Dr. D. José
Piernas Hurtado
Exposición de la nomenclatura y de los
principales conceptos de esa ciencia.
R
Renta.—Esta
es una de las palabras que en el lenguaje económico reciben
acepciones más variadas. Para algunos equivale á retribución,
y significa el beneficio obtenido en la industria, ya por el
trabajo, ya por el capital en cualquiera de sus formas; otros la
emplean para designar la retribución de todos los capitales
fijos: se aplica especialmente á los beneficios del capital
inmueble, se usa también como sinónima de precio en el
arrendamiento y sirve para expresar la suma de las retribuciones
ó beneficios, que alcanza en la industria por cualquier concepto
una persona determinada.
Esta última acepción, la más conforme con el sentido general de
la palabra, es la que hemos de adoptar nosotros, puesto que
hemos establecido una nomenclatura que distingue con otros
términos todas las formas de retribución. Y así entendida la
renta, suscítase la cuestión de si se ha de computar del mismo
modo cuando se refiere á los particulares, que cuando se trata
de la Sociedad, ó se compone en cada caso de elementos
diferentes. La renta consiste para cada uno en los beneficios
que obtiene de la industria; pero como esos beneficios
individuales pueden realizarse á expensas de la riqueza ya
formada, representando no un acto de producción sino un mero
cambio de dueño en los valores, es necesario para determinar la
renta de la Sociedad y el verdadero aumento de la riqueza,
computar las ganancias de los unos y las pérdidas de los otros
individuos. Así las utilidades que consigue un acaparador,
cuando falta la cosecha no significan una mejora social, porque
se originan y compensan en el quebranto de los consumidores del
artículo.
Más interesante es la discusión que da lugar la renta
considerada como beneficio de los poseedores del suelo.
Los principios de la escuela fisiocrática, que miraba á la
agricultura como la única industria productiva y capaz de dejar
un beneficio ó exceso de valor después de cubiertos los
gastos hechos en el cultivo, son el origen de todos los sistemas
que han querido explicar la renta de la tierra, considerándola
como cosa distinta de las retribuciones, que perciben las demás
formas del capital.
Para Adam Smith la renta de la tierra no consiste ya en todo el
producto de la agricultura, sino en el exceso de beneficio
que obtienen los propietarios sobre los gastos de la
producción y el interés corriente del capital empleado en ella.
La renta no aparece, según Smith, hasta que se eleva bastante el
precio de los productos agrícolas, y no es, por consiguiente,
causa sino efecto de la carestía.
Sin embargo, las ideas sobre este punto del economista inglés
David Ricardo, son las que comunmente se denominan teoría de
la renta de la tierra, porque ese escritor es el que ha
formulado una doctrina más completa, y en ella nos fijaremos
principalmente.
Según Ricardo, la renta es el exceso de beneficio que obtienen
los dueños de tierras muy fértiles, sobre aquellos otros que las
poseen de calidad inferior. La fecundidad del suelo, dice, es
muy diversa, y los terrenos pueden clasificarse, por
razón de sus condiciones productivas, en de primera calidad,
segunda, tercera, etc.; el cultivo comienza por las tierras de
la primera clase, y no pasa á las de segunda y tercera, hasta
que el desarrollo de la población y la escasez de las
subsistencias obliga á roturarlas: cuando este caso llega, como
las tierras menos fértiles exigen mayores gastos de cultivo y
sus productos se venden al mismo precio que los de tierras
superiores, los propietarios de éstas disfrutan de un beneficio
cada vez más considerable. Supongamos que una tierra de primera
clase dedicada á la producción de cereales requiere, para dar un
producto cuyo precio es 100, gastos que importan 80, y deja al
agricultor un beneficio de 20, que es el corriente en la
industria; pues bien, las tierras de segunda clase, que exigen
un gasto de 90 para obtener aquel mismo producto, no se
cultivarán hasta que, elevándose el precio de los cereales á
110, ofrezca á los labradores el beneficio de 20; pero entonces
el dueño de la primera consigue una retribución como 30, y he
aquí la renta, que consiste en la diferencia de 10, que media
entre ambos beneficios: las tierras de tercera clase, para
formar el producto de que venimos hablando, darán lugar á un
gasto como 100, y sólo serán labradas cuando los precios suban á
120, con lo cual se elevará á 30 el beneficio de las tierras de
segunda, y á 40 el que corresponde á las de primera; y de este
modo, según hay que acudir á terrenos menos fértiles, aparecerá
la renta en los de la clase inmediatamente superior, é irá
creciendo indefinidamente en los que ya la gozaban. Tal es,
expuesta sumariamente, la famosa teoría de Ricardo, cuyas
graves consecuencias son, por una parte, la negación de todo
progreso económico, ya que el precio de las subsistencias ha de
aumentar continuamente haciendo la vida cada día más difícil, y
por otro lado, la afirmación de que la propiedad del suelo da
lugar á retribuciones excesivas é injustas, porque no se fundan
en el trabajo.
Que las tierras son desigualmente fértiles, es indudable; pero
esto no da motivo para una clasificación absoluta, porque todos
los terrenos son de primera calidad, si se los dedica al cultivo
propio de sus condiciones. Tampoco es cierto que la explotación
agrícola se desarrolle conforme á esa clasificación; en primer
lugar, porque pasa mucho tiempo antes de que el labrador sepa
establecerla, y porque aun después de conocida, no es siempre
posible ni conveniente preferir las tierras más fecundas. En la
actualidad vemos todavía que se hallan abandonadas tierras de
primera clase, y se labran otras muy inferiores, porque están
cerca de las poblaciones ó tienen la ventaja de una comunicación
expedita.
La estadística demuestra al mismo tiempo que el precio real
de los productos agrícolas desciende en vez de elevarse, y,
por consiguiente, de los hechos asentados por Ricardo, no queda
en pie más que el de la desigualdad de las retribuciones que
obtienen los propietarios. ¿Pero esto es exclusivo de la
agricultura? ¿Acaso no sucede lo mismo en las demás industrias y
con la retribución de los otros capitales que no son tierras?
El trabajo siempre alcanza una recompensa proporcionada á la
utilidad de las cosas sobre que recae. La tierra es un agente
natural, y el que se apropia un terreno fértil creará más valor
que el que ejercite su esfuerzo sobre otro menos fecundo,
logrará un capital más eficaz, más productivo, y realizará
mayores beneficios; pero en las mismas condiciones se halla el
industrial que emplea una máquina más perfecta, el fabricante
que dispone de materias primeras de calidad superior, y el
comerciante que goza de mayor crédito, respecto de aquéllos, que
dedicándose á producciones iguales, se valen sin embargo, de
elementos inferiores. La diferencia de las retribuciones, el
exceso de unos sobre otros beneficios, se presenta del mismo
modo en todas las clases del capital.
Por eso lo mejor seria no hablar de la renta de la tierra,
puesto que no siendo un fenómeno exclusivo, no existe en
realidad, y suprimir en denominación, que sólo sirve para dar
lugar á errores y estériles disertaciones.
Retribución.—Es
la cantidad de riqueza que se obtiene en virtud de un esfuerzo
productivo.
La retribución, como precio que es del capital y el trabajo
dedicados á la industria, se componen del valor necesario para
indemnizar los gastos hechos en la producción por cada uno de
esos elementos, y de un sobrante que constituye su beneficio. En
este exceso del valor creado sobre aquél que se destruye es en
lo que consiste la verdadera retribución; así es que su
importancia se mide por la del beneficio que contiene.
Las retribuciones no pueden ser iguales en todas las industrias,
porque dependen del valor de los productos que en ellas se
consiguen. No son tampoco las mismas para el trabajo y el
capital, sino proporcionadas á la parte que toma cada uno de
ellos en la confección del producto. Esta participación se mide
por los gastos que respectivamente hayan hecho, y á ellos se
proporciona la cuota del beneficio.
Las retribuciones aumentan cuando crece el valor del producto ó
disminuyen sus gastos, porque éstas son las únicas causas que
elevan la cantidad destinada al beneficio. De aquí que, siendo
común el fondo que se reparte entre el capital y el trabajo,
sigan la misma suerte sus retribuciones, y suban á la par, y á
la par bajen. El trabajo y el capital son solidarios, porque
cada uno ha de partir con el otro el resultado de los esfuerzos
que hacen juntos; los progresos que el trabajo realiza,
aumentando el beneficio de las industrias, aprovechan al
capitalista, y todas las ventajas que consigue el capital llegan
al trabajador de igual manera.
Las retribuciones se perciben bajo dos formas que corresponden a
las dos clases de asociación productiva; la empresa y
la sociedad: en la primera, el trabajo y el
capital no aguardan el resultado de la industria, ni se exponen
á sus riegos que el empresario toma sobre si; la retribución es
anticipada y asegurada; por eso se llama fija: en
la sociedad, trabajadores y capitalistas esperan á que se
obtenga el producto, y han de sufrir los accidentes de ganancia
ó pérdida que éste represente: su retribución es entonces
incierta en cuanto al tiempo, y variable por razón del
beneficio, y se denomina eventual. La retribución fija
del trabajo se llama salario; la del capital, interés;
la eventual de uno y otro, dividendo.
La retribución eventual es mayor que la fija, por que en ésta
hay que deducir el interés del anticipo y la prima del seguro
que hace el empresario, con más el beneficio que á él le
corresponde. El dividendo es también superior á la retribución
fija en el sentido de que, obrando el productor por su cuenta,
tiene más interés y trabaja mejor en la sociedad, que
bajo la dependencia de un empresario.
A pesar de esto, los capitalistas y trabajadores no
hallan siempre en condiciones de preferir el dividendo al
interés y el salario; para que puedan optar á la sociedad, es
necesario que dispongan de recursos con que esperar el
término de las operaciones productivas, y resistir las pérdidas
que se exponen. La combinación de las dos formas de retribución
concilia las ventajas de ambas: el trabajo y el capital, según
este sistema mixto, perciben una retribución fija algo menor de
la que les corresponde, y el resto se compensa con la
participación en los beneficios de la industria á que
contribuyen. Este procedimiento, ensayado con mucho éxito en las
grandes explotaciones, sobre todo respecto del trabajo, está
llamado á generalizarse y á producir muchas ventajas, porque
haciendo á los trabajadores socios del empresario, mejora la
producción y hace más equitativa la distribución de la riqueza.
Los principios que dejamos indicados determinan las leyes de la
retribución natural; pero las retribuciones corrientes,
las que de hecho se perciben en el mercado, se fijan por la
acción de la oferta y la demanda, y según el uso que se haga de
ésta ó no proporcionadas á los esfuerzos, equitativas y
armónicas para el trabajo y el capital, ó injustas y señaladas
arbitrariamente por el interés del elemento que abuse de su
predominio.
Riqueza.—En
el uso común y en el lenguaje de los científicos, esta
palabra recibe dos acepciones: unas veces significa conjunto ó
suma de cosas útiles, y otras suma de
valores ó productos del trabajo humano: en el primer
sentido, se dice que es rico un país que cuenta con buenos
agentes naturales, que tiene un suelo fértil, minas abundantes,
etc.; y conforme al segundo significado, se llama rica á
una nación que posee muchas empresas agrícolas, grandes
manufacturas, un comercio muy activo, etc. Los economistas
discuten largamente defendiendo ya una, ya otra de esas dos
acepciones, y todos tienen razón en cuanto se oponen á que una
misma palabra designe cosas distintas, y en cuanto consiguen
demostrar, que cada una de ellas tiene derecho á la denominación
por que litigan.
La idea de riqueza expresa, sin duda, abundancia de
bienes ó medios económicos; las cosas útiles de la
Naturaleza medios son de esta clase; pero también lo son los
productos de la industria, como que entre unos y otros no hay
más diferencia que la del grado de utilidad. Si hacemos
consistir la riqueza en estos últimos, porque su utilidad está
hecha efectiva y es mayor, ¿cómo llamaremos entonces á la suma
de meras utilidades económicas, de aquellas cosas de la
Naturaleza sobre que no han recaído todavía los esfuerzos del
trabajo? No conocemos ningún término que sirva para establecer
esa distinción, y en su defecto acudiremos á los adjetivos,
diciendo que hay riqueza natural y riqueza industrial.
La mayor parte de los autores acaban por admitir ambas
clases de riqueza, aunque suelen llamar artificial, social ó
relativa á la que nosotros decimos industrial,
creyendo que así indicamos más claramente su condición y su
origen.
Dividen la riqueza en material é inmaterial los
economistas que consideran al hombre como un objeto de
producción, porque todas las facultades y aptitudes de la
naturaleza humana, la educación, la moralidad, la cultura, etc.,
son para ellos otras tantas acumulaciones de utilidad y valor
económicos, que es necesario separar de los que consisten en
cosas materiales. Indudablemente son útiles y valen las
condiciones personales, ya naturales, ya adquiridas, son medios
que sirven al hombre para su fin; pero si no limitamos el
destino humano al mundo económico, si reconocemos que la
actividad ha de moverse también en otras esferas, hemos de
admitir que hay utilidades medios y valores que no corresponden
al orden de la Economía. Los elementos que constituyen la
personalidad, las facultades del hombre, tienen un
aspecto económico, porque trascienden y se aplican en todas las
velaciones de la vida; pero no pueden confundirse con los
agentes naturales sobre que se ejercitan. El trabajo que se
dedica cultivar el espíritu y á cumplir el fin religioso, el
científico ó el moral, no es económico, y los resultados que
obtiene, la educación, la moralidad ó la sabiduría, no pueden
equipararse tampoco á los productos de la industria. Lo
económico es algo particular y determinado; la riqueza es el
bien económico; luego no han de estar comprendidos en ella los
bienes todos, sino algunos solamente: lo económico atiende á
cierto desarrollo de la naturaleza humana; se propone la
satisfacción de aquellas necesidades, cuyo carácter distintivo
consiste en que reclaman los medios materiales, pues las cosas
del espíritu, sea cualquiera la influencia que ejerzan sobre el
orden de la riqueza, no entran en él directa y exclusivamente,
como seria necesario para computarlas entre los bienes que
especialmente se llaman económicos. El talento, la habilidad, la
instrucción, la honradez, etc., no pueden calificarse de
riqueza, sin violentar el lenguaje y el sentir común, sin
desconocer la evidencia de los hechos, que muestran unas y otras
cosas como muy distintas y con harta frecuencia separadas. (V.
Economía é
Industria.)
La riqueza es esencialmente variable y relativa, como que
depende de la utilidad y el valor. La riqueza natural se
modifica según cambian las necesidades, y la industrial conforme
á la extensión y la eficacia del trabajo productivo: el
progreso económico aumenta sin cesar la una y la otra, porque
eleva á la categoría de agentes naturales cosas antes tenidas
por inútiles, y multiplica, mejorándolos al mismo tiempo, los
productos de la industria.
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economía política