A pesar de que la participación de las mujeres en el movimiento migratorio internacional se ha ido incrementando, continúa siendo menos intensa que la de los hombres, su intervención en este proceso juega un papel clave; como madres, esposas o hijas de migrantes, en todo momento apoyan la decisión de los varones y optan por permanecer en sus comunidades adquiriendo las responsabilidades derivadas de los nuevos roles que surgen cuando ellos emigran.
Con la migración de la población masculina, además de los cambios demográficos que se mencionaron en apartados anteriores, se agregan; el experimentado en la composición por sexo de la población ocurriendo un incremento en el rubro de mujeres, el aumento en la incorporación de estas al mercado laboral, y, el número de hogares con jefatura femenina; es decir, son cambios que impactan y se manifiestan en el escenario económico productivo y en la organización social, tanto al interior de las familias como en las comunidades.
Zacatecas, desde la última década del siglo pasado, registra una creciente feminización de su población, debido a la constante migración masculina que se desplaza hacia los Estados Unidos de Norteamérica y/0 hacia las zonas urbanas al interior del país en busca de empleo.
De acuerdo a Rionda (2006), una población mantiene una relación natural cuando registra una composición de 97 varones por cada 100 mujeres. Este es el índice de masculinidad natural de una población, no obstante por razones sociales se tiene que este índice puede ser superior o inferior por regiones mundiales o nacionales.
En el cuadro 5, se muestra el índice de feminidad de la población de los 58 municipios de Zacatecas para los años 1970-2020; cuya tendencia general indica que el número de mujeres ha superado a los hombres, situación que se va agudizándose en cada período de referencia pues, en 1990 solamente el 37.5% de los municipios guardan relación con el planteamiento de Rionda, en el 2000 el 26.3%, y para el 2010 y 2020 solamente el 13.8% y el 15.5%, respectivamente.
La desigual proporción en la composición por sexo de la población, es perceptible en cada década y en cada municipio del Estado, así por ejemplo, se observa que el número de mujeres por cada 100 hombres fluctúa entre un máximo de 137.82 en Moyahua y un mínimo de 71.89 en Genaro Codina en la década de los setenta.
La tendencia futura de acuerdo a los cálculos realizados señalan que; para el año 2010; los municipios de Villa González Ortega y Mazapil, figurarán con una proporción máxima de 123.25 mujeres a hombres para el primero y una mínima para el segundo 90.92; y finalmente para el 2020, la relación de feminidad más alta se registrará nuevamente en Villa González Ortega (130.25) y la menor en el municipio de Susticacán con 76.43 mujeres por cada 100 hombres.
Llama la atención el comportamiento que muestra el índice de feminidad en los municipios del semidesierto noreste; en el que Concepción del Oro y El Salvador presentan un comportamiento ascendente, el primer municipio llega a alcanzar un índice de feminidad de 101.09 mujeres por cada 100 hombres en el 2020, y El Salvador 103.50 mujeres por cada 100 hombres; Mazapil y Melchor Ocampo por su parte, muestran una tendencia de relativa “estabilidad” al mantenerse con valores por arriba de 90 mujeres por cada 100 hombres en los mismos años de referencia.
En el mismo cuadro (5) se observa que, con base a los cálculos realizados, para el 2010 la relación de feminidad en 11 municipios, superarán valores de 115 mujeres por cada 100 hombres (muy por encima de los valores señalados por Rionda) entre los que figuran: Apulco (117.77), Chalchihuites (117.63), Genaro Codina (117.33), General Francisco Murguía (120.07), Huanusco (118.03), Mezquital del Oro (118.30), Moyahua (118.73), Nochistlán (119.47), Río Grande (118.07), Tepechitlán (116.40), y Villa González Ortega (123.25), los que con excepción de Genaro Codina y Villa González Ortega, todos se ubican en la región de alta intensidad migratoria.
Los cambios diferenciales en el índice de feminidad en el Estado, se pueden explicar sobre la base de los patrones migratorios de las poblaciones de los diversos municipios, y en particular, con respecto a la poca participación de de las mujeres en las migraciones, las cuales optan por permanecer en sus comunidades.
El incremento de la población femenina en el Estado, se manifiesta también en rubros como la Población Económicamente Activa (PEA)1 . Los datos del cuadro 6, presentan la evolución que ésta ha registrado, donde se observa que en términos generales la PEA femenina va incrementándose en cada período de referencia (1970-2020).
En este mismo cuadro se observa también que de 1990 al 2000 la PEA femenina en algunos municipios presenta un incremento por arriba del 50%2 ; esta tendencia para el 2010 y 2020 seguirá en aumento, a un ritmo de entre el 10 y el 15 por ciento aproximadamente. Por el contrario, la PEA masculina muestra una tendencia decreciente, así por ejemplo para 1970 el valor mínimo estaba representado en 77.27% para el municipio de Zacatecas y el máximo en 96.19%, para Melchor Ocampo, para 1990 muestra un mínimo de 69.30 nuevamente en Zacatecas y Joaquín Amaro con el 95.67%, y finalmente para el 2000, el mínimo se presenta nuevamente en Zacatecas con el 63.33% y el máximo en Mazapil 86.75%.
Los datos de los censos muestran un incremento paulatino de las mujeres en la tasa de participación económica, la que esta determinada por aspectos como el estado civil, la edad, la escolaridad, el número y la edad de los hijos, e incluso la migración de sus parejas.
El gráfico 1, expone que no obstante el incremento en la tasa de participación femenina en el Estado, el diferencial que existe respecto a la participación masculina, aún continúa siendo importante.
La participación económica femenina se intensifica en municipios que han registrado en los últimos años un desarrollo más dinámico, expresado en una mayor terciarización de su economía, mejores niveles de bienestar promedio, mejor infraestructura educativa y de salud, mayor penetración de los servicios financieros, mejor infraestructura en comunicaciones y por tanto, oportunidades de empleo para su población.
En el cuadro 7, se muestra la tasa de participación económica femenina a nivel estatal 1970-2020, en el que si bien, esta es inferior respecto a la de los hombres, se aprecia el aumento que va registrando en cada período de referencia.
A nivel estatal, sobresalen los municipios de Zacatecas (35.1), Guadalupe (30.3), Concepción del Oro (25.9), Fresnillo (21.4), Calera (21.5), Jerez ((22.2), Juchipila (25.4), Tlaltenango (23.3) y Tabasco (20.4), entre otros; por presentar los valores más altos de mujeres vinculadas a la actividad productiva, en el año 2000. Por el contrario, los municipios con una participación económica menor de mujeres son; Joaquín Amaro (7.1), Panuco (9.1), Francisco Murguía (9.1), y Pánfilo Natera (9.6).
De continuar las condiciones prevalecientes actuales, según cálculos realizados para el 2020, en muchos de los municipios se alcanzarán valores en la tasa de participación económica femenina por encima del 40.0%, incluso algunos de ellos superando el 50%, como es el caso de Guadalupe (56.10), Zacatecas (54.70), Momax (50.60), Juchipila (50.60), Mezquital del Oro (47.90), Tlaltenango (46.90), Concepción del Oro (44.70), Jerez (43.40), Monte Escobedo (41.70), Apozol (40.40), Villa García ((40.40), y Nochistlan (40.20). Situación posible a partir del dinamismo que la mayoría de estos municipios ha manifestado en el sector terciario, abriendo oportunidades de empleo para las mujeres.
Para este mismo año los municipios con una baja participación económica femenina serán Francisco R. Murguía (15.30), Genaro Codina (16.90), Joaquín Amaro (16.10), Susticacán (16.30), Villa de Cos (16.80) y, Villa Hidalgo (16.0).
Las tasas de participación económica femenina implican también una mayor intervención de las mujeres en la actividad agrícola, lo que va favoreciendo la “feminización de la agricultura”, perceptible ya en algunos municipios del estado, donde es común observar la presencia de mujeres realizando tareas en cultivos como el tomate, chile seco, cebolla y ajo, entre otros (Rivera, 2005).
En el cuadro 8 se observa de 1970 al 2000 el incremento de mujeres trabajadoras en el sector primario ha sido considerable; así por ejemplo para 1970 los municipios que alcanzan los valores máximos son General Enrique Estrada con 10.5%, Joaquín Amaro con el 9.9%, Panuco 9.4% y Atolinga 9.2% en, en contraparte; los municipios con una muy baja participación de mujeres ocupadas en este mismo sector incluía a: Melchor Ocampo 0.1%, Momax 0.2, y Susticacán con el 0.9%.
De 1990 al 2000, algunos municipios registraron un importante aumento de mujeres ocupadas en este sector, como es el caso de Apozol de al pasar de 6.0% a 16.4%, Susticacán de 1.8% alcanza 16.3%, Tabasco se incrementa de 5.6% a 10.3%, Nochistlán de 1.5% a 7.5%, Tepechitlán de 1.2% a 7.5%, Teúl de González Ortega pasa de 1.7 a 7.4% y Tlaltenango de 1.4% alcanza el 9.2%, respectivamente. Se trata de municipios que se caracterizan por pertenecer a la región con una alta intensidad migratoria, donde la migración de los varones contribuye a que las mujeres retomen la actividad agropecuaria.
Información de este mismo cuadro, da cuenta de que se seguirá presenciando un incremento sostenido de población femenina ocupada en el sector primario, sobresaliendo Apozol con el 26.80% y Susticacán con 30.80% para el 2010, y 37.20% y 45.30% para el 2020 respectivamente.
Paralelo a las actividades cotidianas, las mujeres del campo también desempeñan otro tipo de actividades que les permiten ganar algún dinero extra; como la comercialización de los excedentes agropecuarios, emplearse como domésticas en lugares cercanos a sus viviendas o comunidades, la venta de productos elaborados; tejido, prendas de vestir, accesorios y/o artesanías; incrementando con ello el ingreso en sus hogares.
Por último se menciona que con relación a la población ocupada masculina, este sector expresa una disminución en las mismas décadas de referencia; al pasar del 69.2 al 46.73 y de este al 36.50% respectivamente (INEGI, 1970, 1990 y 2000). Una explicación posible a este comportamiento: la constante emigración de los jóvenes que habitan las áreas rurales a otras ciudades y a los Estados Unidos, dejando a cuestas el desarrollo de las actividades agropecuarias a productores/trabajadores de edad avanzada, mujeres, y niños; situación que derivará en un futuro próximo en serios problemas de producción de alimentos en el Estado.
1 El concepto de Población Económicamente Activa (PEA), se refiere a las personas de 12 años y más, de ambos sexos, dedicadas a la producción de bienes y servicios para el mercado.
2 Las estadísticas con respecto a la fuerza laboral se caracterizan por subestimar los índices de actividad de las mujeres, en especial en el sector agrícola, donde gran parte del trabajo no recibe remuneración alguna…De igual manera, las actividades no agrícolas que desempeñan las mujeres, como el comercio menor, habitualmente no se registran debido al carácter a menudo esporádico y la baja rentabilidad de estas actividades. (Katz, 2004).
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