Los neoclásicos consideran que el Homo economicus es la unidad de análisis de la microeconomía, pero la realidad nos muestra que éste fue reemplazado, por lo menos en las élites consumistas del mundo, por el Homo consumidorus. La diferencia entre ambos es importante. El Homo economicus es un ente abstracto, ideal, no real y realiza una acción sólo después de hacer un análisis de costo-beneficio de los eventuales resultados.
El Homo consumidorus no es un ente espectral; es un ser vivo que tiene la renovada obsesión de consumir más y más.
Los neoclásicos la definen como el lugar geométrico conformado por todas las combinaciones posibles de los bienes Y y X que bridan el mismo grado de utilidad al consumidor .
Recordemos que el primer economista en introducir la curva de indiferencia al instrumental analítico de la teoría económica fue Francis Isidro Edgeworth (1845-1926)
Los neoclásicos dicen que la curva de indiferencia permitió a la teoría económica librarse del concepto cardinal de la utilidad, al adoptar el principio vigente hasta ahora, que es el ordinal. Según este principio, el consumidor preferirá dos hamburguesas a una, aunque para ello no necesite saber si dos hamburguesas le dan el doble y o el triple de utilidad que una. Aunque hay muchas maneras de presentarla y analizarla, nos dedicaremos a mostrar el concepto esencial que la avala. En el eje de las ordenadas se muestran las diferentes cantidades del bien Y, mientras que en el de las abscisas se registra las que corresponden al bien X. De acuerdo con la teoría subyacente, el consumidor estaría en condiciones de elegir cualquier combinación de los dos bienes, puesto que cada una le reportaría la misma utilidad que las demás.
Por lo tanto, cualquiera de las combinaciones le será “indiferente”. En el punto a de la gráfica 6.1, el consumidor tendrá una combinación de Y1 de Y más una unidad de X. La combinación “b” estará compuesta por Y2 de Y y dos unidades de X. La combinación “c” tendrá Y3 de Y y tres unidades de X. En el proceso, se observa que para optar por la segunda unidad de X, el consumidor renunciaría a una cantidad Y1-Y2 de Y. Para lograr la tercera unidad, estaría dispuesto a renunciar sólo a una cantidad equivalente a Y2-Y3 de Y que es menor a la que habría renunciado por la segunda unidad de X. Cada vez que debe optar por una unidad más del bien X, el consumidor tendrá una disponibilidad mayor de X y menor de Y.
Ésta es una prueba clara de que la Curva de Indiferencia tiene al principio de la Utilidad Marginal Decreciente como el pivote central de su estructura y concepción. Por eso es que el consumidor estaría dispuesto a renunciar a una cantidad menor de Y cada vez que opta por una unidad más de X. Ésa es la lógica interna de la Curva de Indiferencia, aunque, por razones que no se conoce, los neoclásicos hacen lo posible para presentarnos la imagen de que la Curva de Indiferencia reemplaza a la de la utilidad marginal y que no hay en la primera, vestigio alguno de la segunda.