Las mujeres que permanecen en sus comunidades de origen facilitan la migración de los varones (esposos e hijos), al ocuparse no sólo de su rol tradicional de velar por el bienestar de los hijos (as) y del funcionamiento del hogar, sino también ocupándose en actividades productivas remuneradas, contribuyendo al sostenimiento económico de la familia y de la comunidad.
En efecto, las actividades que conlleva la migración de los esposos o los hijos son muy variadas. Como lo comentan Suárez y Zapata (2004), el fenómeno de la migración es un hecho que afecta a las familias y a las mujeres que se quedan, ello ha tenido efectos en las distintas esferas de su vida, en lo cotidiano, en lo privado y en lo público; las ha llevado a transitar por caminos nuevos, a desarrollar nuevos conocimientos y experiencias. Continúan aprendiendo a administrar la pobreza con las remesas que reciben, pagan las deudas, alimentan a sus hijos, invierten de acuerdo a las instrucciones del esposo o del hijo. Atienden la parcela, cuando la tienen, el ganado, vigilan la construcción de la vivienda; y en muchos otros casos obtienen ingresos por que se han incorporado al trabajo remunerado.
Las mismas autoras señalan que para las mujeres que se quedan, la migración ha facilitado una experiencia de trabajo y organización fuera del ámbito doméstico; les ha posibilitado el empleo del tiempo, la organización personal y la movilidad en espacios públicos, pero éstos nuevos papeles que asumen, también aumentan las jornadas de trabajo y las responsabilidades.
Por otro lado; con la salida del jefe de familia o de un hijo, se dibujan escenarios diferentes en cuanto a la concepción de la migración para la familia y de sus implicaciones. La salida del jefe, significa la ausencia del responsable familiar e involucra una fuerte reorganización del resto de la familia.
Es un hecho, que los procesos masivos de migración masculina promueven la formación de familias con jefatura femenina y/o matrifocales, de familias nucleares incompletas o de hogares extensos (Peña y Santa Ana, 2004).
El estudio de las consecuencias de estos procesos sobre la dinámica familiar y la situación de la mujer en particular, se dirige a mostrar como la ausencia física –temporal o no- del varón, puede inducir cambios en los patrones de relación por género, y por tanto, en la condición de subordinación y/o autonomía de la mujer.
De esta situación se han obtenido los siguientes hallazgos (Barrera y Oehmichen 2000):
Sin embargo; a pesar de estos cambios que devienen por la migración del jefe de familia, en un contexto de nuevas y mayores responsabilidades en los ámbitos productivo/reproductivo; no conducen necesariamente a un mayor poder y prestigio para ellas. Por el contrario, en ocasiones con la migración del esposo o la pareja de las mujeres; se quedan en calidad de “depositadas” junto con sus hijos en la casa de los padres del migrante, lo que implica enfrentar una mayor vulnerabilidad en la medida que estará subordinada a las decisiones de los suegros, más aún, cuando los ingresos que se les envían son administrados por ellos…los suegros.
Para finalizar la exposición sobre las teorías migratorias, nos muestra el claro avance que se tiene en el conocimiento de la migración en los últimos decenios. Sin embargo, ante la inexistencia de una sociedad sedentaria, por lo complejo y multifacético del fenómeno seguirá dando de qué hablar por mucho tiempo.
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