En la literatura sobre el tema se advierte claramente la importancia y relativa complejidad de algunos programas preventivos en materia de delincuencia y acción policial. Un primer aspecto característico de este tema es que la delincuencia no es un fenómeno exclusivo de los países pobres o en vías de desarrollo. Una segunda característica es que existe una amplia gama de delitos que va desde los más sencillos, diríamos los malos pensamientos que uno mismo pueda tener pero que no se concretan en hechos reales -las actitudes negativas-, hasta los de mayor gravedad, como crímenes intencionales e irracionales.
La delincuencia constituye una de las principales dificultades que, en materia de calidad de vida, deben enfrentar multitudes de pobres, gentes de clase media y hasta personas de altos ingresos en América Latina. Si bien instituciones como el PNUD han desarrollado recientemente importantes esfuerzos con relación al concepto de desarrollo humano, la discusión sobre el tema y la elaboración de buena parte de la estadística relativa a los países del mundo, se ha orientado hacia variables como ingreso, salud (expectativa de vida) y educación, ciertamente fundamentales como ya he destacado en esta investigación, pero que no permiten estudiar en detalle el complejo tema delincuencial.
El fenómeno delictivo, de hecho, se relaciona fuertemente con las variables establecidas como prioritarias en la medición de la calidad de vida del PNUD: ingreso, salud, educación. Es factible pensar que la falta o carencia de ingresos regulares puede llevar a mucha gente a delinquir o aceptar trabajos de dudosa licitud. El mismo acto de delinquir en conciencia, aceptar robar por costumbre, tiene relación con una orden que proviene del pensar humano. En cierto sentido un delito se comete por una orden mental inadecuada que, en caso extremo, se puede traducir en un acto irracional como es el asesinato.
En una mirada bajo el enfoque de calidad de vida más estricto, hasta diría fundamentalista, el delinquir aleja sistemáticamente a los individuos, aún cuando se trate de pequeñas faltas como pillerías en encuentros deportivos, del verdadero sentido aristotélico de la virtud. Esta es una razón de más lago plazo de por qué es necesario actuar fuertemente en el terreno de la prevención, la explicación y el entendimiento, que las personas se percaten de que, aún cuando ganen más u obtengan la victoria a través de medios ilícitos -y más aún nadie los descubra-, en su fuero íntimo no habrán conseguido alcanzar el estado de felicidad espiritual por un logro lícito que sugiere el areté (arete) de los antiguos griegos.
En un estudio efectuado con anterioridad sobre calidad de vida, en el que estimé el número de noticias aparecidas en parte de la prensa chilena y ponderado por características como tamaño de la noticia, inclusión de fotos en blanco-negro o color, aparición en portada, etc. , los temas relacionados con legislación-justicia fueron los que alcanzaron mayoritariamente el primer lugar de la distribución del puntaje de prioridad que la prensa seleccionada otorgó a las noticias relacionadas con delincuencia en Santiago de Chile entre los 12 meses comprendidos entre julio del año 1999 y junio del año 2000.
En lo que respecta a la segunda característica del tema de los delitos, la enorme variedad y distintos grados de gravedad que revisten, es posible una descripción generalizada de los más importantes. En un trabajo anterior he propuesto una clasificación de delitos que van desde menor a mayor gravedad, la cual puede ser útil para revisar algunos antecedentes generales disponibles sobre este tema para el caso latinoamericano. Una lista posible de tipos de delito es: (a) Asaltos, robos y estafas; (b) Tráfico de drogas, proveedores, consumidores y mercados; (c) Asesinatos y actos criminales y (d) Otros tipos de delitos.1
La revisión de noticias referentes a robos, asaltos y estafas lleva a meditar sobre una situación delicada y hasta lamentable desde el punto de vista del concepto de calidad de vida de la población. Es tal la cantidad y variedad de este tipo de fechorías menores, en el sentido de que no incluyen hechos de sangre, que da la impresión ha surgido no sólo una situación de delitos que se cometen eventualmente para adquirir alimentos y poder sobrevivir, sino también delitos relacionados con una forma de vida, es decir, con conductas repetitivas que se transforman en malas costumbres.
La impresión que surge respecto al fenómeno delictivo es que, por un lado, “todo lo que existe es susceptible de robo o estafa”, una especie de principio social de que ha obligado a centenares de miles de ciudadanos a vivir literalmente encerrados dentro de casas con rejas de protección y, por otro, la acción punitiva o correctiva de parte de quienes implementan políticas públicas en el área, parece condenada al fracaso. 2
Los ejemplos prácticos sobre asaltos, robos y estafas que confirman esta apreciación son numerosos: robos millonarios de letreros de señales de tránsito; robos de carros de mercaderías en supermercados; bustos de héroes ubicados en la vía pública; piratería de libros y otros bienes que presentan propiedad intelectual; fraudes aduaneros de exportaciones falsas; cobros fraudulentos de reembolsos por consultas médicas; mujeres asaltadas en sus propios autos y numerosos asaltos a restaurantes, farmacias y viviendas, cometidos por malhechores cada vez más atrevidos. 3
Los asesinatos y acciones criminales como atentados incendiarios con bombas molotov no constituyen mayoría, si bien muy probablemente son más llamativos en cuanto al impacto emocional que le provocan al público. Algunos de los ilícitos de mayor gravedad están relacionados con la prohibición del comercio y distribución de drogas o material relacionado con el mismo, como pasta base de cocaína, tema que en algunos países de América Latina adquiere mayor importancia por tratarse de países productores.
Desde el punto de vista de la calidad de vida, ciertamente, los crímenes constituyen hechos que determinan el peor escenario posible, resultando particularmente inaceptables cuando, además, se cometen por el robo de sumas insignificantes de dinero o por asuntos de poca importancia. Esta última situación, incluso, está cercana a otros tipos de actos ilícitos, los bautizados como “delitos estúpidos” por el eminente historiador y economista Carlo Cipola, que ha escrito: Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. 4
Algunas interrogantes básicas que surgen a partir de estos antecedentes es: ¿Qué ha estado sucediendo con la delincuencia y la violencia en América Latina? ¿Qué rol cumplen las Fuerzas Armadas? ¿Se están asignando eficientemente los recursos desde el punto de vista de las políticas públicas aplicadas para disminuir el consumo de drogas y estupefacientes?.
Las preguntas anteriores, si bien demasiado amplias, admiten algunas respuestas tentativas en al menos dos perspectivas: (a) histórica y (b) actual. Respecto a la primera y por razones de ordenamiento del material, en el capítulo 3 siguiente de la presente investigación se estudia con cierto detalle algunas tendencias y hechos de importancia ocurridos en el pasado, que han configurado o influido en la situación actual en materia de delincuencia, criminalidad, violencia e intervenciones militares cruentas en América Latina.
En lo que sigue de este apartado sólo comentaré algunos antecedentes bibliográficos relevantes desde una perspectiva más actual, que permita, en lo posible, aclarar las interrogantes antes planteadas.
1 Montesino Jerez, José Leopoldo, Estudio socioeconómico sobre temas pendientes de calidad de vida en la Región Metropolitana 1999-2000, Universidad Santo Tomás, Escuela de Periodismo, Dirección de Investigación y Postgrado, RIL Editores, p. 214, Santiago de Chile, junio del 2003.
2 Ibid., p. 215.
3 Montesino Jerez, José Leopoldo, op. cit., (2003), pp. 215-222..
4 Véanse: (a) Montesino Jerez, José Leopoldo, op. cit., (2003), pp. 238-252 y (b) Cipola, Carlo M., Allegro ma non troppo, Colección Libro de Mano, Grijalbo Mondadori, p. 66, Barcelona, España, 1996. Este autor explica que existen algunos estúpidos que causan daños leves y otros que causan daños terribles. Propone estar atentos y tener cuidado con los estúpidos. Anota que una persona inteligente puede llegar a determinar la lógica de un malvado, que actúa con racionalidad. Sin embargo, señala que el ataque de los estúpidos generalmente resulta imprevisto e irracional. Uno de los corolarios de la quinta Ley Fundamental de la estupidez humana, enunciada en su libro, es: “el estúpido es más peligroso que el malvado”. Véanse además pp. 73-85. Cabe la analogía con las palabras de Albert Einstein: “no estoy seguro de que el Universo no tenga límites, pero sí la estupidez humana”.
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