PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

Ernesto Menchaca Arredondo
Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas”, México

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El sentido de la Modernidad y sus rupturas

La modernidad se manifiesta como un fenómeno global dice Alexis Nouss (1989-1997), cuyos aspectos pueden delimitarse en los grandes campos del saber sin que exista la necesidad de establecer la unidad. Desde donde se pueden enfrentar dos primeros problemas: hacer de esta noción algo inasequible o, por el contrario, querer encontrar en ella todas las manifestaciones de nuestro siglo sin discriminación alguna. El autor de cierta forma quiere exponer que puede demostrarse que la modernidad es una conciencia (moral y estética) nacida en la cultura europea, en una amplia tradición occidental que funciona “como un modo crítico construido poco a poco y del que es posible establecer ciertas constantes” (Nouss, p. 5), en el cual el sentido de la modernidad se interesa por el sujeto individual o colectivo en la búsqueda del sentido de su historicidad.
            Al caracterizar la modernidad, nos encontramos la inevitabilidad de la interdisciplina y su diversidad, su acercamiento se ha realizado desde diversas asignaturas y métodos, lo que muestra su fragilidad conceptual, porque se impone su saber: sus formas, la fragmentación, la hibridez o la impureza. Desde una mirada del arte para el poeta Charles Baudelaire la modernidad es “lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable (Baudelaire, 1976 [1995], p. 92). Y, en cada época, se puede conocer su porte, su mirada y su gesto, pero advierte que no ha de perderse la memoria del presente, de abdicar del valor y de los privilegios proporcionados por la circunstancia; porque casi toda nuestra originalidad viene del sello que el tiempo imprime en nuestras sensaciones (Baudelaire, p. 94).
Por otra parte, la modernidad siempre busca su autodeterminación. Por ello debe proveerse de los medios para una autocrítica, un método y al mismo tiempo una lógica y una retórica. La arqueología de Nouss va, en el sentido de Freud, en la lógica de la construcción sucesiva de representaciones simultáneas y de la genealogía de Foucault, como actualización de parámetros discursivos. Definitivamente esta fragilidad es la que nos hace prever que no debamos verla como algo fijo e invariable; sino como un entramado de paradigmas, cuyo deshilado debemos entenderlo de acuerdo al tiempo y al espacio de este análisis.
El cambio en la concepción lineal de la historia en sustitución de la visión cíclica propiciada por el Renacimiento, se reflejó en que la modernidad, para autodefinirse, asume una nueva dimensión, adquiriendo de la ciencia el concepto de progreso, fundado sobre el poder de la razón y adaptado a la literatura y al arte (Nouss, 1989-1997). Todo yuxtapuesto al avance de las técnicas y las ciencias.
Si tratáramos de señalar la fecha de inicio de la modernidad, se proveerán variados calendarios como igual número de razones. Algunos señalan que la era moderna inició en 1436 con la invención de la imprenta o en 1492 por el descubrimiento de las Américas, en 1520 con la reforma luterana o 1453 después de la caída de Bizancio, la antigüedad quedó atrás, tal vez en 1789, para dar paso a la era contemporánea (Nouss, 1989-1997).
Es indudable la exigencia de realizar investigaciones que se pregunten por las principales características que hoy moldean nuestras vidas, los caracteres que deben ser incluidos para medir el bienestar, para saber el grado o nivel en que las personas están satisfechas con su vida.
Frente a los cambios sin precedentes de las sociedades en diferentes partes del mundo, que se interrelacionan y expanden sus consecuencias a todos los lugares. Descritos de forma general como lo señalara Zygmunt Baumam (2007) como el paso de una fase “sólida”, de la modernidad, a una “líquida”. Entendida como las condiciones donde las formas sociales no cuentan con el tiempo suficiente para solidificarse y asentarse como referentes o marcos de referencia para las acciones humanas y para las estrategias a largo plazo. 1
A su vez, está modernidad conforma una separación cada vez más evidente entre poder y política, trastocados por la crisis del Estado nacional. Un tercer aspecto de estos cambios está ligado a la constante ruptura de la solidaridad social, generada por la reducción y supresión del apoyo del Estado a la población. Otra característica general es lo que el autor denomina el colapso del pensamiento, en el sentido de la imposibilidad de planificar y accionar a largo plazo. Esto promueve que se reduzca la historia política y la vida individual a episodios infinitos de corto plazo, incompatibles con los referentes ligados a los conceptos de desarrollo y progreso. Un quinto aspecto, que parece trastocar la voluntad de las personas, va ligado a la utilidad de los intereses individuales, la flexibilidad como virtud individual.
El conjunto de características, que pueden singularizar una sociedad, hacen necesario y vigente preguntarnos, cómo estos cambios modifican o influyen en la vida diaria de las personas y sí existen tendencias en el modo de vivir nuestras vidas que orientan y otorgan sentido a las prácticas políticas que se asumen.

Las incipientes bases del nuevo orden social

Para Marx las bases de la vida social están en el rol mayoritariamente determinante por la economía sobre los otros ámbitos sociales, vista como una estructura cuya función es darle vitalidad y liberar al hombre de sus ataduras políticas o culturales y no sólo ceñirlo como productor.
La situación actual que nos rodea pareciera entonces que no fue sólo producto de gobiernos dictatoriales o la colonización de la esfera privada por parte del “mercado”, a su vez, como lo plantea Bauman en Modernidad Líquida, emergió la disolución radical de las amarras que limitaban la libertad individual para elegir y actuar, el orden es el artefacto y el sedimento de inversión de la libertad en los agentes humanos (2000 [2006]). La rigidez es el producto crucial roto. Para “perder el freno” de desregulación, liberalización, flexibilización, una creciente fluidez, liberación de mercados financieros, laborales, inmobiliarios. En otras palabras, “velocidad, huida y pasividad” permiten que el sistema y los agentes “libres” no se comprometan más.
            El problema es que no parece haber quien quiera construir un nuevo orden social para remplazar al viejo carcomido sistema capitalista. La "disolución de los sólidos", es el rasgo permanente en la modernidad, y ha adquirido nuevos significados. Uno de los efectos más importantes es la disolución de fuerzas que otrora podían mantener el tema del orden del sistema dentro de su agenda política. Hay una ruptura entre las políticas de vida individual con las acciones políticas colectivas. Lo que se está redistribuyendo y reasignando son los “poderes de la disolución” por la modernidad. Bauman diría de “romper el molde”, acá decimos de difractación de la vida.
            Al parecer, los antiguos moldes rotos fueron reemplazados por nuevos, la gente fue liberada de sus viejas celdas, de la familia y de las clases sociales, de los marcos que encuadraban su vida y, ahora, debe ceñirse a nuevas modalidades. El poder, de lo que Bauman denomina, licuefacción, ha desplazado el sistema a la sociedad, la política a las políticas de vida y descendió del nivel macro al micro de la cohabitación social. Como resultado lo que tenemos es: el peso de construcción de la responsabilidad y del fracaso caen, como viejos moldes sólidos, en los hombros de los individuos.
            Un rasgo de la vida moderna, por encima de todos los demás aspectos, que reconfiguran nuestra forma de entender el mundo es el cambio de la relación entre el espacio y el tiempo decía Bauman (2007). La modernidad empezó al separarlos de nuestras prácticas vitales, cuando fue posible analizarlos de forma independiente y dejamos la experiencia de vivir para pasar a la experiencia de viajar por el ciberespacio. Entonces, ahora, tecno-experimentamos; pasamos, cubrimos, cruzamos; navegamos para asediar lo inconquistable. El espacio era el territorio sólido de nuestros actos y el tiempo el espacio dinámico, la fuerza invasora de nuestra existencia. El acceso a la velocidad y a nuevos medios de movilidad, infinitamente más rápidos que épocas pasadas, se convirtieron en los medios de la instrumentación del poder y la dominación.
            El panóptico que planteaba Michel Foucault de Jeremy Bentham como el espejo del poder moderno, trataba de confinarnos dentro de muros y murallas y bajo la inmovilidad del trabajo como reflejo de la visión del mundo feliz de Aldous Huxley o la imagen del trabajo en la película Tiempos Modernos de Chaplin. Se trataba de conquistar los espacios y dominarlos, mantener a los presos en un lugar vigilado lo que implicaba altos costos para las tareas de la administración de los vigilantes profesionales y, esto a su vez, implicaba mantener el bienestar de los inquilinos.
Ahora que el poder puede moverse a la velocidad de la señales electrónicas, se modificaron sus conexiones principales, al volverse verdaderamente extraterritorial y sin ataduras de tiempo y espacio. Algunos intelectuales creen, entre ellos el propio Bauman, que la llegada de los Smartphone, puede ser el golpe fatal a la dependencia del espacio, porque ya no será necesario ni siquiera abrir la boca para dar una orden, ni siquiera importa el lugar de donde salga la orden, porque estará rota la distinción entre cerca y lejos. Por ejemplo, quien administra los radios taxis en nuestra ciudad, pocos saben que su ubicación territorial está fuera de la esfera nacional o por ejemplo, las llamadas y mensajes que reciben los votantes antes de cualquier proceso electoral. Entonces este hecho concede a los poseedores de poder, oportunidades sin precedentes, las de prescindir de los aspectos irritantes de las técnicas panópticas, lo sucio de la dominación.
Ahora los de “arriba” envían una señal, por lo menos un short message service (sms) para avisar de la determinación tomada y mantener el dominio de los lazos inexistentes. Entonces qué es lo que ata... el miedo es lo que nos ata, a ser desconectados...y de no recibir más esos mensajes. El miedo a quedarnos sin luz, sin acceso a la red, sin transporte, sin subordinación, a no ser parte de nada.
Para que el poder fluya, entonces, el mundo debe estar libre de trabas, barreras, fronteras y destruir cualquier trama densa de nexos sociales, para ellos cualquier red con base territorial implica un obstáculo que debe ser eliminado. Se trata entonces, como lo preveía Bauman en 1999, de desmantelar nuestras redes de relaciones porque la fragilidad, vulnerabilidad, transitoriedad y la precariedad de los vínculos de las redes humanas permiten que esos poderes puedan actuar en la impunidad. Para que el poder fluya debemos estar “conectados”, sólo que ahora se multiplicarán las baterías para no ser desactualizados.
            La disolución del cuerpo de ciudadanía es la otra cara de la individualización, la corrosión y desintegración lenta. Esto, a decir de Bauman, tomando lo que señala Joel Roinan, en La démocratie des citoyenne 1998, porque los individuos colman el borde del espacio público, “lo público se encuentra colonizado por lo privado”, el interés nihilista se limita a la curiosidad por la vida privada de las figuras públicas, y el arte de la vida pública queda reducido a la exhibición pública de asuntos privados a confesiones públicas de sentimientos privados -y cuanto más íntimos mejor-. Los temas públicos que se resisten a la reducción se vuelven incomprensibles.
            Vivir diariamente, en el peligro de la auto-reprobación, auto-desprecio, auto-exclusión no es algo sencillo. Con el cuerpo puesto en el rendimiento, la sobrevivencia y desviados del espacio social colectivo, las personas se ven tentadas a reducir la complejidad de la situación, para reconocer las causas de sus desgracias en algo tangible, por ello se incrementa el esoterismo, el yoga, la cosmología, las ideas aparentemente claras de los problemas del mundo. Por ejemplo, como esa clarividencia que dice: no pasa nada simplemente el mundo no se va acabar por los efectos de la destrucción humana, sino que vamos a cambiar de dimensión, y entonces los elegidos, es decir los creyentes, no necesitaremos más de este mundo irracional. Por eso Bauman afirma, una y otra vez, que no hay soluciones biográficas a contradicciones sistémicas.
El miedo y los odios acumulados tienden a repercutir en nuestra existencia. Estamos en una época de cerraduras, alarmas antirrobo, cercas de púas electrificadas, muros escolares, personal de seguridad privada por todas partes, llenos de prensa amarillista lista para atrapar la presa diaria del espectáculo mediático, bajo causas que generen más miedo viral, lo suficientemente potente para dejar escapar un poco de odio y miedos acumulados.
            Por su lado el poder, ¡ah! el famoso poder se esfuma, esconde, se aleja de las calles, de las asambleas, de los parlamentos, de los gobiernos estatales o municipales, cada vez más allá del alcance y del control de los ciudadanos, si aún queda alguno. Va hacia la territorialidad de las redes electrónicas, evasivo en retirada, su táctica es la invisibilidad. Así, quien decide, no tiene que poner la marca de su nombre para no ser culpado del fracaso, para que cuando se democratice la angustia, nadie entienda qué pasó.
            La necesidad de trasformar el estatus individual en una genuina lucha por la autonomía y la capacidad de autoafirmación, enfrenta un dilema para la teoría crítica, de unir lo separado por la individualización y enfrentar el divorcio entre poder y política. Si el objetivo de la teoría crítica aún sigue vigente, la emancipación del hombre, se tienen que reconectar, para construir los puentes que una los extremos del abismo, realidad del individuo y colectividad organizada.

Bauman en Tiempos Líquidos lo describe como “las estructuras que limitan las elecciones individuales, las instituciones que salvaguardan la continuidad de los hábitos, los modelos de comportamiento aceptables” (Bauman, 2007, p. 7).