En el antiguo Oriente existieron en largas épocas históricas anteriores a la era común, culturas de extraordinario esplendor, ejemplo de ello tenemos a la Mesopotámica, Egipcia, Persa, Babilónica entre otras. Esas culturas, presentan características afines que permiten encuadrarlas dentro de lo que algunos académicos denominan Estado despótico o Estado teocrático (Porrúa Pérez, 1994, pág. 49); empero, ese despotismo no implicaba la ausencia total del orden jurídico, al contrario, se sabe que esas culturas antiguas tuvieron un régimen de derecho, pero lo exagerado de la autoridad hacía que el derecho público y privado de sus miembros estuviera restringido, pues era necesario que el individuo perteneciera a una clase o casta privilegiada, para poder llegar a un cargo público. Normalmente esta casta implicaba que existiera una relación entre el soberano y la divinidad, dentro de esta organización política observamos la presencia de dos tipos fundamentales: primero, que el soberano es el representante del poder divino, su voluntad se asemeja a la de la divinidad y es un soberano – dios. Segundo, el poder del soberano se encuentra subordinado al poder divino, y que expresa su voluntad por medio de otras organizaciones distintas de su persona pero siempre en su nombre. De esta manera, la teocracia puede significar en el primer caso, el fortalecimiento del poder del monarca, y en el segundo, su disminución, por el hecho de existir frente a la autoridad, una clase sacerdotal con determinados privilegios derivados todos de la interpretación de la voluntad divina. Por el contrario a esas culturas y su orden monárquico ligado a las divinidades, Israel constituye la primera nación del mundo antiguo, que si bien inicia con una teocracia, se caracteriza no sólo por la unión con un solo Dios, sino con un pueblo y una tierra, de ahí inicia el cambio que el judaísmo aporta al mundo, los reyes judíos no son sacerdotes, ni profetas, ni mucho menos encarnan a la divinidad, André Chouraqui señala que en Israel: El crepúsculo de los ídolos comienza mientras se abren las puertas de un nuevo reino: el de la historia de los hombres (Chouraqui, 2008, pág. 13), y es que a diferencia de los dioses de los gentiles, el Dios de los judíos, es único en un sentido real, ya que el judaísmo no acepta la unidad de dos o más dioses que actúen separados y sean uno solo, el Dios de Israel es para los judíos trascendente y poderoso, pero se realizan sus medios por hombres de carne y hueso, no por divinidades encarnadas. Por ello en el Israel antiguo no juzga el sacerdote, lo hacen los iguales y en un orden jerárquico bien definido, jueces menores subiendo diversas instancias hasta llegar al máximo decisor, pero no es Dios quién lo hace ni su representante, es un humano, tema del que también nos ocuparemos más adelante, solamente queríamos introducir la idea en el lector, de que Israel rompe el mito de reyes – dioses, de tal forma que entendamos las causas por la que los reyes de Israel, no son todo poderosos y sus reinos no encontraban el mismo soporte de miedo que los hiciera perdurar como otros reinos antiguos, pese a ello, la presencia israelí como pueblo independiente, duró alrededor de cuatrocientos años (Bard, 2006, pág. 8), mucho más que otras civilizaciones, como ejemplo diremos que los Estados Unidos Mexicanos, no tienen ni doscientos años de independencia, aceptando que la misma ocurrió en 1821 con el acta de independencia y no con el grito de Dolores en 1810, lo mismo ocurre con los Estados Unidos de América, Canadá, todas las repúblicas americanas y algunas europeas entre ellas Italia que se constituyó en República hasta 1946; lo que ilustra que la presencia de cuatrocientos años como reino de Israel, sobrepasa a muchas culturas contemporáneas y dejó en la mente de los judíos, la idea del apego a una tierra y un deseo colectivo de retorno, que empezó a cristalizarse a finales del siglo XIX y se volvió realidad en la primera mitad del siglo XX, como también analizaremos más adelante.
Con lo anterior en mente, que permite entender que el reino de Israel no fue un pueblo tradicional en el sentido del ejercicio del poder, podemos decir de manera breve, que posterior a la conquista por, el pueblo no se organizó en un reino, a la muerte del conquistador Josué viene el periodo de los Shoffetim o jueces, hay quienes ubican este periodo entre el 1200 al 1030 a.e.c. (Chouraqui, 2008, pág. 19), la Tanaj nos habla de que existieron diversos jueces que de alguna manera gobernaban al pueblo sin ser reyes, el último de estos jueces es el llamado profeta Shmuel ó Samuel; quiero aclarar que para efectos de contar la historia completa de Israel, sería imposible hacerlo sin recurrir a ciertas citas de la Tanaj, pero ello no significa que este trabajo académico tenga una marcada connotación religiosa, lo que sucede es que al margen de creer o no en la biblia, esta es una fuente más o menos confiable de información histórica, así lo expresan diversos académicos y existen tesis y artículos que defienden esta postura (Shanks, The Bible as a source of testable hypotheses, Jul/ Aug 2011) (Eggers Brass & Derendinger, 2010, pág. 72), de hecho, muchas ciudades antiguas se han descubierto debido a la referencia de la Tanaj, de todas formas, la información de este periodo casi en exclusiva corresponde a la Biblia (Lemaire, The United Monarchy Saul, David and Solomon, 2011, pág. 86). Pero las evidencias arqueológicas, la astronomía y la historia de otros pueblos, permiten señalar el periodo en que ocurrieron, no sin algunas discusiones académicas, los periodos de tiempo señalados para el inicio de la monarquía en Israel están basados en las relaciones con sus vecinos, ya que Israel se encuentra entre Asiria y Egipto, son los relieves e historia de estos pueblos sumados al movimiento de los astros y lo que sabemos de Israel, lo que nos permiten ubicar el contexto histórico. Kenneth Kitchen nos explica por ejemplo, que Asiria tiene un historial de 261 años continuos, bien detallado con nombres, fechas de los reyes, nombres de altos funcionarios y eventos importantes, entre ellos los eclipses solares y lunares, los asirios registraron un eclipse lunar durante el reinado de Assur – Dan III, los astrónomos modernos pueden calcular con increíble precisión el fenómeno y decir que ocurrió en el 763 a.e.c., por lo que se obtiene el punto de partida para ubicar los sucesos dentro de los 261 años de registros asirios. Partiendo de esa primera hipótesis, se puede ubicar el periodo del rey asirio Salmanasar III en los años 859 al 824 a.e.c., el cual menciona en sus anales dos reyes de Israel con 12 años de diferencia, en los años sexto y dieciocho, lo que nos lleva a ubicar a los reyes de Israel Ahab en el año 853 a.e.c. y Jehu en el 841 quien pagó tributo a Salmanasar ese año, por lo que extrapolando podemos llegar al comienzo del reinado de Salomón alrededor de los años 971 ó 970 antes de la era común. Si además, lo comparamos con los registros egipcios, también podemos extrapolar las fechas y precisar la historia de Israel, con los egipcios se tiene una fecha conocida del 664 a.e.c., para el comienzo de la Dinastía XXVI, de ese periodo conocido se puede reconstruir hasta llegar hasta la dinastía XXII, con una línea de diez reyes fundada por el Faraón Shoshenq o Sheshonk, quien invadió Judá en el quinto año de gobierno de Roboam, según 1 Reyes 14: 25 – 26 y 2 de Crónicas 12: 1-9, y que se puede corroborar con la escena triunfal en el templo de Karnak de Amón en Tebas, considerando entonces que la invasión de este faraón a Israel debió ocurrir alrededor del 926 – 925 a.e.c., de tal suerte que con cierta precisión se pueden señalar la fecha de los sucesos ocurridos del Rey Saúl, David, Salomón y la línea de Reyes del reino dividido (Kitchen, Sep / Oct 2001).
Hecha la aclaración, la narración nos señala que Shmuel corona alrededor del año 1030 a.e.c. (Chouraqui, 2008, pág. 19) o el 1020 a.e.c. (Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel), al primer rey de Israel Saúl, con él se inicia la transición de una organización tribal al establecimiento de una monarquía plena, su reino fue corto, y desafortunadamente no se cuenta con mucha información del periodo y no existe rastro arqueológico (Lemaire, The United Monarchy Saul, David and Solomon, 2011, pág. 95), lo que se sabe proviene de la Tanaj, la que narra que siempre se vio marcado con el enfrentamiento con los filisteos y el temor de ser derrocado por su yerno, David; este último fue el segundo monarca del reino de Israel, quién ascendió al trono alrededor del año 1000 a.e.c. (Bright, 2003, pág. 265) o quizás el 1009 ó 1001 a.e.c. (Lemaire, The United Monarchy Saul, David and Solomon, 2011, pág. 96), aunque es difícil precisar la fecha, reinó durante treinta o cuarenta años hasta cerca del año 970 ó 965 a.e.c. (Zadoff, Efraim, 2009, pág. 89), es el rey más representativo de Israel, inclusive la estrella de seis puntas, que se reconoce como símbolo nacional judío y que figura en la bandera del Estado de Israel lleva su nombre, Maguén o estrella de David, la presencia de este Rey quedaría grabada en la conciencia del pueblo judío, ya que la tradición le atribuye haber sido un poeta y escribir los llamados Tehilim o Salmos, amén de lo anterior, también se espera que de él descenderá el Mashíaj ben David, el mesías hijo de David, que redimirá a todo el mundo, creencia que también comparten los cristianos en torno a David, aunque un tanto diferente de la versión original, atribuyéndole el apelativo de Mesías a uno de sus dioses y que supuestamente desciende de este rey, aunque los cristianos omiten el hecho de que el José señalado en el capítulo I del llamado libro de Mateo (La Biblia nueva Reina - Valera , 1990), podría o no descender de David, pero no es el padre, ya que la tradición cristiana señala que desciende directamente de otro de sus dioses, situación muy a la usanza griega con dioses que engendran otros, y una similitud enorme con la mitología griega y la relación de Hércules, Zeus, Anfitrión y Alcmena y considerando que al decir de Margot Arnaud, la mayor parte de los mitos griegos se remontan a la época micénica entre el 1580 – 1100 a.e.c. (Arnaud, 1991), antecede al nacimiento del cristianismo y algunos podríamos pensar que nace de la inspiración griega. Aunque los cristianos sostienen su creencia y la Iglesia católica desde sus inicios, ha insistido que el supuesto descendiente de David, el carpintero José, no es padre de su dios por ello a los que se llaman José se les dice Pepes, pues la iglesia católica ordenó que al referirse a este padre postizo, se antepusiera y leyera la leyenda Pater Putatibus, que luego sería simplificado por la escritura P.P., que oralmente dio origen a Pepe (La Gaceta, 2009). Pero no sólo judíos y cristianos respetan el nombre de David, para los musulmanes, es un siervo poderoso de Alá según el Corán en el Sura 38: 16 (Mohamed, 1982, pág. 321). Pero dejando a un lado lo anecdótico de la creencia judía, cristiana y musulmana de David, y volviendo a la historia, las excavaciones arqueológicas en Tel Dan, corroboran mediante una estela de basalto negro, la existencia del Rey David, por si alguno lo dudaba (Draper, 2010, págs. 3 - 25). Avraham Biran y su equipo de arqueólogos, encontraron esta extraordinaria inscripción que se considera corresponde al siglo IX a.e.c., en la cual se hace referencia tanto a la Casa de David como al Rey de Israel, siendo la primera ocasión que el nombre de David se ha encontrado en una inscripción que no sea la biblia (Corbett, Bronder, & Laden, 2011), por lo que poco se puede dudar de la existencia de este monarca.
El rey David, no sólo consolidó el régimen monárquico de su suegro, sino como lo señala la Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío (Zadoff, Efraim, 2009, pág. 94), realizó dos acciones de suma importancia: la primera de ellas es que fusionó todos los sectores de población dentro de las fronteras del reino, a pesar de su multiplicidad nacional y social, ya que pertenecían a tribus distintas y existían remanentes de los pobladores originales, así como los de poblaciones conquistadas durante su reino, convirtiéndolas en una sola nación con un sistema central de gobierno y una cultura definida; la segunda acción de importancia, estriba en el hecho de una organización efectiva del sistema de gobierno en una nueva entidad política y administrativa. Por primera vez estructuró el ejército con la incorporación de diversas fuerzas: además de la infantería ligera creó la infantería pesada, un núcleo de soldados profesionales en servicio activo; y un gran ejército de reservistas, en el que participaban todos los varones aptos para el combate. Además de lo anterior, como todo reino, necesitaba de un factor de cohesión que permitiera unir a toda la población, David ocupó el medio más idóneo conocido, la religión, la que formó la identidad necesaria en torno al idioma y la cultura del pueblo, el influjo de la vida religiosa, así como el efecto que ejerce en la formación de las relaciones políticas es determinante, no se pude soslayar el papel de la religión, cualquiera que esta sea en la formación de los Estados. Originalmente, desde la prehistoria, todas las instituciones sociales se ubican en una estrecha conexión con las religiones. Por ello David, después de la toma de Jerusalén, convirtió a esta ciudad no solo en la capital política de su reino, sino además, en la capital religiosa de todo Israel, al trasladar el arca de la alianza atento a lo narrado en 2 Samuel 6, el pueblo de Israel sin considerar la divinidad de su rey, no estaba exento de la influencia política de la religión, la cual coadyuvó a la consolidación del reinado de David, que llegó a tener influencia desde el Mar Rojo hasta el Éufrates, llegando a ser un poder económico y militar (Lemaire, The United Monarchy Saul, David and Solomon, 2011, pág. 101).
Después de algunas intrigas, traiciones y asesinatos, David fue sucedido por su hijo Shlomo o Salomón, 965-930 a.e.c. (Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel), 970/969 – 931 a.e.c. (Lemaire, The United Monarchy Saul, David and Solomon, 2011, pág. 106) quien reforzó aún más el reino, Salomón aseguró la tranquilidad dentro de las fronteras del reino y lo igualó a las grandes potencias de la época, expandiendo el comercio y desarrollando empresas como las minas de cobre y la fundición de metales, las cuales aparentemente se encuentran a 50 kilómetros al sur del Mar Muerto, en Jordania, en las que en los últimos ocho años ha trabajado el arqueólogo Thomas Levy, de la Universidad de California en San Diego (Draper, 2010, pág. 11), a la par de la explotación minera, establecía nuevas ciudades y fortificaba otras de importancia estratégica y económica. A este rey se le conoce por su mítica sabiduría y por haber mandado construir el Templo de Jerusalén, de lo que se sabe con certeza es que fue muy poderoso, y que trató de asegurar la posición política de su reino, contrayendo matrimonio con mujeres que tuvieran influencia en los reinos vecinos y aún los alejados como el de la reina de Saba. Hoy se puede corroborar, que el reino de Judá sí mantuvo relaciones con el reino de la legendaria Reina de Saba, ya que se cuenta con una inscripción conmemorativa de ese comercio entre los reinos, la inscripción se muestra en la pared de un templo, aunque está deteriorada se conservan al menos 25 líneas de inscripción, está escrita en Saba, el idioma del reino de Arabia del Sur, describe un agradecimiento a la deidad principal de Saba y también señala una expedición comercial importante con algunas poblaciones y las ciudades de Judá, la fecha de este escrito es difícil y complicada, pero se considera que podría ser, según Lily Singer – Avitz, en el siglo VIII a.e.c. o quizás un poco después hasta el 600 antes de la era común (Lemaire, Solomon & Sheba, Inc., Jan/Feb 2010).