Carlos Fonseca Hernández
Ma. Luisa Quintero Soto
Universidad Autónoma del Estado de México
Resumen
Las aportaciones de la teoría queer a la filosofía de la ciencia comienzan con la denuncia de que lo que conocemos como ciencia ha sido un trabajo de hombres blancos, heterosexuales, anglosajones, de mediana edad, católicos y de clase media, para dejar fuera en los grupos de investigación a mujeres, homosexuales, lesbianas, transgéneros, negros, pobres, adultos mayores, discapacitados, etcétera.
La teoría queer propone la destrucción de una identidad heterosexual, homosexual, lesbiana, transexual para acceder a la educación, la salud, el trabajo y la ciudadanía. Es decir, que no importa que una persona sea heterosexual, homosexual, lesbiana o transgénero para acceder a un eficiente sistema laboral, educativo, sanitario; o pueda ejercer su derecho a la vivienda y trabajo dignos. Incluso pueda casarse con la persona que elija. A pesar de los cambios en los sistemas jurídicos en Latinoamérica que permiten en algunos lugares el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción, que prohíben la discriminación a las mujeres, a la diversidad sexual, a las personas de la tercera edad, los discapacitados y toda intolerancia hacia la diversidad cultural. Todavía existe mucha discriminación y violencia hacia estos sectores sociales, debido al rechazo hacia la alteridad, lo diferente y aquello que cuestiona la opresión del sistema sexo-género.
La teoría queer propone el Derecho a la No Discriminación se construye a través del movimiento de las mujeres, de las diversidades sexuales, étnicas, raciales, etcétera; pero también a partir de un discurso teórico sobre los Derechos Humanos y la deconstrucción del género y la masculinidad hegemónica.
El género es una construcción cultural que asigna valores, roles, funciones, distribución en el trabajo y la asignación de espacios públicos y privados. A partir de la presencia de un órgano sexual. La dominación de los hombres sobre las mujeres también supone cierta supremacía sobre la naturaleza, la diversidad sexual, la clase social, la identidad religiosa y el grupo étnico. En América Latina, se ha otorgado un valor especial a la figura fuerte del macho dominante heterosexual, masculino, católico, blanco, sobre otras formas de identidades sexuales. Bajo la premisa que este hombre contribuye a permanencia de los valores de la familia, la transmisión del patrimonio a los hijos, y la seguridad de las normas sociales. Este modelo ha impedido la incorporación de las mujeres y hombres no heterosexuales a puestos directivos en el trabajo asalariado, ha ocasionado homofobia, racismo, clasismo y falta de democracia en las sociedades latinoamericanas.
Para citar este libro puede utilizar el siguiente formato:
Ramón Rivera Espinosa, Coordinador. Libro 1700: “Filosofía de la ciencia y sustentabilidad”, Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales (enero 2018). En línea:
//www.eumed.net/2/libros/1700/ciencia-sustentabilidad.html
ISBN-13: 978-84-17211-54-7
Introducción
La teoría Queer y la Filosofía de la Ciencia
Una extraña ironía representa la utilización en la lengua española de la palabra inglesa “queer” que ha sido utilizada como injuria para explicar teóricamente la existencia de un mundo marcado por la prohibición del amor entre personas del mismo sexo y la incongruencia entre el género social y el biológico.
El término inglés “queer” tiene varios sentidos, como sustantivo significa despectivamente “maricón”, “homosexual. Se ha empleado para expresar el discurso homofóbico y humillar el erotismo entre personas del mismo sexo, expresando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones lesbianas y homosexuales. Por otro lado, el verbo transitivo “queer” expresa el concepto de “desestabilizar”, “perturbar”, “joder”, por lo tanto, las prácticas queer se apoyan en la noción de desestabilizar normas que están aparentemente fijas. El adjetivo “queer” significa “raro”, “torcido”, “extraño”. La palabra “queer” la encontramos en las siguientes expresiones to be queer in the head (estar mal de la cabeza), to be in queer street (estar agobiado de deudas), to feel queer (encontrarse indispuesto o mal), queer bashing (ataques violentos a homosexuales). Sin embargo, el vocablo “queer”, no existe sin su contraparte “straight” que significa “derecho”, “recto”, “heterosexual” (Mérida, 2002).
El término “queer” no tiene traducción al español. En español abundan palabras para nombrar al homosexual, no vale la pena mencionarlas, todos las conocen. Teoría queer se ha intentado traducir como teoría torcida, teoría marica, teoría rosa, teoría “entendida”, teoría transgresora; sin embargo, muchas veces pierde el sentido original de la palabra inglesa, por lo que se ha preferido mantener la acepción original [Llamas (1998), Guasch (1998, 2000), Mérida (2002)].
El sujeto que plantea la teoría queer rechaza toda clasificación sexual. Destruye la identidad gay, lésbica, transexual, travestí, e incluso heterosexual, para englobarlas en un “totalizador” mundo raro, subversivo y trasgresor, que promueve un cambio social y colectivo desde muy diferentes instancias en contra de toda discriminación.
Queer refleja la naturaleza subversiva y transgresora de un hombre afeminado o con una sensibilidad contraria a la tipología dominante, un hombre vestido con ropa del género opuesto, una mujer que se desprende de la costumbre de la feminidad subordinada, una mujer masculina, una pareja del mismo sexo que decide transgredir la norma de la sociedad heterosexual y lucha por conseguir el estatus de matrimonio, etcétera. Las prácticas queer reflejan la transgresión a la heterosexualidad institucionalizada que constriñe los deseos que intentan escapar su norma (Mérida, 2002).
Ser queer significa ejercer el derecho a la libertad pública de ser quien eres cada día, sin temor a ser injuriado, golpeado, lastimado o despedido; consciente de que al reconocer tu diferencia mereces ser tratado con igualdad y que nada puede hacerte daño a menos que tú lo permitas. Ser queer no pertenece al ámbito de la vida privada ni de la intimidad, porque el control de la sexualidad es poder y el poder es política, y la política es pública.
Para Mérida (2002:13-14), la teoría queer es la lucha por el derecho al amor, a la propia felicidad, en contra de la opresión, de la homofobia, la misoginia, el racismo, la intolerancia de los hipócritas religiosos; pero principalmente contra nuestro propio odio, porque nos han enseñado cuidadosamente a odiarnos. En contra de nuestra propia homofobia, misoginia, lesbofobia y transfobia. Significa también luchar contra el virus del Vih y los antihomosexuales que usan el SIDA para barrernos de la faz de la tierra.
La aparición de los estudios “queer” tiene su origen en un complejo contexto social en Estados Unidos. En primer término, surgen a partir de nuevas teorías sobre la sexualidad. Foucault (1976), Weeks (1998)], los descubrimientos sobre la tolerancia de la homosexualidad en la Antigüedad hasta la Alta Edad Media de Boswell (1980), la aparición del artículo de Adrienne Rich (1980) sobre la heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana, y las evidencias arqueológicas de comportamientos homosexuales en la Grecia Antigua de Dover (1980). Posteriormente habría que destacar el cambio social surgido a partir de los movimientos a favor de los derechos de las mujeres, los homosexuales, la lucha contra el SIDA y la incorporación de las ciencias de otros investigadores, además de los ancestrales hombres blancos, heterosexuales, burgueses, de mediana edad y protestantes. Asimismo, el creciente interés de las instituciones universitarias por estudiar las sexualidades, también provocó un aliciente para los estudios queer.
El sistema sexo género
En términos generales, el sexo se define como la diferenciación biológica entre hombres y mujeres a través de la presencia de determinados órganos, hormonas, cromosomas y gónadas que se encuentran en el cuerpo. Mientras que el género tiene varias acepciones. Primeramente tiene el sentido de especificar una determinada clase o tipo; así entendemos el género de la música clásica, el género humano, el género animal, etcétera. El sentido de la palabra género que vamos a utilizar en este texto se refiere al género asignado socialmente a hombres y mujeres a través de creencias, significados, normas y valores que son asignados para el funcionamiento de un sistema de desigualdad que favorece a los hombres blancos, heterosexuales, de clase media y católicos. La categoría género se entrelaza con otras categorías de dominación como la clase, la etnia, la preferencia sexual, la religión y el machismo, que subyacen otras realidades humanas como las mujeres, homosexuales, lesbianas, transexuales, transgéneros, pobres, islámicos, indígenas, negros, viejos, niños, discapacitados, defensores del ambiente y los animales, etcétera. La visión androcéntrica del mundo inicia con la idea de que el “hombre” es la medida de todas las cosas.
El sistema sexo/género se basa en la presencia o ausencia de un pene para determinar una trayectoria social distinta para un niño y una niña. Como diría Judith Butler (1999), en la exclamación "¡Es niño!” se esconde un profundo contenido de significados y predestinaciones que afectan al futuro del recién nacido; tales como vestirlo con ropa azul y no rosa, comprarle carritos y no muñecas, inscribirlo a un equipo de fútbol y no de danza, enseñarlo a controlar sus emociones porque los “niños no lloran”, galantear con mujeres para casarse posteriormente con una de ellas, engendrar a sus hijos, proveer a su familia y mostrarse a todo momento fuerte en sus decisiones.
El sistema sexo/género se define como aquella una construcción social milenaria que asigna roles distintos para hombres y mujeres. Asignado a los hombres el espacio público de la “producción”, mientras que a las mujeres les determina el ámbito privado de la “reproducción”, el cuidado de la familia y la crianza de los hijos. Igualmente, el sistema sexo/género decreta la heterosexualidad como la única forma de demostrar el amor, ya que garantiza la reproducción de la especie, dando la espalda a relaciones afectivas entre personas del mismo sexo, y a quienes no se sienten conformes con el género asignado.
De esta forma, el sistema sexo/género determina valores morales sobre lo que es “bueno” y “malo”, “conveniente” e “inconveniente” para la especie humana, convirtiéndose en el policía del género. El sistema sexo/género es una construcción imaginaria que se materializa en la realidad por primera vez en la vida de una persona cuando se advierte en el bebé la presencia determinado órgano. En el pasado, el destino del género se empezaba a trazar en el nacimiento cuando el médico exclamaba “¡Es niño!”; pero en la actualidad, el ultrasonido sirve de oráculo para trazar el camino del infante aún antes de nacer.
La categoría sexo debe ser acompañada del concepto género, porque las consecuencias de la presencia de determinado órgano son fundamentalmente sociales. Es por ello que hablamos del sistema sexo/género. La teoría queer ironiza con este acontecimiento al cambiar esa frase “¡Es niño!” por “¡Es homosexual!”. Siendo inconcebible que en el nacimiento se pueda decir la citada frase; porque ser hombre, ser mujer o ser o ser homosexual, es, en definitiva; una construcción social.
En nuestra cultura, sexo es destino, creando un escenario de desigualdad y sufrimiento para mujeres que se encuentran dominadas por los hombres, hombres que no pueden mostrar sus emociones, sujetos a una masculinidad a prueba constante, hombres y mujeres con una preferencia sexual hacia personas de su mismo sexo y personas que no se identifican con el género asignado, llámense transgéneros, travestis, transexuales e intersexuales.
La concepción generalizada del mexicano sobre sí mismo es la que aparece en la cinematografía y en la música tradicional, caracterizada por la figura de la mujer sumisa y el “macho” mexicano violento. No obstante, la visibilidad lograda en los últimos treinta años en la Ciudad de México de las personas de la diversidad sexual ha roto el viejo esquema, que ha derivado en la prohibición de la discriminación por preferencia sexual, la atención médica universal del Vih/sida, la despenalización del aborto, el reconocimiento de las Sociedades de Convivencia y finalmente la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.
El temor del sistema se expresa al afirmar que la cohesión social requiere la prohibición de la homosexualidad y la transexualidad, puesto que si los hombres manifiestan su parte sensible más “femenina” esto amenaza con destrozar la homosociabilidad que fusiona a la clase masculina. Esta cohesión masculina se describe como un mágico no sé qué que mantiene unidos a los varones.
En México, el sistema sexo-género permite existir a las personas queer siempre y cuando no expresen su condición públicamente. Este sistema controla a la persona a través de la culpabilidad y el miedo. Butler (1997) sostiene que la insatisfacción provocada por el incumplimiento de la norma heterosexual se transforma en sentimiento de culpa que genera el terror de perder el amor de los padres, de Dios y del prójimo, el castigo de sus mayores y la censura social. De modo que la prohibición se convierte en el territorio y la satisfacción del deseo. Según Freud la prohibición no pretende la destrucción del deseo; por el contrario, hostiga la reproducción del deseo prohibido y se incrementa mediante las renuncias que realiza. Esto significa que nunca se renuncia al deseo, sino que se reafirma y se preserva en la propia estructura de la renuncia. La prohibición rechaza y acrecienta el deseo sexual simultáneamente.
Los niños y niñas nacen en una sociedad donde está decretado el matrimonio heterosexual desde el nacimiento. Es inverosímil esperar que un niño nazca homosexual o una niña lesbiana. En este sentido Butler asegura que, en el sistema sexo-género, las normas casi siempre van unidas a la idealización de la unión heterosexual. En esta acepción la enunciación preformativa: “¡Es niña!”, anticipa el decreto: “Yo los declaro marido y mujer”. De ahí, la delicia de los cómics en los cuales se replica por primera vez al bebé de la forma siguiente: “¡Es lesbiana!”. Para Butler (1997:65-66) lejos de ser una broma esencialista, la apropiación queer de la expresión preformativa imita y expone tanto el poder vinculante de la ley heterosexualizante como su expropiación. Dar nombre a la niña es el comienzo del proceso por el cual se impone la “feminización”. La feminidad no es el producto de una elección, sino la llamada forzosa de una regla cuya compleja historicidad es inherente a las relaciones de disciplina, regulación y castigo. Este acuerdo a las reglas del género es necesario para que tengamos derecho a ser “alguien”. De esta adhesión a las reglas depende la formación del sujeto. Por lo tanto, el género de ninguna manera debe entenderse como una elección o un artificio que podamos intercambiar. Por lo que no es posible concebir el género como un rol o una construcción que uno se viste cada mañana. No existe ese “alguien” que va al guardarropa del género y deliberadamente decide de qué género va a ir ese día.
El matrimonio heterosexual es una de las formas de control social que no es una opción o un derecho, en tanto que el matrimonio homosexual, es considerado una locura. Butler (1997) añade que la heterosexualidad maniobra mediante la estabilidad de las normas de género. Es por eso que la homofobia suele actuar a través de la atribución a los homosexuales de un género fallido y dañado. Designando “masculinas” a las lesbianas, “afeminados” a los hombres gay, y “pervertidos” a los transexuales. El terror al matrimonio gay es en realidad, un terror a perder el propio género y no volver a ser una “mujer de verdad” o un “hombre de verdad”. De ahí que sea fundamental señalar la forma en que la sexualidad se regula mediante el control y la humillación del género.
La relación entre sexualidad y género se conforma a través de la relación entre identificación y deseo. No obstante, el discurso heterosexual exige como requisito que deseo e identificación se excluyan mutuamente: quien se identifica con un determinado género debe desear a una persona de un género distinto. Si desear a un hombre no implica necesariamente identificarse como mujer y desear a una mujer no involucra una identificación masculina, el sistema heterosexual no es más que una lógica imaginaria que continuamente reproduce su propia ingobernabilidad. La naturalización de la heterosexualidad, no es más que un espejismo. Fuss (1989) cuestiona: “¿existe acaso alguna identidad ‘natural’?”. La identidad no es más que un constructo político, histórico, psíquico o lingüístico; una muestra de ello es que para los que ejercitan la política de la identidad, la identidad determina necesariamente la acción política.
La estabilidad del sistema de sexo-género exige la sublimación de la homosexualidad, a través de la represión del deseo homosexual. Esta sublimación del deseo homoerótico es de suma importancia porque garantiza la pertenencia social y la ciudadanía –la adhesión a la ley y su incorporación. El reconocimiento jurídico del Ser lesbiana, homosexual, transgénero o bisexual es entrar de frente a las principales instituciones sociales: la iglesia, la medicina y el derecho, a través de sus principales instrumentos de dominación: el pecado, la enfermedad y el delito.
Con el reconocimiento jurídico de los derechos sobre la libertad sexual se convierte en delito la discriminación y la intolerancia. Los comentarios homofóbicos de los jerarcas de la iglesia mexicana y algunos presentadores de programas de televisión manifiestan el pánico de la sociedad al ver resquebrajado el sistema de dominación que bajo el lema de “Divide y vencerás” intenta separar a los hombres en “buenos” y “malos”, “verdaderos” y “falsos”. Hombres “verdaderos” los que se someten a las pruebas continuas de demostrar su masculinidad, lo mismo que los hombres “buenos” que reprimen su deseo homosexual, aunque de vez en cuando se den algunas “vacaciones morales”, en contraste con los hombres “malos” y “falsos”; libres de mostrar sus sentimientos y afectos, de dirigir su deseo erótico en quien aman, e incluso hombres heterosexuales que están en contra de la dominación contra las mujeres y otras formas de explotación.
El amor entre parejas del mismo sexo es aquel que se niega a sí mismo, que tiene prohibido describirse a sí mismo. Tiene que estar oculto a los ojos de los propios padres, de los parientes y amigos. La autonegación es el requisito indispensable para la sobrevivencia y es también su tumba. La manifestación de la condición homosexual es interpretada explícitamente como una conducta contagiosa y ofensiva. La frase “soy homosexual” no sólo es descriptiva, sino que también demuestra la conducta homosexual. Es más, la afirmación “soy homosexual” es, pues, increíblemente malinterpretada como “te deseo sexualmente”. La expresión que se realiza en primera persona y de manera introspectiva, se toma por una afirmación que anuncia el acto en sí mismo, la intención de actuar: el vehículo de la seducción. Si la frase “soy homosexual” se tomará como lo que realmente es, se consideraría como la manifestación pública de una simple preferencia, como la de los vegetarianos y carnívoros.
Nuestras ideas sobre la sexualidad están construidas a través de metáforas cuyos efectos no siempre son predecibles. El mismo término homosexualidad se acuña con referencia a un modelo simplista bipolar y zoológico de la sexualidad masculina. Según Martínez (2002), la cultura occidental ha simbolizado la sexualidad en representaciones de la pareja heterosexual, que legitima su naturaleza animal por medio del concepto de amor. La metáfora implícita de la expresión hacer el amor prueba el nivel de identificación entre actividad sexual y sentimiento amoroso. Sin embargo, la actividad sexual entre varones no ha gozado de la traducción al ennoblecedor terreno de los sentimientos. Para Martínez (2002) el amor homosexual encierra una contradicción, puesto que deposita un significado demasiado zoológico (incluso demasiado depravado) que no concuerda con la elevación espiritual inherente a la idea de amor. Mientras que el amor es uno de los grandes temas de nuestra cultura, el amor homosexual es uno de sus grandes tabúes.
El prejuicio sobre la incapacidad de amar de las personas homosexuales impide a los fundamentalistas religiosos aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo en la Ciudad de México, al considerar invertidas y demasiado zoológicas, lo cual deriva que se pueda “contagiar” de estas prácticas a los niños adoptados, sin considerar que los niños que crecen en familias con un padre homosexual o dos madres lesbianas son como cualquier otro, con la diferencia en que son más accesibles a la distribución de las tareas domésticas y que les puede alcanzar los efectos de la homofobia social. En todo lo demás son iguales que los niños nacidos en familias heterosexuales.
Con respecto a la sexualidad entre mujeres, Monique Witting (1992) señala que para el sistema las lesbianas no son mujeres de “verdad”, lo que deslegitima su propio régimen de afectos y placeres. Para Diana Fuss (1993), la insistencia de designar a las lesbianas como “mujeres caídas” funciona para excluirlas de la categoría misma de la sexualidad y situarlas en el fracaso de la identificación. La etimología de cadere (“caer” en latín) nos hace pensar en cadáveres. Las identidades lésbicas son inherentemente suicidas porque impiden la entrada al mundo de la sociabilidad, la sexualidad y la subjetividad. Fuss sugiere que en el psicoanálisis las lesbianas son representadas como sujetos histéricos.
La realidad queer se sitúa en otra dimensión, en otra realidad, en otro mundo. No está definida con relación a las estructuras del “Orden”. Lesbianas y gays no dialogan con instancias de represión, sino que constituyen espacios de resistencia. Para Llamas (1998) el discurso queer tiene mucho que ver con el activismo radical de la lucha contra el Sida y el revolucionario movimiento de Lesbianas Vengadoras.
La legalización en la Ciudad de México del matrimonio entre personas del mismo sexo incluye el derecho a la adopción. Sus detractores intentan proteger a los niños de sus padres adoptivos pederastas. No deja de ser inexacto que la propaganda anti-adopción está basada en la imagen de dos hombres con un niño. Nada más alejado de la realidad. Si bien, en los países donde la adopción es permitida, menos del 1% de los hombres homosexuales ha solicitado la adopción, la verdadera protección es para las madres lesbianas, quienes son madres biológicas de sus hijos y que desean compartir la maternidad con sus compañeras lesbianas. Investigaciones realizadas a escala internacional revelan que los niños adoptados por padres homosexuales crecen en ambientes familiares con escasa violencia, en los que existe una división más igualitaria del trabajo y de la crianza (León, 2010).
Lo cierto es que las manifestaciones homofóbicas sí causan daño a los niños hijos de madres lesbianas o padres gay, tales como los pronunciamientos de la jerarquía católica mexicana; que, sin ningún sustento científico, son discriminatorios. Los problemas en la crianza de niños en el seno de familias homoparentales se deben a la estigmatización de la homosexualidad y todos los daños que generan esas manifestaciones homofóbicas. Los hijos de familias homoparentales no derivan su orientación sexual en homosexualidad o lesbianismo porque el deseo sexual no es contagioso, forma parte de una característica humana personalísima.
En realidad, la vulnerabilidad del matrimonio homosexual radica en el poder de darle al otro la facultad para reprimir y despreciar. En la idea de los Otros como seres que regulan, observan y juzgan descansa la fragilidad de los homosexuales. La coincidencia del juicio de los Otros y ese volverse contra sí mismo es lo que conforma el territorio propicio para la homofobia interiorizada donde las ofensas y el desprecio echan raíces. En su momento, los detractores del divorcio, del aborto y del matrimonio interracial dijeron que si se legalizaban se iba a acabar el mundo y la prueba es que no pasó nada. Lo mismo sucede con el matrimonio homosexual. De hecho, los sentimientos homosexuales son necesarios para el amor a la humanidad en la forma en que éstos se “combinan” eufemísticamente con los instintos para producir cultura.
La teoría queer y el desarrollo sustentable
El uso indiscriminado de la naturaleza ha generado un desequilibrio ecológico basado en la creencia de la supremacía de la civilización sobre la naturaleza. La construcción cultural del desarrollo económico está basada en la idea de la “dominación” de la naturaleza en “beneficio” de los hombres, valorándose a quien quita la vida y no a quien la da. La dominación de la especie humana sobre la naturaleza está basada en la conquista de la tierra, sus habitantes y riquezas a través de la guerra y de imposición de la cultura. De la misma manera que la dominación masculina se apropia de la subjetividad femenina a través de la construcción del género, donde la masculinidad es más valorada que la feminidad.
En ese sentido, la civilización como los hombres intentan dominar la naturaleza y a las mujeres a través de un complicado sistema de poder basándose en el pacto entre hombres, que nace en el momento en que los hombres reconocen que no son capaces de dar vida y necesitan dominar a las mujeres a través de la división, entre mujeres “buenas” y mujeres “malas”. Las mujeres buenas son las que representan el papel de cuidadoras, madre-esposas y las mujeres “malas” son las que salen de ese guión, y se convierten en dueñas de su propia vida, considerándolas “zorras, que transgreden el sistema sexo-género. Igualmente, el sistema pone la masculinidad heterosexual como estandarte de la dominación y divide a los hombres en “verdaderos” hombres de los “falsos”, sometiéndolos a pruebas continuas para demostrar su masculinidad a través de la violencia y la discriminación hacia todo hombre que no encaje con el ideal de masculinidad heterosexual.
En 1987 en la Comisión de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo Sustentable, conocida con el nombre de la Comisión Brundtland, se definió al desarrollo sustentable como “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin arriesgar que las generaciones futuras no puedan satisfacer sus propias necesidades” (Ramírez, 1998).
El desarrollo sustentable de los asentamientos humanos requiere que se consideren los siguientes factores (Papparelli et. al., 2003):
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente en Estocolmo en 1972 se planteó que el desarrollo económico y el medio ambiente se condicionan y amenazan entre sí, por lo que se buscó incluir un concepto que permitiera aprovechar los recursos naturales dentro de los límites de su capacidad de regeneración con el desarrollo económico y social. Surge entonces el término de desarrollo sustentable que designa a su vez una noción tridimensional de desarrollo (Ramírez, 1998).
Para Wong González (2002) el desarrollo regional sustentable es un proceso en el que se busca el equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos naturales, el crecimiento económico y la equidad social. Para lograr este equilibrio es necesario la participación de todos los actores como un proceso a largo plazo, dinámico, cambiante y adaptativo al tiempo y el espacio (Bañuelos & Salido, 2007).
Una comunidad se desarrolla cuando convierte en dinámicas sus potencialidades, por lo que es necesario identificar las ventajas que tiene en relación con los demás, sin embargo, el desarrollo no sólo es económico por lo que requieren que se estimulen otros elementos como la riqueza, el reconocimiento y el poder que implica una participación de la sociedad (Bañuelos & Salido, 2007).
En América Latina los países del sur son quienes sufren con mayor ahínco los estragos del deterioro global, presentan problemas de extinción de especies de los bosques tropicales, erosión, desertificación de hectáreas de cultivo, el deshielo de los casquetes polares de la Antártida, el cambio climático a causa del efecto invernadero. En Latinoamérica las dos causas básicas de la crisis ambiental son la pobreza y el mal uso de los recursos naturales (Rodríguez & Govea, 2006).
El movimiento de las mujeres a favor del medio ambiente
En el año de 1992 en la Conferencia para el Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas en Río de Janeiro se consideró el conjunto temático “mujeres–medio-ambiente-desarrollo”, como respuesta a uno de los mayores desastres moderno provocados por el hombre en 1986 que fue el reactor atómico de Chernóbil, en el cual se estimo la muerte de 50 personas de forma inmediata, pero 20 años después la cifra se incremento hasta 4 mil en 2005 (REF1), es importante mencionar que el daño provocado por la radiación en el ser humano provoca una muerte lenta y dolorosa, y al medio ambiente alteraciones que hasta el momento se siguen estudiando. En el congreso se destacó que las mujeres son quienes han toman la iniciativa para buscar mejores condiciones de vida, no solo en la familia o en la sociedad, sino también en nuestro entorno de tal forma que inician a buscar la manera de cuidar, restaurar y preservar el medio ambiente, como parte integral para incrementar la calidad de vida del ser humano. En aquel entonces la prensa denominó a las mujeres como luchadoras del “frente ecológico o heroínas ecologistas” (Rodenberg, 1997).
Sin embargo esta aseveración suele ser contradictoria ya que al realizar un análisis de las agrupaciones ambientalistas a nivel mundial se observa que menos del 20% de los cargos directivos son ocupados por mujeres, pero si hemos sido observadores dentro nuestro núcleo social son ellas las de que se encargan en la mayor parte del tiempo del cuidado, restauración y mantenimiento de las áreas verdes, jardines, parque o simplemente de las masetas que colocadas en el hogar, la cantidad de mascotas que son cuidadas y alimentadas por ellas, tratando de buscar una hemostasis con los seres vivos.
La destrucción constante de la naturaleza para el progreso y avance del ser humano, la extinción diaria de una gran cantidad de especies de seres vivos tanto animales como vegetales, el convertir millones de áreas verdes llenas de vida en pavimento y concreto, la gran cantidad de seres humano muertos en la guerras sin sentido, logró despertar el interés de las mujeres por el medio ambiente.
Esto inicia en la década de los setentas del siglo pasado, como parte de la revolución cultural que exponía vivir en armonía con todos los seres vivos y la naturaleza intuyéndose a el mismo, ante la preocupación de la escasez de recursos naturales de uso cotidiano pero es hasta mediados de la década de los ochenta cuando surge el feminismo ecologista o ecofeminismo como una respuesta de las mujeres, por un lado ante las aberraciones que el varón ha hecho en contra de la naturaleza y por otro como una réplica hacia los hombres por la paulatina apropiación de la agricultura como forma de producción y no de subsistencia.
La mujer y el capital
La revolución industrial fue el evento trascendente que marcó la explotación de los recursos naturales de forma acelerada y masiva con el objetivo de obtener materias primas, que al ser procesadas se convierten en productos de consumo para las necesidades básicas. Posteriormente con el capitalismo y la división de los medios de producción, la plusvalía se sobrepone al cuidado del medio ambiente. De esta forma, la obtención de capital a cualquier costo produjo una devastación importante en los sistemas bióticos a nivel mundial, que en muchas zonas los niveles de erosión son críticos, debido a que tomará una gran cantidad de años restaurarlos; como es el caso de las zonas selváticas en todo el mundo (Braidotti, 2004).
Los estudios del feminismo y el medio ambiente establecen que existe una conexión entre la explotación y la degradación que el humano ha estado haciendo en contra de la naturaleza con la subordinación y la opresión que las mujeres han sufrido durante muchos siglos, debido principalmente a la perspectiva patriarcal y capitalista que han tenido las sociedades; determinando con ello la desigualdad entre los géneros y el descontrolado saqueo de los recursos naturales que solo buscan el beneficio económico distribuido desigualmente entre países que no aplican políticas de cuidado al medio ambiente, ya que ven afectados sus beneficios económicos. Tal es el caso de los Estados Unidos que se ha negado a firmar el Protocolo de Tokio, en el cual los países del mundo se comprometen a disminuir las emisiones de bióxido de carbono. Estados Unidos argumenta que esto modificaría el estilo de vida de sus habitantes, sin considerar que este país es el que origina más del 75% de bióxido de carbono a nivel mundial, siendo uno de los factores para el calentamiento global de la tierra (Albergaria, 2005).
En este sentido, las mujeres desde la mitad del siglo pasado tomaron una gran perspectiva sobre el vivir en convivencia con nuestro medio ambiente, levantando la voz hacia todas direcciones para el respeto de los seres vivos y la búsqueda de coexistencia con nuestro entorno, generando las condiciones propicias que permitan a la mujer a que se desarrolle en los campos culturales, políticos y económicos para buscar la equidad del desarrollo de la sociedad (Robles, 2004).
Desde una perspectiva teórica, se podría establecer que el enfoque de género a favor del medio ambiente y el desarrollo, está sustentado a través de un análisis crítico de las teorías feminista, ecológica social y política, para establecer un análisis del impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente esta triada tiene un perspectiva de análisis asimétrico por el contexto social que ha representado la mujer en el proceso historia del desarrollo humano (Guerrero, 2005).
En este sentido Hag (1995) considera que en casi todos los países la mujer ha trabajado más horas que los hombres, sin embargo; los hombres reciben la porción del león del ingreso y el reconocimiento por su contribución económica; mientras que la mayor parte del trabajo de la mujer sigue sin remunerar, sin reconocer y sin valorar”.
Enfoques de la teoría de género para explicar la dominación masculina
El concepto de género fue introducido por el movimiento feminista en los años setenta, que para sacar a la luz las diferencias entre los sexos. A partir del análisis, se observó que el género es una construcción sociocultural, que debe estar separado del concepto sexo, que refiere a características biológicas entre hombres y mujeres.
Lo interesante resulta que cuando las feministas introdujeron el término de género no pretendían sustituir al sexo, ya que existe una diferencia biológica real entre hombres y mujeres y lo único que se pretendía era establecerlo como un complemento que englobará el aspecto cultural y social del sexo. Se puede hablar de dos ejes que han determinado el papel de ambos sexos a lo largo de la historia, 1) la reproducción asignado esencialmente a las mujeres; y 2) la producción; función asignada fundamentalmente a los hombres. Esta construcción cultural formó una drástica función de los roles sociales.
Las feministas anglosajonas comenzaron a definir y divulgar el concepto de “género” y se propusieron utilizar el término “sexo” para designar las diferencias físicas, anatómicas y fisiológicas principalmente asociadas a la capacidad de procreación entre hombres y mujeres. El concepto de género es el producto de la construcción sociocultural en el que permite analizar las relaciones entre la biología y la sociedad a partir de las diferencias en el ejercicio del poder, las funciones sociales, la subordinación y desigualdades entre hombres y mujeres (Salas & Torre, 2006). La diferencia entre sexo y género se basa en que el primero es algo dado, estático e invariable mientras que el género es lo que se construye y moldea socialmente (Esteban, 2006).
La desigualdad de los sexos se ha convertido en un tema de discusión e investigación al considerar las desventajas sociales a las que se enfrenta la mujer ante el hombres dentro de la sociedad; sin embargo, se ha encontrado que a lo largo del tiempo han existido comunidades en la que hombres y mujeres han sido iguales con lo referente al escaso accesos de los recursos de la sociedad; mientras que predominan sociedades donde las mujeres siempre han estado en inmensa desventaja con relación al hombre. Es interesante que no se ha encontrado ninguna sociedad en la que el hombre se encuentre en desventaja con relación a la mujer; pues la hegemonía masculina está establecida por el rol social
La teoría de género no sólo se refiere a la concepción genérica de los sexos, abarca una concepción cultural determinada, íntimamente ligada a la teoría de la discriminación deliberada del hombre hacia la mujer. La teoría analiza los problemas fuera del terreno biológico y comprende la diferencia entre géneros a partir de cuestiones relacionadas con el origen de la subordinación femenina y delimitando las dimensiones de desigualdad y el juego de poderes (Fuentes, 2001).
La desigualdad de género está determinada en gran medida por la división de trabajo dentro y fuera de la familia. En la sociedad esta desigualdad se observa en las pocas oportunidades de trabajo colectivas que permitan a las mujeres elevar su estatus a través de la generación de recursos con relación a los hombres, el trabajo asalariado está bien establecido de acuerdo con la función de rol que marca la sociedad (Fraisse, 1991).
Las teorías que han tratado de explicar y articular el por qué se ha dado esa desigualdad de sexos dentro de la sociedad lo han hecho de manera aislada sin buscar una explicación integrada que proporcione los factores que han orillado a la sociedad a tener una estratificación de sexos. En este sentido las teorías sobre género presentan un problema debido a la parcialidad en sus enfoques teóricos al centrarlos en un solo nivel de análisis (Saltzman, 1992).
Se han distinguido dos niveles de análisis principalmente, el nivel microsoical y el macrosocial, aunque varios autores han considerado un nivel intermedio entre los dos anteriores, por lo que ha adoptado la existencia de tres niveles. El micronivel se refiere a fenómenos psicológicos individuales característicos de cada sujeto influenciados por factores sociales y culturales resultado de la interacción primeramente de la familia y segundo con la propia sociedad. En cuando a nivel medio engloba los factores a nivel organizacional y de redes sociales que influyen en el sujeto. Finalmente en el macronivel considera los fenómenos que afectan de manera generalizada a toda la sociedad e inclusive a un nivel mundial.
De acuerdo con lo anterior, todos los niveles de análisis interactúan entre sí para dar origen a la estratificación de sexos ya que determinan la función que como hombres y mujeres tienen ante la sociedad. Por ejemplo, la familia es una institución de nivel micro que transmite valores y creencias a los individuos que la conforman, pero estos principios están dados por el entorno sociocultural en el que se desarrolla tales como el aspecto económico, político, religioso, legal y otros que son aceptables para el lugar y tiempo en el que viven, por este hecho es necesario que cualquier teoría de género considere e integre los tres niveles de análisis.
Existen dos tipos de enfoques teóricos. Por una parte, hay teorías que consideran los aspectos coercitivos, que se centran en la habilidad de los hombres para mantener sus ventajas sobre las mujeres a través de fuerza y la superioridad en el campo económico, político, ideológico y físico, tal como sucede al comparar los salarios de hombres y mujeres, los primeros perciben un mayor sueldo en comparación a las segundas, ejerciendo sobre ellas una superioridad y ocasionando una dependencia hacia ellos (Saltzman, 1992). Este tipo de teorías atienden a los niveles de análisis macro y medio. Por otra parte existe el enfoque que pone énfasis en aspectos voluntarios que se centran en establecer como contribuyen las mujeres de manera inadvertida a su propia desventaja, desigualdad y devaluación, por lo que son de nivel micro ya que la forma en que mujeres y hombres asimilan la forma de comportarse dentro de una sociedad es aprendida en el seno familiar, ejemplo de ello sucede en la división de tareas dentro del hogar, es obligación de la hija satisfacer las necesidades del hermano varón porque es el modelo que ha observado por parte de su madre al atender al padre y por tanto ella repite el patrón (Quiroz, 2001.
Teoría marxista-feminista
La teoría marxista fue una de las corrientes que se preocupó de la cuestión de la mujer y buscó encontrar la política más justa para el problema y concluye que esta problemática es de tipo cultural en el que se ejerce la opresión sobre un sector de la sociedad, en la relación hombre – mujer, el primero ejerce una fuerza coercitiva y de poder hacia la segunda. Engels y Marx cuestionaron el papel de la familia burguesa en donde la mujer es vista solamente como un simple instrumento de producción a través de su función reproductiva. Por lo anterior defienden que la abolición de la propiedad privada proporcionaría las bases para transferir todas las responsabilidades sociales de la mujer, tal como el cuidado del hogar y así ellas pudieran desarrollar sus habilidades creativas y productivas dentro de la sociedad. Por lo que la mujer a lo largo de la historia ha sido explotada sexualmente debido al papel que ocupa dentro de la división y organización del trabajo en un mundo en el que predomina la explotación del hombre por el hombre y que lamentablemente no ha desaparecido ese patrón dentro de la sociedad contemporánea (Villalobos, 2002).
Para establecer la relación de hombre–mujer desde la perspectiva marxista es necesario definir el concepto del género humano que, de acuerdo con Marx, son las cualidades que diferencian al hombre de los animales. Propone cinco cualidades que hacen del hombre un ser enteramente social y por tanto tiene como fin el alcanzar el bienestar de la sociedad. Las cinco cualidades son: socialidad, trabajo, libertad, consciencia y universalidad.
La socialidad se refiere a que el hombre es un ser social y por tanto se encuentra inmerso en una sociedad en la que se expresan la suma de relaciones y condiciones en la que los individuos interactúan, el trabajo engloba la relación entre la naturaleza y el hombre y se define como el proceso que este realiza para obtener materias primas que transforman en productos de uso común. La libertad y la consciencia, para Hegel la libertad es comprender las necesidades, que implica no en buscar la independencia con respecto a las leyes sino en reconocer la aplicabilidad de esas leyes. Por tanto, consiste en el dominio de nosotros mismos y el medio en el que nos desenvolvemos, basado en el conocimiento de las necesidades propias. De manera implícita se refiere el concepto de consciencia, ya que este proceso implica el reconocimiento de nuestras posibilidades y capacidades para satisfacer nuestras necesidades. Finalmente, la universalidad postula al ser humano como un ser social en el que no existe la individualidad por tanto en revolución proletaria se busca exterminar con el poder que ejercen unos cuanto sobre la sociedad, (Hinkelammert, 2008).
De acuerdo con lo anterior la relación hombre-mujer, se basa en la manera en la que el hombre ve a la mujer como una presa y servidora de la lujuria comunitaria que puede tomar y apropiarse de ella cuando lo desee, esto significa la degradación del hombre ante sí mismo, al no respetar los derechos de las mujeres, la individualidad y la subjetividad femenina.
Los marxistas consideran que las mujeres han estado excluidas en la adquisición de conocimientos, ya que el hombre ha considerado a la mujer como un ser incapaz por naturaleza para poder generar los conocimientos necesarios, esto parte de la concepción de que el conocimiento es el resultado acumulativo del esfuerzo que el ser humano ha realizado para modificar y transformar la naturaleza, este hecho se creyó durante muchos años que era exclusivo del hombre al ser ellos los poseedores de la cualidad del trabajo. Actualmente esta concepción se ha modificado al admitir que la mujer tiene las mismas capacidades intelectuales que el hombre, pero esto se dependerá de los mecanismos que posean las mujeres para resolver el problema.
El feminismo marxista es una corriente de la teoría feminista que defiende la abolición del capitalismo y la implantación del socialismo como forma de liberación de las mujeres, partiendo de que el sistema capitalista conlleva a la opresión de las mujeres materializada en la desigualdad económica y es mantenida porque sirve a los intereses del capital y de la clase dominante.
La teoría se encarga del estudio de sociedades totales a nivel macro y considera el aspecto coercitivo que ejerce el hombre sobre la mujer en un sistema económico capitalista y patriarcal que facilita el sostenimiento de la opresión femenina.
Los marxistas feministas defienden que el sistema capitalista exige dos cosas: primero, la producción de una plusvalía por parte de la mano de obra que tradicionalmente es masculina y segundo, el mantenimiento y reproducción de una mano de obra relativamente dócil haciendo referencia a que las mujeres sean la parte fundamental de la mano de obra que realiza el trabajo no pagado del ámbito doméstico.
La opresión femenina en el mundo contemporáneo primero se materializa en la desigualdad económica en la que las mujeres son menos pagadas que los hombres, contribuyendo con ello a que las mujeres sean dependientes del varón y segundo sostiene por el poder de los capitalistas para proteger y realizar sus intereses que incluyen sueldos bajos y trabajo doméstico no pagado. Como esposas, las mujeres proporcionan servicios a sus maridos dentro de la organización familiar con lo que contribuyen al capitalismo en su papel de consumidoras y principalmente porque mantienen y reproducen la mano de obra sin costarle nada al capitalismo.
La ideología patriarcal representa una gran ventaja para el capitalismo ya que define a las mujeres principalmente como madres, lo que ayuda a mantener la segregación con respecto a los empleos y los sueldos bajos para las mujeres (Videira, 2006).
Los estudios del Ecofeminismo
El ecofeminismo ha sido la corriente que ha trabajado sobre la conexión mujer-naturaleza mostrando que el desarrollo del capitalismo para la obtención del capital en todos sus contextos ha logrado la destrucción masiva de la naturaleza un lapso relativamente corto de tiempo (Guerrero, 2005).
Este movimiento ecológico propone tres perspectivas que intenta explicar la importancia que tiene la mujer ante el cuidado del medio ambiente, debido a factores como el sexo, la cultura, los aspectos sociales y de manera innovadora la espiritualidad. Por lo cual, el ecofeminismo se ha divido en: social, cultural y espiritual.
El ecofeminismo cultural se centra en las diferencias biológicas entre el género, a partir de esta idea se establece que la principal razón por la que la mujer se preocupa por el medio ambiente, estableciendo la relación directa entre la condición reproductora de la especie humana, al ser ellas las que pueden “engendrar” en su vientre el desarrollo de una nueva vida y la concepción de la naturaleza como sinónimo de mujer. El medio ambiente posee una gran cantidad y diversidad de seres vivos, tanto animales como vegetales, en el que se encuentran los cuatro elementos naturales (agua, aire, suelo y fuego) que permiten al ser humano vivir en armonía con su entrono en un equilibrio entre cada uno de estos elementos (Warren, 2004).
El enfoque social el ecofeminismo se basa en la analogía entre la opresión que sufren las mujeres y el deterioro de la naturaleza, que se debe 1) a los valores patriarcales que han preponderado en la sociedad desde hace siglos y que han determinado la subordinación de la mujer ante el hombre y 2) por los valores capitalistas en las que predominan las relaciones de poder. En este sentido, al comparar la opresión que han sufrido las mujeres y la degradación del medio ambiente desde este modelo de producción; se puede observar que un pequeño sector de la población ejerce una fuerza coercitiva y de poder hacia otro sector considerado débil, tal como sucede con la relación hombre–mujer y hombre–naturaleza.
El primer componente del binomio, el hombre; ha sido culturalmente denotado como sinónimo de fuerza, por lo que ve a la mujer y a la naturaleza como servidoras suyas y de las cuales puede adquirir solo beneficios. En el caso de la mujer obtiene satisfacción sexual y de la naturaleza consigue materias primas que se transforman en productos de consumo para alcanzar recursos económicos. El segundo componente del binomio (mujer y naturaleza) han sido consideradas como débiles y por tanto se ha logrado dar la relación poder–opresión (Elejabeitia, 1987).
El capitalismo como modelo de producción ha ocasionado que en la sociedad contemporánea predomine la explotación del hombre por el hombre y que lamentablemente se ha intensificado con el paso de los años, por otro lado, el sistema exige dos cosas: la producción de una plusvalía a cargo de la mano de obra masculina y el mantenimiento de una mano de obra dócil, con salario no pagado, que no le implique un gasto al capital. Tal como sucede con el trabajo doméstico realizado por las mujeres y en el caso de la naturaleza obtienen los recursos materiales sin que les cueste un gasto, ocasionando con ello la explotación y deterioro del medio ambiente (Elejabeitia, 1987).
Finalmente, el aspecto espiritual del ecofeminismo considera que la fuerza de la vida reside en todos los seres humanos. La relevancia de lo espiritual en lo ecológico reside en descubrir que todas las formas de vida en el planeta Tierra son sagradas, y por tanto, merecen respeto, cuidado y buscar en equilibrio entre cada uno de sus componentes debido a la extinción de uno de ellos conlleva a la extinción de todos los sistemas. Otra postura reconoce la sensualidad que tienen las mujeres y la naturaleza, que les permite unirse con otros seres y celebrar el hecho de la vida. (Mies & Shiva, 2004).
El movimiento de las mujeres a favor de la naturaleza
La preocupación de las mujeres por la naturaleza las ha convertido en importantes actores sociales, generadoras de propuestas que involucren los esfuerzos colectivos para dar solución a problemas ambientales. Lo que significa una opción para la movilización social a través de la formación de redes sociales de mujeres en diferentes lugares del mundo con el único objetivo de sensibilizar a las poblaciones acerca de la importancia que tiene la preservación de los ecosistemas y recursos naturales de nuestro planeta para brindar una mejor vida a las generaciones futuras. Las activistas reconocen que los efectos del cambio climático han demostrado que lamentablemente ese futuro nos alcanzó y que hay que hacer propuestas concretas.
Las acciones de las ecofeministas se centran en cinco conflictos ambientales a los cuales se les debe dar solución:
Conclusiones
La destrucción de la naturaleza nos hace comprender que es necesario revertir ese proceso a través de la conciencia del valor de la vida, reconociendo que el deterioro del medio ambiente es el primer paso para el exterminio de la raza humana. Por ello es necesario educar masivamente en la idea que el ambiente y los recursos naturales pertenecen a cada individuo y si bien tienen derecho a usufructuarlos, estamos socialmente obligados a conservarlos ya sea individual o colectivamente. Los seres humanos como parte del rompecabezas que somos dentro del ecosistema, somos precisamente quienes estamos degradando nuestro entorno natural, y con ello rompiendo los lazos que nos unen a la naturaleza, bajo un solo objetivo; la obtención de capital; escudados bajo la coraza de desarrollo y progreso humano.
La defensa del medio ambiente se ha llevado a cabo desde dos frentes: desde el movimiento político de las mujeres en los campos, ríos, bosques, etcétera y desde la academia, a través de las discusiones teóricas del ecofeminismo. Es interesante hacer notar que la dominación masculina sobre las mujeres y el medio ambiente comparte el mismo eje: la valoración a quien quita la vida por encima de quien la otorga. Esta revisión teórica del ecofeminsimo y la construcción del género tiene el propósito de encauzar el camino de la humanidad que ha ocasionado la destrucción del medio ambiente y el sufrimiento de las mujeres. Para ello es necesario el libre acceso a la riqueza y a los recursos naturales esenciales tales como la tierra, el agua y el aire. Igualmente es indispensable el acceso al poder, al trabajo y a la educación; a fin de cambiar los patrones ancestrales que han permitido la dominación de un grupo sobre otro. El respeto por la diversidad cultural y el diálogo sobre intereses encontrados permitirá vidas más ricas donde se valore la participación del otro en metas comunes, pues finalmente unos y otros compartimos el mismo espacio, y el mismo medio ambiente.
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Recibido: Enero 2018 Aceptado: Enero 2018 Publicado: Enero 2018