La migración de mexicanos hacia Estados Unidos no es una situación nueva; es un fenómeno que ha sufrido variaciones según la época y los cambios en los requerimientos de mano de obra en el mercado laboral estadounidense, como consecuencia de las fluctuaciones que enfrentan las economías en ambos países.
Según Corona (1994), se trata de un fenómeno de carácter laboral, originado en la existencia de un mercado binacional de fuerza de trabajo, cuya demanda de mano de obra no es cubierta por la población nativa estadounidense y está constituida por ocupaciones manuales de baja remuneración que requieren poca calificación. Complementariamente en el territorio mexicano existe una excesiva oferta de fuerza de trabajo que no alcanza a ocuparse en los empleos disponibles, lo cual provoca un considerable contingente de subempleados que busca desplazarse al otro lado de la frontera en busca de mejores oportunidades laborales.
Así, García y Griego (1988) menciona que en los últimos años del siglo XIX la emigración creció moderadamente, debido a la construcción de líneas ferroviarias de la región central a la frontera del norte…de 1900 a 1930, la emigración se incrementó explosivamente, en parte debido a los trastornos que sufría el país, pero alentada por la demanda de mano de obra agrícola que acompañó el auge económico de Texas y California…posteriormente, entre 1942 y 1964, los gobiernos de México y Estados Unidos celebraron convenios bilaterales con el fin de reclutar a trabajadores mexicanos que se emplearon sólo temporalmente para las faenas agrícolas norteamericanas.
Los datos indican un incremento considerable en la emigración hacia Estados Unidos con el decursar del tiempo, agudizado a partir de los años 70 cuando México padece una severa crisis económica que se refleja en el estancamiento del PIB, el disparo de la inflación, la caída del salario real y una contracción en el empleo. Tal situación provocó un deterioro generalizado del nivel de vida, grandes sectores de la población que resultaron afectados tuvieron que buscar alternativas de supervivencia, entre las que se encuentran la participación en actividades marginales y el aumento de la emigración, sobre todo internacional, dado que en Estado Unidos se mantuvo la demanda de mano de obra sobre todo en empleos poco calificados (Corona, 1994).
Para los años 80, con la reestructuración económica y sus efectos en la década de los 90, el fenómeno migratorio de trabajadores mexicanos que se van a Estados Unidos, adquiere mayor dimensión social, por el efecto del desmantelamiento y agotamiento del modelo sustitución de importaciones y desarrollo hacia adentro, ante la adhesión de la nación al proceso de globalización postmoderna, que genera un amplio desempleo fraccional e involuntario (Rionda, 2006).
Con el inicio del funcionamiento de la política neoliberal en México, plagada de discursos liberalizadores que pregonaban una ola transnaciolizadora de factores productivos, en el que si bien, los países implementaron políticas para promover los flujos comerciales y de capital, empezaron a reforzar también el control sobre los movimientos migratorios. Todo ello, paradójicamente, lejos de impedir, exacerbó los flujos poblacionales y los cualificó para las reestructuraciones económicas de ambas economías (Delgado y Mañán, 2007; Tapinos, 2001).
Entre las cifras disponibles respecto a la migración de los mexicanos a los Estados Unidos de los setenta a la fecha, pueden mencionarse las siguientes: 1) a partir de la década de los setenta los flujos migratorios de mexicanos se han incrementado sustancialmente, pasando de 260 mil mexicanos durante la década de los sesenta a 1.2 millones como mínimo durante los setentas, cifra que siguió en aumento durante los ochenta al pasar a 2.1 millones; 2) para 1990 migraron a Estados Unidos 2.7 millones de mexicanos, mientras que en el 2000, lo hicieron ya 5.1 millones de mexicanos; 3) en los últimos seis años se registra la tasa más alta de actividad migratoria (Camarena, 2007).
A la par que se incrementó el flujo de migrantes mexicanos a los Estados Unidos, se registró también un incremento en la remisión de remesas, constituyéndose en pilar fundamental del sostenimiento de millones de familias del campo y la ciudad. Conforme han ido aumentando, el impacto económico y social de estos recursos trasciende el ámbito de los hogares, y empiezan a jugar un papel cada vez más importante en el funcionamiento económico de muchos países y de regiones, particularmente en aquellos donde existe una mayor concentración de migrantes internacionales (Lozano, 2004).
Aunque no existen datos unívocos sobre el monto de remesas enviadas por los migrantes por lo difícil de cuantificar; la magnitud e importancia que han adquirido a partir de la década del noventa a la fecha resultan evidentes, las cifras que presenta el Banco de México en el cuadro 1, así nos lo muestran:
Cuadro No. 1
Ingresos por remesas familiares, 2001-2005
Año |
(millones de dólares) |
1995 |
3,673 |
2000 |
6,573 |
2001 |
8,895 |
2002 |
9,814 |
2003 |
13,396 |
2004 |
16,613 |
2005 |
20,035 |
2006 |
23,054 |
FUENTE: Banco de México. Informe anual 2005. Abril de 2006.
Las remesas familiares en México. Febrero 2007.
(Consulta 10 de enero de 2008), http://www.banxico.org.mx
Esta misma institución (Banco de México; 2007), menciona que los efectos positivos que han tenido las remesas que envían los migrantes mexicanos en Estados Unidos, se perciben sobre todo en el bienestar de las familias receptoras, dentro de las cuales señala las siguientes:
Si bien, el uso que tienen las remesas y las opiniones que giran torno a esa cuestión es variada, lo cierto es que las remesas han llegado a formar parte de las estrategias de sobrevivencia de las familias que se quedan a la espera de esos recursos.
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