Para empezar, debemos preguntarnos, qué entendemos por bienestar, se podría decir que es “el sentir de una persona cuando ve satisfechas todas sus necesidades, tanto fisiológica como psicológicamente, así como contar con expectativas alentadoras que le sustenten su proyecto de vida, ligadas a sus anhelos de futuro, y a la posibilidad de poderlos realizar en lo inmediato, a corto o mediano plazo” (Duarte y Elías Jiménez, Diciembre, 2007, p. 305). Desde esta perspectiva, se traduce el bienestar en una experiencia de los individuos en ámbitos de sus necesidades más vitales, e incluso las más superfluas, así como su perspectiva de aspiraciones y su factibilidad de realización.
Visto así, el bienestar, para un tipo de sociedad capitalista como en la que estamos, parte desde el ámbito económico, el cual asume su principal característica en la forma como se ha producido el reparto de los recursos de una determinada comunidad, a través de la contradicción entre trabajo y capital. De tal forma, se asume que un determinado bienestar económico suple las necesidades patrimoniales de las personas y garantiza la perpetuidad del confort.
Este enfoque se fundamenta en una forma de vida, que se ubica bajo la combinación de diversas actividades de las personas en lo que suele llamarse también, la calidad de vida. Algunos factores para evaluarla suelen ser más valorados que otros, como el estar nutrido adecuadamente, observar buena salud, tener una vivienda digna, el acceso a la educación, el derecho al ocio. Pero hay otros que son más complejos, como alcanzar la aceptación social y la autorrealización.
Además, los individuos pueden, y de hecho lo hacen, diferir mucho entre sí en la ponderación o importancia que le dan a cada factor. Por ejemplo, ¿Qué es más valioso para ustedes –quienes leen el presente- una buena salud o un buen salario?, ¿una buena casa, o una excelente educación?, y si nos preguntamos además, que significa tener una buena salud, o qué significa un buen salario, cómo es una buena casa; qué tamaño tiene y, qué significa una excelente educación. Entonces, nos daremos cuenta de su complejidad. Y aquí es donde entra el asunto de la subjetividad y su correlación con algunos elementos objetivos, no obstante como todos sabemos, la objetividad y la subjetividad siempre han sido un problema de comprensión entre los miembros de una comunidad. Esta comprensión o concordancia en Wittgenstein en Philosophical Investigations, al considerarla en relación con la verdad y la falsedad, lo expresa de la siguiente manera “lo que es verdadero y falso es lo que los seres humanos dicen y ellos concuerdan en el lenguaje que usan. Eso no es concordancia en opiniones, sino en –su- forma de vida” (Citado en, Tomasini Bassols, 1994/2005).
Por ejemplo, si les dijera que hoy es un buen día, sólo si ustedes están de acuerdo -o concuerdan con mi forma de vida-, podríamos coincidir en esta aseveración, y entonces enumerar los factores (objetivos y subjetivos) que lo constituyen como tal. Por ejemplo, cómo puede decirle uno a una madre, además, con qué derecho, con que objetividad; que su hijo esta feíto, con que escala de belleza. Con qué forma estética compararnos.
Una conclusión a la que han llegado diversos estudios es “la necesidad de tomar en consideración lo individual y lo social, el mundo dado y el mundo intersubjetivamente construido, la naturaleza y la historia” (Blanco y Díaz, 2005, p. 583). De tal forma que se debe reconstruir un concepto de bienestar social por encima de lo personal e individual.
Otra perspectiva sobre el bienestar, lo ubica como un constructo; como una teoría de las decisiones no coaccionadas, la cual tiene cinco factores, cada uno con tres propiedades (Somarriba-Arechavala y Pena-Trapero, 2009): 1. La emoción positiva, 2. La entrega, 3. El sentido, 4. Las relaciones positivas y 5. Los logros. Las tres propiedades son: 1. Contribuir al bienestar, 2. Muchas personas lo buscan por su valor intrínseco, no únicamente para conseguir alguno de los otros tres elementos, y 3. Se define y mide de forma independiente del resto de los elementos (exclusividad).
El primer factor, la emoción positiva, se refiere a la vida placentera, y aquí entrarían la felicidad y la satisfacción con la vida, como medidas subjetivas. Englobando, todas las variables subjetivas del bienestar, placer, éxtasis, comodidad, calidez, etc. El segundo, la entrega, sigue siendo un factor subjetivo, entendido al preguntar aspectos como el de, si, ¿Estaba totalmente absorto en la actividad?, o ¿Perdió la conciencia de sí mismo?, y que cumpla con las tres propiedades señaladas anteriormente. El tercer factor, el sentido, es conservar el sentido de pertenencia y estar al servicio de algo que uno considera más importante que uno mismo. Y este factor no se limita a un estado subjetivo, se trata de un juicio más desapasionado y más objetivo de la historia. El cuarto, los logros. Este factor suele incluirse porque las personas acostumbran buscar el éxito, los logros, las victorias, los rendimientos y el virtuosismo por su valor intrínseco. Como el logro momentáneo o la “vida conseguida”, como parte del bienestar. Finalmente las relaciones, bajo el argumento de que hay muy pocas cosas positivas que sean solitarias, necesitamos a los demás; como la última vez que ustedes rieron a carcajadas, la última vez que han sentido una dicha indescriptible, la última vez que se sintieron orgullosos de un logro. Aún sin conocer los detalles del contexto en que hayan vivido estos momentos, todos son apreciados en relación con otras personas. Lo que se sabe, es que hacer un favor a otro produce el aumento del bienestar momentáneo.
Ahora bien, debemos distinguir que el bienestar no es igual a la felicidad. Expertos en diversas ramas de las ciencias buscan las razones por las cuales las personas son felices en menor o mayor grado. Sonja Lyubomirsky profesora de la Universidad de California y autora de The How Happiness, argumenta que alrededor de la mitad de nuestra felicidad está condicionada por los genes, un 10% depende de las cosas que nos pasan en la vida, y el restante 40% depende de nosotros mismos; del autocontrol y de las cosas que hacemos para ser felices.
Una noción más del bienestar se vincula a la satisfacción de preferencias, éstas a su vez asociadas con el pensamiento económico. Desde los trabajos de Jeremy Bentham, que introdujo sus cálculos de utilidad, los cuales han tenido mucho impacto en la construcción de instrumentos teóricos para medir situaciones de pobreza y la elaboración de políticas públicas. La teoría económica convencional entiende el bienestar como un grado de satisfacción de las preferencias existentes. A la tesis de que el criterio último de justificación de las decisiones colectivas son las preferencias de los individuos, compartida por diferentes enfoques, se le conoce como “bienestarismo subjetivo”, cuya defensa presenta muchas dificultades, debido en el fondo a que esta forma justifica de variadas maneras la pobreza y la desigualdad, con el argumento que los individuos la prefieren. Se sabe, por ejemplo, que las personas en estas condiciones determinan, amoldan, acomodan sus preferencias y pueden estar muy bien condicionadas por la ausencia de oportunidades accesibles, reales, sin que las personas puedan darse cuenta. La importancia no es menor porque instituciones como el Banco Mundial bajo esta óptica pretenden detectar y erradicar la pobreza. Por otro lado Marta Nussbaum, ha sostenido que es imposible defender esta tesis, de que cada individuo es la máxima autoridad para juzgar acerca de su propio bienestar, quien además, junto con A. Sen (1999/2000) han trabajado una perspectiva de análisis desde las capacidades, dando lugar a nuevos enfoques y una valoración más cualitativa del bienestar.
Las consideraciones prácticas que asumen determinadas visiones del bienestar permiten dar cuenta de la disputa no solo por las posiciones teóricas y sus formas de medición; incluyendo qué aspectos se deben considerar, sino ir más allá, a los aspectos inherentes e importantes cuando las personas toman decisiones, que por una parte permitan una nueva forma de evaluación del progreso de la sociedad y, por otra, nuevas maneras de intervenir en el ámbito de las políticas y gestiones multilaterales en un contexto global.