En esta última parte del documento, se pretende destacar los resultados más relevantes de la investigación, relacionándolos a los objetivos e hipótesis planteadas en la parte introductoria.
En el estado de Zacatecas las características económicas, sociales y culturales prevalecientes ofrecen una imagen de deterioro y estancamiento: la población de algunos de sus municipios y por tanto de sus comunidades, se encuentran frente a situaciones de gran vulnerabilidad ante los cambios y presiones que la economía, la sociedad y el mercado imponen.
La población zacatecana tiende a salir del estado como parte de una necesidad básica e ineludible, no atendida hasta el momento y desde mucho tiempo atrás por las autoridades gubernamentales en turno: la poca generación de espacios en las actividades productivas que posibiliten la oferta de empleos y salarios dignos que permitan la reproducción de las familias, ha sido una constante en la entidad, reflejada en la poca o nula retención de su población al interior de ella; migración que se constituye como una de las estrategias más recurrentes de las poblaciones rurales.
Así mismo, las actividades que se desarrollan en el campo zacatecano, no garantizan a muchas familias, la consecución del ingreso mínimo indispensable para sobrevivir, situación que se agudiza por las condiciones agroecológicas imperantes en una gran parte del territorio estatal; por lo que el mercado laboral estadounidense seguirá fungiendo como polo de atracción para una gran cantidad de población zacatecana (Delgado y Ramírez, 2001; Moctezuma, 2003).
A pesar de los ingresos monetarios que día a día llegan a las familias, la migración de las personas y el paso del tiempo, van mostrando la pérdida gradual de sus habitantes (así lo indica el comportamiento de las tasas de crecimiento demográficas estables o negativas en la entidad), especialmente de jóvenes que se encuentran en plena capacidad física, hombres jefes de familia que salen en busca del sustento para sus dependientes, estructuras familiares completas y matrimonios jóvenes con hijos en edad escolar; estos últimos, con un alto potencial de aprender y capacitarse, porque en el futuro próximo se suponía serían quienes llevarían el mando en sus comunidad, sus municipios o en el estado (Padilla, 2001; Moctezuma, 2003; Torres, 2003; Colmenares, 1988).
En efecto, el proceso de pérdida demográfica en los núcleos rurales es uno de los rostros que ha mostrado la migración, dando origen a un desequilibrio en la composición de la población por género, es decir a la feminización de la población y con ello, al surgimiento de las transformaciones de género en las comunidades.
Del municipio de Villanueva, Zacatecas se seleccionaron las comunidades de Atitanac y La Encarnación con el fin de analizar la relación entre el proceso de migración y la feminización de la población rural, los cambios que en el ámbito productivo se han producido a raíz de la ausencia de los hombres y de la garantía del relevo generacional productivo.
Se trata de dos comunidades que presentan rasgos identitarios propios de las áreas rurales, tales como:
En cuanto al contexto productivo que prevalece en ambas comunidades, es relativamente similar y en general restrictivo para la sobrevivencia de las familias, en tanto que:
Bajo este marco contextual de las comunidades y sus poblaciones, a continuación se mencionan los resultados de las encuestas en torno a las características que guarda la población residente y migrante de las dos comunidades, destacando las semejanzas y divergencias entre ambas.
Así, en primer término se tiene que la población residente de Atitanac y La Encarnación, se encuentra integrada por una gran cantidad de mujeres, niños y ancianos, dada la alta proporción de la migración de varones que salen en busca de trabajo para poder garantizar la subsistencia de sus familias. La población que se queda, se compone principalmente por las mujeres (casadas con migrantes), sus hijos (la gran mayoría solteros), los suegros y/o los padres (en edades muy avanzadas).
La población migrante se compone principalmente por una gran cantidad de varones casados, jefes de familia muchos de ellos con hogares en fase de expansión y una minoría de varones solteros que en un futuro cercano formarán una nueva familia (hijos cuyas madres se quedan en las comunidades), y una muy pequeña proporción de mujeres divorciadas o madres solteras. Los resultados sobre el predominio de la migración masculina son similares a los reportados por Muñoz (2000); Torres (2003); García (2007); Colmenares (1988), quienes señalan una importante participación de hombres jefes de familia en la migración internacional, hacia los Estados Unidos de Norteamérica.
El predominio del sexo masculino en la migración se relaciona inicialmente con su carácter de indocumentado, lo que representa riesgos que en ocasiones las mujeres no están dispuestas a afrontar y solo emigran por cuestiones de reunificación, una vez que sus maridos han regularizado su estancia y han arreglado los papeles para sus familias (esposa e hijos). El comentario siguiente da cuenta de ello:
“…Vamos a permanecer (refiriéndose a ellas y sus hijos) en la comunidad hasta el momento en que a mi esposo le entreguen los papeles de la residencia que está en trámite y venga por nosotros” (Sra. Ana, Atitanac).
Esto nos remite a la continuidad del despoblamiento en estas comunidades como consecuencia de la emigración, puesto que con la migración de familias completas se continuará observando el incremento de viviendas solas, altamente deterioradas por el abandono de sus propietarios. Asimismo, según comentarios de los maestros de la primaria en la comunidad de Atitanac, los que hacían referencia a que:
“…la disminución de niños en edad escolar está derivando en el recorte de profesores en la escuela, pues para el próximo ciclo un compañero maestro no se incorporará al plantel, por la baja de alumnos” (Atitanac).
En las dos comunidades, los migrantes se concentran en el rango de edad considerado productivo (16-50), mientras que para la población que radica en las comunidades, predomina una proporción importante de personas menores de 15 años y mayor de 51 años evidenciando con ello un cierto déficit de población apta para realizar las actividades productivas al interior de sus comunidades; resultado que coinciden con lo señalado por autores como Torres, 2003; Delgado y Ramírez, 2001; Colmenares, 1988; Moctezuma 2003, entre otros.
En cuanto al grado de escolaridad de la población residente y migrante, en ambas comunidades es baja, ya que una gran cantidad de personas cuentan solo con primaria, y una muy pequeña población con secundaria. Respecto a individuos con bachillerato o preparatoria, las comunidades presentan diferencias, en el caso de Atitanac, solo dos personas comentaron tener bachillerato, y en La Encarnación la población se va interesando por adquirir ese nivel educativo, mostrando porcentaje similar en residente y migrantes.
El hecho de que la mayoría de la población de estas comunidades llegue a cursar solo el nivel básico (primaria y secundaria), se debe al abandono e indiferencia por parte de las autoridades educativas estatales, ya que al no existir infraestructura del nivel bachillerato, la población interesada en cursarlo obligatoriamente tiene que desplazarse hasta la cabecera municipal para completar su educación.
La escasa escolaridad lograda por la población de estas comunidades se refleja en los espacios ocupacionales a que llegan a acceder, y aunque las actividades productivas en las áreas rurales son muy reducidas (concretamente las agrícolas y ganaderas), la falta de preparación se expresa también en la ocupación de los migrantes, los que se desempeñan en áreas que no requieren de una mayor preparación y/o calificación, situación que confirma la Sra. Emma en el siguiente comentario.
“…Mi esposo trabaja en Chicago en una empacadora de carnes para exportación, él dice que en la “carnicería” se trabaja todo el tiempo con temperaturas muy bajas, que hace muchos fío. También dice que a veces lo mueven de área, a un espacio donde van cayendo los huesos para separarlos y también empacarlos. Dice que no se desperdicia nada de la res, que todo se empaca para venderse” (La Encarnación).
El motivo que impulsa a los migrantes de Atitanac y La Encarnación a salir de estas comunidades obedece básicamente a la escasez de oportunidades de empleos que ofrezcan ingresos que permitan la reproducción de las familias, situación señalada por algunos autores (Ariza, 1998; Canales, 1995; Castles, 2001; Suárez y Zapata, 2004; García, 2007).
Las condiciones adversas de la naturaleza y las limitaciones económicas imposibilitan a las personas a desarrollar una agricultura y/o una ganadería de tipo intensivo (sobre todo por la falta de agua y apoyo institucional), documentado en trabajos como el de Moisés de la Peña, 1948; Delgado y Moctezuma, 1993; Delgado y Ramírez, 2001; Colmenares, 1998, entre otros; los que señalan, que los rendimientos y los precios que obtienen los productores ni siquiera sacan los costos de producción, mucho menos para vivir, a esto se agrega que trabajan básicamente en tierras temporaleras, sujetas al clima, que no poseen pozos de agua, entre otros; se constituyen en factores que alientan la migración.
Por otro lado, la propiedad de las tierras para cultivo y/o agostadero no pertenecen a los migrantes, sino a los padres o abuelos de ellos, cuyas edades se encuentran por arriba de los setenta años, lo que dificulta la continuidad de la producción agropecuaria en las comunidades; situación que deriva en una importante proporción de tierras improductivas, erosionadas y con una alta proliferación de matorrales, huisaches, nopales y magueyes.
Respecto a las transformaciones vivenciadas en las comunidades y en los hogares, se pudo detectar lo siguiente:
Las principales estructuras familiares en las comunidades están constituidas por hogares nucleares (en realidad éste tipo de hogar asume la forma de hogar nuclear monoparental ante la ausencia de sus esposos) y hogares extensos o ampliados. El primer tipo, se caracterizan por ser hogares habitados por las mujeres y sus hijos; el segundo de ellos (según información censal y a los datos rescatados de las encuestas, se han ido incrementado con el paso del tiempo), se refiere a mujeres y sus hijos que comparten la vivienda con los suegros, con los padres y/o hermanos, sobrinos o algún otro pariente indirecto como pueden ser cuñados, concuñas, entre otros.
En el caso de Atitanac, la presencia de hogares extensos o ampliados es muy común, se detectaron varios hogares con hasta 3 y 4 familias cohabitando en una misma vivienda; en La Encarnación, por el contrario, existen una mayor proporción de hogares nucleares. Algunos estudios dan cuenta del incremento de los hogares extensos ante la migración del jefe de hogar como es el caso de Peña y Santa Ana, 2004; Barrera y Oehmichen, 2000, entre otros.
Con relación a la edad de las mujeres jefas de familia (con su marido y/o hijos ausentes), en Atitanac, la mayoría de ellas se encuentran en las edades de 31-40 años, se trata sobre todo de mujeres esposas de migrantes jóvenes y en La Encarnación entre los 41-50 años, que comprenden a esposas y/o madres de migrantes de edad madura. Se detectó además una singularidad en ambas comunidades: la ausencia de mujeres menores de veinte años fungiendo como esposas de los migrantes, pareciera que van prolongando la edad de las uniones conyugales o que ante la ausencia de varones en edad casadera, disminuya la posibilidad de contraer nupcias en esas edades.
Respecto a la cuestión educativa, esta no difiere del resto de la población, la mayoría de las mujeres jefas de familia de estas comunidades tienen una escolaridad baja, la que comprende en el mayor de los casos, la básica (primaria y secundaria).
Dentro de los hogares, las esposas de los migrantes continúan con su rol tradicional, siguen haciéndose cargo del cuidado de los hijos y de las personas mayores; sin embargo, van adquiriendo una visión diferente en torno a las condiciones de vida, la experiencia que obtienen la van inculcando a los hijos e hijas, sugiriéndoles pautas de conducta en cuanto a tener mayor nivel de estudios, no casarse tempranamente, retardar los embarazos, enseñarles a visualizarse como personas que pueden incluso migrar y buscar opciones mejores para vivir, etc.
Esto se constata con los datos de la escolaridad y la edad de los hijos, observándose sobre todo en la comunidad de La Encarnación, donde la población adolescente se interesa cada vez más por cursar el nivel bachillerato externando su deseo por cursar estudios en el nivel superior.
En lo referente a los ingresos que les envían los migrantes, el total de las familias encuestadas dijeron que son receptoras de remesas, enviadas por sus esposos y/o hijos migrantes, las cuales van a recoger cada mes al banco ubicado en la cabecera municipal, cuyos montos son variables los que van desde mil y cinco mil pesos.
En los dos poblados, las mujeres encuestadas reportaron que el principal uso que les dan a las remesas, es para el sostenimiento de la familia. Los rubros que siguen son la construcción o mejora de las viviendas (sobre todo de aquellas donde el matrimonio es muy reciente y se encuentra en proceso de construcción), y en una muy pequeña proporción se reportó el ahorro; lo que concuerda por lo planteado por Durand, et al, 1996; Canales, 2005; Crummet, 1994; Suárez y Zapata 2004; Colmenares, 1988; Torres, 2003, y otros.
Las mujeres de las comunidades, muchas veces enfrentan tensión económica y angustias, cuando el monto del envío no alcanza para solventar gastos no considerados, como resultado de situaciones imprevistas, tal es el caso de la enfermedad de algún miembro de la familia, que obliga a las mujeres a la búsqueda del crédito o préstamo, puesto que el “envío” que les hacen sus familiares migrantes es mensual (Marroni, 2000; Suárez y Zapata, 2004).
En cuanto a la toma de decisiones, las mujeres comentaron que cuando su pareja esta en casa, ambos deciden las cosas por realizar, pero ante la ausencia de ellos, coincidieron que se desenvuelven con una mayor autonomía en la toma de decisiones, lo que representa un cierto nivel de empoderamiento dentro de sus hogares.
Sobre la participación de las mujeres en las actividades productivas existen marcadas diferencias que se observan a simple vista en las comunidades de Atitanac y La Encarnación, y que se confirman con los resultados de las encuestas, como en lo comentado por las propias mujeres.
Así, en el ámbito productivo, las transformaciones en las relaciones de género por la migración de los varones en La Encarnación, han propiciado las pautas para que las mujeres empiecen a desempeñar los trabajos en los ámbitos reservados a los espacios masculinos; entre ellos a responsabilizarse de la producción de las tierras para cultivo con todo lo que ello implica; la incursión en las actividades ganaderas, también con todo lo que ello implica, llegando incluso a participar en reuniones convocadas por la Sagarpa, aspecto que coincide con estudios como el de Crummet, 1992; Arias, 1998; González, 1997; Lara, 1996; Parella, 2003; Nava y Marroni, 2003; Santiago, 2004; Marroni, 2006. , entre otros más; aunque en el caso de Atitanac los resultados difieren con lo señalado por estas mismas autoras.
Para el caso de Atitanac, los resultados difieren con lo señalado en estos mismos estudios (Crummet, 1992; Arias, 1998; González, 1997; Lara, 1996; Parella, 2003; Nava y Marroni, 2003; Santiago, 2004; Marroni, 2006); puesto que se visualiza y constata una dependencia total de las mujeres y las familias de los ingresos que les envía su familiar migrante, por lo que el trabajo que desempeñan las mujeres se concreta al doméstico; el cuidado, crianza y educación de los hijos, así como el cuidado de las personas de edad avanzada . De hecho, como se ha comentado anteriormente en este trabajo, varías de las mujeres y sus hijos que viven en Atitanac solo esperan la autorización de la residencia familiar, tramitada por sus esposos en los Estados Unidos, para trasladarse al vecino país permitiendo con ello la reunificación de la familia.
Relacionado con lo anterior, la práctica productiva que realizan las mujeres en la comunidad de Atitanac, se reduce a la actividad ganadera de traspatio, en la que es común la presencia de gallinas, vacas, cabras, cerdos, patos, entre otros, dentro de los corrales.
Con la información presentada en este documento, se advierte que en estas comunidades (sobre todo en la de Atitanac), se está presenciando la desaparición paulatina del relevo generacional productivo, es decir; que los hijos varones de las familias, en un futuro no continuarán con las actividades productivas desempeñadas con anterioridad por sus padres en el sector primario de la economía (o en el peor de los casos, por sus abuelos); de presenciarse esta situación de manera generalizada en las áreas con índices de migración altos, originarán que el Estado de Zacatecas, lejos de figurar como productor, entrará en una dinámica de importación de alimentos.
Con relación a la organización de los habitantes en estos lugares; no se encontró antecedentes relevantes de organización independiente o autoorganización, con lo cual se limita la posibilidad de encontrar alternativas de desarrollo social y económico para sus poblaciones, así la inexistencia de grupos organizados trae consigo la falta de propuestas en los diversos ámbitos (social, económico, cultural, etc.), que ayuden a alcanzar e impulsar el desarrollo comunitario y familiar. Esta situación, se refleja en aspectos tan relativamente “comunes”, como es la organización para demandar la impartición de cursos de educación no formal para las mujeres de estas comunidades, en rubros que van desde los domésticos (conocidos como economía del hogar o ciencia doméstica) donde se incluyen cursos de cocina, tejido, corte y confección, macramé, arreglo floral, etc., como en el desarrollo de habilidades (conocido también como capacitación para el autoempleo), con el aprendizaje de algún oficio, como: artesanía, carpintería, electricidad, herrería, cultural de belleza, etcétera.
En cuanto al método que utilizan las mujeres para el control de la natalidad aproximadamente el 50.0% de ellas comentaron que no utilizan ninguno, situación entendible dada la poca presencia de sus parejas en las comunidades; sin embargo, existe un peligro oculto con el regreso de los migrantes, por posibles problemas de contagio de enfermedades de transmisión sexual (ETS), las cuales en el Estado se han ido incrementando en los últimos años.
De todo lo anteriormente expuesto, se pueden destacar algunas conclusiones generales:
Por último, resultaría importante e interesante contrastar los hallazgos reportados en este trabajo con nuevos estudios de investigación en otras localidades rurales para conocer el comportamiento que asumen las mujeres, las familias y las comunidades.
1 En Atitanac, es común observar a las madres acompañar a sus hijos de edad escolar en su entrada a la primaria, luego regresan a sus hogares a elaborar los alimentos para el almuerzo el cual llevan nuevamente a la escuela para que sus hijos se alimenten a la hora del recreo, posteriormente los hijos vuelven nuevamente a clases y las mujeres regresan a sus hogares a realizar algunas actividades en el hogar; barrer, lavar, hacer la comida, limpiar, etc., para regresar nuevamente por sus hijos a la hora de la salida de la escuela, aproximadamente a la 1:30 hrs.
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