
condiciones, que tienen los fondos públicos.
Arte económico. -Siendo
en general el arte un modo ó forma de la actividad, la actividad
reflexiva, que obra partiendo del conocimiento, de un fin en
todas sus relaciones, de la naturaleza de los medios que á él
conducen y de la manera de aplicarlos, el arte económico será la
acción sobre los bienes materiales, acomodada á las leyes de
este orden y ejecutada en vista de ellas.—No consiste el arte en
un conjunto de reglas, que sirven para hacer alguna cosa, sino
en la realización de esos preceptos; como artista no es el que
conoce ó formula reglas, sino el que as practica y
obedece.
Es, por tanto, ociosa la discusión, que todavía sostienen
algunos escritores, acerca de los limites que separan la ciencia
de la Economía y el arte económico y de la misión que compete á
cada uno. La ciencia se refiere al conocimiento; el arte á la
ejecución, á la vida: ambos tienen, pues, el mismo asunto y
comprenden todo el fenómeno económico, aunque en relación
distinta. La Economía abarca los principios, las reglas y los
hechos todos de esta esfera, en cuanto son investigados
rectamente y expuestos con sistema; y en el arte económico
entran también como objeto esos mismos principios, reglas y
hechos, en cuanto son realizados y cumplidos.
Asociación económica.—La
sociabilidad es algo más que una tendencia que nos lleva á
buscar el concurso de los otros hombres, porque el vinculo que
nos une á ellos es superior á la voluntad. La unidad de nuestro
fin, y la igualdad de los medios con que contamos para lograrle,
dan el carácter de común á toda la obra humana, y nos permiten
afirmar que somos no sólo sociables, sino socios
unos de otros por ley de la misma naturaleza, eficazmente
sancionada con la solidaridad, que hace á todos
responsables de los actos de cada uno. Por eso hay asociaciones
naturales, exigidas, ya por una necesidad física, como es
la Familia, ya por una necesidad racional, como son el
Municipio, la Nación y la Humanidad, cuya
existencia es condición indispensable para el cumplimiento de
nuestro verdadero destino.
Esas asociaciones naturales son otros tantos centros de
relaciones y vida económica. En la familia se verifican actos de
producción y consumo de la riqueza, en ella se forman los
trabajadores y se acumulan los ahorros, que engendran el
capital, y de aquí que tengan gran interés económico todas las
cuestiones relativas al régimen de los bienes en el matrimonio,
á las sucesiones, etc. El municipio, á su vez, da origen á
necesidades comunes y requiere un sistema de prestaciones que
sirva para atenderlas, y la nación de igual manera, aunque en
escala mayor, reviste de un carácter peculiar los hechos
económicos, impone también gastos colectivos y emplea para
satisfacerlos la contribución y el crédito público. La
asociación humanidad, aunque no constituida de una manera
perfecta, se anuncia ya en lo económico por el crecimiento
incesante de las relaciones de esta clase y por algunos actos
internacionales, como los tratados de comercio y las
exposiciones industriales.
Además de las sociedades totales, ó que abrazan en
conjunto los fines de la vida, cada uno de éstos particularmente
da lugar á una nueva asociación formada con todos los esfuerzos
y los medios dedicados á cumplirle. La religión, la moralidad,
la ciencia, el derecho, y del mismo modo la industria, deben
constituir grandes círculos, dentro de los cuales se organice la
actividad á ellos consagrada; el movimiento para esa
construcción no está más que iniciado todavía; pero su término
será la consecuencia del progreso. El fundamento y las ventajas
de estas asociaciones consisten en general en que nuestras
facultades adquieren una gran potencia unidas á otras
semejantes; y bajo el punto de vista económico, en que la
multiplicidad de las necesidades humanas no permite que sean
atendidas por el solo esfuerzo propio. Si cada hombre hubiese de
adquirir por sí mismo todos los medios materiales, que le son
precisos, su existencia seria muy penosa en cuanto al trabajo y
muy miserable en cuanto á satisfacciones, mientras que
dedicándose cada cual á una sola industria, á aquella cuyos
agentes naturales están á su alcance y para la que tiene más
aptitud,— división del trabajo,-conseguirá cierta clase
de productos en mayor cantidad de la que necesita y podrá
ofrecer el sobrante, -cambio, -á otro productor que se
encuentre en el mismo caso respecto de un articulo distinto. De
este modo cada uno trabaja para los demás, recibiendo de ellos
servicios equivalentes, y se establece una positiva comunidad de
intereses. —El orden económico es, sin duda, el que se halla más
adelantado en la formación de un organismo especial, porque las
industrias tienden á engranar unas con otras y el comercio
mantiene y normaliza frecuentes relaciones entre todas ellas;
pero aun falta muchísimo para que llegue á establecerse una
verdadera cooperación en que no haya esfuerzos aislados y
puramente arbitrarios, que resultan, unas veces estériles por lo
excesivos, y otras insuficientes para su objeto por no guardar
el lugar ni la proporción a que debieran acomodarse.
Las sociedades voluntarias ó creadas por el expreso
consentimiento de los que entran á formarlas, se proponen la
consecución de un fin concreto y especial. Los elementos
necesarios para establecer una industria suelen no hallarse en
manos de una sola persona, y entonces se reunen mediante el
acuerdo de sus poseedores; esto puede tener lugar de dos maneras
distintas, y por eso son dos las formas de la asociación
productiva voluntaria: la empresa y la sociedad
propiamente dicha. En la empresa, una persona ó entidad
colectiva acepta toda la responsabilidad del negocio y satisface
con una retribución fija los servicios del capital y del trabajo
ajenos, cuyo concurso utiliza; y en la sociedad, todos los que
intervienen en la producción, ya sean capitalistas ó
trabajadores, participan de las ganancias y de las pérdidas a
que dé lugar aquélla. Las sociedades industriales son de tres
clases: colectivas, anónimas y comanditarias: en las
primeras, el socio
compromete todo su haber; en las anónimas, que se constituyen
por acciones, sólo se arriesga el capital aportado, y en las
comanditarias, que tienen un carácter mixto, hay socios
colectivos que llevan la dirección, y otros, los comanditarios,
que sólo participan de las ganancias y de las pérdidas en
proporción á sus aportaciones.
Una de las aplicaciones más interesantes, que se han hecho de la
asociación voluntaria económica, consiste en la creación
de las sociedades cooperativas: reuniones de obreros que
tienen como objetos principales; suprimir en la industria la
mediación del empresario, convirtiendo el salario en dividendo,
disfrutar las ventajas del crédito, por medio de la
responsabilidad colectiva y obtener á bajo precio los artículos
de subsistencia mediante la organización de los consumos en
comunidad. (V. Sociedades
cooperativas.)
Ausentismo o
Absenteismo.
-Este vocabulario do origen inglés, que no admite nuestro
Diccionario de la Academia, sirve para indicar la conducta de
aquellos capitalistas, que abandonan á colonos ó á manos
mercenarias el cuidado de las propiedades é
industrias que poseen, para vivir y gastar sus rentas
en las capitales ó grandes poblaciones. El
absenteismo, causa daños económicos por lo que merma la
producción, y graves trastornos sociales porque arrebata á los
campos y á las pequeñas localidades sus elementos de
vida. —Los socialistas sacan de estos hechos un poderoso
argumento contra el régimen actual de la propiedad
privada.
Avaricia.
-Es un vicio, que consiste en restringir violentamente el
consumo, no aplicando á la satisfacción de las necesidades la
riqueza disponible, y conservándola por el mero placer de
poseerla. La avaricia, efecto de una aberración, que convierte
en fin de la actividad lo que es solamente un medio, es síntoma
de degradación moral y perjudica la riqueza porque arrebata
temporalmente á la circulación y á la industria capitales, que
debieran alimentarlas.
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economía política