La percepción marxista siempre ha mantenido el postulado de que en cualquier sociedad actual sólo hay dos clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. También ha dicho que esas dos clases son las únicas que tienen ideologías y que el nervio motor del desarrollo del mundo moderno emerge de la lucha entre ambas. Con el dogmatismo que la caracteriza, ha pretendido generalizar esa percepción a todos los países existentes y por existir en el planeta, sin tomar en cuenta las particularidades propias de cada cultura que habita en cada uno de ellos. La tesis en cuestión dice que los otros grupos humanos, tales como los campesinos, los artesanos, los profesionales libres y todos los que no dependen de una relación obrero-patronal, es decir, todos los que no son asalariados, forman parte de “la clase media”, la misma que no sería realmente una clase, sino una especie de pasillo social por donde algunos proletarios cruzarían para convertirse en burgueses y que muchos burgueses empobrecidos pasarían por allí para ser proletarios. Según la tesis, los campesinos, los artesanos, los pueblos originarios, los profesionales libres participan de esa “clase”, mientras el destino los convierta en burgueses o en proletarios. En síntesis, la clase media sería una especie de puente colgante que sólo serviría para que los desclasados lo crucen en cualquiera de las vías.
Independientemente de que se esté o no de acuerdo con la tesis marxista, es impe-rativo señalar que un estudio de nuestra historia nos demuestra que en el caso boliviano, esa visión no se materializa. En primer lugar, porque en Bolivia no existe una clase burguesa propiamente dicha, es decir, consciente de su papel histórico de llevar adelante las reformas burguesas del desarrollo. La ausencia de procesos de industrialización, debido a causas que se encuentran en nuestra propia historia, ha determinado que nuestra burguesía sea débil y muy desconfiada con relación a la capacidad de la po-blación boliviana de constituirse en una fuente importante de demanda interna. El proletariado también es muy reducido, en proporción a la burguesía. A su reducida dimensión cuantitativa es preciso añadirle su extrema dependencia de la tesis marxista, especialmente en su versión trotskista, relativa al supuesto internacionalismo proletario, lo que es una caricatura que surge de las páginas amarillas del “Manifiesto Comunista”
El DELC considera que no es el proletariado, sino el Indígena, el actor principal de la macrohistoria del país, pues era el polo dialéctico opuesto al chapetón, en la Colonia, el opuesto del hacendado en la República y ahora es la fuerza opuesta a los neolatifundistas, contradicción que tiene su causa principal en la lucha por la tierra. Los ideólogos del actual gobierno parecen intuir que eso es así y descargan toda su artillería a resolver el problema entre latifundistas y pueblos originarios, pero lo hace de tal manera que excluyen la importancia de los estratos medios, lo que constituye un error ideológico, histórico y estratégico.
Un repaso a nuestra historia nos muestra que todas las reformas y los movimientos sociales fundamentales en Bolivia han sido liderados por los estratos medios. Postulo que los intereses de los estratos medios no son antagónicos con los intereses de los pueblos originarios, pero no debe olvidarse que tampoco coinciden unos con los otros, por lo que es preciso recordar que ambos se necesitan y que la exclusión de los estratos medios en la formulación de las políticas nacionales es algo que después dará terribles motivos de congoja y arrepentimiento a todos.
La clases medias de todas las culturas van adquiriendo también valores nacionales que antes eran preterizados: la bandera nacional, el escudo, los símbolos patrios todo esto, sin dejar las costumbres y tradiciones propias del grupo. Es por eso que cada día vemos, v.g, cómo un abogado de extracción aimara, asiste a las recepcio-nes sociales al que es invitado en el Club La Paz, como también lo vemos participan-do de una “milluchada” de su buffet, de su casa, de su automóvil…. o como invitado de un amigo de la familia. La visión trotskista de “la lucha de clases” ha hecho mucho daño al movimiento indígena a lo largo del siglo XX, haciéndole creer que la contradicción principal no era entre el indígena y sus explotadores, sino entre el “proletariado y la burguesía” y repitiéndoles sistemáticamente, hasta el cansancio, que una vez que la contradic-ción burgués-proletaria se resolviera, el indígena sería definitivamente libre. De este modo, el trotskista ha encaminado mal la lucha por las reivindicaciones indígenas, haciéndolas depender de otros intereses que no eran propios. Por otra parte, la visión de que sólo hay una “Clase media”, al haber sido identificada como exclusivamente urbana, ha hecho que los indígenas desconfíen de estos estamentos sociales.
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