EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

La Forja de la Historia

Debo empezar este acápite con una cita de Nietzsche, uno de mis filósofos favoritos:

“…Inquietos, pero no desesperados, como espíritus contemplativos a quienes se les permite ser testigos de esas luchas y de esas evoluciones inusitadas. ¡Ah! ¡El encanto de estas luchas está en que quien las contempla se siente arrastrado también a parti-cipar de ellas!”

Cito ese párrafo de “El Origen de la Tragedia” como un ejemplo de lo que está sucediendo en Bolivia. Somos testigos de un proceso de transformación social, política, económica y cultural de largo aliento; en realidad, de importancia tan grande, que nos da la impresión de que el mismo polo histórico del país está cambiando de ángulo para inclinarse a favor de la nueva marcha colectiva hacia los objetivos proféticos. Contentarse con la simple contemplación de esta efervescencia histórica sería un error que restaría mucho a la plenitud de vida que cada individuo tiene en su paso por la finitud de lo concreto. Pero la participación nunca debería ser estática ni deberíamos acudir a los escenarios solamente para defender los insignificantes intereses individuales o grupales, que es lo que, al parecer, motiva a la mayoría de quienes no quieren oír el significado de lo que nos dicen las voces unidas en la polifonía del hambre.

Asustados por la incertidumbre que trae el cambio, que aún no nos revela toda la plenitud de sus cambios, la gran mayoría de los que contemplan esta maratón de percepciones registra únicamente la sucesión de las apariencias, de los fenómenos y de las anécdotas. En vez de indagar sobre el por qué del cataclismo social, se regocija simplemente describiendo sus efectos y no su raíz. Para ellos, la marcha de los pueblos indígenas no es la peregrinación de quienes acuden al llamado de la historia, que ha tardado 500 años en hacerse escuchar; para los cronistas de los siniestros, esas marchas no son sino caminatas de hordas que bloquean las avenidas y dificultan el tráfico. Cuando ven lava de volcán que corre por las calles, dicen que es agua turbia que debe ser purificada. El flamear de los ponchos y de las huipalas no les trae ritmos de redención histórica, sino ecos de disturbios cotidianos que deben ser suprimidos. No tienen la capacidad de percibir el paso heroico de las huestes que van en pos del destino que la Profecía ha modelado….

¡Ah! Si nuestro Nietzsche estuviera aquí y ahora, ¡qué cosas diría!

Al ver la marcha de hombres y mujeres que vienen desde las tinieblas más profun-das de la historia; al constatar que el mito se hace realidad y que de cada piedra nace un nuevo hombre y una nueva mujer, alzando el puño y señalando el horizonte, seguramente exclamaría: ¡allí está la verdiguera prometida;  marchad, marchad con himnos de ancestros sagrados; coronad vuestras sienes con hiedra; revolcaos en un campo de espinas y en espuma de vidrio; apagad vuestra sed en el remolino de aguas fermentadas por los siglos; que vuestra tragedia iguale en nobleza a la trage-dia de los griegos primeros, aquéllos que descubrieron en el dolor la catarsis necesaria para que la Voluntad sea forjada!

Esta es una marcha a la que debemos plegarnos para espantar la soledad de quienes marchan solos. Únicamente así, el miedo a quedar olvidados otra vez en algún rincón de la historia, al ser compartido, ya no será miedo sino fuerza, decisión y energía vital. Los pueblos indígenas piden nuestra ayuda en su marcha; piden que juntos tracemos el mapa histórico que nos lleve al tiempo prometido; piden que la piel roce la piel para que sintamos juntos el calor de diez mil soles asombrados ante el despertar de una rcultura. Tenemos el privilegio de participar de esa gran caminata o de quedarnos como simples escribidores de emergencias, alimentándonos de costras y lamiendo heridas ajenas.

Si Nietzsche estuviera aquí nos diría: ¿Acaso no lo saben? ¡Así se forja la historia! Los himnos de héroes y de heroínas quedan para después. Ahora es tiempo de la danza colectiva al son mismo con que danza la Tierra. El pectro mágico ha tocada la clave más profunda del pentacordio del Universo.

¡Coronemos nuestras sienes con las ramas perfumadas de hiedra!

Tal vez el lector, especialmente si no es boliviano, se sorprenda ante las percepciones aparentemente cambiantes que estructuran el contenido de esta obra. Pero, al observar la concatenación de unas con las otras, descubrirá que estamos relatando el constante devenir de los acontecimientos, los que no tienen un plan pre establecido para presentarse en un orden racional, sino que más bien lo hace en una serie de eventos que surgen, como la paja brava en el altiplano o como los toboroches en el llano, sin ningún anuncio de su emergencia, ansiosos de ser parte del cambio que el polo mag-nético del país ha señalado en el último lustro. 

No es el análisis racional el que ordena esta obra, sino la fuerza intuitiva que pretende percibir lo que verdaderamente sucede detrás de los hechos; es decir, en vez de aplicar una teoría en la descripción de los mismos, más bien trato de que la intuición colectiva de los lectores descubra la teoría que subyace en el encadenamiento de esos acontecimientos. El DELC no es neutral en las batallas que se realizan para forjar nuestra nación.

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