Ernst Cassirer (2005), La ciencia de la cultura, expone: La tragedia de la cultura:
La reflexión nos revela con mayor claridad, a medida que va ahondando en el problema, la estructura dialéctica de la conciencia de la cultura. Los progresos de la cultura van depositando en el regazo de la humanidad nuevos y nuevos dones; pero el individuo se ve excluido de su disfrute en medida cada vez mayor. Y ¿para qué sirve, en realidad, una riqueza que jamás el yo puede llegar a transformar en acervo vivo?
«La verdadera tragedia de la cultura ¾afirma Cassirer¾ reside, según Simmel, en que la aparente interiorización que la cultura nos promete, lleva siempre aparejada, en realidad, una especie de autoenajenación. Entre el alma y el mundo. Media un conflicto constante, una relación tensa, que amenaza convertirse, a la postre, en una relación sencillamente antitética». Argentina trató de superar esta autoenajenación cultural implementando un índice de consumo de bienes culturales, pero esta extraordinaria idea puesta en práctica el año 2003, se redujo a un «estudio de factibilidad realizado para optar a préstamo del BID».
Plantear el tema de la «Tragedia de la Cultura» supone aceptar la relación entre cultura e ideología que recorre toda la investigación cuyo aspecto más importante es la confusión que se produce cuando es necesario identificar las categorías de la gestión patrimonial. La «Tragedia de la Cultura» procede así, de la desestructuración de los sistemas de creencias y de valores que se produjo después de las Independencias de España. Para Blanca Muñoz (2005), Modelos culturales:
Desde esta perspectiva se hace posible establecer una clasificación general de dos posiciones sociopolíticas que ante la cultura se enfrentan irreconciliablemente. Por un lado, los defensores de un modelo económico, y requieren un tipo de consumidor–receptor sumamente adaptado a los imperativos de las industrias culturales y de la comunicación planificada. […] Frente a este planteamiento encontramos un conjunto muy variado de autores e investigaciones que se proponen una reconstrucción culturalista de los fundamentos sociales y políticos de nuestra sociedad. La cultura retoma su significado de progreso colectivo, y asume el papel de ser así el motor del cambio no sólo de las instituciones cuando, otra vez, de la interpretación y construcción racional de la sociedad y de sus estructuras individuales y colectivas.
El autor de la investigación se situó, al igual que Simón Rodríguez, entre quienes «se proponen una reconstrucción culturalista de los fundamentos sociales y políticos de nuestra sociedad» lo que necesariamente introduce el problema de las clases sociales. Sorprende el número de veces que Simón Rodríguez alude a las clases sociales y con mayores detalles en el EPILOGO de Sociedades Americanas donde establece las diferencias entre la CLASE INFLUYENTE, la ÍNFIMA CLASE, la CLASE MEDIA y la MASA DEL PUEBLO.
El concepto de clase se introdujo como instrumento analítico por parte de los filósofos que observaban críticamente la revolución industrial para interpretar las transformaciones sociales que llevaron a la formación del proletariado, término empleado por Simón Rodríguez con absoluta precisión, para identificar las agrupaciones que surgen de la estructura provocada por las desigualdades sociales.
Norberto Bobbio y Nicola Matteucci (1985), Diccionario de Política:
Marx no dio nunca una definición explicita del concepto de clase a pesar de que construyó sobre él toda su teoría de la sociedad y de la historia. Weber en cambio lo define claramente pero limita su alcance teórico a la descripción de un ámbito muy restringido de fenómenos. Weber parte, en efecto, de la definición estrictamente económica del concepto de clase.
El concepto de clase media se vincula a la llamada cuestión social, no se populariza antes de 1840. Con seguridad, Simón Rodríguez asumió la idea de clase media de los socialista utópicos: Saint-Simon y Fourier, pero incorporó el sentido de antagonismo de clases que caracteriza las estructuras sociales modernas, más allá del sentido de estratificación social.
Por la etimología de PROLETARIO identifica el sentido de la palabra: «….y piensan, al mismo tiempo, en prohibir el matrimonio de los POBRES, para que no procreen (ni como Proletarios, quieren que gocen de los bienes de la vida social) (T. II. 122). En Sociedades Americanas, expone de nuevo el concepto de PROLETARIO: «Les dirán, que quieren hacerlos trabajar POR POCO, para que no lleguen a RICOS, i tenerlos todo el año ocupados, parque no tengan tiempo de aprender lo que no les toca saber―que los tratan de PROLETARIOS, que quiere decir gente buena para hacer CRIA. (T. I. 319) y confirmó el sentido antagónico de las clases sociales:
―Una desconfianza general afecta todas las clases ― unas a otras se temen, sin poder determinar la causa,, i no es otra que el egoísmo, propio de la Ignorancia en que yacen millones de hombres, por la falsa idea que tienen de la Sociedad, los pocos que la suerte ha puesto a gobernarla. (T. I. 332)
En 1828 advirtió:
El Comercio se asocia a las Ciencias, para que le cuiden las Artes, que son sus fuentes de producción,, i como estas fuentes no serían perennes, si la clase productora se desmembrase, busca en los Reyes un prestigio que no tiene, para hacerse respetar del Ignorante, i vincular el trabajo material en la pobreza ― quiere tener Vasallos, i ocurre a quien sabe manejarlos, paraque los mantenga sumisos» (T. I. 355)
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