Eduardo Arcilas Farías (1955), El Siglo Ilustrado en América, estudia las reformas económicas del siglo XVIII en Nueva España y su contribución al estudio de las instituciones hispanoamericanas y aporta datos importantes sobre el libre comercio entre Venezuela y México: «…servido declarar libre el comercio de Caracas con Nueva España, que hasta ahora ha sido exclusivo de los vecinos y comerciantes de aquella Provincia». Este fue el contexto en el que se desarrolló la infancia y juventud de Simón Rodríguez.
Guy Rocher (1976), Introducción a la sociología general, emplea el término sudamericanización para denotar las políticas, de tipo capitalista liberal, que constituyeron para Rocher: «el muro de la pobreza»,
Simón Rodríguez describe con ironía, las características del subdesarrollo:
Explorar los desiertos de América con gente miserable, espalduda, trabajadora, dócil, que se contenta con poco i no aspira sino a dar gusto al amo,, (sic) promete, sin duda, grandes ganancias, Pero en el reverso del cuadro se ven escaseses, (sic) fatigas, insectos, reptiles, tercianas, disentería=que arrancarán más de un suspiro, por las satisfacciones que se gozaban en medio de la miseria […] No se habrá conseguido cultivar los campos; pero se habrán colonizado los apellidos…(T. I. 389)
El concepto de progreso tiene en Simón Rodríguez una estrecha relación con los de democracia, gestión y praxis patrimonial. Constituyen valores asumidos a través de conceptos tales como identidad, pueblo, bien común, clases sociales, progreso, civilización, pobreza. Para Rudolf Hermann Lotze, según lo expone Ferrater Mora (2001): «En los valores radica la verdadera unidad de la concepción del mundo» También para la cosmovisión de Simón Rodríguez los valores dan sentido a su realismo vital, a la orientación de la acción y a la vigencia de su discurso. La percepción de lo patrimonial implica una reacción afectiva como respuesta a aquello que la buena tradición señala como digno de ser considerado patrimonio. En consecuencia, el fundamento de todo patrimonio es el valor que trasciende la realidad. Manuel Ballester (1997), Verdad, hace una oportuna precisión al tratar el tema verdad, en el Diccionario de Pensamiento Contemporáneo. Ballester distingue entre las acepciones hebrea y griega de la palabra verdad. Mientras que la voz hebrea significa «fidelidad» «sostener algo firmemente para que no se caiga». La noción griega, alêtheia, con la a privativa, indica la condición de des-cubrimiento, des–velamiento, des–ocultamiento. Según Ballester: «la noción griega de verdad remite a lo permanente, mientras que la hebrea refiere a un aspecto más bien dinámico. Por eso, para indicar la verdad, el griego dice de algo que es, y el hebreo, amén (así es)». Esta distinción es fundamental al dilucidar del discurso de Simón Rodríguez y reinterpretar los conceptos de democracia y patrimonio cultural.
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