Los Tipos Iconográficos de la Tentación y La Caída del hombre en las miniaturas de la Bibliothèque Nationale de Francia
Lucía Mireya Jiménez Benítez
Resumen:
En el presente trabajo abordamos el estudio de los tipos iconográficos de la Tentación y la Caída del hombre en las miniaturas conservadas en la Bibliothèque Nationale de Francia. Para ello, la elaboración de un Catálogo de imágenes ha sido fundamental. En él recogemos todas las miniaturas que se encuentran digitalizadas en la web de la Biblioteca. Se muestra una evolución del tema a través de las imágenes analizadas, sus características y sus peculiaridades; pero con la finalidad de entender su significado, su origen, por qué son como son y lo que expresan, hemos estudiado, además, sus fuentes más directas, Las Sagradas Escrituras.
Palabras clave: Adán y Eva, pecado original, tentación, caída, iconografía bíblica, miniaturas.
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1. Introducción.
La Tentación y la Caída del hombre han condicionado a lo largo de la historia la forma de afrontar la vida y la muerte de los cristianos, y aún más cuando surgieron, sobre el año 200, las primeras imágenes.
La historia de la Tentación y la Caída gira en torno a un acontecimiento decisivo, el Pecado Original. Antes de él, el hombre lo tenía todo, Dios le había regalado un jardín donde jugar a vivir eternamente, con una condición, -no tomar del fruto prohibido- pero desobedeció. Sucumbió a las palabras viperinas de la serpiente. Así, perdieron todo lo que tenían, incluso el favor del Creador, que los castigó y expulsó de aquel lugar utópico, quedando libres pero sin morada, condenados a luchar por sobrevivir. Era necesario que los cristianos conocieran cómo se cometió esta gran falta para no volver a caer en ella. Pero la historia del Pecado también explicaba a los primeros fieles el origen de la muerte.
La dificultad residía en transmitir todo esto en imágenes. De esto tratará el presente estudio, qué se dice en las escrituras y cómo se ha representado en las miniaturas de la Bibliothèque Nationale de Francia. Cada una de ellas perteneciente a distintos manuscritos que van desde el siglo VIII hasta el XVI.
2. La Tentación y la Caída del hombre.
La serpiente se acercó a la mujer y le preguntó por qué Dios no le dejaba comer de ninguno de los frutos del jardín, a lo que esta contestó: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte” (Gn 3,2-3).Y la serpiente replicó que no morirían, que Dios sabía que el día que comieran de él, se les abrirían los ojos y serían como “los dioses”, conocedores del bien y del mal. Así pues, la mujer vio que el árbol era bueno para lograr la sabiduría, tomó el fruto y luego dio también a su marido. De inmediato, se les abrieron los ojos, y fueron conscientes de su desnudez, así que con hojas de higuera cosieron unos ceñidores y en ese momento, escucharon los pasos de Yahveh (Gn 3,8), ambos se ocultaron entre los árboles. El resto de la historia hasta la expulsión nos es bien conocida por el Génesis.
“¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre” (Gn 3,22).
Será alrededor del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal donde se desarrollará la gran tragedia. Pero comprobamos como junto a este árbol se levanta otro, de la vida, que confiere la inmortalidad, el cual pasa desapercibido en la historia. Sobre él no recae ninguna prohibición, y sin embargo, nuestros protagonistas solo se interesan por aquel fruto que les da el conocimiento. Sólo al final del relato el Árbol de la Vida se convierte en algo crucial, pues si el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y al probar del fruto prohibido ha adquirido la sabiduría, solo le falta ser inmortal para convertirse en su igual. Por ello, Dios se apresura a expulsarlos.
El relato del Árbol ha desatado confusiones, como la duda de si existe un árbol o dos. Muchos apuntan que en un principio el relato original podría ser dos historias diferentes de la Caída, y que alguien las hilvanó de forma “poco profesional”1. O puede ser, en esencia, un intento de explicar la mortalidad del ser humano2. En ningún momento se dice en el Génesis que el hombre se hubiese creado inmortal y que por culpa de su desobediencia se volvió mortal, pero tampoco se cuenta que se hubiera creado mortal. Es más, da la impresión que Dios les concedió la oportunidad de la inmortalidad creando el árbol de la vida; podían tomar el fruto de cualquiera de los árboles que había en el jardín excepto de uno, y sin embargo, teniendo el fruto de la inmortalidad al alcance de la mano, tomaron el otro, el cual les produciría la muerte. Esto nos induce a pensar que en el relato original, sí que existían dos árboles, el de la vida y el de la muerte. Parece que Dios, por ser benevolente les prohíbe tomar el fruto mortal y que engañados por la serpiente, al final toman del árbol prohibido, perdiendo así la inmortalidad.
Esta hipótesis, como señalan Frazer y Gaster, restaura el equilibrio entre los dos árboles y hace más coherente el relato, pero también elimina la anterior. Además incluye una reflexión más profunda acerca de Dios. Y es que al prohibirles que tomen del fruto, Dios no quiere que sus criaturas sean iguales a Él, o al menos, que posean el don de la sabiduría. Sin embargo, si aceptamos que este árbol es el Árbol de la Muerte, su imagen queda sin mancha, ya que desea salvar a sus criaturas del trágico final.
El árbol ha tenido una gran importancia en todas las culturas, simbolizando regeneración, crecimiento, sucesión de vida y muerte. No es de extrañar, que el Génesis que bebe de estas fuentes, reproduzca varios de estos conceptos en la literatura cristiana3.
Santiago Sebastián también defiende esta idea del árbol como símbolo del cosmos. Para él es un símbolo de gran riqueza y uno de los más extendidos por su relación con lo ascensional. Además, el árbol permite, las relaciones de la tierra con el cielo, por ello posee un carácter centralizador hasta tal punto que “el Árbol del Mundo es un “Axis Mundi” que existe en todos los pueblos y culturas. Es el árbol un símbolo perfecto de la vida, creciendo hasta los cielos y vivificando todo el Universo”4.
Además, la prefiguración adánica opone el árbol a la Cruz del Salvador: “La muerte viene del Árbol -dijo San Ambrosio- la vida de la Cruz”5. Y “[…] dice un texto asirio sobre el Árbol de la vida: ‘este árbol de vida, en el centro del paraíso, es una imagen que anuncia la cruz del Salvador, que es el árbol de la vida verdadera, y esta cruz está levantada en medio de la tierra’. Allí morirá Adán, con lo que su muerte quedará inserta en el acontecimiento del Calvario, ya que según una leyenda en ese lugar fue enterrado”6.
El Génesis no especifica qué clase de árbol era, solo se refiere a “hojas de higuera” cuando se cubren. No obstante, la tradición más conocida es la del manzano, que proviene de la traducción latina de la Biblia7. En cambio, García Mahíques ofrece otra explicación del por qué de la popularidad de la manzana, símbolo de la caída del hombre. La razón que esgrime está relacionada con el carácter genérico que su nombre latino invoca, siendo, de este modo, “el fruto prohibido” para nuestros antiguos8. El manzano, Pyrus malus L. ha sido calificado con diversos nombres e incluso relacionado con diferentes frutas.
El ser que desencadena todo el episodio es la serpiente, que en un principio no se considera como el Demonio, simplemente es el animal más astuto de todos, el que corrompe al hombre. “En la Biblia, la serpiente es solo el instrumento del Demonio, en el arte cristiano son uno”10. Pero el hecho es que con la lectura del relato se plantean preguntas que quedan sin respuesta, como: ¿Cuáles fueron los motivos de la serpiente para privar al hombre del don que Dios le había otorgado? Puesto que privando al hombre de su “destino inmortal” ella no conseguía nada, al contrario, fue fuertemente maldecida. Aunque también podríamos pensar que ella sabía que ese árbol contenía el fruto mortal, y habiendo comido del árbol de la vida, engañó a “nuestros padres” para ser la única poseedora de la inmortalidad, al igual que Dios. Según los estudios que Frazer y Gaster han realizado de otras traducciones y culturas primitivas, la serpiente aparece en innumerables ocasiones como la causante de la mortalidad del hombre, y a cambio ella logra la inmortalidad11.
3. Los tipos iconográficos en las miniaturas de la Bibliothèque Nationale de Francia.
En el catálogo12 elaborado para el presente trabajo, hemos seleccionado distintos manuscritos que se conservan en la BNF, y en ellos podremos ver una gran variedad y riqueza de formas y de representaciones en la iconografía de La Tentación y La Caída del hombre.
3.1. Tentación y Caída. Adán y Eva.
En general, se puede apreciar que el esquema compositivo clásico de las primeras representaciones continúa a lo largo de los siglos. Las primeras imágenes-signo que se crearon funcionaron muy bien, el mensaje era claro, sencillo y directo, entonces ¿para qué cambiarlo? Este esquema consiste en situar a Adán y a Eva, de forma más o menos simétrica, a cada lado del Árbol. Normalmente aparecen desnudos, manteniendo una representación fiel al relato. Además, la serpiente aparece comúnmente en las representaciones y suele hacerlo enroscada en el tronco del árbol, con la cola en su base, y la cabeza en la copa (Cat. 13)13. Aunque existen casos, los menos numerosos, en los que la serpiente no aparece pero la escena sigue siendo reconocible (Cat. 12).
El Paraíso es representado de tres formas genéricas. Llamaremos a la primera categoría: Jardín Ornamental, consistiría en la representación de un “jardín común” más o menos salvaje y con un árbol central, el Árbol de la Ciencia, rodeado de vegetación variada que no llama la atención del espectador, quedándose así únicamente con lo importante del relato. Esta vegetación suele tener un carácter ornamental, que simplemente adorna el escenario donde ocurre la acción (Cat. 18). La segunda forma de representación más común sería el Jardín Reduccionista, aparecen los elementos de la historia mínimos imprescindibles: Adán y Eva, la serpiente (presencia irregular), y el Árbol. Con fondo dorado o neutro (Cat. 25) o con algunos motivos geométricos (Cat. 27). Y por último, el Jardín entre muros que es frecuente a partir del siglo XV y responde a una idea mucho más avanzada del mismo. Una muralla con una puerta principal claramente diferenciada, encierra un jardín que suele tener una fuente en su interior (Cat. 29), la cual sustituye a los cuatro ríos del Paraíso, que en antiguas representaciones, aparecen desordenados y naciendo salvajes (Cat. 9). Con la fuente se introduce el orden, el agua de naturaleza indómita es ahora controlada por el hombre, como en los “jardines modernos”14 (fig. 1) (Cat. 14).
Es importante destacar que la aparición de este tipo de representaciones no hizo que las demás desaparecieran, las formas antiguas y nuevas conviven. Se irán introduciendo distintas variantes en cada una de las miniaturas, dependiendo del lugar de origen y de la mano que las haya elaborado. Cada una de ellas es rica en detalles originales que las hacen únicas. Y por supuesto, no todas tienen la misma calidad de iluminación.
En la gran mayoría de las representaciones que hemos analizado, recae un fuerte peso de culpa sobre Eva. Adán suele aparecer pasivo, y es Eva la que comete el Pecado (fig. 2) (Cat. 32). Es más, en numerosas imágenes vemos cómo la cabeza de la serpiente se metamorfosea en la de Eva. Se produce un desdoblamiento de rostros y ambas comparten el mismo (Cat. 31). Esto parece recalcar aún más la culpabilidad de Eva, como si se viera así misma en la serpiente, que está identificada con el Diablo, con el mal, que siembra la discordia en medio de ese paisaje idílico, arrebatándoles todos los dones ofrecidos por Dios. Poniéndole el rostro de Eva, se identifica directamente con el mal, es la culpable del Paraíso perdido. Aunque ambos comieron del fruto, fue Eva la que se dejó embaucar por la serpiente y esto es lo que se refleja en las miniaturas.
Por otro lado, las diferentes representaciones de la serpiente, en mi opinión, son por sí mismas dignas de estudio. No existen dos iguales y las más interesantes son aquellas que se representan como híbridos entre criaturas y animales (fig. 3) (Cat. 36), como si fuese un ser fantástico (Cat. 46); sin olvidar las que poseen cabeza humana y/o torso femenino (Cat. 14 y 43) (fig. 4). En ocasiones, la serpiente lleva el peinado de la época (Cat. 5) en la que se ha elaborado la miniatura (pues lo comparte con Eva). En definitiva, la serpiente representada como un monstruo se hace común, pero no por ello deja de ser interesante. Según Kappler, el monstruo en la Edad Media hace irrupción tanto en la vida como en el arte, en la religión como en la teología. El monstruo acabará afirmándose a sí mismo. “El Diablo, la Mujer, el Monstruo, se encuentran, y van a constituir, por parejas o en conjunto, una poderosa unidad. […] “¿Cómo exorcizar el miedo sino desacreditando la causa de ese miedo? Considerar como impura a la mujer significa tratarla como a un monstruo: relegarla al lugar donde se la puede acusar, juzgar, eliminar”15 (fig. 5) (Cat. 16).
3.1.1. Eva toma la fruta de la serpiente (o del árbol) en presencia de Adán (que a veces intenta detenerla).
Este episodio suele representarse con los primeros padres situados a cada lado del Árbol, y mientras que Adán permanece expectante en la escena, Eva suele alargar la mano hasta los frutos del Árbol, o hasta la boca o las manos de la serpiente quien le entrega el fruto directamente. A veces, Adán trata de detener a Eva (Cat. 2). En este caso, se rompe el esquema clásico, es una de las excepciones que cumplen la norma, y ambos se sitúan en el mismo lado del Árbol. Por esta nueva posición, Adán extiende su mano hasta el hombro de Eva para impedir que alcance el fruto, aunque sin éxito.
En este grupo de miniaturas tenemos una extraña representación: la serpiente ofreciendo toda su atención a Adán, entregándole el fruto directamente de su boca (Cat. 25).
Otro caso llamativo a causa de su originalidad lo vemos en (Cat. 3). En él aparecen Adán y Eva a cada lado de un curioso Árbol con dos copas. En medio de ellas, aparece la serpiente, recordando a las sirenas, ofreciéndole el fruto prohibido a Eva. Esta lo toma en presencia de Adán, aunque estamos ante una representación muy poco corriente, Adán está tomando del fruto e incluso ya cubre su desnudez, pues ya es consciente de ella tras el pecado, y sin embargo, Eva aún se mantiene inocente.
La serpiente, en caso de que aparezca en escena, suele hacerlo enroscada en el tronco del Árbol, es de esta manera que los primeros padres pueden interactuar con ella más fácilmente a la hora de alcanzar el fruto. Sin embargo, tenemos otras excepciones en estas miniaturas, como el de una serpiente que aparece a los pies del Árbol deslizándose por el suelo y dirigiéndose a Eva (Cat. 11). O el caso de una serpiente que no realiza ninguna de las anteriores: esta se encuentra en medio de las dos copas que posee el Árbol, enlazando su cuerpo con las ramas y mirando a Eva (Cat. 28).
3.1.2. Eva ofrece la fruta a Adán.
La miniatura que más claramente refleja esta tipología es la Cat. 17. Situados al lado izquierdo del Árbol, Eva toma el fruto en presencia de Adán y parece ofrecérselo mientras que él la señala con un dedo acusador y se lleva la otra mano a la garganta, como envenenado por el pecado.
3.1.3. Adán y Eva toman (y posiblemente comen) la fruta.
Ambos aparecen tomando el fruto prohibido, en el momento en que lo están cogiendo del Árbol o de la Serpiente (Cat. 21), pero también se les representa comiéndolo directamente (Cat. 27). En algunos casos el fruto aparece mordido (fig. 6) (Cat. 34) y en esta ocasión se trata de una manzana roja. Otras veces, Adán se lleva una mano a la garganta indicando que ya han comido la fruta y el pecado ya se ha cometido (Cat. 20 y 42) (Fig. 7).
3.1.4. Adán y Eva descubren su desnudez y se cubren con manos u hojas.
La mayoría de representaciones no cumplen una tipología iconográfica pura, por lo general, en una misma miniatura existen varios momentos del episodio plasmados en ella. Una imagen resume todos los acontecimientos. Pero donde se aprecia con más insistencia este proceso es en este tipo iconográfico. Estas serán las representaciones más contaminadas de otros momentos de la historia. Puede ser debido a que este momento responde al punto y final del Pecado Original, cuando Adán y Eva se cubren acaban de perder la inocencia. El paso siguiente, es la Expulsión del Paraíso y aunque forme parte de la historia de La Caída del hombre, es la puerta a otro capítulo de la historia de Adán y Eva. Sería lógico pensar que no se puede plasmar el final de una historia sin saber de dónde proviene y se representaría entonces, aunque de forma resumida y en la misma imagen, acontecimientos anteriores.
Pero existe otra posibilidad, que a la representación de estos acontecimientos anteriores se le ponga de broche final la representación de la pérdida de la inocencia, el descubrimiento de la desnudez y su consiguiente cubrimiento.
Habitualmente se les representan ocultando su desnudez con hojas, a veces de higuera (fig. 7) (Cat. 42), en este caso vemos como ambos aparecen en el mismo lado del Árbol, otras veces no se sabe distinguir el tipo de hoja, y es muy probable que no esté representada ninguna en concreto (Cat. 40). Y en otras ocasiones cubriéndose con sus propias manos (Cat. 43).
Disponemos de un ejemplo en el que Adán y Eva aparecen vestidos con sendas túnicas (Cat. 5). Pero no hay que confundirlas con los ceñidores que se hicieron después de tomar el fruto prohibido, o las pieles que Dios les confeccionó para vestirlos antes de su expulsión. En este caso, se les ha representado en el jardín vestidos en lugar de desnudos, es una excepción que se sale de la norma habitual.
3.2. Tentación y Caída. Escenas con Eva sola. (La serpiente persuade a Eva para que tome la fruta).
En este apartado final, podemos incluir una sola imagen del Catálogo, la única representación en las miniaturas de la BNF en la que se encuentra Eva sola frente a la serpiente. Es una de las imágenes más originales y característica que tenemos (fig. 8) (Cat. 46). En ella vemos representada a una Eva de cabello largo y dorado, desnuda frente a la serpiente, como si de un reflejo se tratase, si no fuese por el cuerpo monstruoso que la completa. El cuello largo y retorcido de esta serpiente se une a un cuerpo de dragón desproporcionadamente grande para su rostro, con patas de león y alas de murciélago, finalizando en una delgada cola. No hay signos del Paraíso, del Árbol de la Ciencia o de Adán. Se trata del momento en que la serpiente entabla conversación con Eva, el momento de la Tentación, la afirmación de la culpa. Cuando Eva sucumbe ante ella.
El Diablo se convierte en cualquier cosa, y asociado a la idea de maldad, se representa como un monstruo, responde esto a la calocagacía clásica, cuanto más feo, más malvado debía ser.
4. Conclusiones.
Hemos querido detallar las diferentes iconografías que existen sobre uno de los grandes principios donde se fundamenta la cultura occidental, la del Pecado Original cometido por Adán y Eva, y el papel de la mujer como inductora del pecado y del mal en el mundo. Algo que invita a reflexionar sobre la consideración de su papel a lo largo de la historia.
Notas:
1. FRAZER, J. G., El folklore en el Antiguo Testamento. México, F.C.E., 1981, pp. 26-29. RÉAU, L., Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Antiguo Testamento. Barcelona, Ediciones Serbal, 1996. T. 1/Vol. 1, p. 87.
2. FRAZER, J. G., Op. cit., p. 28.
3. ANDRÉS ORDAX, S., Iconografía cristológica a fines de la Edad Media. El crucero de Sasamón. Salamanca, Gráficas Ortega, 1986, pp. 45-48.
4. SEBASTIÁN, S., Mensaje simbólico del Arte Medieval. Arquitectura, Iconografía, Liturgia. Madrid, Ed. Encuentro, 1994, pp. 35-36.
5. RÉAU, L., Op. cit., p. 109.
6. SEBASTIÁN, S., Op. cit., p. 36.
7. ANDRÉS ORDAX, S., Op. cit., p. 46; RÉAU, L., Op. Cit., p. 109.
8. GARCÍA MAHÍQUES, R., “Malum Arbor. El código semiológico de la manzana”, Ars Longa: Cuadernos de arte, nº 2, 1991, pp. 81-87.
9. Ibídem., p. 82.
10. RÉAU, L., Op. cit., p. 108.
11. FRAZER, J. G., Op. cit., pp. 26-49; GASTER, T. H., Mito, leyenda y costumbre en el libro del Génesis. Barcelona, Barral, 1973.
12. El catálogo fue elaborado por la autora del artículo y se encuentra disponible en: https://goo.gl/nvif3e
13. Aunque el catálogo es rico en ejemplos, hemos seleccionado las imágenes que pueden ilustrar mejor el tema tratado.
14. Nos referimos a las tipologías de jardines que se realizaban en los siglos XV y XVI, contemporáneos a dichas miniaturas.
15. KAPPLER, C., Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media. Madrid, Akal, 1986, pp. 274-300.
Referencias bibliográficas:
ANDRÉS ORDAX, S., Iconografía cristológica a fines de la Edad Media. El crucero de Sasamón. Salamanca, Gráficas Ortega, 1986.
AYÁN CALVO, J.J. (ed.), Hilario de Poitiers. Tratado de los misterios. col. Biblioteca Patrística 20, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1993.
FRAZER, J.G., El folklore en el Antiguo Testamento. México, F.C.E., 1981.
GASTER, T. H., Myth, Legend and Custom in the Old Testament, Nueva York, Harper & Row Publishers, 1969 (tr. esp. Mito, leyenda y costumbre en el libro del Génesis. Barcelona, Barral, 1973).
GOOSEN, L., De Abdías a Zacarías. Temas del Antiguo Testamento en la religión, las artes plásticas, la literatura, la música y el teatro. Madrid, Akal, 2006.
GRABAR, A., Las vías en la creación de la iconografía cristiana. Madrid, Alianza, 1991.
GRAVES, R. y PATAI, R., Los mitos hebreos. Alianza, Madrid, 2000.
KAPPLER, C., Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media. Madrid. Akal, 1986.
RÉAU, L., Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia, Antiguo Testamento. Barcelona, Ediciones del Serbal, T. 1/Vol. 1, 1996.
SEBASTIÁN, S., Mensaje simbólico del Arte Medieval. Arquitectura, Iconografía, Liturgia. Madrid, Ed. Encuentro, 1994.