Según el censo de 2002, la población indígena era de 692192 personas distribuidas en diferentes lugares de Chile, lo que equivale al 4,6% de la población nacional. Actualmente se cuenta con cerca de 60 proyectos orientados a apoyar el desarrollo del turismo étnico a lo largo de todo el país, en tanto que se pretende canalizar recursos para apoyar la actividad y consolidarla en un plazo de cinco años, permitiendo a muchas familias salir de la pobreza y la marginalidad.
El contacto con los pueblos indígenas, desde una arista turística, incluye actividades como dormir en una ruca, cosechar la papa, pastorear o cortar leña. Se trata de tareas llamativas para quienes desean escapar del mundanal ruido, pues están acostumbrados a una rutina moderna y necesitan conectarse con formas de vida diferente arraigadas a las tradiciones ancestrales.
La directora de turismo Hanne Sorensen recomienda algunas zonas para practicar el étnoturismo en Chile:
Con una extensión de 52 kilómetros, la primera red de parques indígenas de Chile está conformada por 9 comunidades Huilliches. Este parque es considerado uno de los 25 sitios mundiales prioritarios para la conservación reconocido por el World Wildlife Fund y por el Fondo de las Américas. Dentro de la red, el lugar más visitado es el Parque Pichi Mallay, las visitas a las comunidades de Cóndor y Huellelhue, entre las que se ubica el Parque Pedro Loy Haiquián, zona de alerces milenarios. Por cada parada en los parques los visitantes pueden quedarse en las casas o campings de las familias huilliches, las que comparten historias y platos tradicionales. El parque muestra cómo las personas realizan sus actividades productivas, la preparación de sus alimentos con productos del mar y de la pequeña agricultura.
La zona ha desarrollado en los últimos años diversas iniciativas enfocadas al agroturismo y turismo étnico. Un lugar que destaca es el histórico Valle de Elicura, en el que es posible compartir ritos mapuches, entrar en una ruca, jugar un partido de palín, degustar los tradicionales catutos o aliñar un asado al palo con el típico merquén.
En el sector de Huillinco, en la ribera del lago Lleu-lleu (según un estudio de la U. de Concepción es el lago con las aguas más puras de Latinoamérica), a 25 km de Contulmo es posible practicar agroturismo. De hecho, un grupo de familias se han reunido para ofrecer a los visitante un completo programa campestre que incluye levantarse temprano a ordeñar vacas, pescar (salmón, trucha y pejerrey), cabalgar y pasear en bote. En el sector existen cabañas completamente equipadas para cinco personas. Alrededor de cada una de ellas hay un sector de “camping”, estacionamiento y quinchos para hacer asados y acceso a playa de arenas blancas. Dada la pureza de las aguas de la zona, hay un acuerdo para no permitir las lanchas a motor o las motos de agua. Sólo se puede navegar en embarcaciones a remo o vela.
En las alturas de Curarrehue se encuentra la Aldea Intercultural que tiene el Museo Centro Cultural, un Mercado Artesanal y una Cocinería Tradicional. En esta Aldea se alterna la exposición de vestimentas típicas con muestras gastronómicas, entre otros atractivos de la etnia.
En tanto, Villarrica atrae al turismo por su planificada producción agraria de la Corporación Kom Kelluhayin –que reúne a once comunidades– cuyos alimentos autóctonos (el changle, los digüeñes, los piñones) son extraídos desde el bosque nativo para llegar al más exigente sector gastronómico, en una cadena de comercialización donde se exige la producción orgánica. La máxima expresión de esto es la Feria Pewun de la ciudad de Villarrica, a 25 kilómetros de Pucón, cuando las comunidades celebran la apertura de la primavera.
Es una organización Pehuenche conformada por cuatro comunidades del Valle del Queuco, Alto Biobio: Butalelbún, Trapa Trapa, Cauñicú y Pitril. Ofrece diversos servicios tales como guías, artesanas, cocineras, dueños de camping, cabañas y propietarios de caballos. Funcionan bajo el alero de la Asociación Indígena Red de Senderos Ecoturísticos Trekaleyin.
La red turística mapuche del Lago Budi ofrece servicios básicos de alojamiento y alimentación, además de una serie de actividades recreativas y culturales inolvidables. Destaca el circuito turístico Lafkenche que invita a compartir con familias del sector, con las que se puede dialogar, acompañar en sus actividades cotidianas, disfrutar de su gastronomía típica, participar en sus juegos y en sus eventos religioso-culturales.
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