En la Conferencia Latinoamericana para la medición del bienestar y la promoción del progreso de las sociedades, realizado en el año 2011 en México, se presentaron una serie de análisis y reflexiones de diversos especialistas, que abordaron las dificultades que conlleva medir el bienestar, los distintos acercamientos que hay para su estudio y los resultados que se han observado en recientes investigaciones en el mundo.
Martine Durand (2011), al igual que muchos investigadores, han coincidido, en el sentido de decir que el Bienestar va más allá del PIB y, además, el dinero no siempre trae la felicidad. Así como la necesidad de observar las dimensiones objetivas y subjetivas para su análisis. En América Latina, hay importantes dimensiones no monetarias de la calidad de vida, tales como: salud, educación, condiciones de trabajo, acceso a la protección social, vivienda, desempeño de la ciudadanía, relaciones interpersonales y confianza, seguridad, sistema judicial y estado de derecho.
En el caso del bienestar subjetivo, se contemplan, a su vez, los siguientes indicadores: percepción de vivencias, afectos, aspiraciones e incluye la necesidad de evaluar y cuantificar mejor la importancia relativa de los factores no monetarios y de valorar el impacto social de diversas políticas públicas. Existe, además, una estrecha relación entre bienestar, equidad y cohesión social; sin embargo, AL sigue siendo la región más desigual del mundo. Para lo cual se sugiere medir mejor las desigualdades: no solamente de ingreso sino también de patrimonio, educación, salud, acceso a servicios de calidad, seguridad, uso del tiempo libre, desempeño de la ciudadanía; destaca el énfasis en las brechas de género, grupos étnicos y desfavorecidos; y la movilidad social inter-generacional.
Una de las propuestas que se mostró en este espacio, como uno más de los intentos de encontrar una medida del bienestar, fue el llamado concepto de calidad de vida, que incluye aspectos como las condiciones de vida, vinculado a las necesidades básicas y las capacidades, ligadas al Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la calidad del ambiente (económico, social e institucional), así como la apreciación de la vida y la felicidad, todos estos aspectos interrelacionados de diversas formas (Cfr. Lora, 2011).
La medición del Bienestar subjetivo, se plantea medirlo a partir del propio individuo. Realizar, no solamente, mediciones de consumo y adquisición de bienes materiales, introducir aspectos de satisfacción con la vida como una actitud que incluya: evaluación, juicios y afectos positivos y negativos (Wills Herrera, 2011).
Uno de los grandes retos a construir es saber cómo medir una vida bien vivida, desde la autonomía de cada persona y la consideración de los otros en lo social, que lleve a un concepto multidimensional que tenga que ver con la satisfacción en muchos aspectos de la vida y por multiniveles: el individuo, el capital social, la comunidad local, regional, nacional. Asimismo, entender mejor la distribución del bienestar entre la población y la medición de fuerzas [motivadores, necesidades, procesos, fenomenologías], que permitan medir los resultados y sus impactos.
La ilustración 2 muestra una serie de factores que se asocian y relacionan para medir el bienestar, así como los retos actuales y dificultades que sobrelleva. Algunas de las paradojas de los países latinoamericanos respecto al bienestar subjetivo es el situar más alto este indicador, que su grado de desarrollo medido por el Producto Nacional Bruto (GNP); además, la escala de medición cambia muy rápido y depende de variables a nivel individual genético, personalidad, contexto de los lugares y las formas culturales de cada región.
Parece provocar asombro que los habitantes de estos países utilicen ciertas estrategias de sobrevivencia, que les permiten tener vidas más satisfactorias que habitantes de otros países con mayores escalas de ingreso. Finalmente, existe un mayor énfasis en desarrollar la autonomía (escogencia libre, agencia, mayor democracia, involucramiento, participación, interdependencias sociales, sentido y trascendencia). El mapa conceptual de la ilustración 3, muestra el conjunto de variables complejas que definen ciertos límites para un cálculo preciso y comparable del bienestar.
Para Lustig Nora (2011), una función central de los gobiernos es maximizar el nivel de vida material de quienes se encuentran en las condiciones más desfavorables y el bienestar cumple una función social, donde al maximizar el mercado competitivo la distribución del ingreso se hace más injusto, por lo cual los ponderadores del bienestar varían inversamente con el ingreso. Lustig, llama la atención sobre uno de los problemas de la desigualdad y el bienestar subjetivo; si es percibida como resultado de ventajas injustas de las que goza la población rica en lugar de ser el resultado del despliegue de oportunidades y movilidad social, causa malestar subjetivo. De este planteamiento se desprenden múltiples interpretaciones, una de ellas, que ha servido de base, para la implementación de algunas políticas públicas de atención a los más desfavorecidos, si es que se busca estratificar a los grupos de atención, para que la comparación se haga a nivel de su propio estrato y esto eluda la comparación respecto a la población más rica.
Uno de los indicadores más utilizados a escala mundial es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que en 1990 fue definido como un proceso para ampliar las oportunidades de las personas, lo que, a su vez, requiere que éstas tengan la libertad de tomar sus propias decisiones y existan esas oportunidades de antemano. El IDH está conformado por los siguientes indicadores: La esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización de adultos, la matriculación en educación y el PIB per cápita (Laclette, 2011).
Un análisis diferente sobre el uso de los recursos naturales es el llamado Global Footprint Network, que calcula el índice “Ecological Footprint”, el cuál mide los requerimientos a la biosfera generados por la actividad humana. Mide también la cantidad de tierra biológicamente productiva y el área de agua requerida para producir todos los recursos para la población, y la capacidad de absorber los residuos que generan, dada cierta tecnología y prácticas en el manejo de recursos. Este indicador muestra que los países más desarrollados tienen una mayor demanda de recursos naturales.
Sin duda alguna, el reporte de la comisión coordinada por Stiglitz, Sen, y Fitoussi (2009) inaugura otro parte aguas dentro de las consideraciones para medir el bienestar y el progreso social.1 Uno de los aspectos que se resalta es la idea de la reserva de capital de la cual se disponga para la vida; si se logra contar con ella, el bienestar podría ser sostenido en el tiempo y trasmitido a generaciones futuras. Algunos de los tipos de capitales de las personas son: capital social, capital humano, capital físico, capital natural y capital cultural (Labbe, 2011).
Una de las dimensiones que impactan y generan mayores expectativas en el bienestar subjetivo es la participación política, la cual influye positivamente porque tiende a promover altos grados de autonomía, sentido de independencia y pertenencia. Esto puede hacerse en colectivo o comunidad, en conexión a otros individuos mejora su capacidad (Competence), su autovaloración y autoestima (Temkin, 2011). Por ejemplo Amartya Sen considera que más allá de los efectos que tiene sobre el comportamiento de los políticos, las agendas y las decisiones de política pública, la participación política genera una utilidad directa para el individuo, incrementando por tanto su felicidad y satisfacción con la vida. Se renueva la vieja tradición de la teoría política, desde Aristóteles, que valora esta participación por sus efectos sobre el individuo que la práctica, sean cuales sean sus efectos sobre los resultados del proceso político. Sin embargo, la visión de la acumulación de capitales de diverso tipo en las personas parece limitada a una visión econométrica y en un entramado que limita sus aportaciones.
Para Amartya Sen (1987 [2003]) se debe permitir que las consideraciones de le economía del bienestar tengan algún efecto en el comportamiento real y sea relevante para la economía logística moderna. Sin embargo su postura puede prestarse a hacer un uso productivista de la ética en favor de una perspectiva económica, al ligar las consideraciones éticas dentro del comportamiento humano y analizar ciertas desviaciones de los supuestos habituales de esa teoría, que puede originar evaluaciones intrínsecas tanto individuales como de grupo. Sen, llama la atención sobre el comportamiento social contemporáneo que puede incluso ir en contra de la estrategia aparente de cada individuo, lo que permite afirmar que las condiciones de racionalidad de un grupo suelen influir en el comportamiento real, sin que esto suponga ningún defecto en el conocimiento de las personas.
La renovación del tema de análisis sobre el bienestar de la población, reclaman por una parte, mayores y mejores registros de datos de las oficinas encargadas en estadísticas nacionales, que permitan una mejor recopilación sistemática de información, referentes a la felicidad y al bienestar de las personas. A su vez, se requiere un compromiso mayor para la modificación de las políticas públicas orientadas hacia una visión que permita un mayor bienestar de la población. Sin embargo, cabe preguntarse, hasta dónde está abierto el espacio de la acción y responsabilidad de la acción pública y el de las personas, y dónde se imbrican, cuáles son las capacidades o incapacidades e instrumentos de los que se valen para mejorar el bienestar y cómo saber si se va construyendo una mejor sociedad o se va negando cualquier viso de futuro de la misma.
Nuevos conocimientos y desafíos sobre la sociedad en la que se vive, están cuestionando con mayor rapidez las formas de conocer el bienestar de las personas y si eso está llevando al progreso de una determinada sociedad. Esto ha generado nuevos enfoques que contemplen la mayor cantidad de dimensiones de la vida de las personas. También están contribuyendo al análisis los nuevos enfoques de la promoción de la salud emitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde el año 2000, en su nueva estrategia mundial de salud, al promover su propia concepción de bienestar como parte de la salud y no sólo como ausencia de malestar. Asimismo, el auge de los descubrimientos en la disciplina de la psicología está contribuyendo a compensar su anterior énfasis en las patologías reforzando una perspectiva centrada en la evaluación positiva del bienestar personal y laboral.2
En los nuevos estudios sobre el bienestar se requiere indagar con mayor precisión sobre la influencia de diversas variables en su comportamiento y construcción. Sobre todo, reelaborar conceptualmente una mejor manera de indagar el bienestar, a partir de una visión que contemple aspectos personales, sociales e históricos. Que permitan saber cómo realmente las personas y la sociedad actúan, miran, piensan y sienten el peso del tejido social cada vez más en cuestionamiento.
A manera de una primera conclusión, puede decirse que el bienestar está tomando su lugar a nivel mundial como un campo de estudio de lo social y político, que va más allá de una mera descripción de la situación actual de las personas, sino que se asume como un referente de vital importancia para el análisis de nuestra sociedad futura.
2 Entre las herramientas disponibles actualmente para indagar en esta línea, figuran la Escala de Satisfacción con la Vida (Diener, Emmons, Larsen y Griffin, 1985; Diener, 1994), el Oxford Happiness Questionnaire (Hills y Argyle, 2002), el Quality of Life Enjoyment and Life Satisfaction Questionnaire (Endicott, Nee, Harrison y Blumenthal, 1993), las Escalas de Bienestar Psicológico de Ryff (Ryff y Keyes, 1995; Van Dierendonck, 2004; Díaz et al.,2006) y La Escala de Bienestar Psicológico de Sánchez-Cánovas (1998) (Norris y Inglehart, 2009).