La teoría de la utilidad ordinal, es una teoría sobre la elección humana, supone subyace en la expresión de las preferencias el concepto de bienestar o felicidad, el cual motiva a los seres humanos a elegir y actuar; esta teoría mantiene que no es necesario el estudio directo de la felicidad para elaborar una teoría de la elección (Ferrer-i-Carbonell, 2011; Van Praag y Ferreri-Carbonell, 2004, citados en, Rojas, 2009).
En el estudio de la felicidad se pueden destacar dos enfoques: el sustantivo de enumeración de atributos y el enfoque científico, implicando cambios metodológicos en el análisis pero también de repercusiones. En el primero, se apela a la capacidad de discernimiento para identificar los componentes de una vida feliz; el segundo, se basa en la medición, elaboración de teorías, el planteamiento y corroboración de hipótesis y la propia reformulación de las teorías.
Actualmente el marco de estudio del bienestar está tomando nuevas rutas y entramados, como bien lo describe Veenhoven (Octubre 22-24, 2006), situado en la discusión teórica sobre tres principales elementos: 1. Como una evaluación anterior de lo que somos, 2. Una constante comparación dentro de un estándar de nuestra vida y 3. Como una experiencia afectiva.
Uno de los aspectos que ha tenido mayor relevancia es el llamado bienestar subjetivo, referido a “[…] cómo y porqué la gente experimenta su vida de forma positiva, incluyendo tanto juicios cognitivos como reacciones afectivas” (Diener, 1994, p. 67, citado en, Blanco y Díaz, 2005), el cual se inscribe dentro de un marco emocional de las personas, que luego toma diversas denominaciones: Felicidad (Argyle y Martin, 1991), satisfacción con la vida, Veenhoven y afectos positivos o negativos Bradburn, 1969 que se desprenden de las condiciones en las que se desenvuelve nuestra existencia (Citado en, Blanco y Díaz, 2005, p. 582). Estos aspectos, son el resultado de un “balance general” o nivel de satisfacción que hace la persona de sus oportunidades vitales: recursos sociales, recursos personales y aptitudes individuales. Dentro del curso de los acontecimientos a los que se enfrenta: privación-opulencia, ataque-protección, soledad-compañía, etc. y aspectos relacionados a su experiencia. Lo que ha llevado a la pregunta ¿cuánto le gusta a una persona la vida que lleva?, involucrando diversas esferas de la valoración sobre cómo viven las personas.
Por otra parte el estudio del bienestar está relacionado en sus orígenes a la búsqueda de comodidad como un aspecto central del desarrollo y a diversas formas de representación social que se han construido; la mayoría de las veces ligado a la economía y la productividad, así como a conceptos como el capital humano y, esto a su vez, centrado en la forma que asume el régimen gubernamental que lo oferta. Una segunda gran vertiente va orientada al bienestar social que se ha asociado a diversos aspectos como el uso del tiempo, la salud de la población y su vinculación al medio en el que convive, que ha llevado a la discusión sobre las formas adecuadas para medirlo. Finalmente, la más reciente vertiente acerca del bienestar subjetivo, está relacionado a calidad de vida y al contexto tecnológico, comunicativo y de participación política que impactan sobre las sociedades democráticas, en esta vertiente es que podemos ubicar la presente investigación. Una mirada a estos entramados pueden observarse en la ilustración 1.
Una tradición más reciente del estudio del bienestar ha centrado su interés en el desarrollo personal, en cómo se afrontan los retos vitales y su “estilo” para conseguir las metas, el llamado bienestar psicológico, al cual se le suman varias dimensiones: autonomía, objetivos vitales, auto-aceptación, relaciones positivas hacia otras personas, dominio ambiental y crecimiento personal. El estudio del bienestar desde la psicología puede remontarse a la década de los 60s, en el transcurso ha dado lugar a dos grandes tradiciones la “hedónica”, representada por una sólida línea de investigación que se ha ocupado del estudio del bienestar subjetivo y “eudaemónica”, centrada en el bienestar psicológico (Blanco y Díaz, 2005).
Ambas tradiciones vinculan el bienestar a el medio social y las relaciones interpersonales, el arraigo y los contactos comunitarios, patrones activos de amistad y la participación social, a su vez, ligando el vínculo de pareja, la familia y en general el contacto social.
La necesidad de tomar en consideración lo individual y lo social, ha dado impulso a la propuesta de análisis del llamado bienestar social, que contempla un enfoque sobre las necesidades básicas, el tener condiciones necesarias para su sobrevivencia, el amar como necesidad de relacionarse y de formar identidades y el ser como la necesidad de integrarse en la sociedad y vivir en armonía con la naturaleza. Esta perspectiva asocia el bienestar a necesidades sociales y aspiraciones más colectivas de familias, grupos y comunidades.
El bienestar social también se describe como “la valoración que hacemos de las circunstancias y el funcionamiento dentro de la sociedad” (Keyes, 1998, p. 122, Citado en, Blanco y Díaz, 2005, p. 583), está compuesto de las siguientes dimensiones: integración social, aceptación social, contribución social, actualización social y coherencia social. Al parecer, una de las teorías más fructíferas en esta perspectiva es la teoría de la categorización social (Tajfel, 1981), que asume la confianza que despierta la sociedad como generadora de progreso y un cierto nivel de bienestar del que todos pueden salir beneficiados. De ahí que Veenhoven, Ruut (1994) señale que la satisfacción con la vida es mayor en las naciones económicamente más prósperas, donde priva una mayor igualdad social, se respetan, aparentemente más, los derechos humanos y las libertades políticas y el acceso al conocimiento tiene más garantías.
Los datos parecen indicar que una buena, cálida y cercana red de relaciones sociales puede arropar nuestra vida de optimismo y de confianza en el futuro y hacernos socialmente más activos y solidarios. La siguiente tabla muestra un resumen de algunas evidencias de los beneficios objetivos del bienestar subjetivo (De Neve, Diener, Tay, y Xuereb, 2013, pp. 56-57):
El entramado de las consideraciones sociales nos remite a los límites y condiciones políticas en las que se desarrollan los llamados programas de bienestar que, en términos generales, se vinculan principalmente a dos modelos teóricos. El primero de ellos, que ha sido expuesto por Claus Offe (1992) según el cual los programas de bienestar se encuentran sujetos a dos áreas que son incompatibles: la necesidad de garantizar la tasa de acumulación de capital y la necesidad de ganar legitimidad (Citado en Del Valle, 2008, p. 26). Esta disyuntiva, hace que el sistema político no incorpore leyes que afecten seriamente la tasa de ganancia o los niveles de acumulación de capital, por otro lado, permanentemente regula y controla la acción política de los grupos de la sociedad, está en constante crisis para limitar los efectos de la potencial debacle económica impulsada por la presión fiscal y para no disminuir la predisposición inversora de los grupos económicos internacionales, pero si aumenta considerablemente la presión y el sistema político abandona la búsqueda de consenso y pierde legitimidad, entonces hay el riesgo de quedar desbordado por un conflicto político nacido de su deslegitimación, falta de apoyo social y popular (Cfr. Sarsfield, 2007).
La conclusión a la que lleva el anterior planteamiento es, como señala Claus Offe (2013), “citizens simply have to get used to the fact that a fiscally starved state is the wrong interlocutor when it comes to demands concerning ‘costly’ policies”. –los ciudadanos simplemente tienen que acostumbrarse al hecho de que un Estado fiscalmente hambriento es un interlocutor equivocado cuando se trata de demandas sobre políticas 'costosas'- (p. 183). Es decir, el bienestar estará limitado por las barreras de la economía capitalista y de cierta legitimación social del régimen político.
El otro modelo sobre los programas de bienestar es el definido como régimen de bienestar, referido a “un complejo de formas legales y organizativas sistemáticamente relacionadas que responden a diferentes lógicas de organización, estratificación e integración social” (Esping-Andersen 1990 citado en, Sarsfield, 2007, p. 27). Esta lógica efectúa una clasificación, en función de la posición social de los individuos, bajo la idea de la des-mercantilización y estratificación social, lo cual le concede el acceso a los servicios que ofrece el Estado, derechos ciudadanos con independencia para que las personas puedan acudir al mercado de consumo. A su vez, por estratificación se comprende el lugar que el individuo ocupa en la sociedad, esta perspectiva se sitúa en la lógica de mantener el statu quo, aduciendo y aceptando la desigualdad como forma natural de la convivencia social; por lo tanto, el bienestar tiene una connotación de poder clasista, resignación y subordinación.
Diversos estudios han mostrado que el ingreso contribuye, en promedio, en el aumento de la felicidad, pero no es apropiado hacer inferencia del bienestar de las personas con base en su ingreso. Se ha encontrado también que las aspiraciones crecen con el ingreso, pero un mayor ingreso absoluto no forzosamente está seguido de una menor brecha aspiracional y ésta influye significativamente en la felicidad (Rojas, 2009, pp. 563-564). Además es imposible hacer inferencias respecto al bienestar de las personas solo con base en su ingreso, en virtud de la multiplicidad de dimensiones y variables que pueden ligarse al mismo. Al igual que no podemos ver la vida de los individuos, sólo ligadas a sus niveles de consumo tampoco debemos olvidar que los ingresos económicos no pueden adquirir todos los bienes apreciados y deseados por los seres humanos.
Un enfoque interesante es aportado por Ryff Carol y Keyes, sobre los estilos de conducta social, los autores integran las teorías del desarrollo humano óptimo, el funcionamiento mental positivo y las teorías del ciclo vital para una mejor comprensión del bienestar (Citados por, Marcelo Cingolani y Méndez Quiñonez, 2007). A partir de diferentes estudios establecieron seis dimensiones del bienestar psicológico: 1) una apreciación positiva de sí mismo; 2) la capacidad para manejar de forma efectiva el medio y la propia vida; 3) la alta calidad de los vínculos personales; 4) la creencia que la vida tiene un propósito y significado; 5) el sentimiento de crecer y desarrollarse a lo largo de la vida y 6) el sentido de autodeterminación (2007, p. 60).
Las teorías del bienestar parecen estar integrándose multidisciplinariamente. Las diversas aportaciones desde el ámbito de la psicología, varios estudios sobre el comportamiento social, la sociología y aspectos ligados al comportamiento económico. Esa diversidad ha dado cuenta de múltiples evidencias sobre los beneficios objetivos que muestran ciertos comportamientos o aspectos subjetivos. Sin embargo, es necesario integrar los aspectos olvidados hasta hoy, desde el ámbito de la ciencia política y el comportamiento social en un ámbito constitutivo de un capitalismo pseudo-democrático.