Parecería que el hombre ha declarado una guerra sin cuartel a los bosques del plane-ta. Alrededor de 20 millones de hectáreas de árboles, se dijo ya, desaparecen cada año y 100 millones de personas no tienen leña para cocinar. Los bosques cubren casi un tercio de la superficie seca del mundo. Los bosques de pino del Norte, las selvas tropicales del Ecuador y los bosques templados del Sur regulan el clima, protegen los recursos hídricos y dan productos por un valor de $ 100 000 millones al año. El desa-rrollo y la deforestación han avanzado juntos: a mayor desarrollo, mayor expoliación de bosques. Desde el Imperio Romano hasta hoy, más de dos tercios de los bosques de Europa han desaparecido. El 95% de los bosques vírgenes de los EEUU ha sido talado en los últimos 160 años. Cada año se tala más de diez y siete millones de hectáreas de las selvas tropicales, las que son los ecosistemas más exuberantes del mundo. También son eliminados los bosques templados de Chile y Argentina. La reducción de los bos-ques altera equilibrios climáticos. No debe olvidarse que los árboles reciclan la humedad y absorben el calor solar y el bióxido de carbono. De otro lado, la tala de bosques acelera el calentamiento del planeta porque reduce la absorción del bióxido de carbono y porque libera el gas contenido en los árboles cuando éstos son quema-dos. Los científicos se han dado cuenta del potencial cien-tífico y económico de los bosques como fuentes de nuevas medicinas, sustancias químicas, alimentos, productos comerciales y servicios. En los países en desarrollo están desapareciendo las selvas tropicales y los bosques templa-dos. Se los tala para leña, carbón, madera y se despeja los campos para realizar actividades de ganadería. Un terecio de las selvas tropicales de América Central ha sido talado para criar ganado. Pero la depredación más grande es la que realiza la gente pobre. Urgida por la carencia de tierras aptas, desmonta pequeños espacios para cultivar y sigue avanzando en busca de más suelos. El sistema es conocido como chaqueo. La devastación de estas zonas, que son el hábitat de la mayor parte de las especies del planeta, hace que las selvas tropicales se pierdan a razón de 34 hectáreas por minuto.
La deforestación es peor aún que la degradación, puesto que ésta deja por lo menos algunos árboles de pie, en cambio la primera significa la destrucción total de la cu-bierta de árboles. Más de un millón, quinientos mil kilómetros cuadrados de bosques tropicales ya han desaparecido debido al aumento progresivo de la superficie cultiva-ble destinada a alimentar a la población adicional que aparece cada año. En este tren de cosas, he aquí un hecho que debemos recordar: la tan mentada ampliación de la "frontera agrícola", eufemismo con que la burocracia internacional justifica la tala de árboles, se realiza a costa de los bosques; pero esta tala de bosques, cuando se realiza en países pobres, tiene por lo menos una justificación: la lucha por sobrevivir. En este sentido, el Hombre Obsesivo de los países pobres "es tan culpable de quemar los bosques, como lo es el soldado de iniciar una guerra"
No hay duda de que aparte del crecimiento demográfico, la pésima distribución del ingreso es otro de los factores que hacen del Hombre Obsesivo un depredador y un deforestador involuntario, desigualdad que la "teoría pura de la elección" no conside-ra digna de merecer un estudio analítico. Todo hace prever que la invasión de las zonas boscosas aumentará a tasas crecientes en el futuro y con ellas, disminuirá a ritmos más intensos la capacidad de sobrevivir de la especie.
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