La América Latina precolombina en el siglo XV estaba dividida en diferentes regiones atendiendo al proceso de desarrollo de las comunidades que habitaban el territorio en cuestión.
Las corrientes de poblamiento americano son diversas, y han sido sometidas a investigaciones a través del tiempo en la búsqueda del origen del hombre americano, arribando a la conclusión que el mismo procede de la migración de grupos nómadas procedentes del continente asiático que se asentaron al oeste de América hace aproximadamente treinta y cinco mil a veinte mil años y que poco a poco fueron poblando el territorio americano hacia el sur y el este.
El proceso de poblamiento latinoamericano presenta correspondencia con las regiones naturales ubicadas en el subcontinente. Por lo general, y como ha sido a lo largo de la historia humana, los asentamiento se ubicaron a lo largo de ríos, en valles con fuentes acuíferas abundantes y en mesetas y accidentes del terreno funcionales como protectores de las comunidades que se establecen.
Las tres grandes culturas precolombinas escogieron regiones naturales favorables para su desarrollo económico y social: los aztecas se ubicaron a la orilla del Lago Texcoco, en la meseta del altiplano mexicano, un lugar con abundante agua y rico en recursos de la flora y la fauna; los mayas se asentaron en la zona de la península del Yucatán, abundante por la cantidad de cenotes pródigos de agua, con una variada vegetación y clima favorable; los incas se ubican en un vasto territorio al oeste de Suramérica, sobre el altiplano andino, alrededor del Lago Titicaca, se fueron expandiendo hacia las regiones selváticas de los afluentes del Amazonas al norte y hacia las regiones costeras del oeste para fundar uno de los imperios más grandes conocidos en la historia.1
Las regiones naturales jugaron un papel determinante en la economía, la sociedad y la cultura de estos pueblos, el proceso de naturalización regional de estas comunidades se realizó de forma espontánea y se expandió en la medida en que el desarrollo económico permitió a estas extenderse más allá de su hábitat natural, ocupando el territorio de otros en procesos de conquista de espacios convenientes para su desarrollo como sociedades clasistas.
Cada uno de estos pueblos evolucionó hacia la formación de regiones económicas y socialmente centradas o nucleares, donde a partir de un punto original se fue expandiendo el acervo cultural de los mismos.
En el caso de los mayas se observa la distribución a partir de centros nodales diversos por la conformación de su territorio en diferentes ciudades estados. Esta característica está en relación directa con la distribución de las áreas de cenotes en la península yucateca y con las características del suelo en la región, con predominio de roca caliza y escasa capa vegetal para el desarrollo de los cultivos. Los mayas se establecían a la orilla de estos lagos para luego en forma circular desarrollar el cultivo de roza, lo que en cierta medida aisló un centro comunitario de otro y posibilitó la diferenciación de los núcleos o nodos culturales. A pesar de ello, las relaciones comerciales establecidas entre los mismos y las sucesivas guerras por el control de las ciudades hicieron posible que el estado de homogenización de la cultura maya se mantuviese, originando un área desde el punto de vista político y administrativo diversa, pero que en términos culturales los rasgos identitarios fueran prácticamente homogéneos.
Los aztecas e incas evolucionan de manera diferente, el centro del poder político y administrativo de estas civilizaciones se mantuvo como nodo en el espacio regional y a partir del mismo se produjo la expansión del territorio por medio de la conquista de los pueblos más atrasados. La región del poblamiento original se mantuvo a lo largo del proceso de desarrollo de estas culturas, y fuera de ella se extendieron las regiones dependientes, que no formaban parte del núcleo económico en términos de evolución social y cultural pero que se mantenían como áreas de intercambio comercial y subordinación política y administrativa.
Tanto incas como aztecas preservaron sus regiones originales, tanto las naturales como las históricas, el proceso de expansión comprendía el sometimiento de otros pueblos, pero no necesariamente la implementación de medidas afines a la desaparición de los mismos por medio de la guerra de exterminio ni la explotación desmedida de su población. Se respetaba la cultura de los mismos y la dependencia al estado central estaba dada por el pago de impuestos y el acatamiento de las leyes estaduales.
Los aztecas concentraron el poder en los alrededores de su capital Tenochtitlán, y la expansión se realizó hacia la periferia en un proceso de invasión y posterior intercambio económico con los pueblos sometidos, el imperio mexica constaba en el siglo XV con 38 regiones periféricas tributarias que como su nombre lo indica solo debían pagar los impuestos en especies y hombres al poder central, pero que nunca se consideraron como parte del territorio oficial de la confederación azteca.
Los incas por su parte distribuyeron el territorio imperial en cuatro regiones: Antisuyu, Collasuyu, Cuntisuyu y Chinchasuyu.2 Estas se subordinaban al poder central y la población originaria fue obligada a organizarse a la manera de las comunidades incaicas, el ayllu constituyó la célula básica para la distribución de la sociedad y la economía en las regiones originales y en las conquistadas y colonizadas por el imperio incaico. El idioma que se estableció como oficial fue el quechua, pero se permitió a los diversos pueblos conservar sus dialectos originales al igual que sus costumbres y los rasgos identitarios de la cultura.
El imperio incaico disfrutaba de una época de esplendor en pleno siglo XV, el sistema económico llamado de socialismo primitivo por el proceso de distribución de la producción 3, según los investigadores de esta civilización suramericana, permitía equilibrar las diferencias sociales entre las clases, y el sistema de comunicación y trasporte hacían posible el intercambio económico entre las regiones de manera efectiva, lo cual contribuyó a estrechar los vínculos interregionales dentro del territorio del imperio.
No obstante, como se ha planteado anteriormente, los organismos del poder permanecieron centralizados en el área original, en la cual radicaban además, las clases más altas de la sociedad incaica, atendiendo al carácter teocrático de la misma.
Otros pueblos de América Latina se establecieron en regiones naturales y las organizaron a escala sociohistórica, y, aunque no detentaron el desarrollo económico y sociocultural alcanzado por las tres grandes culturas antes mencionadas, en el siglo XV, a la llegada de los europeos al subcontinente, los asentamientos de estos pueblos constituían áreas de activo intercambio, con una acendrada culturalidad y una sociedad en franca descomposición de la comunidad gentilicia.
Los casos de los aruacos, chibchas, caribes, quimbayas, puelches y araucanos se ubicaron en regiones naturales de la geografía latinoamericana y trasformaron el entorno en la medida de sus necesidades.
El complejo nivel de organización de estos pueblos planteó la tesis de la constitución de los mismos como naciones atendiendo a sus rasgos culturales y étnicos, sin embargo la no división social del trabajo en clases concebidas impide desarrollar esta teoría. A la llegada de los europeos los mismos no conocía del papel del estado como forma superior de organización de la sociedad y pervivían los tipos de relaciones de la producción características de las comunidades preclasistas.
La regionalidad de los mismos está dada por el entorno natural en que se ubican y el intercambio práctico con el medio en el cual se asentaron, además de los rasgos socioculturales adquiridos a partir de su evolución histórica como comunidades originarias que lograron autoreconocerse y aprendieron a diferenciarse de los demás pueblos con los cuales se relacionaban.
2 Louvier, Juan. La Cruz en América. Librería Parroquial de Clavería S.A. de C.V. México. 1992. pág. 24
3 Esta tesis es sostenida por Mariáteguí cuando apunta hacia la desarticulación del sistema de distribución incaico por parte de los conquistadores, considerando que la impuesta poseía formas mucho más atrasadas. Ver en: Mariáteguí, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1923). Lima Empresa Editorial Amauta. Lima. 1995.