Uno de los dos ejes organizacionales de la investigación científica es la disciplina. Esto tiene que ver con la organización del conocimiento, que se compone de disciplinas, que conllevan a la agrupación de los individuos en comunidades disciplinarias y en especialidades subdisciplinarias.
Si entendemos la actividad científica como la construcción de nuevo conocimiento, dicha actividad rescata esa misma organización por disciplinas, es decir, los investigadores se organizan en subsistemas de acuerdo con la disciplina, formando especialidades.
Veamos qué elementos constituyen una disciplina y cómo estos elementos definen la organización del trabajo científico.
Distintos autores como Burton Clark [1984], Kuhn [1971] y Becher [1989] señalan la existencia de una serie de rasgos que distinguen a las disciplinas, por el hecho de provenir de distintos enfoques, no coinciden del todo. A continuación se intenta hacer una concentración y agrupación de los mismos.
Tomando como referencia los rasgos anteriores, que definen a las disciplinas, estamos en condiciones de describir cómo y en qué ámbitos proporcionan elementos estructurales a la investigación científica.
Como forma especializada de organización, la disciplina agrupa por campos de conocimiento a los especialistas similares, formando una comunidad que comparte intereses y que se agrupa gremialmente poseyendo una amplia extensión territorial, que trasciende los establecimientos [Clark, 1983: 56].
La disciplina determina en gran parte la división del trabajo en los establecimientos y confiere contenido a las divisiones. La unidad de adscripción básica del sistema de investigación está organizada en torno a la disciplina, docentes e investigadores se organizan en subsistemas de acuerdo con la disciplina y sus especialidades subdisciplinarias, por ejemplo: formando departamentos, secciones, divisiones o academias.
Por otra parte, el requerimiento de un vocabulario en común, lleva a definir el proceso de división interna de un campo, que se refleja en la diferenciación terminológica. También, norman las formas lingüísticas y sintácticas aceptadas para expresar el conocimiento, los modos discursivos que distinguen a la disciplina, conformando tradiciones teóricas o escuelas.
Del mismo modo, al demandar un conjunto de creencias compartidas acerca de la teoría, la metodología, las técnicas y los problemas que delimitan la disciplina, fija las normas, no explícitas pero sí puestas en juego durante la acción pedagógica, sobre cómo se debe investigar y cuáles deben ser los conjuntos de áreas problemáticas hacia las cuales hay que dirigir las investigaciones.
La forma habitual de hacer y difundir los resultados de las investigaciones lleva a crear costumbres que prescriben los medios e instituciones aceptados para la difusión de la investigación, las formas y criterios para la selección de lo que se publica y lo que no.
Sin embargo, la disciplina trasciende los establecimientos, pues sus perspectivas e intereses conceptuales se extienden a muchas naciones, y sus integrantes pueden pertenecer a muy diversos establecimientos situados en distintas partes del mundo, pero tienen en común con sus contrapartes especializadas en el extranjero, que comparten su misma identidad disciplinaria.
Sí la estructura del conocimiento objetiva lo que se enseña y lo que se investiga, cuando explicitamos la estructura organizacional de las disciplinas y de los establecimientos, estamos haciendo evidente e identificable qué se investiga, cómo se investiga, dónde se realizan esas actividades. Hacemos transparente la relación operante entre la organización de los individuos y la organización del conocimiento.
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