Los nuevos Sujetos económicos
En la evolución histórica de los países del planeta aparecen nuevos personajes que deben ser tomados en cuenta cuando se trata de establecer las bases de un nuevo sistema o modelo económicos. Por ahora, voy a introducir tres nuevos sujetos económicos con características muy distintivas, los que influyen significativamente en el ritmo de los acontecimientos planetarios y en la necesidad de buscar nuevos instrumentos analíticos que permitan mostrar esa influencia. Para dar comienzo a este capítulo, detallaré algunos rasgos característicos de tres de los más importantes personajes de esta obra, a los que he denominado: El Homo consumidorus, el Hombre obsesivo y el Ser Razonable, respectivamente.
La mayor parte de los representantes del de la Economía-Vudú, segregada ectoplasmáticamente por los Neoclásicos, han dejado de lado la que alguna vez denominaron La Ley de la Utilidad Marginal Decreciente para sustituirla por la llamada Curva de Indiferencia. En el presente capítulo tomamos lo razonable que hay en la teoría, para modificarla y adecuarla a las realidades de los países sub desarrollados del planeta. En el proceso de diseñar una nueva curva sobre la Utilidad, no olvido que la noción fue desfigurada por la pretensión de generalizar sus postulados indiscriminadamente a cualquier clase de bienes, algo que no es razonable, tal como lo veremos de inmediato.
Hasta el momento, los neoclásicos han tomado como su unidad de análisis al Homo economicus. Pero, con la aparición del capitalismo maduro no regulado, el Homo economicus ha cedido el paso a otros que expresan con mayor autoridad la realidad de los procesos económicos, tanto en los países desarrollados como en las élites de los subdesarrollados. Uno de ellos es el Homo consumidorus.
El Homo consumidorus se desenvuelve en un mundo de derroche pleno, en el que la posesión de cuatro automóviles es un signo de gran desarrollo y bienestar, lo que le permite, además, gozar de especial consideración y respeto por parte de la sociedad consumista. En este sentido, la supuesta racionalidad del Homo economicus es reemplazada por el “Prestigio” que obtiene su reemplazante, el Homo Consumidorus. Sobre la base de estas percepciones se construye una escala de valores artificialmente deformada en los grupos humanos de ingresos altos; por otra parte, los convierte en los grandes depredadores del planeta. Pero si el Homo consumidorus ha nacido en las sociedades de mayor grado de desarrollo, no ha sido para limitar su existencia a esas regiones, sino para dispersarse en el mapa planetario, conformando las élites privilegiadas de los países subdesarrollados y completar el accionar del empresario transnacional en su cotidiana tarea de elevar la tasa de agravio al medio ambiente, por medio de la contaminación área, acuática, terráquea y subterránea del planeta. A esto es preciso añadir la progresiva desigualdad distributiva del ingreso y su responsabilidad en los procesos inflacionarios que se producen en los diferentes países.
El Homo consumidorus modifica constantemente la realidad con su insaciable voracidad por bienes y servicios, especialmente de lujo. La manía consumista de este sujeto es la que acicatea los nervios vitales de una buena parte del empresariado transnacional, en su obsesión de ganar más dinero para ganar aún más, en un maniático afán acumulador que carece de todo sentido.
Su existencia real
Mientras el Homo economicus era un ente abstracto, concebido como el personaje que obra luego de análisis de costo-beneficio, el Homo consumidorus es un ser de carne y hueso cuyo consumo personal reemplaza, por sí solo, al de centenas de miles de otros seres reales.