La palabra Diáspora o Galut, designa el alejamiento forzoso del pueblo judío de su tierra, y radicación en el extranjero (Zadoff, Efraim, 2009, pág. 134), la diáspora significa entonces dispersión y fue considerada como un castigo ante la falta de cumplimiento de los deberes religiosos, así lo interpretaron al ocurrir la caída del reino de Israel y la posterior caída de Judá, desde el exilio de babilonia los judíos esperaban el regreso a su tierra, lo que generó un sentimiento de sentirse extranjero en una tierra que no fuera la de Israel, esta conciencia fue fomentada y preservada en las sinagogas, de tal suerte que preservó al pueblo judío de la desaparición por asimilación, ya que se cultivó todo aquello que permitiera preservar el carácter y costumbres judías, pero sobre todo, se evitó la mezcla con otros pueblos, los judíos se mantuvieron en buenas relaciones con las poblaciones de las culturas en las que se asentaron a lo largo y ancho del mundo, pero siempre evitaron la mezcla. La dispersión judía ocurre muy temprano en la historia, aun antes de la deportación babilónica los judíos habían iniciado su diáspora, la primera dispersión seguramente ocurrió con la legendaria Reina de Saba, ya que como anteriormente mencioné (7), se cuenta con una inscripción conmemorativa del comercio entre el reino de Saba y el entonces reino de Israel, la fecha de este escrito es difícil y complicada pero se considera que podría ser, según Lily Singer – Avitz, del siglo VIII a.e.c. o quizás un poco después hasta el 600 antes de la era común (Lemaire, Solomon & Sheba, Inc., Jan/Feb 2010), por lo que constituye el primer grupo que se apartó y que algunos consideran podrían ser los llamados Falashas, de los cuales también ya se han mencionado en este ensayo (9), quienes afirman que sus ancestros son el rey Salomón y la reina de Saba (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008), aunque tal situación es difícil de corroborar, existen argumentos que permiten creerles a los Falashas ya que ellos mismos se denominan Casa de Israel, y el actual Estado de Israel, una vez que identificara formas tradicionales de vida consideradas judías, pagó en 1982 y 1994 las dos principales oleadas de emigración de judíos etíopes a Israel (Freund, 2001). Sin embargo si son ciertos los hechos que una delegación partió al reino de Saba, no es precisamente resultado de una dispersión ya que no lo hicieron de manera forzosa, sino como resultado de una representación económica y cultural con este reino, aunque de todas formas representa a un grupo judío separado de su nación, pero por motivos distintos, en este caso una representación diplomática o comercial.
En el caso de la deportación de las gentes del reino del Norte, es decir el reino de Israel después de la separación del reino de Judá, no creo que se debiera considerar como parte de la diáspora, porque tal reino no poseía la cohesión necesaria que les permitiera considerarse un pueblo después de su desintegración como reino, amén del hecho de que históricamente no se vuelve a saber nada de ellos. Por lo que es más común documentar la diáspora a partir de la deportación a babilonia del reino de Judá, amén de que los datos históricos permiten corroborar que la población en el exilio babilónico mantuvo su propia identidad y costumbres, ya habíamos señalado que muy probablemente en el 572 a.e.c., ya existía en Babilonia una población llamada al – Yahudu, algo así como la Villa de Judá (Meyers & Burt, 2011, págs. 213 - 214). La presencia judía en Babilonia sería crucial, sobre todo después de la destrucción del templo en el año 70 y la posterior expulsión de los judíos de Aelia Capitolina, ya que Babilonia se convirtió en la capital ideológica del judaísmo en el exilio, y de donde procede el Talmud 1 Babilónico, que se convertiría en el predominante en el judaísmo, con la supresión del patriarca en la antigua Judá en el 425 por el emperador Teodosio II2 .
Otro grupo en la diáspora del cual tenemos clara documentación, es el que se encontraba en la isla de elefantina, posterior a la destrucción de Jerusalén en el 586 a.e.c., una comunidad judía se asentó en la Isla de Elefantina en Egipto, donde construyeron un templo orientado hacia Jerusalén, se considera que existía desde el siglo VI ó V a.e.c. (Meyers & Burt, 2011, págs. 227 - 228), pero quizás no fue un templo sino una de las primeras sinagogas de las que se tenga noticia.
Hay evidencia de otros grupos que emigraron a las islas griegas del Mediterráneo, emigración ocurrida entre los siglos III ó II a.e.c., las comunidades más conocidas son las de las islas de Creta y Delos, pero también se establecieron en Euboia, Cos y Chipre. En el caso de Chipre, existe además la presencia de sinagogas que datan entre el 115 – 117 de la era común (Horst, 2005).
La presencia judía en Roma, como ya lo habíamos analizado (22), inicia con el propio Julio César, ya que debido a la retribución otorgada a los judíos por su apoyo en la campaña de Egipto, se abrieron las fronteras romanas, por lo que muchos judíos llegaron a Roma y otras ciudades del Imperio, en el caso de la ciudad de Roma ocuparon el otro lado del Tíber para establecerse.
En España la presencia judía también resulta sumamente antigua, los judíos hicieron de España su patria y la llamaron Sefarad, no se puede precisar en qué momento llegaron los primeros judíos, existen versiones que desde la época de Salomón en compañía de los fenicios arribaron a la península, otras versiones señalan que tras la destrucción del primer templo por los Babilonios llegaron los primeros judíos a Sevilla, sin embargo ninguna de esas dos referencias son comprobables, pero un dato preciso que permite ubicar la presencia judía en España es durante el siglo I de la era común, ya que Jonatán Ben Uziel traduce por primera vez la palabra Sefarad por Hispania o España (García Iglesias, 1978, págs. 31 - 32, 36 - 37). Konner también considera que los judíos llegaron a España en la época romana, conviviendo en paz con los cristianos hasta el año 612, cuando fueron obligados a convertirse al cristianismo o dejar el reino, lo que generó los primeros judíos conversos al cristianismo, quienes en secreto mantenían su religión y externamente se ostentaban como cristianos. Un siglo después, cuando el Islam llegó a España los judíos gozaron de nueva cuenta de libertad religiosa y una cercanía con los árabes (Konner, Jewish Diaspora in Europe and the Americas, 2005), lo que a la larga originó cierta enemistad con los cristianos y desencadenaría en la expulsión de los judíos en 1492, quizás los más antiguos pobladores de la península fueron despojados de sus pertenencias y la tierra que llamaron Sefarad.
Pero la presencia judía en el mundo no se limitó a los alrededores del antiguo Reino de Judá, Roma, algunas provincias cercanas y la zona del Mediterráneo, ya que se cuenta con evidencia de que los judíos llegaron a lugares tan lejanos como China, el primer dato que corrobora dicha aseveración corresponde al periodo de la dinastía Tan, la cual abarca del 618 al 907, existen documentos que atestiguan esta presencia ya que se cuentan con unas cartas de comercio fechadas en el 718, donde un judío que hablaba persa trataba de realizar actos de comercio. Además de estas cartas, en esa misma época se cuenta con una página en hebreo con pasajes de salmos y los profetas que corresponden al siglo VIII (Xin, 2005).
La presencia judía en América se inicia desde 1492, producto del Edicto de expulsión del 31 de marzo de dicho año, emitido por los Reyes Católicos a instancias de la inquisición en la figura de Fray Tomás de Torquemada, muchos judíos aceptaron la conversión al cristianismo para evitar la expulsión, algunos de ellos, alrededor de 160, con poco que perder y encubriendo su origen judío, se embarcaron con Cristóbal Colón y se asentaron en las nuevas tierras conquistadas. El primero que pisó tierra cubana fue el judío español Luis de Torres, el propio 2 de noviembre de 1492, hombre de muchas iniciativas, políglota consumado, dominaba idiomas como el castellano, el arameo, el árabe y el hebreo, venía en las calaveras como intérprete de la expedición. Posteriormente se convirtió en el primer terrateniente judío en Cuba, se considera que fue el introductor de la hoja del tabaco en Europa y primer publicista del tabaco cubano (Parés Rodríguez, 2009, pág. 11). América no escapó de la presencia judía, sin embargo, debido a la Inquisición se mantuvo en secreto.
A partir de la diáspora podemos encontrar a judíos en todas partes del mundo, la dispersión no logró la asimilación ya que tanto la sinagoga como la familia, permitieron conservar los elementos de identidad judía. Melvin Konner considera: La Diáspora judía, en Grecia, Roma, Egipto, o en cualquier otro sitio, tuvieron mucho en común. Incluso cuando el templo estaba en pie, ellos tenían líderes y maestros, no sacerdotes. La mayoría de las sinagogas tenían un lugar especial para la Torah. Circuncidaban a sus hijos, observaban el Shabat y las leyes dietéticas, enterraban a sus muertos en cementerios separados, y escribían lapidas con citas bíblicas y símbolos judíos (Konner, Jewish Diaspora in the Ancient World, Africa, and Asia, 2005). Todas las comunidades en la diáspora mantuvieron contacto con otras comunidades y además, un apego permanente a la tierra de Israel que se fomenta en la sinagoga al voltear para rezar hacia Jerusalén, lo que mantiene la convicción de pertenecer a esa tierra aún y cuando por generaciones no se tenga familia en Israel. La diáspora aún está presente, millones de judíos aún viven en la dispersión sin olvidar sus raíces y con una clara identidad, aunque quizás nunca emigren a Israel, otros en cambio deciden emigrar, esa emigración se denomina aliyah o aliá.
1 Talmud, cuerpo de ley civil y religiosa del judaísmo, que incluye comentarios sobre la Torah. El Talmud consta de un código de leyes, denominado Mishná, y de un comentario sobre éste, llamado Guemará. El material del Talmud relativo a las decisiones de los sabios acerca de las cuestiones legales en disputa se conoce como Halajá; las leyendas, anécdotas y refranes del Talmud, que se utilizan para ilustrar la ley tradicional, reciben el nombre de Hagadá. Existen dos compilaciones del Talmud: el Talmud de Jerusalén y el Talmud babilónico. Ambas contienen la misma Mishná, pero cada una tiene su propia Guemará. Fuente: Microsoft Encarta 2008.
2 Teodosio II (401-450), emperador bizantino (408-450). Nieto de Teodosio I el Grande e hijo del primer emperador de Oriente, Arcadio, a quien sucedió. Fuente: Microsoft Encarta 2008.