El nombre de Salomón se liga tradicionalmente con el de una persona de una gran sabiduría, sin embargo, quizás no era tan sabio como se supone, ya que se han descubierto en investigaciones arqueológicas en Meguido, Israel, realizadas entre 1925 y 1939 y después de la II Guerra Mundial (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008), que sus construcciones tuvieron un costo muy alto, tanto económico, humano y de insatisfacción, ya que incluyeron trabajos forzados, elevados impuestos y generando un gran resentimiento entre la población, al mismo tiempo, llegaron problemas externos con dos reyes extranjeros, Hadad el edomita y Rezon el hijo de Eliyada. Con lo que se generó el caldo de cultivo para las revueltas y la consecuente separación del territorio del norte, lo que ocurrió alrededor del año 926 a.e.c. (Eggers Brass & Derendinger, 2010, pág. 67), 930 a.e.c. (Chouraqui, 2008, pág. 19) (Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel) (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, pág. 129), 931 a.e.c. (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008), 926 – 925 a.e.c. (Kitchen, Sep / Oct 2001), pero todas las fuentes coinciden que fue después de la muerte de Salomón, cuando el reino se dividió: al sur se constituyó Judá, con capital en Jerusalén, y al norte Israel, con capital en Samaria. Ya que después de la muerte de Salomón, volvió al país un antiguo allegado de Salomón, Jeroboam, quien había vivido exiliado en Egipto y encabezó una comisión pidiéndole al Rey Roboam, hijo y sucesor de Salomón, la disminución de impuestos, ante el rechazo del rey sucesor a las peticiones, iniciaron las hostilidades por parte de Jeroboam, el cual recibió el apoyo del faraón egipcio Sheshonk I o Shoshenq (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008), que en la Biblia en el llamado libro de 1 de Reyes capítulo 11 versículo 40 (La Biblia nueva Reina - Valera , 1990), recibe el nombre de Sisak que reinó entre el 946-913 a.e.c., Sisak invadió el reino de Reoboam y despojó el Templo de sus tesoros. El portal Bubastite en el templo de Karnak de Amón en Tebas, en la moderna Luxor, deja evidencia y corrobora los sucesos narrados en la Tanaj, la lista en Karnak de los lugares conquistados por Sheshonk, incluye ciudades tanto de los reinos de Judá como Israel, pero parece ser que las más afectadas fueron las ciudades de Judá y la propia Jerusalén (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, pág. 131). Con esta confrontación el reino se dividió y el líder rebelde se transformó en rey, bajo el nombre de Jeroboam I, aún y cuando la población de ambos reinos, conservaban relaciones y es probable que algunos fueran parientes, quedaron con esta ruptura divididos.
Jeroboam estableció la capital de su Reino en Shechem o Sichem, como se lee en el libro de 1 de Reyes 12:25, aunque después sus sucesores ocuparon otra ciudad como su capital, hasta la fundación de Samaria en el año sexto de Omri. La Tanaj sugiere, que como la gente seguía peregrinando a Jerusalén como una ciudad santa y seguía la religión del reino vecino, Jeroboam buscó una cohesión propia para su reino e instauró una religión para sus ciudadanos, erigiendo dos becerros de oro como las divinidades que los habían sacado de Egipto, 1 Reyes 12: 26 – 33. Las evidencias sugieren, que la idea de los becerros era un símbolo de la divinidad en los antiguos hebreos, lo que explicaría la facilidad con la que aceptaron este cambio de religión, o el retorno a una antigua tradición (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, pág. 135).
Al respecto se puede señalar, que una figura de un toro en bronce, fue encontrada en una colina en el norte de Samaria, por encima de la antigua carretera que conecta las ciudades bíblicas de Dothan y Tirsa, se ha considerado que la estatuilla fue elaborada alrededor del 1200 a.e.c., el toro es de siete pulgadas de largo y cinco pulgadas de alto, puede mantenerse en pie sin ayuda o espiga. Fue realizado por la técnica de cera perdida, es decir, el animal fue creado en cera y a continuación, la cera se cubre de barro, se hacen varios agujeros en la cubierta de arcilla, posteriormente bronce fundido caliente se vierte en la cubierta de arcilla a través de uno de estos agujeros, el metal fundido derrite la cera, que se vierte a través de otros orificios. El toro en sí, es muy común, representa la energía y la fertilidad, y es una representación del semítico dios de la tormenta Hadad, que se conoce en la Biblia como Baal. La relación entre el Di-os de los judíos y el toro entre las tribus del norte de Israel, se refleja en las tradiciones bíblicas sobre el becerro de oro. Algunos eruditos consideran, que los becerros de oro construidos por Jeroboam, fue tan solo el renacimiento de una vieja práctica conocida entre las tribus del norte de Israel desde su historia temprana (Mazar, Bronze Bull Found in Israelite “High Place” from the Time of the Judges , Sep/Oct 1983). La Tanaj nos da evidencia de ello en el libro de los jueces 06: 25, donde se describe que el padre del Gedeón adoraba a Baal, el propio éxodo 32: 4, nos cuenta que Aarón el hermano de Moisés, formó un becerro de oro diciéndoles al pueblo, que era el Di-os que los había sacado de la tierra de Egipto. Existen más evidencias que corroboran, que la antigua religión de Israel y Judá, tenía tintes que la mezclaban con la de los dioses de sus vecinos, entre ellas las excavaciones en Rehov, las cuales muestran estratos de una bien planeada y densa ciudad construida entre los siglos X y IX a.e.c., lo que corresponde todavía a la Monarquía única, de los restos de esta ciudad se encontraron evidencias de la adoración de los antiguos dioses cananeos, quizás adorados junto al Di-os del éxodo (Mazar & Panitz Cohen, To What God?, Jul/Aug 2008). De todas formas la creación del nuevo reino, constituyó la separación de Judá e Israel y cierto cambio de religión en el reino de Israel, es decir, en este reino no se desconocía al Di-os que los sacó de Egipto, la Tanaj es clara en señalar que existían profetas en este reino que hablaban del mismo Di-os de Judá, unos de ello es Elijah o Elías pero existieron otros, como podemos leer en 1 de Reyes 17 - 22, también podemos inferir que los reyes de Israel mantenían la religión de Judá, pero al parecer se había mezclado con ciertas prácticas de sus vecinos, de tal forma que adoraban al mismo Di-os del éxodo y en cierta medida lo consideraban el más poderoso, pero a su vez, no excluían a los otros dioses extranjeros, en cierta medida, se distorsionó la religión primitiva llegando a considerar que creían en el mismo Di-os de Judá, pero que se representaba en la figura de un toro, lo que se puede interpretar en la inscripción Yahweh de Samaria, en la figura de un bovino, lo que demuestra que la iconografía del toro era una forma religiosa de expresión al inicio del siglo VIII a.e.c., por lo menos así lo considera Kyle McCarter Jr. (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, págs. 135, 143). Además en Kuntillet Ajrud, un lugar de paso en el desierto del norte del Sinaí, se encontró evidencia de la multiplicidad de las prácticas religiosas, en las excavaciones realizadas entre 1975 y 1976, se descubrieron inscripciones hebreas y fenicias en las paredes de yeso, en las vasijas de almacenamiento y en la piedra, las traducciones de dichas inscripciones nos permiten suponer que tal lugar era un centro religioso. Las inscripciones contienen los nombres de El y Yhwh, ambas palabras son la forma hebrea de referirse a Di-os, una de las traducciones de esas inscripciones señala lo siguiente: Puedas ser bendecido por YHWH y su Asherah, considerando que Asherah, es una diosa mencionada frecuentemente como esposa de Baal; y que los israelitas habían adorado a un toro o becerro, representación del dios semítico Baal, es fácil concluir que habían mezclado su religión con la de sus vecinos, y adoraban al Di-os del éxodo junto con otras deidades (Meshel, Mar/Apr 1979). Lemaire coincide con esta interpretación, señalando que Asherah, está claramente asociada con YHWH, por lo que existe la tentación de considerar que Asherah es la esposa de YHWH (Lemaire, Who or What Was Yahweh’s Asherah?, Nov/Dec 1984). En esto coinciden otros eruditos, como William Dever, quien asegura que la diosa Asherah, en el antiguo Israel, se encontraba junto a una deidad masculina especialmente YHWH, Dever sostiene además, que existen un montón de símbolos antropomórficos de YHWH en los artefactos que han sobrevivido del antiguo Israel (Dever W. G., Mar/Apr 2008), indicativo de que el pueblo se resistía a no contar con una representación de su Di-os y además, que esa divinidad no podía estar solo, de ahí la idea de que contara con su esposa, la diosa del amor y la fertilidad, también conocida como Ashtoreth (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008).
Avner Uzi, nos explica que en los cultos antiguos de la zona, la idea de que los dioses tenían su pareja fue algo común, en el Sinaí y el Negev, existen unas piedras llamadas Masseboth, las cuales están colocadas siempre en par, esas piedras representan a divinidades y están siempre alineadas de la misma forma, con la idea de que el macho de esas piedras está siempre a la derecha y la hembra a la izquierda, algunos sugieren que son divinidades egipcias, otros que es el di-os de Israel y su consorte YHWH y Asherah, la palabra Asherah aparece 40 veces en la biblia hebrea, indicativo de que era conocida por los Israelitas y los Judíos. Masseboths de la época bíblica, se han encontrado en por lo menos 36 sitios, algunos de los cuales son sin duda de Israel, las fechas de tales rocas datan desde el siglo XI al III a.e.c., aunque en esta fecha ya era menos común, empero existe evidencia más antigua de estas formaciones, que nos llega de las Historias de Aqhat, una narrativa inscrita en tablillas cuneiformes procedentes de Ugarir, fechadas en el siglo XV a.e.c., Avner incluso llega a afirmar que este tipo de rocas se han encontrado en supuestos centros de adoración de sacerdotes judíos o israelitas (Avner, May/Jun 2001), y es que de la evidencia que nos llega del libro de Oseas 2:16, también podemos suponer que al Di-os de los hebreos también le llamaban Baal, cuyo significado quiere decir Señor (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, pág. 166), un epíteto que los judíos siempre han usado para referirse a Di-os, actualmente se ocupa Adonay, con el mismo significado;de tal suerte que la herencia recibida de Egipto en la adoración de múltiples dioses y la convivencia con los pueblos vecinos, permitió que el pueblo conviviera con otros cultos y mezclara el propio. Por lo anterior Bright señala, que la relación con el culto de los pueblos vecinos: Pronto amenazó una apostasía en gran escala del yahvismo. En algún sentido, naturalmente, la amenaza no era nueva. Como más de una vez hemos indicado, había existido siempre la tentación de adoptar el culto de los dioses de la fertilidad, junto con el de Yahvé, trayendo al culto de éste prácticas propias de los primeros. Este peligro había aumentado por la absorción en masa, bajo David y Salomón, de cananeos, muchos de los cuales, sin duda, se adhirieron sólo de boca a la fe nacional de Israel. Dado que la mayoría de estos cananeos estaban ahora dentro de las fronteras del Estado del Norte, grandes estratos de la población fueron, en el mejor de los casos, sólo a medias yahvistas. (Bright, 2003, pág. 327), es probable y podemos suponer, que algunos israelitas se resistieron, otros de plano se pasaron a la religión cananea y otros, quizás la mayoría, la mezclaron. Es casi seguro que en el antiguo Israel y Judá, no se concebía el monoteísmo judío como hoy se conoce, esa concepción se percibe con mayor fuerza y parece ser fruto del regreso del exilio babilónico, donde el pueblo reencontró su religión y regresó con mayor celo a reconstruir el templo.
Durante el tiempo que coexistieron ambos reinos, hubo constantes luchas, salvo algunos periodos de paz y un matrimonio celebrado entre ambas casas reales, con lo que se buscaba cierta estabilidad, pero en términos generales siempre hubo una tensión entre los reinos, y según la Tanaj, aparecieron una serie de profetas que llamaron al regreso de sus tradiciones, la narración también sugiere una inestabilidad en el reino de Israel, habida cuenta de la serie de asesinatos de sus reyes, por lo que políticamente no se consolidaba una dinastía de reyes que fuera reconocida por los líderes locales, hasta Omri, situación que contrasta con la estabilidad relativa de la Casa de David (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, págs. 138 - 140), al parecer, el elemento de cohesión que lograba mantener al reino unido, la religión, funcionaba mejor para la monarquía de Judá, y aún funciona, millones de personas aún se mantienen unidas con ese elemento de cohesión que los permite identificarse en cualquier parte del orbe, por lo que el reino de Judá padeció de una menor influencia de las religiones de sus vecinos, manteniendo una religión centrada en Jerusalén. De todas formas y sin pretender defender la religión judía, lo importante es destacar, que el reino de Israel, ante la falta de un factor de cohesión general y único fue siempre menos estable.
Las luchas entre los reinos de Judá e Israel no serían las únicas que enfrentarían ambos reinos, otros enemigos estarían presentes, ya que fueron constantes las luchas con los filisteos, moabitas, edomitas, el resto de los cananeos, arameos, así como las invasiones egipcias, una de las cuales sirvió de apoyo a la ruptura de la monarquía unida, pero además otras potencias vecinas asolaron repetidamente la región. El reino mesopotámico de Asiria, mantuvo excursiones en la zona durante los siglos IX al VII a.e.c., con el fin de mantener el control de las rutas de comercio de los minerales de Anatolia y la ambición de ampliar su reino, logrando la conquista de numerosos estados Arameos, Salmanasar III, quien desde el 853 a.e.c., salió repetidamente en campaña en los años siguientes, siendo la más seria de esas campañas la que tuvo lugar en el año 841, cuando los ejércitos asirios avanzaron hacia el sur, derrotaron a las fuerzas arameas y pusieron sitio a Damasco, cuyos jardines y arboledas arrasaron. Después, Salmanasar presionó hacia el sur, hasta Haurán, y por el oeste hasta el mar, a todo lo largo de la costa fenicia, recibiendo durante el camino tributo de Tiro, Sidón, y de Jehú, rey de Israel (Bright, 2003, págs. 337 - 338), de hecho se considera que la mayoría de los estados del norte de Siria, de manera regular pagaban tributo al reino de Asiria, el cual a la larga, destruiría el Reino de Israel con su capital Samaria. Como prueba de este dominio, tenemos el llamado Obelisco negro, que da cuenta de las hazañas de Salmanasar III de Nimrud, y donde se puede apreciar al Rey de Israel, presumiblemente Jehú, postrado en sumisión al rey asirio (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, págs. 147, 153), por lo que una vez más se corrobora, con la evidencia arqueológica, el relato que nos llega de la Tanaj.
En resumen, ambos reinos sufrieron de los mismos problemas durante su existencia, ambos también marcaron una clara sociedad de clases, cuya cúspide estaba constituida por el Rey, su familia y una aristocracia de nobles que gobernaban las provincias del reino, los militares en otro peldaño, uno más lo conformaban artesanos y trabajadores con labores especializadas, pero el grueso de la población estaba constituida por gente que trabajaba en el campo como agricultores, los estudios antropológicos indican, que la sociedad de Judá e Israel, seguía el patrón típico de las sociedades de su tiempo y espacio, y que las familias se juntaban en clanes, viviendo en la misma villa o relativamente muy cerca una de la otra. En el caso de las mujeres, si bien guarda similitud con el trato que daban los pueblos vecinos a sus mujeres, se nota un cambio que permite una protección especial a las mujeres y cierta igualdad de derechos con los hombres. La justicia también se impartía en el clan, por el grupo de líderes y los ancianos de la ciudad, aunque existía también las decisiones oficiales de las autoridades del reino, las cuales muchas veces denotaban un abuso del poder (Horn & McCarter, The Divided Monarchy: The Kingdoms of Judah and Israel, 2011, págs. 168 - 169), ese abuso del poder y la pobreza de la mayoría que se dedicaba a las actividades primarias, generarían un ambiente social inestable que repercutiría en la caída de los reinos en un tiempo relativamente corto.