María Teresa Ventura Rodríguez
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México
Introducción
El proceso de industrialización ha pasado por diversas etapas en la historia de México, y el sector textil tuvo gran importancia en el ámbito nacional y local. Podemos constatar que en Puebla los antecedentes de las actividades textileras se remontan a los tiempos del virreinato. Poco después de haberse fundado la ciudad capital se empezaron a desarrollar importantes actividades productivas que la convirtieron en la segunda ciudad más importante de la Nueva España, sobre todo por su producción textil y de harina de trigo. A mediados del siglo XVI se empezaron a producir productos de seda; en el siglo XVII la manufactura de textiles de lana en los obrajes cobró auge; posteriormente este rubro fue rebasado por el del algodón.
Los frailes franciscanos que eligieron el sitio para fundar la ciudad fueron afortunados al encontrar ricos recursos hidráulicos, provenientes sobre todo de los ríos; éstos proporcionaron la energía hidráulica para ser utilizada en los procesos de producción. Con ello se llegó a conformar en tiempos del virreinato un importante sector preindustrial a las orillas del río San Francisco (antes denominado Almoloya); allí se instalaron molinos de trigo, obrajes textiles, tocinerías, ladrilleras, curtidurías y otros establecimientos manufactureros. Posteriormente se fundaron centros productivos a la orilla del río Atoyac y en diversos lugares de la ciudad. Con la puesta en marcha de La Constancia Mexicana en 1835, surgió la industria textil mecanizada en la región poblana; el agua fue un factor medular para su instalación.
La infraestructura hidráulica, en especial la rueda utilizada de los molinos, sirvió de base para el arranque industrial propiamente dicho en el siglo XIX, materializado en la producción de textiles de algodón. Puebla venía heredando una gran tradición textilera desde tiempos prehispánicos; el conocimiento del oficio fue aprovechado en la manufactura colonial y la destreza de los artesanos facilitó la incorporación de la mano de obra en las fábricas textiles. Además de esto, la región contó con aprovisionamiento de materias primas, mercado y capitales para invertirlos en la industria. El sector textil del algodón fue predominante hasta los años sesenta del siglo pasado.
Al comparar el proceso de industrialización que experimentó el país durante el periodo en estudio con el desarrollado en Puebla, observamos que durante el siglo XIX y primeras décadas del XX la región presentó en términos generales las mismas tendencias. Los modelos de acumulación instrumentados por el gobierno federal, se reflejaron de alguna manera en la entidad poblana; aunque con ritmos y condiciones diferentes; pero a partir de 1940 Puebla se quedó rezagada; su desarrollo no correspondió al nuevo modelo que en ese entonces se instauraba en el país.
Puebla experimentó una industrialización temprana que arrancó en la década de los treinta del siglo XIX con la producción mecanizada de textiles de algodón; este sector predominó dentro de la estructura industrial por más de 100 años, hasta 1965; la rama textil, la de alimentos y bebidas fueron las más importantes de la industria de transformación, por el número de establecimientos, personal ocupado, inversión y valor de la producción.
Mientras en el ámbito nacional la estructura industrial se diversificaba con el nuevo patrón de acumulación instrumentado de 1940-60, en Puebla no se dieron cambios sustanciales; persiste el predomino de las ramas tradicionales productoras de artículos de consumo, de bienes no durables. La producción textil siguió siendo la rama de mayor peso. La industria de transformación mantuvo su importancia en términos de inversión, montos de producción y personal ocupado, a pesar de haber quedado rezagada en diversos momentos; experimentó cambios de 1960 a 1970, periodo en el que la industria textil atravesaba por una profunda crisis. En 1976 esta rama ya no era la única que imponía el ritmo de desarrollo industrial, sino que se agregaron otras como la automotriz y la metálica básica; para entonces ya más de la mitad de la producción consistía en bienes de consumo duradero, intermedios y de capital; además aparecieron en el panorama industrial grandes monopolios con importante inversión extranjera que dinamizó la economía regional.
El periodo 1835-1976 resulta medular dentro de la historia económica de Puebla porque refleja el peso que tuvo el sector textil en la industria regional y los cambios generados en el proceso de industrialización. El corte temporal abordado comprende los momentos más importantes que experimentó la industria poblana con relación a su diversificación, en particular, la de transformación, que se caracterizó por el predominio de la industria textil. Esta comunicación anota las características de las diversas etapas que atravesó dicho proceso y hace alusión al comportamiento de la industria textil, en particular, la del algodón.
Para citar este libro puede utilizar el siguiente formato:
Ramón Rivera Espinosa, Jorge Ramón Gómez Pérez. Libro 1701: “Arqueología industrial y patrimonio”, Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales (enero 2018). En línea:
//www.eumed.net/2/libros/1701/arqueologia-industrial.html
ISBN-13: 978-84-17211-55-4
La temprana industria (primer impulso)
Después de la guerra de Independencia de México se presentaron en el país varios intentos de industrialización, como estrategia para hacerlo autosuficiente. Pero fue hasta la década de los años treinta del siglo XIX, (en el marco de una lucha entre liberales y conservadores), que se reunieron las condiciones para auspiciar el desarrollo industrial. Durante 1835 y 1845 se instaron fábricas textiles con producción mecanizada: su maquinaria fue movida con energía hidráulica. También se establecieron factorías, con maquinaria moderna importada, para producir papel, vidrio, loza y fundición de hierro (Torres Bautista, 1995:79); su instalación fue posible debido a las condiciones regionales, como la existencia de personalidades y asociaciones promotoras del desarrollo industrial y un importante mercado.
El primer impulso industrializador se realizó gracias a la política del gobierno central y el apoyo que dio el Banco de Avío a los empresarios quienes fundamentalmente habían acumulado capital por sus actividades comerciales.
En esta etapa el afán por industrializar el país de Lucas Alamán y Esteban de Antuñano resultó de suma importancia. Este último personaje se propuso desarrollar la industria textil con la tecnología de punta, aprovechando los recursos naturales de la región, la gran tradición textilera y la abundancia de mano de obra. Es así, como establece la primera fábrica, la cual denominó La Constancia Mexicana que inició actividades el 7 de enero de 1835. Fue loable su tarea si consideramos que por esos tiempos se vivió una difícil situación política y un rechazo a la industria tecnificada por parte de los artesanos.
La reorientación de la política aduanera proteccionista de 1837, sobre todo en el rubro textil, posibilitó el establecimiento de las primeras unidades productivas en Puebla, donde la producción de textiles alcanzó un marcado predominio dentro de la estructura productiva de la ciudad y sus alrededores. Entre 1835 y 1843 fungió como la principal protagonista en los esfuerzos de mecanización que llevaron, a la segunda mitad del XIX a una parcial reorganización de la industria textil, en la que el nuevo sector fabril convivió y se integró con a mediana y pequeña producción manufacturera y artesanal (Contreras Cruz, 1986:50).
Para mediados del siglo XIX el sector textil, junto con los de confección e indumentaria, alimentos y bebidas constituía la mayor parte de la producción industrial. A estas ramas, seguían en importancia la industria del cuero, cerámica, vidrio y los productos de hierro y metal.1 En la composición de la planta productiva industrial poblana el peso mayor lo tenían las manufacturas, talleres de mediana dimensión y pequeños talleres artesanales.
La inestabilidad en el ámbito político limitó la industrialización y provocó la reducción del mercado; fue hasta la llegada de Porfirio Díaz al poder que se pudo lograr una segunda oleada industrializadora.
Segundo impulso industrializador
Entre el último tercio del siglo XIX y la primera década del XX la industria en México experimentó un salto cualitativo, al integrase un mercado nacional que se logró con la infraestructura ferroviaria y la abolición de las alcabalas. La incorporación de nueva tecnología así como el uso de la energía eléctrica en los procesos productivos y en las comunicaciones, permitió un mejoramiento de la industria, como sucedió en la producción de textiles y de azúcar. Esta situación se reflejó en Puebla; para esa época la industria textil y la de alimentos y bebidas seguían siendo las ramas predominantes dentro de la estructura industrial. En 1892 existían 19 fábricas textiles en el estado; en 1904 sumaban 36. También se registraron 8 ingenios de alta tecnología. 2
En el marco de la diversificación industrial, se fundó en Puebla una industria nueva, con la instalación en la antigua huerta del Estanque de los Pescaditos, de una fábrica para producir camas de buena calidad y exquisito gusto, La Cama Elegante, con maquinaria moderna movida por vapor. También se fundó una fábrica de cemento en Los Arcos, Puebla
En esta etapa el estado seguía ocupando el primer lugar en el país por su industria textil, y junto con la instalación de plantas hidroeléctricas se logró fortalecer y diversificar la industria. Entre 1900 y 1911 la capacidad instalada de la industria eléctrica en México aumentó de manera acelerada; la zona centro fue la región privilegiada, y dentro de esta, el estado de Puebla que tenía 51.36% de la generación de energía en el área (Blanco, 1997:11).
El gobierno mexicano jugó un papel vital en el proceso industrializados al dar facilidades al capital extranjero para incursionar en diversas industrias, principalmente en la minería, generación de electricidad y ferrocarriles; hubo cuantiosas inversiones inglesas y norteamericanas. En ese sentido fueron importantes las leyes decretadas con relación a la jurisdicción de aguas y las concesiones otorgadas a particulares para la utilización de las caídas de agua para generar energía eléctrica. A la Mexican Light and Power Company Limited se le concedió la adjudicación del uso de los ríos Tenango, Necaxa y Catelpoxtla, en el estado de Puebla (Blanco, 1997:240).
Los empresarios poblanos, de origen español, dominaron la industria textil, azucarera y harinera en la región. La estabilidad política favoreció la inversión de capital. Para finales del Porfiriato la industria textil logró una sustitución de importaciones de telas de algodón blanqueadas y estampadas destinadas al consumo popular, pues ya contaba con fábricas de acabado con moderna tecnología
A principios del siglo XX, la estructura industrial estaba compuesta, además de la industria textil, de los siguientes rubros: harinas, aceites, piloncillo, galletas, pastas, aguas gaseosas, bebidas alcohólicas, loza, azulejos, vidrio, velas, sombreros, piel, calzado, muebles, productos metálicos, cerillos, tabaco y azúcar. Los productos más beneficiados con los progresos y modernización fueron los destinados a la exportación. En 1904 la producción de cereales fue tan abundante en Puebla, que aliviaba la escasez vivida en la capital del país (Cordero y Torres, 1965:316). Para tener una idea de la estructura productiva de Puebla, en el ámbito municipal en 1906 se presenta en siguiente cuadro:
Como se puede observar por el número de establecimientos, personal ocupado y valor de la producción, las industrias textil, de alimentos y bebidas eran las predominantes. La mayor parte de los establecimientos textiles se habían fundado entre 1835 y 1864. Para finales del Porfiriato la producción de hilados y tejidos de algodón seguía siendo el pilar de la industria de transformación de la ciudad de Puebla y sus alrededores; dicha rama representaba 56% del total de fábricas existentes en el país; esta entidad, abastecía de mantas y otros tipos de tela a diecinueve estados de la República, y exportaba a Centro y Sudamérica (Cordero y Torres, 1965:200).
La política arancelaria durante el Porfiriato (1877-1910) estuvo dirigida a promover la industrialización, lo cual favoreció el crecimiento de casi todos los sectores, pero en especial del textil que experimentó un aumento sin precedentes en el número de husos, además de una transformación en los sistemas de producción y distribución (Gómez Galvarriato, 2001:3). El desarrollo de la planta productiva porfiriana no implicó la desaparición de la actividad artesanal, que se amplió y diversificó a otros sectores de la economía de la ciudad. En Puebla, a diferencia de otras regiones y ciudades, no existían ramas productivas dedicadas a la fabricación de máquinas y herramientas (Contreras Cruz, 1986:104). En Puebla no se detectó un efecto multiplicador del moderno sector textil.
A pesar de los avances en la industria, la economía poblana era esencialmente agraria, situación que se prolongó por más décadas. De cualquier manera es importante señalar que fue durante el Porfiriato donde se sentaron las bases del desarrollo propiamente capitalista en México, y que la región se incorporó de manera importante al mercado internacional. Puebla en ese tiempo tenía la industria textil más desarrollada del país; había introducido las novedades tecnológicas que vinieron a aumentar la producción. Esta moderna industria convivió con la producción artesanal.
Interrupción del proceso industrializador (1910- 1929)
El estallido y desarrollo de la Revolución Mexicana durante su periodo armado y de reconstrucción nacional limitó de alguna manera el proceso de industrialización. Entre 1910 y 1919 surgieron diversos problemas relacionados con el abastecimiento de materias primas y combustible, interrupción de las vías de comunicación, paralización del tráfico ferroviario, cuestiones monetarias, 3 reducción del mercado y la salida de capitales.
Las acciones violentas de los revolucionarios afectaron la actividad industrial; importantes centros fabriles fueron cerrados temporalmente, como sucedió con las fábricas textiles poblanas, entre ellas, Covadonga y la de Metepec, ubicada en Atlixco. La contienda armada desarrollada por los diferentes grupos (zapatistas, huertistas, arenistas y constitucionalistas) ocasionó destrucciones, saqueos e incendios de edificios y maquinaria de muchas factorías. La situación se agravó con la actitud desafiante de los trabajadores textiles que varias veces realizaron paros de labores. De hecho había un gran descontento popular por la lamentable situación económica que provocó hambrunas, inflación y elevación de los precios de los artículos de primera necesidad. A la industria textil también le afectó el decreto expedido en 1917 que permitía la libre importación de ciertos productos textiles que provocó disminución del mercado interno.
El proceso de industrialización en la región continuó obstruido en los años veintes por la inestabilidad política de la entidad poblana, la guerra cristera de 1926-29 y posteriormente con el inicio de la crisis mundial capitalista. También por los problemas derivados de la Convención Obrera Patronal (incumplimiento de la Convención Obrera, cierre de fábricas); pero aún con estos problemas la industria textil, la de alimentos y bebidas, así como la generación de electricidad seguían manteniendo a Puebla en un importante lugar en el país. Se establecieron diversas factorías textiles, pero no hubo una diversificación industrial.
La industria textil tuvo un comportamiento errático; registró momentos críticos como el ocurrido en 1922-24 cuando se manifestó una baja en la producción, ventas y número de obreros ocupados. Aunado a estos problemas, se realizaron paros patronales, algunos debidos a la sobreproducción, y una álgida lucha obrera manifestada en una serie de huelgas.
La revuelta encabezada por Adolfo de la Huerta en 1923 y los conflictos entre los obreros “libres” (los no sindicalizados) y los organizados en la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) fueron elementos que también afectaron la actividad textil. En la segunda mitad de la década de los veintes este sector experimentó una relativa recuperación, pero a finales de la década, se manifestó una crisis de sobreproducción que se tradujo en cierre de fábricas, reducción de jornadas laborales y desocupación. Entre 1926 y 1929, la producción textil de algodón en Puebla, disminuyó en 6.4% (Gamboa Ojeda, 1985:110). El inicio de la crisis mundial afectó también a otros sectores de la economía mexicana. Stephen Haber habla de un desplome durante el periodo 1926-1932, en el que la demanda y la producción disminuyeron, desaparecieron las ganancias y las nuevas inversiones descendieron notablemente (Haber, 1989:187). En Puebla la opinión oficial sostenía que hasta 1929 la situación general y económica era caótica, de bancarrota política, social y moral; no se pudo desarrollar la economía a pesar de las medidas instrumentadas por el gobierno estatal de Almazán.
Los gobiernos de Obregón y Calles se propusieron modernizar la agricultura e impulsar la ganadería, pero no tenían una política definida en el ámbito industrial. En esa época la economía era predominantemente agraria. La planta industrial vivió algunos cambios en los procesos productivos y el capital extranjero empezó a incursionar en la industria y otros sectores económicos. En relación al comportamiento empresarial y al aspecto tecnológico. Enrique Cárdenas nos señala la importancia que en el país tuvieron los años 1920-1930 al incursionar un grupo de empresarios que con conocimiento y habilidades técnicas se preocuparon por la innovación tecnológica, lo que influyó en el desarrollo industrial posterior. En el caso de Puebla fue Jesús Rivero Quijano quien contribuyó al avance tecnológico en el sector textil. 4
Los años treinta, una coyuntura favorable para la industrialización
A nivel de economía, la década de los treinta en México representa una época en que el Estado creó un conjunto de condiciones que posibilitarían al inicio de los cuarentas, el despegue de la industrialización. El gobierno, entre otras medidas, profundizó y amplió la reforma agraria, organizó a los trabajadores, desarrolló las comunicaciones, auspició la producción de energía eléctrica, impulsó el sistema financiero; creó una infraestructura para acelerar el proceso de industrialización.
En la región poblana, durante la década de los treinta, la industrialización era incipiente; prevalecían formas preindustriales y artesanales de producción. Sin embargo, en esos años existían ciertas condiciones favorables para un despegue industrial, mismas que no fueron aprovechadas; por ejemplo, la capacidad energética poco influyó para el desarrollo industrial. Puebla se caracterizó por su idónea hidrografía para la producción eléctrica, Por esa época la capacidad del equipo de la fuerza motriz del estado ascendió a 246 mil caballos de fuerza, de los cuales 216 (88%) correspondía a las plantas de electricidad y los restantes a la industria manufacturera. Ningún otro estado de la República poseía dicha capacidad. La entidad poblana aportaba más de la quinta parte a la producción nacional. No obstante la industria manufacturera fue incapaz de utilizar tan importante recurso energético, ya que la mayor parte de las unidades productivas industriales, era de reducidas dimensiones, y las grandes, generaban su energía motriz a través de plantas propias. Puebla abasteció de energía a los lugares que gozaban de un grado mayor de desarrollo y diversificación industrial, pues sus necesidades eran mayores; estos fueron los casos del Distrito Federal y el estado de México (González Lara, 1987:15).
En cuanto a las comunicaciones, se puede decir que el ferrocarril no benefició tanto a Puebla en términos de mercado, pero las carreteras pavimentadas que comunicaban a la ciudad con la capital del país y el Puerto de Veracruz vinieron a dar un gran impulso al comercio, principalmente la carretera México-Puebla, inaugurada en 1927 (González Lara, 1987:23).
Dentro del comportamiento poblacional se observa que a principios de la década de los treinta la población industrial no aumento, por el contrario, decreció; la ocupación en el sector primario fue inferior al crecimiento de la población. La actividad que mostró mayor dinamismo fue la del sector terciario; las actividades improductivas aumentaron su número de trabajadores. La crisis capitalista de 1929-33 ocasionó una baja en la producción industrial y una marcada desocupación que en Puebla se dejó ver, sobre todo, en la industria textil que era la actividad más importante. De los datos estadísticos se puede desprender que para finales de los treinta había disponibilidad de mano de obra en la entidad.
Sin embargo, al terminar la década, la industria textil en la región se recuperó y empezó un camino ascendente, que alcanzó su punto más alto en 1955 en términos del número de establecimientos, valor de la producción, personal ocupado y montos de inversión. En el ámbito nacional siguió ocupando el primer lugar dentro de la industria al igual que la producción de electricidad. A estas ramas le seguían en importancia la producción de alimentos y bebidas en particular la producción de azúcar.
El núcleo propiamente capitalista en el sector textil se reducía a 56 fábricas que realizaban el 93% de la producción; los otros 890 establecimientos (de producción artesanal, sin relaciones capitalistas de producción) participaban con el (7%). En la elaboración de alimentos los ingenios de azúcar y alcohol, los molinos de granos, panaderías y algunos molinos de nixtamal y establecimientos de aguas gaseosas minerales, refrescos y tabaco, eran los propiamente capitalistas (González Lara, 1987:33).El patrón de acumulación que se instrumentó en el país por la vía de sustitución de importaciones a partir de 1940, en Puebla no incidió, ya que en esa época la industria quedó rezagada respecto a otros estados de la república.
Rezago industrial y predominio de la producción textil (1940-65)
En 1930, la producción manufacturera poblana se constituyó casi en su totalidad (94%) por la industria tradicional, de la que el 54% era textil y 35% de alimentos y bebidas. Estos porcentajes aparecen en el siguiente cuadro:
Esta estructura se mantuvo hasta mediados de los sesenta del siglo pasado. Por esos años predominaron los establecimientos de pequeña y mediana magnitud. El patrón de acumulación en la región descansó en la industria textil del algodón; ésta vivió su mayor esplendor de 1930 a 1955, posteriormente entró en decaimiento y en una profunda crisis; sufrió el más grave colapso en el periodo 1955-70. Alrededor de 1965, se cerró el ciclo de la producción textil del algodón en Puebla, cuando empezó a aparecer la producción con fibras artificiales y mezclas de estas con las naturales.
Durante el periodo 1940- 1965 la producción de textiles de algodón fue la más importante del sector manufacturero; llegó a representar cerca de las dos terceras partes. Este sector fue el determinante del crecimiento industrial. En su conjunto, la industrialización avanzó lentamente en este lapso; el sector manufacturero creció a un nivel más bajo del nacional, por lo que la entidad poblana perdió trascendencia industrial; su planta productiva estaba atrasada y poco diversificada. A diferencia de otros países, el sector textil en Puebla no sirvió como impulso al desarrollo (González Lara, 1987:40).
A pesar de que el gobierno local empezó desde los años cuarenta a impulsar, con estímulos fiscales, 5 la diversificación industrial (a través de la instalación de nuevas empresas productoras de bienes de consumo duradero e intermedio), en esos años hubo escasas transformaciones. La planta industrial poblana era atrasada y con una dependencia casi absoluta del curso de la acumulación de la industria textil, cuyo desenvolvimiento se caracterizó por el gran agotamiento en la maquinaria que provocó una baja en la productividad y un rezago en los métodos y máquinas en relación a los principales productores mundiales, lo que ocasionó que los productos textiles no pudieran competir en el mercado internacional. Puebla empezó a quedarse rezagada a partir de los años cuarenta.
Para responder a la demanda interna y externa durante la segunda guerra mundial y la de Corea, los aumentos de la producción se sustentaron en la utilización y mayor explotación de la mano de obra, y en menor medida en nuevas inversiones en equipo; al término de esos conflictos, el sector textil se enfrentó a problemas de mercado y a dificultades en sus procesos productivos, lo que originó cierres de fábricas y despido de trabajadores. En las coyunturas bélicas los empresarios aumentaron en gran medida sus ganancias, mientras que los salarios de los operarios no lo hicieron en la misma proporción. El empresariado basó sus expectativas en el proteccionismo estatal y no en métodos de producción más competitivos, de ahí que el mercado nacional haya sido donde más realizaron sus productos.
De 1940 a 1945 el ritmo de crecimiento en la entidad fue similar al nacional, pero mientras en ese ámbito se registró de este último año 1955 las tasas más altas de crecimiento, el sector manufacturero en Puebla manifestó un estancamiento que se prolongó hasta 1979. La característica de la industria manufacturera hasta la década de los sesenta fue su escasa diversificación y el haber desarrollado una producción de bienes de consumo. Hacia 1965 Puebla pasó a ocupar el séptimo lugar en la República Mexicana. Cabe decir que en esta situación influyó cierta apatía que existía por parte del empresariado local y del gobierno estatal, dominado por la corriente ávilacamachista, 6 que representaba los intereses de una élite interesada en invertir más en actividades agrícolas y ganaderas. La situación de atraso de la industria manufacturera, a principios de los sesenta, empezó a hacerse insostenible, lo que repercutió en la economía de la entidad. En ese tiempo la industria textil vivía una profunda crisis; se registraron cierres de fábricas, despido de obreros, disminución de la actividad comercial y una incapacidad de los demás sectores manufactureros para impulsar el desarrollo económico. A pesar de que un grupo de empresarios textiles modernizó sus fábricas, no podían ser ellos quienes realizaran los cambios que requería la industria.
Transformación y diversificación de la planta industrial, 1965-1975
El periodo 1965-1975 representó para el sector manufacturero de la industria poblana una época de profundas transformaciones estructurales. La política de estímulos a la industria, instrumentada por el gobierno coadyuvó a diversificar la estructura industrial; se instalaron en Puebla grandes empresas de las ramas metal-mecánicas, química y automotriz. Todas ellas de capital foráneo.
Los cambios esenciales consistieron en él no predominio en la producción de las ramas tradicionales dentro de la industria manufacturera; las ramas modernas, dinámicas y con tecnología desarrollada, fueron las que proporcionaron los porcentajes más elevados en la formación del valor manufacturero, como lo demuestran los siguientes cuadros:
Surgió además la tendencia a la concentración del capital, producción y fuerza de trabajo en dichas ramas; con ello se generó una recomposición del proletariado que dejó de ser mayoritariamente textil o de las ramas de alimentos y bebidas; aparecieron nuevos sectores con mayor grado de preparación técnica. La industria poblana de textiles era ya incapaz de seguir siendo el bastión de la acumulación regional. Otras industrias serían las más dinámicas. Y mientras la producción manufacturera crecía, la textil se estancaba.
Dentro de las modernas ramas que transformaron la producción, se encontraban las empresas Volkswagen de México, Hylsa de México, Petrocel, Unidad Petroquímica de Texmelucan, Parke Davis y Cía. de México Chiclet’s Adams, entre otras. Esas firmas tuvieron en 1973 una inversión superior a los cien millones de pesos. Además de las mencionadas empresas, se establecieron entre 1960 y 1973 muchas otras que gozaron de subsidios. Las industriales que crecieron a tasas totalmente dinámicas fueron la metálica básica, la de transportes, la química y la de maquinaria y equipo; en éstas estuvieron las bases de las transformaciones del sector manufacturero de 1965-1975.
En 1975 Puebla ya no era el estado con la producción más importante del país; había sido desplazado al tercer lugar, estaban en los primeros lugares el estado de México y el Distrito Federal. Sin embargo, la entidad cobró importancia por su producción automotriz y metálica básica. Su pérdida de importancia se ilustra con esta gráfica:
Dentro de la estructura productiva siguieron siendo menos las ramas industriales con importancia, al lado de la gran mayoría que participaba poco en el valor de la producción manufacturera. Además se mantuvieron marcadas diferencias entre el tamaño de los establecimientos; los de mediana y gran producción fueron los únicos con posibilidades de acumulación; es decir, un grupo reducido de empresas fue el más beneficiado (González Lara, 1987:165-67).
Comentarios finales
El proceso de industrialización de México y de la región poblana se inició con el rubro textil. Puebla reunió las condiciones que lograron el desarrollo de dicha industria, siendo la predominante y eje de la acumulación de capital hasta mediados de los años sesenta del siglo XX.
En el periodo de estudio se pueden marcar dos fases; una en la que las industrias tradicionales (textil, alimentos y bebidas) fueron las más importantes y otra que inició en 1965 cuando se cerró el ciclo textil de la economía poblana donde surgen otras ramas de mayor dinamismo, la mayoría de carácter monopólico, que vinieron a dar una alternativa al declive textil; este sector atravesó por limitaciones estructurales que lo sumergieron en una profunda crisis a partir de los años sesenta y a pesar de la reestructuración que experimentó esta rama, ya no recobró la importancia que tuvo hasta antes de 1965; con ello Puebla perdió importancia en el ámbito nacional. Se quedó rezagada desde los años treinta; sólo logró incorporarse al desarrollo industrial moderno del país iniciado en 1940 pero de manera tardía. Fue hasta 1975 que la industria poblana alcanzó una transformación significativa., pero sin llegar a recuperar el lugar que en otrora le correspondió en el país por su industria manufacturera.
Actualmente las ramas dinámicas se han mantenido, pero en general, el comportamiento de la economía sigue las tendencias nacionales e internacionales. El sector de bienes y servicios es el que más ha crecido. Hace falta un nuevo pacto social que dinamice la industria nacional para de esta forma poder impulsar el desarrollo económico y subsanar de alguna manera la crisis que atraviesa el país.
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Recibido: Enero 2018 Aceptado: Enero 2018 Publicado: Enero 2018