COMPETENCIAS EMOCIONALES Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INTERPERSONALES EN EL AULA

Lucicleide De Souza Barcelar

RECHAZO

La posición social que el niño ocupa ha sido un tema de diversos estudios, en que se busca averiguar la aceptación, o rechazo por los iguales. En este sentido las técnicas sociométricas sirven para medir la aceptación o no aceptación de los niños por parte de sus iguales.

Las técnicas sociométricas producen cuatro categorías diferentes de aceptación social: niños populares, los cuales consiguen muchos votos positivos; niños rechazados, los cuales resultan activamente antipáticos; niños polémicos, los cuales consiguen un gran número de votos positivos y negativos; y niños ignorados, los cuales raramente son elegidos, positivamente o negativamente (Berk,1999).

En este sentido, a continuación recogemos los principales grupos sociométricos y sus características, basado en el trabajo de Asher y Parker (1987) citado en Jiménez Hernández (2000):

 

GRUPOS

ELECCIONES

PREFERENCIA

IMPACTO

RIESGO ASOCIADO

CARACTERÍSTICAS

Aceptado o popular

Muchas elecciones positivas y pocas o ninguna negativa

Alta

 

Sin riesgo

Prestan ayuda, amigables, cooperativos, respetan las normas en sus relaciones y de la clase. Alta conducta pro-social.

Rechazado

Muchas elecciones negativas y pocas o ninguna positiva

Baja

 

Alto

Conducta agresiva, perturbadora en clase, incumplimiento de normas, con escasa conducta pro-social. Conducta retraída con escasa conducta pro-social.

Ignorado

Pocas o ninguna elección positiva ni negativa.

 

Bajo

¿Alto? ¿Bajo?

Pasan desapercibidos, inician muy pocos contactos, actividades solitarias en el recreo, aunque sean apropiadas. Tímidos, retraídos, evitan la agresión.

Controvertido

Muchas elecciones positivas y negativas

 

Alto

¿Ausente?

Por un lado, agresivos y perturbadores y, por otro, cooperativos, sociables y líderes.

Como podemos percibir los niños aceptados presentan buenas habilidades emocionales, tienen una buena conducta pro-social y establecen buenas relaciones interpersonales. Mientras que los niños rechazados suelen presentar más bien escasas estas habilidades, tienen más bien una conducta ante social, no respetan las normas y los esquemas sociales y eso refleja en la dificultad de relacionarse con los demás.

En este sentido, el rechazo sociométrico, según se ha puesto de manifiesto en una considerable cantidad de trabajos, se presenta como:

“El rechazo sociométrico se presenta como uno de los marcadores más importantes de inadaptación social indicando un elevado riesgo de dificultades escolares y de un amplio rango de problemas de salud mental. De este modo, los niños abiertamente agresivos puede que a los diez u once años ya se les describan como antisociales. Pronto se les comienzan a considerar una amenaza en la clase y en el colegio. Son niños que son soportados en el colegio esperando pacientemente hasta que lo abandonan” (Jiménez Hernández, 2000: 44).

Los niños rechazados en general, manifiestan un comportamiento socialmente negativo, que podemos categorizar desde dos grupos:

Podemos concluir que los niños populares, rechazados, ignorados, controvertidos o polémicos son niños que presentan unas destrezas emocionales que en el proceso de interacción con el grupo de iguales son valorados de forma positiva o negativa.

Castro (2005: 11) investigaciones recientes sugieren que la adaptación emocional-social de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía deben ser estimulados en diversas oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez.

Unos de los aspectos más importantes a tener en cuenta en los niños y que contribuye al desarrollo cognitivo y social y el grado de efectividad con que actuamos luego como adultos, es el de las relaciones entre iguales. Hartup estableció que:

"[...] el mejor indicador en la niñez de la adaptación en la vida adulta, no son las notas escolares, ni el comportamiento en clase, sino la capacidad con la que este niño se relaciona con otros niños. Los niños que generalmente no son aceptados por otros niños, que son identificados como agresivos o destructores, que son incapaces de sostener una relación estrecha con otros niños y de ubicarse en la cultura a la que pertenecen sus demás compañeros corren serios riesgos" (Hartup, 1992).

Estos riesgos pueden ser: salud mental disminuida, abandono escolar, bajo rendimiento, dificultades escolares de diversos tipos y posteriormente historial laboral limitado. Ya que el desarrollo social del niño comienza al nacer y luego durante la etapa preescolar avanza rápidamente, es muy importante que los programas de educación para la niñez, incluyan oportunidades para el juego social espontáneo ya que a través del juego simbólico los niños pequeños se desarrollan en lo social e intelectual.

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