Fernandes (2002) señala que a menudo en la rutina del aula, los alumnos tienen algún tipo de conflicto interpersonal. Alumnos que encuentran dificultades en expresar sus sentimientos, no saben administrar bien sus emociones… y como consecuencia originan los conflictos de interacción con sus compañeros. Sin embargo el origen puede estar en una baja autoestima, falta de auto-control, falta de credibilidad en los demás. O sea, algún tipo de capacidad emocional que falta ser desarrollada, pero que se reflejaría en el crecimiento del individuo como un todo. En medio de esta turbulencia de emociones mal administradas, muchos conflictos son generados e incluso agravados, llevando a veces a tragedias por la falta de comprensión y manejo del lado más subjetivo del individuo.
Puede considerarse, que el contexto educativo, concretamente en las aulas se viven numerosos conflictos, por lo que su presencia señala la falta de desarrollo de competencias emocionales en los alumnos, y por otro lado muchas veces no es aprovechada la oportunidad para utilizar alguna de las estrategias de resolución de conflictos por el profesorado.
Desde el ámbito emocional, las emociones pueden originarse en una situación conflictiva pero a la vez ejercen una notable influencia en el surgimiento, desarrollo y resolución de las mismas. Los sentimientos y las actitudes, al igual que las percepciones pueden crear conflictos en donde elementos racionales no sugerirían que deberían aparecer; aunque los sentimientos y las actitudes también pueden evitar conflictos donde se esperaría que los hubiera (Filley, 1985: 24).
Mediante las emociones tan poderosas el ser humano se torna débil, y muchas veces huye toda su capacidad de razonar frente a situaciones tan complejas, y hay como una perdida del auto-control emocional dejándose llevar por las emociones negativas, es entonces cuando el conflicto toca a nuestra puerta y deja de ser algo positivo para ser negativo.
En base a Deutsch (1973) se debe distinguirse entre conflicto constructivo y destructivo de acuerdo a la emoción que se origina y prevalece. Por ejemplo, si el sujeto posee la capacidad de ponerse en el lugar de los demás y en la satisfacción de compartir con los demás, seria un conflicto positivo, visto la posibilidad de trabajar la resolución del conflicto o sea negociar.
Ya las situaciones caracterizadas por tensión excesiva y por la cólera excesiva dirigida a la destrucción del otro, en una atmósfera que persiste la hostilidad y la sospecha, sin lugar a duda es un conflicto destructivo, ya que en un clima emocional no se puede trabajar la negociación .
El conflicto no es necesariamente algo negativo, todo lo contrario, si el sujeto es capaz de manejar de manera adecuada sus emociones es incluso positivo, ya que tener diferencias es algo sumamente natural, sin embargo el secreto esta en respetar estas diferencias, en mantener el auto-control.
En medio de un conflicto en el que se siente amenaza y tensión, es usual que las emociones perturben la capacidad para entender el punto de vista de la otra parte. La comunicación puede entonces llegar a hacerse muy difícil, exactamente cuando más se necesita (Tetlock, 1985). Es por ello que el mediador, por lo general estructurará el encuentro para ayudar a cada parte a entender y a sentirse entendida por la otra. El mediador puede pedir a las partes en conflicto que restrinjan sus argumentos a afirmaciones de hecho, incluyendo declaraciones sobre cómo se sienten y cómo responden cuando el otro actúa de una manera determinada Myers (2001: 560).
Entendemos que para solucionar un conflicto, es necesario una gestión adecuada de las emociones. Goleman (1999: 51) señala que la dimensión resolución de conflictos forma parte de la competencia emocional de uno, y que las personas capaces de manejar los conflictos identifican a los individuos difíciles, y se relacionen de forma diplomática. Manejan las situaciones tensas con tacto, sabiendo reconocer los posibles conflictos; sacan a la luz los desacuerdos, fomentan la des-escalada de tensión, alientan el debate y la discusión abierta; y buscan el modo de llegar a soluciones que satisfacen plenamente a todos los implicados.
Partiendo de los supuestos de la educación para la paz, reconocemos un amplio conjunto de aspectos relacionados con la educación emocional, y que constituyen el antídoto de las conductas conflictivas (Uranga, 1997) que en este sentido apunta: el afecto familiar, apoyo, autoestima, estimulación desde el entorno, control de impulsos, desarrollo de la afectividad, y el sentido de aceptar las consecuencias de nuestros actos o inhibiciones.
Ya desde una perspectiva educativa, a través de la corriente cognitiva-conductista, Tríanes (2000) trabaja la dimensión emocional desde las interacciones interpersonales, proponiendo la autorregulación emocional como una estrategia para la solución de problemas sociales.
Tríanes (2000) señala que las relaciones plantean situaciones y conflictos en los que la emoción se despierta, debido a que en las relaciones interpersonales ponemos en juego nuestros objetivos, nuestra imagen social y nuestra eficacia con un futuro incierto ya que dependen de la reacción del otro. Además, como seres humanos somos emocionalmente sensibles a estas relaciones interpersonales, debido a elementos genéticos. La respuesta emocional inmediata como reacción a un conflicto suele ser agresiva y no beneficiosa para el propio sujeto, ya que puede acarrearle consecuencias negativas; por ejemplo si un niño impulsivo se enfada con alguien puede dar patadas o romper algo, lo que le acarrea reprimenda, castigo e insatisfacción consigo mismo. Trianes (2000: 47-48) apunta tres aspectos frente al descontrol emocional:
El proceso de aprendizaje de la autorregulación se daría a través de que el sujeto construye activamente sus estrategias de autorregulación a partir de lo que aprende en los procesos interactivos e interpersonales (entre compañeros de clase, profesores, padres), apropiándose de estos modelos en que cambia de manera creativa y peculiar.
Otra manera es a través de las verbalizaciones internas el niño. Este se dice a sí mismo la norma que ha oído de los adultos, controlando su conducta gracias a ese elemento verbal. Estas verbalizaciones pueden adoptar diversas formas, entre ellas un diálogo pautado entre profesor y alumnos, que guía el análisis reflexivo de problemas hasta que los propios alumnos lo vayan interiorizando, es decir, mostrándose espontáneamente, sea en el recreo o allí donde se produzca un problema (Tríanes, 2000: 50).
Con frecuencia, el resultado de los conflictos dependen de la forma como las personas comunican sus sentimientos unas a otras (Myers, 2001: 557). Cuando son manejados los conflictos de manera constructiva, sin duda la reconciliación y la armonía es posible.
Por lo tanto comprendemos que el profesor, al intervenir en los conflictos del alumnado, asume el rol de mediador, el cual impone un conjunto de estrategias para proporcionar un clima ameno, a través del desarme emocional, en que fluya el diálogo de los sujetos implicados para la posible solución del conflicto. Esto implica que el profesor sepa manejar sus propias competencias emocionales.
En este sentido, entendemos que el profesorado manifiesta tener una falta de formación en educación emocional, pero intentan utilizar sus propios recursos personales de manera intuitiva para afrontar las situaciones conflictivas. En base a la investigación llevada a cabo por Abarca (2002) sobre la educación emocional en la educación primaria, casi 87% de los profesores entrevistados consideraron su formación nula o insuficiente y tan sólo un 9,68% la percibían como aceptable. Aunque gran parte no poseyera una formación adecuada, estos se manifestaron altamente sensibles a la necesidad de educar la dimensión emocional del alumnado. En el contexto del aula se generan determinadas formas de conflictos interpersonales del alumnado que suelen estar relacionadas a la falta del manejo de sus propias emociones. Los profesores para afrontar estas situaciones conflictivas en el aula, requiere a su vez tener buenas competencias emocionales y conocimientos para afrontar los retos de la vida diaria.
A la luz de estas consideraciones, la investigación que se plantea, busca interpretar y comprender un fenómeno social, lo que significa realizar un estudio de diagnóstico.
En el contexto del aula se generan determinadas formas de conflictos que suele estar relacionadas por la falta del manejo de las propias emociones (tanto del profesor como del alumno). Los profesores en el día a día afrontan una serie de situaciones conflictivas en su labor, para las cuales necesitan tener habilidades sociales especiales. Es por ello que revisar su propio estilo educativo, enriqueciendo su manera de interactuar con los alumnos, permitirá aportar una mayor comprensión y mayor crecimiento profesional para el profesor.
El profesor asume roles para prevenir y resolver diversos tipos de conflictos de sus alumnos. Por lo tanto, las situaciones conflictivas son oportunidades especiales para trabajar el desarrollo de las competencias emocionales, a través de estrategias emocionales, en que se valore por ejemplo la empatía, la escucha activa, el auto-control, la motivación y etc.
Los roles que adopta el profesorado habitualmente se relacionan con su particular concepción educativa y sus competencias emocionales. No obstante desde la teoría del aprendizaje social se entiende que el papel del profesorado más favorable en la resolución de situaciones conflictiva es el rol de mediador, de manera que los alumnos pueden adquirir las competencias de resolución de conflicto y auto-control a través del modelado o directamente mediante la transmisión de estrategias adecuadas.
Por lo tanto, comprendemos que el profesor al intervenir en los conflictos del alumnado, asume un rol, siendo el rol mediador el más pertinente, sin embargo no significa que el profesor desarrolle este rol, ya que es necesario tener unas buenas competencias emocionales e imponer un conjunto de estrategias que implícitamente se vinculan a la capacidad de proporcionar un clima ameno, a través del desarme emocional. El diálogo en dos vías: profesor y sujetos implicados (alumnado).
A partir de este marco, nuestro interés es:
1º Averiguar los motivos que determinan que un niño sea aceptado o rechazado en el grupo aula.
2º Analizar se los profesores utilizan los conflictos interpersonales para desarrollar las competencias emocionales del alumnado.
3º Analizar las estrategias usadas por los profesores para prevenir y resolver los conflictos.
4º Averiguar la relación de las CE del profesor, su estilo educativo y su rol de actuación en la resolución de los conflictos interpersonales del alumnado.
Así pues, partimos de estas cuestiones de si existe una relación de las competencias emocionales del profesorado con el estilo educativo del profesor, así como el rol adoptado para la intervención de los conflictos interpersonales en el aula.
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