No considero razonable generalizar cualquier postulado que se nos venga a la mente, sin discriminar las condiciones en las que podría tener vigencia. Desde esa perspectiva, Desde esta perspectiva, observo que la utilidad marginal decreciente sólo puede ser aplicable a los alimentos y alguno que otro bien, pero no podría ser referida a todos los bienes y servicios. Tomemos el caso de los antibióticos. Si el médico receta cinco millones de unidades de un antibiótico determinado para curar una infección, dosificadas para un tratamiento de cinco días, la dosis del primer día no será más útil que la dosis del segundo día, ni ésta será más útil que la tercera… Todas las dosis del medicamento serán igualmente útiles, puesto que la dolencia no cesará mientras el tratamiento no termine con la aplicación de la última. Por otra parte cabría preguntarse: ¿Será la segunda aspiradora comprada por la dueña de casa, más importante que la primera? ¿Encontrará la señora que la alfombra nueva le brinda una satisfacción menor que la primera? ¿Será el primer libro más útil que el segundo? ¿El primer automóvil que adquiere el sujeto, tendrá una utilidad mayor que los que adquiera después de que el primero ha cumplido su ciclo de vida?...
Otra contradicción.
El Principio de la Isaciabilidad del modelo neoclásico establece que para el sujeto económico “más es mejor”, es decir, que el individuo siempre querrá consumir más de un bien, sin límite alguno. En cambio la “Ley de la Utilidad Marginal Decreciente” nos hace saber que más allá del eje de las abscisas, el consumo de un bien ya no satisface; al contrario, es una tortura.
Como éstos, es posible encontrar incontables ejemplos de bienes y servicios para los que no será posible aplicar la “ley de la utilidad marginal decreciente”, si es que abandonamos el mundo de los espectros. Pero, antes de presentar una propuesta Razonable sobre la Utilidad, es preciso retomar dos conceptos fundamentales.