CONFLICTOS DE PODER SOBRE EL ESPACIO.    Manual de ordenación territorial a diferentes escalas (II)

CONFLICTOS DE PODER SOBRE EL ESPACIO. Manual de ordenación territorial a diferentes escalas (II)

M. Teresa Ayllón Trujillo (Ed.) (CV)
Universidad Autónoma de San Luis Potosí

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CASAS CUEVA: CLASIFICACIÓN DE UN PAISAJE CULTURAL 1

Maria Teresa Ayllón Trujillo

Introducción

Pocas imágenes evocan más un paisaje bucólico que una casa al final de un camino, en la cima de un monte, al borde de un bosque, un río o un desierto. La Naturaleza en estos casos deja de percibirse virgen por la tibia presencia de un sendero, una chimenea o un tejado entreviéndose camuflado en la nieve, la roca o la maleza. Una simple chimenea hace emerger la indudable presencia de una familia que se calienta, duerme y cocina alimentos que cultivó, cazó o adquirió comercialmente, labora en torno a su enclave, festeja hitos de la vida, que fabrica o adquiere muebles, ropas y enseres para hacer doméstico un lugar percibido como salvaje o cuando menos silvestre. Igualmente un camino, la visión de un sendero desyerbado, es prueba inconfundible de un grupo social que organiza accesos, cuida la visibilidad para la llegada de ajenos, procura enlazar el hogar con los recursos laborables del medio. Una simple casa aislada es certeza de supervivencia, relaciones sociales, sueños y esperanzas, ritos ancestrales que anuncian la llegada a la vida, la despedida a la muerte y los numerosos cambios de estado social, además de las relaciones con otros grupos familiares y sus recursos.
Por otro lado, para evocar una ciudad no hay más que imaginar numerosas casas organizadamente avecindadas, tejidas entre multitud de caminos empedrados o asfaltados, articulados por obras de ingeniería como puentes, túneles, muros o autopistas volantes. Como sistema de vida es lo mismo pero con diferente aglomeración y proporción de artificios. Pero una casa es siempre una casa.
Una casa es un hogar, es una familia y es un solar sinónimamente2 para los estudios funcionales de la Geografía. Una casa es un sistema económico familiar y es un nodo en el sistema social. Un solar es la base de una casa u hogar y es una entidad jurídico administrativa que podemos rastrear desde al menos el siglo XVII (Ayllón, M.T., 2003). Ya en la concesión de tierras a los colonos españoles en la Nueva España, el solar tenía condiciones muy claras: duración de 50 años, con objeto de establecer allí vida familiar del titular o titulares y de aquellas personas que les sirvieran, además de sus animales de cría, de carga y un huerto de autoabastecimiento, cuando menos; el solar concedido por la corona de España a los colonos era inalienable, debía de habitarse con la propia familia con cultivos de autosuficiencia y no se podía enajenar, hipotecar, ceder, vender ni comprar pero se podía heredar manteniendo siempre las mismas obligaciones. A la vez la familia con derechos de arraigo era tanto la principal como los otros hogares, si los hubiera, separados del principal (Valero de García, A. R., 1991).

La Geografía apenas ha comenzado a estudiar la casa o la familia como eje del complejo sistema económico local que se rige desde el interior de la casa, de las muy diferentes casas que pudieran ser estudiadas en los diferentes medios geográficos y tiempos históricos 3.  La Geografía vidaliana mencionó el interés de los diferentes “géneros de vida” aunque con este pre-concepto se anunciaba el interés por la geografía cultural o geografías rurales, más que un interés por incluir el estudio local a escala micro, hasta el punto de lo etnográfico. La Geografía Regional española se acercó a los elementos exteriores de la casa rural con Manuel de Terán, Solé Sabaris, Vilá Valentí y otros regionalistas (Terán, M. y otros, 1978: 282-309) quienes llegaron a ver el aprovechamiento ecológico de los materiales y condiciones del medio como algo propio del campesinado –en rigor del campesino- con lo que quedaban lejos de realizar las preguntas acertadamente para abocarse al estudio de los modos de vida regionales a partir de la familia o del territorio familiar –versus la casa- como verdadera generadora de los paisajes. Habría que recordar que la Geografía del Género no había llegado y sin ella es demasiado difícil entender la red de relaciones de poder que, desde dentro de la familia, articulan el territorio. Todavía hoy pretender que la familia articula el territorio y produce paisaje, es una afirmación que irrita a una parte de la comunidad geográfica. Por otro lado la Geografía del Género también arrastra de la tradición del siglo XX dificultades y prejuicios sobre la familia, lo que dificulta el estudio de la casa en su interpretación de sistema económico familiar, solidario y coherentemente orientado a un mismo fin en beneficio de sus miembros. Más recientemente la casa ha empezado a despertar interés de puertas a dentro en el campo Ambiental por los usos de energía, en relación con la sustentabilidad y las nuevas tecnologías. Pinceladas impresionistas de un todo por investigar.
El trabajo de campo en zona indígena maya, en Yucatán, me lanzaron en 1996 al estudio sistémico de la tríada casa-familia-territorio y me ha resultado prolifera y clarificadora para explicar muchas de las articulaciones territoriales que no explican el Estado, el municipio ni otros agentes y actores en su afán de control u ordenación del territorio: casas urbanas, rurales, vecindades o condominios, haciendas, ranchos, colonias de pobladores o casas cueva, pueden consultarse en la bibliografía que relaciono y dan base al estudio del que aquí presento una pequeña parte.
Las casas-cueva tradicionales despertaron mi interés hace más de veinticinco años, primero como viajera por la península Ibérica, deslumbrada por la diversidad de modos de habitar en España; luego por su belleza fotográfica he ido haciendo un largo dossier de exteriores e interiores de las casas, ermitas, bodegas y habitaciones realizados en cuevas; y siempre por los paisajes en que se encuentran o por los paisajes que crean la presencia de las propias casas y sus sistemas de ventilación. Desde mi trabajo sobre la tríada casa-familia-territorio, las casas-cueva volvieron a encender un fuego de la curiosidad que había quedado aletargado por mis nuevos intereses en los paisajes de América Latina, donde resulta mucho menor la presencia de casas-cueva.      El uso de las cuevas aparece en todo el ecumene. Las cuevas son un recurso valioso especialmente en áreas rurales pero no solo: en el mundo urbano puede decirse que el que no tiene una cueva es porque no puede. Las cuevas son un espacio construido, un suelo añadido, una garantía de frescor en verano y de calidez en invierno, impermeables a la lluvia, resistentes al huracán, sólidas frente al robo, seguras frente al asalto, la persecución o la balacera. En las cuevas se guarda el ganado, la cosecha, el vino, el aceite, las obras de arte, los dioses u objetos de culto, los fugitivos, los muertos  y los tesoros, se fabrica, se macera, se cultiva,... y finalmente se puede vivir en ellas cuando no hay recursos para otro tipo de casa. Las cuevas resisten la limitación de espacio, pueden crecer en habitaciones y utilidades, pueden escapar a la presión del fisco. Las cuevas son un recurso natural cuando son naturales y artificial cuando son modificadas o construidas como obra de ingeniería popular o de ingeniería sofisticada militar o civil.
Cualquiera que se tome un tiempo para hurgar en sus recuerdos encontrará, a buen seguro, cuevas refugio, cuevas para el champiñón, envejecimiento de quesos, fabricación y conservación de vinos, habitaciones soterradas en las casas, sótanos de almacenaje de variopintas mercancías en las tiendas, lagares, salas de reunión familiar complemento de la casa rural emergida y un largo etcétera de larga tradición. Modernamente la arquitectura subterránea ha generado garajes en las casas y estaciones de autobuses, la red del metro, túneles de carreteras, centros comerciales, puertos escondidos, cárceles, cuarteles y otro largo etcétera de elementos habitables o de paso, pero este trabajo no pretende abordar la arquitectura subterránea sino acercarse desde el objeto casa a la razón y los misterios de vivir en cuevas.
Específicamente, este capítulo aporta una clasificación tipológica de viviendas en cueva tradicionales que ha de servir a la reflexión sobre la complejidad y la razón de su pervivencia como unidades domésticas. Responde también al objetivo más general de comprender la ordenación familiar del territorio y sus recursos.

I.-LA CASA: PERVIVENCIAS CULTURALES Y SUS PAISAJES

La casa es un sistema económico familiar que incluye la residencia de los miembros del grupo primario. La residencia predomina en nuestra percepción y oscurece las otras relaciones que vinculan a las personas con los recursos internos y externos que se manejan en cada hogar y que es de sumo interés geográfico. Lo estudiado sobre este sistema muestra que no es esencialmente diferente vivir en superficie que dentro de la roca; las familias rigen esta red de recursos tangibles e intangibles y, al hacerlo dinámicamente según el ciclo de vida familiar y su relación con el entorno, cambian su orden y el paisaje recursivamente y conforme a las otras propiedades de la naturaleza de los sistemas (ver gráfico 1).
Las casas cueva tradicionales no están vinculadas a un clima ni a una litología concreta sino que podemos encontrar una diversidad de casos, lo que descarta la relación determinista del medio físico. La práctica del aprovechamiento de las cuevas o de la fabricación de hogares en las mismas no se da igualmente en todo el ecumene aunque la litología, la pendiente, las necesidades de suelo y/o de seguridad incluso la pobreza, sean similares, lo que nos lleva a considerar la razón cultural. La pervivencia del uso de las cuevas, sus vínculos con la historia regional y la particularidad de sus materiales y formas nos acerca al ámbito de la Geografía Cultural, del Género y de la Antropogeografía, que son aspectos integrables en la propia línea Regional desde el diseño vidaliano, a través del concepto genre de vie (modo de vida). Por otro lado, el objeto de estudio es compartido con similares perspectivas por disciplinas varias que se ocupan de la arquitectura, el urbanismo, la economía, la sociología, la arqueología y otras, abundando en el interés de trabajos colectivos y apoyos mutuos multidisciplinares.
En las fotos 1 y 2 se muestran dos momentos de una misma calle con dos casas contiguas de origen anterior a los años cincuenta. Puede verse que ambas han crecido y mejorado su aspecto como ha ido evolucionando la situación familiar. En la actualidad, tras épocas de superación de la pobreza, las casas han seguido habitadas, mejoradas y agrandadas en su interior y exterior. Puede verse que el municipio ha acondicionado el acceso y habilitado un muro de contención del terraplén.
La metodología empleada ha sido descriptiva y clasificatoria; se ha empleado el análisis de factores por su aproximación explicativa que busca regularidades. Las herramientas de campo utilizadas han sido la observación con cuadernos de campo, la fotografía documental y la entrevista a 6 familias residentes. Las herramientas de análisis fueron el análisis documental, la cartografía y el mapa de actores, relacionados en una base de datos informatizada. Este artículo ofrece algunos de los primeros resultados de la investigación.

I.1. presupuestos teóricos. Teoría de la territorialidad de la familia

La teoría de la territorialidad familiar4 señala que el individuo -como objeto de estudio- es caótico en tanto la familia es un grupo coherente que presenta regularidades, es explicable y predecible en muchas de sus acciones, en sus estrategias. Señala el problema de los Censos que toman su información a partir de las familias, sin embargo al procesar los datos estadísticamente se desagregan éstas, produciendo series informativas basadas en individuos agrupados preferentemente por edad y por localidad que son vínculos débiles para la comprensión de la acción humana sobre el territorio. Las familias –no solo individuos cabeza de hogar- organizadas de una u otra forma dentro de los modelos vigentes (en un continuum entre patriarcal y democrática), se comportan de forma similar: crean alianzas y organizan sus recursos para mantenerse unidos y mejorar las condiciones de vida del grupo, generan estrategias no por respuesta a la precariedad sino porque generar estrategias y organizar en ellas sus recursos es la misión fundamental de una familia.
Territorialmente, la familia pertenece al paisaje como el paisaje pertenece a la familia, relación que está en la base del arraigo. En el primer término, es así porque ningún paisaje habitado podría explicarse sin incluir  los grupos humanos que lo habitan, organizan y articulan; en el segundo, el paisaje pertenece a la familia porque todo grupo integra en su desarrollo material y cognitivo el medio en que vive, los recursos con los que cuenta ya sean naturales u organizativos, incorporando formas identificadas por los sentidos (vistas, oídas, olidas, gustadas...) en su producción cultural ya sea de carácter tradicional o innovador. El arraigo se produce por esa identificación con el lugar y todas sus expresiones, siendo más fuerte subjetivamente cuantos más vínculos haya entre persona y lugar, en tanto el arraigo es característica social cuantos más o  mayores vínculos haya entre familia y lugar.
Pese a los diferentes modelos de familia existentes, con sus roles de poder diversos, territorialmente la familia es un grupo emparentado, arraigado, con una “identidad cultural territorializada”, que negocia de alguna forma sus diferencias, necesidades y expectativas, que pone en común los recursos y que trabajan solidariamente con una estrategia compartida: controlar/maximizar sus recursos, permanecer unidos y mejorar las condiciones de vida del grupo.
La familia –extensa o nuclear- se presenta habitualmente como dependiente del contexto social y sus estrategias como resistencia en respuesta de impactos (por otros actores, en oraciones pasivas del discurso). El estudio de la territorialidad familiar,  en cambio, revela que la familia elabora estrategias porque esa es su función, y al ponerlas en práctica se muestra como un actor que organiza sus recursos (hasta donde alcance su poder), es decir: ordena el territorio, compitiendo con otros actores y agentes poderosos. Una de las prioridades estratégicas de la familia es tener un territorio, idealizado como una casa con su red de recursos. Ignorar esto, en las políticas públicas de ordenación territorial, lleva muchas veces al fracaso de los planes de urbanismo u ordenación ambiental, turística o de otras finalidades; fracaso que reiteradamente señalado desde los distintos niveles de gobierno y sus técnicos de planeación.

La casa: recurso y territorio familiar
En esta teoría de la territorialidad de la familia, se utiliza el concepto territorio como ámbito de dominio, diferente a espacio o lugar; el territorio se delimita, se controla y se ordena, si bien se hace a través de alianzas y reconocimientos, desde el interior y hacia el exterior, negociando diferencias y competencias con otras familias y actores sociales. Para efectuar ese dominio la familia moviliza sus efectivos que son siempre una red o una familia extensa, ya que la familia nuclear es muy frágil y -si es que existe- propia del estado de bienestar donde las instituciones públicas asumen tareas antes propias de la familia; sin embargo basta analizar las estrategias familiares en tiempos de crisis para ver cómo emerge la red familiar extensa.
Estorba al análisis el prejuicio de considerar que cuando se habla de familia o de estrategias familiares, se está hablando de pobreza o supervivencia; la familia es el grupo primario de interacción, como señaló la sociología, y esa interacción u organización fuerte y persistente, produce un dominio que siempre es poderoso aunque lo es más cuando sus miembros tienen preminencia sobre otras familias de otros grupos sociales; piénsese en la familia Botín, lafamilia Slim o, la familia Kennedy la familia Bush o en la autodenominación de la mafia. Por ello se analiza la casa como un territorio de control familiar, como un sistema económico social a escala micro y a veces a escala regional, pues hay familias con amplio poder territorial. La casa materializa un orden, coordina recursos humanos, materiales e inmateriales (ver gráf. 1)
Las tareas de gestionar recursos producidos al interior del grupo familiar y recursos de fuera es igual pues todo aporte es complementario, así como la división entre producción y reproducción no tienen sentido para la familia u hogar ya que todos los esfuerzos son productivos y todos caen bajo el mismo centro rector, tal como demostró Cristina García (2000: 222). El centro rector de todos estos recursos es “la casa”, el grupo familiar, un sistema que gestiona la red que se articula hacia dentro y hacia fuera, creando sinergias: puentes, canales y nodos, a veces barreras,  hasta formar una comunidad o unidad social con fuertes lazos de compromiso parental y de ayuda mutua  (Ayllón Trujillo, M.T. 2003: 351-364 y 429-460). Estas relaciones sistémicas pueden verse en el gráfico (Gráfico 1) donde se expresa el sistema económico familiar y la integración de los recursos humanos, materiales e inmateriales sobre un territorio dado y bajo la dirección del grupo familiar o casa. Este gráfico  (gráfico 1) sintetizaba las conclusiones de un proyecto realizado en 1996 y 1997, en el Estado de Yucatán (Ayllón, M.T., 1997 y 1999) financiado por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Realizado en siete municipios rurales seleccionados por las pervivencias mayas que eran y son muy notables, lo aprendido allí ha podido extrapolarse sin contradicciones a diferentes ámbitos culturales, rurales y urbanos en México, en España y en otros países latinoamericanos donde he trabajado. Para entender la ordenación territorial familiar se rebate la existencia y predominancia  de la “familia nuclear” ya que, por su funcionamiento de red toda familia funcional tiene carácter de extensa, aunque lógicamente se presente en diferentes momentos del ciclo de vida familiar occidental, como mononuclear. La familia está compuesta por aquellas personas que se consideran miembros y como tal se comportan.          La teoría de la territorialidad de la familia ha sido ratificada en sucesivas investigaciones, espacio-temporalmente distantes5 , propias y de otras/otros autores. Por otro lado, se avala de antecedentes científicamente probados sobre la diversidad de modelos familiares en la historia contemporánea de América (Wainerman y Geldstein, 1994) y de la necesidad de estudiar sin prejuicios el hecho familia.

II.2.- Distribución e importancia de las casas cueva en España

   Al término de este trabajo se ha encontrado un antecedente importante que documenta las familias habitantes de casas cueva en España, es la Memoria de un proyecto estudiantil en Arquitectura Técnica, en la Universidad Politécnica de Alicante que, con rigor y buen trabajo sobre censos, documenta la existencia de una fuerte presencia de “casas trogloditas” en los años sesenta (García Aznar, J.A. y otros, 1998). Sus autores centran el estudio en Crevillente pero introducen el mismo a partir de la abundancia de este tipo de hábitat desde los Censos del siglo XVIII.

Con una buena descripción de los elementos constructivos -técnicas y materiales- y notas historiográficas, concluyen que la presencia de estas viviendas se deben al clima riguroso y seco junto a la pobreza de sus pobladores, al menos en los años sesenta. A destacar el mapa de Maria Eugenia Urdiales que aportan y que se reproduce arriba (Mapa 1) sobre las familias censadas en cuevas en el año 1960; mapa que representa una base comparativa para el que estamos elaborando en la actualidad. Señalan que en Granada aparece la mayor cantidad de casas cueva:  “Casi la mitad del total del troglodismo en España con más de 13.000 familias viviendo en cuevas a principios de la década de los 60” (García Aznar y otros 1998: 12).

III.- CASAS CUEVA: CLASIFICACIÓN Y SUS SIGNIFICADOS

Historia, naturaleza y gestión, son la tríada sistémica que orienta este trabajo. Existen diferentes tipos de casas cueva en relación sistémica con la estructura y materiales del entorno y con el contexto social que las originó más el contexto sociocultural que ha permitido su pervivencia. Cada conjunto genera diferente paisaje y debemos entender que también los paisajes obligan a la adaptación posible de la cueva a ellos. Una estructura geológica en capas duras y blandas lleva a quienes construyen a adaptarse al desarrollo de la capa blanda y los conjuntos de casas cueva seguirán la alineación y la pendiente de la misma, es el caso de Chinchilla, por ejemplo (Fotos 1 y 2), de los barrios granadinos de Albaicín y Sacromonte. Las arcillas, en fuertes pendientes como en el valle de Baza, con sus frentes abarrancados, permiten horadar la roca y establecer la casa a partir de la zona de cárcavas, para aprovechar el sol y la ventilación. Sin embargo donde la pendiente es poca o casi nula, aparecen casas excavadas en el suelo mediante la realización de un pozo, a partir del cual se extrae el material desahogado al construir habitaciones; bonitos ejemplos tenemos en la comarca española de Tierra de Campos y más espectaculares en el valle tunecino de Matmata. Las casas en pozos tienen la ventaja de ser casi invisibles ante un posible invasor; éstas hay que comprenderlas en un contexto de invasiones en que al parecer se originaron.

III.1. Cuevas modificadas en casa y casas construidas en las entrañas de la tierra

En todos los casos las casas cueva tradicionales tienden a formar caseríos, comunidades de pobladores de las periferias de núcleos rurales (excepcionalmente urbanos) aún cuando se presenten en hábitat disperso originariamente, incluso en el caso de aquellas familias que habitan cuevas difíciles de modificar estructuralmente -cuevas calcáreas o volcánicas de origen natural- y por tanto la forma de generar su hogar es ocupando oquedades, amoldando a suelos y paredes sus pertrechos, al igual que suelen hacerlo las familias nómadas cuando montan su campamento con jaimas, lonas o roulottes. El único ejemplo de cueva hogar al que he podido aproximar este estudio es el de la etnia tarahumara, en el norte de México. La descripción de las diferentes viviendas familiares realizadas en cuevas ha permitido una primera clasificación significativa, en tres grupos esenciales: a) las casas en cuevas naturales, las cuales dejan de ser “naturales” ya que en mayor o menor medida son transformadas por la inteligencia humana para cubrir sus necesidades. Por ello se ha elegido el término “poco modificadas”; b) Casas cueva adaptadas; c) Casas cueva construidas, las cuales pueden haber sido construidas en su totalidad o a partir de una oquedad que facilitara el trabajo de picar y desalojar materiales. (Cuadro 1)

III.2.- Los elementos considerados y su significación

            En los estudios precedentes realizados sobre la casa he considerado metodológicamente la regularidad en aspectos materiales, culturales y cicunstanciales, coincidiendo con la mirada de la gografía regional clásica y apoyándome en diferentes teorías sociales incluso psicológicas como la teoría de la jerarquía de las necesidades de Abrahán Maslow. He considerado también aquí el solar y los materiales (tamaño, forma y elementos), la seguridad que ofrecía al grupo familiar (alianzas y conflictos), los espacios determinados para el uso cultural de la vivienda (regularidad en la presencia de altar, lugar de reuniones, espacios públicos e íntimos,...), la organización familiar o coordinación y gestión familiar de los recursos (reparto de roles y trabajos por edad y sexo), los elementos de sustentabilidad familiar y social (red familiar y comunitaria); finalmente los procesos de cambio (impactos y recursividad) social en relación al modelo familia-casa. Todo ello observado desde la interpretación económica, ambiental, cultural, simbólica y de las áreas espaciales diversas. Para este trabajo no se han explotado las entrevistas a residentes, ya que van enfocadas al modo de vida, la percepción del bienestar y al origen de la casa-cueva, en tanto aquí se presenta una base clasificatoria a partir de la tríada sistémica citada.
En el cuadro 2 se ha sintetizado un conjunto de categorías de análisis: área geográfica, materiales constitutivos de la casa-cueva, función de seguridad familiar, formas de organización familiar,  las formas del relieve o topografía, la cualidad de sustentable, aspectos sociológicos y antropológicos, el origen de la casa o el conjunto troglodítico es decir los condicionamientos heredados que permiten la existencia de casas cueva y, finalmente los elementos de la casa que nos hablan de sus funciones, de la evolución de la casa conforme a la evolución de los miembros de la familia (en interacción con el entorno socioeconómico) y de nuevo de la cultura o modo de vida. Se han considerado como variables explicativas: el significado que las familias le dan y la investigación interpreta, la presencia de casos (no la representatividad) interpretada, la regularidad en su localización –siempre con respecto a las categorías- y las fuentes para el estudio de unos u otros aspectos de las casas cueva.
La irrupción en las casas para entrevistar a sus moradores, sirvió para el reconocimiento de la distribución, uso y materiales, además el recorrido de la casa y la descripción de sus lugares por parte de las familias informantes, aportó muchos detalles de la evolución de la misma según los avatares familiares. Puede resumirse que las casas cueva en los años noventa y siguientes hasta la actualidad, no se diferencian de las casas exentas modestas de su localidad, tanto en objetos de consumo como en funciones, a excepción de los elementos de ventilación que son verticales en la mayoría de las habitaciones. En el caso de las cuevas habitadas por la etnia raramuri, en la Sierra Tarahumara del norte de México, se trata de una residencia estacional, como una dependencia más de la casa la cual es una choza de madera tan carente de comodidades como la cueva y mucho más pequeña. Bien es verdad que para quienes habitan estos lugares la casa no es la pieza techada sino todo el solar, viviendo a la intemperie la mayor parte de las horas del día, tal y como pude aprender con los mayas de Yucatán (Ayllón, M.T. 1999).

III.3.- Modos de vida y casas cueva

            Reconocer el valor de recurso que tienen las cuevas no nos lleva a olvidar ni minimizar el estigma que supuso y supone ser un habitante de las cuevas, incluso cuando el desarrollo del turismo rural ha puesto en valor las casas cueva, ser un turista no es nada comparable a ser habitante de las cuevas. Haber nacido y vivido en una cueva señala a la población como pobre, atrasada, sucia, inculta, gitana/indígena y sospechosa, usados estos atributos en el sentido más peyorativo de cada término. En cuevas vivieron nuestros antepasados, pero eso es otra historia, es la Prehistoria; en época contemporánea en cuevas vivieron los bandoleros, los fugitivos, los makis, todos criminales a los ojos del poder de turno; en cuevas vivieron y aún viven los gitanos, quincalleros, mecheros, marginados, inmigrantes y pobres de solemnidad que no se diferencian mucho de los anteriores a ojos de la percepción social dominante. Por esto la vivienda en cuevas no puede calificarse como “sustentable” ya que si bien hemos apreciado su valor ambiental, su confort y la higiene no inferior a otros tipos de casa, merced a sus oportunos sistemas de ventilación, la salud (requisito para la sustentabilidad) integral no puede ser garantizada en un contexto social que margina a los habitantes de esas casas.
            Podemos encontrar maravillas del mundo horadadas en la roca como el templo de Petras y los templos del valle del Nilo, e igualmente son obras de arte de la Antigüedad. En el presente, para escapar al estigma, se abandona la cueva familiar en cuanto se tienen los recursos para hacerlo, aún cuando se conserve cerrada como almacén o habitada ocasionalmente, como ocurre en el valle de Baza (Granada, España) Almería, Alicante o La Mancha (España). Las habitaciones soterradas también han perdido parte del uso que las mantenía y que justificaba el enorme trabajo que supone crearlas extrayendo manualmente gran cantidad de material; ejemplos tenemos en la Rioja, en Navarra y en la Tierra de Campos o puede decirse que en toda España. Excepción encontramos en las zonas más visitadas por el turismo donde algunas  cuevas (pocas) se explotan como atractivo en sí y como conjunto paisajístico original que dan ingresos en hostelería; ejemplos son las cuevas del Sacromonte en la ciudad de Granada, recientemente el turismo rural en Guadix o Cazorla y alguna que otra taberna o restaurante en diversos pueblos de España.

            a) Cuevas naturales poco o nada modificadas

            Las cuevas naturales apenas modificadas o simplemente acondicionadas con materiales efímeros son el hábitat de invierno de la etnia raramuri o tarahumara, en Chihuahua (México) que en verano ocupa casas precarias de madera en el valle pero en épocas de lluvia y frío, que es el invierno o las noches de casi todo el año por la altura, las familias ocupan las cuevas, haciéndose acompañar de los animales domésticos más delicados o de uso diario, como las cabras. En la sierra Tarahumara, una parte de la Sierra Madre Occidental, los estratos de caliza son duros y las cuevas naturales son un buen refugio pero son difíciles de modificar y aún menos de crear. De manera que estas viviendas son estacionales y casi tan precarias como las cabañas de madera que logran fabricarse aunque a salvo de la humedad que inunda el estero del valle cárstico. Igualmente ocurre con las casas cueva del Cañón del Colorado, vivienda de indígenas marginados que, en este caso llegan a modificar por ser de arenisca, más trabajable, creando habitaciones por ensanchamiento de grietas y construcción de muros de piedra en mampostería.
            Sus habitantes tarahumaras o raramuri, forman familias extensas, poco numerosas por la alta mortalidad, causada en gran parte por la desnutrición y las enfermedades curables, pero con gran sentimiento de comunidad, es decir, se sienten familia todos los rarámuri y cooperan para maximizar sus recursos, en especial por las repetidas hambrunas que padecen. Socialmente son marginales, más aún: están marginalizados ya que viven en una desprotección social casi total y no tienen mercado para sus productos, de por si precarios, aunque sus tierras son explotadas por otros para el turismo (poco abundante pero continuo) y la extracción de madera. A ello hay que sumar el racismo institucionalizado de la sociedad mexicana que sigue considerando al indio culpable de su pobreza y su marginalidad e incluso culpable del atraso de todo el país. El discurso oficial gubernamental, pese a recientes  reconocimientos indigenistas y propósitos de enmienda, sigue afirmando este prejuicio basándose en teorías modernistas y desarrollistas, en vez de cumplir el mandato de velar por el acceso equitativo a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda y a los otros recursos del progreso.

            b) Vivienda en cuevas adaptadas, simbiosis natural-artificial

            Las cuevas naturales modificadas presentan el mayor deterioro y abandono en la actualidad. La razón que aduce la escasa población preguntada (residentes ancianos de ambos sexos) en Chinchilla, Crevillente y Almansa es que la roca calcárea es dura de trabajar, además produce goteras, humedades y derrumbes, que hay que estar dándole mantenimiento para que la erosión natural y la provocada por las máquinas modernas que han urbanizado el lugar, no alteren los interiores, aluden incluso a otros tiempos (años sesenta) en que se les prohibió por decreto hacer mejoras en las casas. Además encuentran problemas con el acceso al agua, a la electricidad y a la red de telefonía móvil así como para otros útiles de consumo que ya están sobradamente extendidos en la población. Todos estos motivos llevan a la población de las cuevas modificadas a centrarse en desarrollarlas hacia fuera, ampliando primero en patios y luego techando las habitaciones exteriores que acaban simulando casas exentas, incluso escindiéndose de la roca y dejando el patio antes delantero como patio central de las habitaciones soterradas y las emergidas. Hermosas fachadas ocultan, como una tramoya en el teatro, su origen de casa-cueva (foto 6 y 7). Una casa poco modernizada (foto 6) y otra originalmente similar, ahora modificada con una parte delantera exenta (foto 7). El efecto es tan convincente que hasta la segunda visita no nos percatamos que la casa de la foto 7 era una cueva modificada y fue a través de las fotos del trabajo de campo y no en campo, como pudimos apreciarlo.

            c) Viviendas construidas en las entrañas de la tierra

Tal vez este artificio, la casa-cueva- sea la obra de ingeniería más interesante en cuanto a vivienda y es además la categoría más rica en formas exteriores de grandes conjuntos habitacionales. Valga avisar que resulta difícil saber si una casa-cueva ha sido totalmente construida o si aprovechó una oquedad originaria y propia de la litología. La lógica nos lleva a presumir que, de poder elegir y ante condiciones de igualdad, se habría elegido un lugar donde el trabajo ya hubiera sido empezado por la Naturaleza. Es una cuestión antropológica de economía de medios.
            La abundancia y variedad de tipos que presenta esta categoría que hemos llamado “casas cueva construidas” hace aconsejable un apartado específico sobre las formas que presenta y paisajes que conforma.

III.4. Tipología y paisajes creados por las casas-cueva construidas  

Las habitaciones de dormir quedan en la profundidad a la que se accede por un pasillo, en tanto las habitaciones de cocinar, comer o los cuartos taller quedan abiertos al patio donde la luz del sol inunda de luz las actividades de cada miembro de la familia mientras la luz de luna acompaña las pláticas serenas entre vecinos y familiares. A la vez las paredes de los patios producen sombras para las duras horas de calor, sombras que no ofrece el medio tan árido y la ausencia de elevaciones topográficas en su proximidad. Al patio central se accede desde el interior por una escalera también excavada en la pared vertical de la oquedad o bien perforada desde un acceso distante del borde, aprovechando una grieta, una cárcava, y desembocando en el borde del patio central o en una antesala a éste. La escalera en otra boca más angosta aumenta la seguridad del acceso y permite reducir el desnivel de los escalones. Hermosos ejemplos encontramos en Matmata, Túnez o en la antigua ciudad de Derinkuyu, Turquía.
Una variedad interesante de esta modalidad de viviendas en pozos es la comunidad o urbe en torno a un pozo excavado de muy grandes dimensiones. Mientras en Matmata las casas-pozo son unifamiliares (aunque familia extensa) y se encuentran salpicadas en una semiplanicie, con cierta distancia entre unas y otras, en diversos lugares de Turquía, encontramos un hábitat excavado similar pero que alberga no una familia sino una comunidad de casas avecindadas.
La antigua ciudad de Derinkuyu puede ser una clave en la búsqueda del origen de las casas cueva ya que su antigüedad se remonta a época de los hititas (1400 a.C.), según guías turísticas, y la pervivencia habitacional es una de las más numerosas del mundo. Sea como fuere, puede verse en la web 6 un mapa de la ciudad subterránea de Derinkuyu  la cual se había realizado profundizando en pozo y puede llegar a tener veinte niveles de calles en vertical. La razón de estas casas y calles subterráneas fue sin duda las largas invasiones que la población tuvo que soportar, aunado este factor social al geológico que les otorgaba una roca sin humedades y fácil de tallar.
Si bien es verdad que todo el pasado humano tiene una época troglodita y que podemos encontrar alguna que otra casa cueva en casi todos los países, la persistente pervivencia de las mismas, los conjuntos vecinales y el aprovechamiento de diferentes tipos de roca y bajo diferentes sesgos climáticos, se da en el mundo mediterráneo de manera mucho más rica que en ninguna otra parte. Entiéndase por mundo mediterráneo aquellos países y regiones que estuvieron bajo influjo oriental, luego islámico, otomano y español (en el caso de América), sin descartar que de manera atípica cualquier ser humano pueda aprovechar el cobijo, confort y seguridad que da una cueva.
Por las formas que adopta el conjunto habitacional y que constituyen paisajes originales precisamente en función de la colonización habitacional, hemos clasificado los casos como: casa cueva en pozo, en galería o cinturón, en cañones, en nido de abeja, en conos o chimeneas, aisladas y colectivas o comunitarias y, finalmente, casa mixta o fragmentada con habitaciones-cueva y otras habitaciones emergidas o exentas.
Casas-cueva en galería o cinturón.-   Son muy abundantes en el mundo troglodita: en el cañón del Colorado, Estados Unidos; en San Luís Potosí y en Zacatecas, México; en Andalucía, País Valenciá y La Mancha, España, y en todo el mundo mediterráneo y de Oriente Próximo. Su forma y su abundante presencia se debe a la adaptación al estrato blando de una serie estratigráfica con poca pendiente; las casas han ocupado el estrato más trabajable y por ello parece que abrazan un cerro o un frente de cuesta como si fuera un cinturón puesto a la montaña. Al tratarse de conjuntos urbanos constituyen calles que con el paso del tiempo han ido mejorándose y asfaltándose, a la vez que se mejoraban también las fachadas y patios delanteros de manera que ahora puede circularse por esas calles, siempre pintorescas, sin caer en la cuenta que se trata de un suburbio de casas cueva. Es el caso más común en España (Granada,  Baza, Crevillente, Almansa, Chinchilla, El Molar, Albacete, etc)  
En México pude encontrar alineaciones similares en montes y cerros fuera de las ciudades mineras, asociados al trabajo precario de familias mineras que no contaban con mejores recursos pero si con suficientes herramientas y habilidad de horadar la roca. Las mismas fueron abandonadas al cerrarse la actividad minera por agotamiento de los minerales rentables. En estos casos, en Zacatecas, capital del estado federal de Zacatecas y en Cerro de San Pedro, municipio del estado federal de San Luís Potosí, tuve que conformarme con explicaciones dadas por la población residente en la localidad ya que en las casas cueva no vivía nadie desde hacía décadas. A destacar que las personas preguntadas tardaron en recordar que en esas cuevas habían vivido familias en algún tiempo y no pudieron aportar apenas detalles pese a haber compartido escuela con algunos de aquellos niños y niñas de las casas cueva.

Casas-cueva en cañón: No se diferencian de las anteriores salvo porque el paisaje que crean es más llamativo al quedar colgadas  o perforar las lisas paredes de un cañón. En España se llaman casas colgantes y las hay, por ejemplo, en Cuenca, en Villajoyosa (Alicante). Otros casos similares pueden encontrarse en las casas intramuros, viviendas insertadas en las murallas de ciudades medievales, por ejemplo en Trujillo (Extremadura).
Casas-cueva en nido de abejas: En aquellos relieves en que la superficie es escasa las casas se amontonan una encima de otra. No es común en España, donde se llegan a registrar casas cueva de dos plantas, pero no más. Sin embargo es muy común en Turquía y en Túnez llegan a tener tres y cuatro pisos en la parte norte del país, cerca de la costa.
Casas-cueva en conos o chimeneas: De nuevo se trata de ejemplos que aparecen en Turquía en la región de Anatolia, donde espectaculares relieves de areniscas blandas y de escaso perímetro basal, llevan a sus pobladores a hacer crecer la casa en vertical cuando necesitan más habitaciones. La actividad turística ha dado a estos relieves el nombre de “chimeneas de hadas”.
Casas-cueva en diversos tipos no tradicionales: Pareció interesante constatar que en localidades donde no aparecen casas cueva en conjuntos vecinales y por tanto hay que descartar el factor tradición constructiva, aparecen aisladas alguna/s casa/s. Así en alguna localidad de Aragón y de la isla de Lanzarote podemos encontrar excepcionalmente casas cuevas construidas. En el caso de estar asociadas con precariedad, debe conjeturarse que sus autores o alguno de ellos habían emigrado de un lugar donde se había transmitido el saber hacer; en caso contrario como es en las inspiradas construcciones del arquitecto Cesar Manrique en Lanzarote, la conjetura debe ser que había visto, ocupado o vivido algún tiempo en alguna casa-cueva.
Casas-cueva mixtas o escindidas: Existen en todo el territorio español tradicionales cuevas excavadas como habitación complementaria a la casa: bodega, lagar, sala de ocio para la familia a la vez que cueva para los vinos o la matanza. Queda investigar si siempre fue así (casa emergida y enterrada a un tiempo) o en una tradición muy lejana la casa entera se realizaba soterradamente. En todo caso interesa señalar que, tal como vimos en el Gráfico 1, la casa es un sistema que contiene habitaciones ideadas de diferente forma para diferentes usos, y que la cueva tiene una utilidad evidente en climas continentales templados, especialmente para un pueblo de viticultores.

III.5.- resumen e interpretación de resultados: hacia un mapa de casas-cueva perviventes
Vivir en una casa cueva no es esencialmente diferente de vivir en otro tipo de casa rural tradicional. Las paredes de arcilla se endurecen en contacto con el aire y las de roca calcárea se encalichan7   permitiendo su limpieza y desinfección. Los suelos pasaron de ser de tierra a tener mosaico e igualmente las paredes de la cocina y del excusado cuando los fueron poniendo con salida a pozo negro o a la calle. Las ventanas al exterior y los patios se multiplican siempre que existe posibilidad.  La historia  de las casas es producto de las entrevistas sobre el terreno (en España, en México y en Túnez) y nos han mostrado cómo la casa crece y se desarrolla al ritmo del ciclo familiar, como en el resto de las casas, siempre que la familia sea funcional y tenga los medios físicos y otros para hacerlo.
La pervivencia supone existencia continuada de una tradición, originada en un contexto desconocido o casi olvidado pero que mantiene usos y costumbres porque son competentes. En España según trabajo de campo perviven en Andalucía: Orce, Galera, Guadix, Baza y en distintas localidades de las Sierras de Baza, Sierra de Castril, Sierra de María y Sierra de la Sagra, (Granada),  en la provincia de Almeria; Hinojares y Cazorla, en Jaén. En Valencia: Godella, Paterna y Bétera. En Alicante: Rojales, Crevillente y en casi toda la provincia; en Murcia: en la provincia de Murcia y Cartagena. La Mancha: Campo de Criptana (Ciudad Real), Santa Cruz de la Zarza, Toledo; Hoz del Júcar (Albacete), El Molar en el sistema central, en Sierra de Ayllón, Guadalajara, Segovia, León, Palencia, Soria, Navarra. Aragón, La Rioja... Casi la totalidad del país presenta diferentes modelos de conjuntos habitacionales y, en otros lugares mantienen más o menos disociadas de la casa-hogar,  habitaciones subterráneas que fueron parte de la casa familiar tradicional  y hoy se mantiene para diversos usos domésticos de ocio, almacenaje o taller y bodega.
El objetivo de entender la pervivencia de habitar en casas-cueva nos ha permitido también ver que la mayor parte de las mismas se encuentra oculta a los ojos no avisados. Las casas han ido saliendo progresivamente de sus cuevas, agrandando los patios delanteros, techándolos y luego cerrando sus costados o/y edificando una nueva casa o un nuevo elemento en la parte del patio que daba al camino o a la carretera. Una vez la familia ha mejorado su precaria situación, cuando hijos e hijas aportan sueldos a la casa, la fachada y, en su caso, la nueva edificación frontal son mejoradas, elevadas y quedan tapando prácticamente la cueva que sin embargo no se abandona.
Los terrenos donde las casas se hicieron excavando en la roca, eran públicos, comunales o sin utilidad, al ser generalmente un barranco, frente de cuesta, área de materiales no estables y por tanto no urbanizable; al ser arrabales no apreciados, la posibilidad de ordenación familiar del recurso fue mayor que cuando las instituciones intervinieron regulando y prohibiendo las mejoras, reparaciones y nuevas excavaciones. Los Planes de ordenación entraron en colisión con la voluntad y necesidades del vecindario y, al no dar cabida a la participación social (épocas de dictadura) la Administración perdió la batalla aunque en el largo plazo y después de haber perjudicado al vecindario y al patrimonio popular tan singular.
En el cuadro 4 se sintetiza el ciclo de transformación de una casa cueva. Al ser una iniciativa familiar o informal, pueden encontrarse muchas variaciones pero hemos recogido testimonios repetidos de “Esta cueva la hizo mi bisabuelo con un pico y una pala. Na’ más una habitación tenía y el comedor, y la cocina que quedaban para fuera... lo que es el patio, que ni patio tenía... na más que ahí nos salíamos a tomar el sol y el aire (...) luego nacieron mi padre y mi tio y se pusieron (padre y madre) a picar otra habitación, y otra...” (anciano en Chinchilla diciembre 2009). “Cien años y más, tiene esto” (señora en Crevillente, 1999). “Más de cien años... ¡ lo hizo el abuelo de mi padre! Que luego ya no se podía” (cuevero en Baza, 1995).  “Esto, aquí mos hemos criao toda la familia, mi padre la hizo... una a una toas las habitaciones. Y de mayor yo he picao; hicimos esa habitación porque se casaba mi hermana y no tenía pa donde irse. Hemos llegao a ser nueve, en esta cueva” (cuevero en Sacromonte, 2010)
Cabe decir que las herramientas de construcción que se refieren en las entrevistas abiertas (observación) o conversaciones con habitantes de cuevas, son muy simples: pico y pala, a veces sólo el pico de albañil, siendo generalmente hombres quienes se turnan picando en tanto otros miembros hombres, mujeres, niños niñas y ancianos, ancianas, quienes colaboraban sacando material con cubos o cualquier recipiente disponible.

IV.-CONCLUSIONES, REFLEXIONES Y DEBATE

La generación en la que me crié fue amenazada de maneras similares a esta: si no te aplicas te verás en una cueva o viviendo bajo un puente. Las generaciones más recientes no recibieron ya semejantes estímulos para estudiar o conservar un empleo, los años setenta y posteriores trajeron cierta mejora en la calidad de vida, una enorme mejora para la mayoría de la población y la vivienda social alcanzó a casi toda la población, no a toda, pero suficiente para dejar de lado las posibilidades de tener que hacerse con una cueva para fundar una familia. La presencia de vivienda social abundante, salarios formalizados sujetos al arbitrio del Estado, beneficios sociales obligatorios, baja corrupción, menor embarazo adolescente y tal vez algún otro factor importante coadyuvaron la posibilidad de adquirir una vivienda convencional aún a costa de endeudarse con créditos hipotecarios por muy largo plazo. Ahora esta situación está cambiando y cabe preguntarse -¡y es una buena pregunta de investigación!- si las familias desalojadas de sus casas por impagos a la banca, habrán empezado a cavar y  ocupar cuevas o cuánto tardarán en hacerlo y hasta qué punto su arraigo cultural funciona como factor facilitador (en sentido positivo y negativo) ¿Los planes de ordenación urbana se lo permitirán? O tal vez hemos llegado a un grado de civilización tan sofisticado que no queda nada para quien nada tiene, ni tan siquiera un espacio para cobijarse, pues hasta las fieras tienen derecho a una guarida.
El estigma social que recae sobre la población cuevera sigue siendo un obstáculo a la pervivencia presente de este tipo de hábitat; el imaginario social tampoco integra este tipo de viviendas que, muy al contrario, están invisibilizadas como si de un síntoma de atraso o brutalidad se tratara. Por lo mismo, puede denominarse troglodita o cuevas al conjunto arquitectónico o al paisaje pero no a las personas que habitan el conjunto. Para no incidir en el estigma, aquí se ha preferido no utilizar la denominación “troglodita” aunque sólo signifique habitante de las cuevas, según el Diccionario, pero se percibe como un sinónimo de brutal; ni siquiera la denominación cueveros, más coloquial y autodefinitoria porque es también identitariamente peyorativa. A la vez se ha evitado hablar de cuevas cuando se trata de casas, sino de casas cueva siendo lo esencial la casa que queda adjetivada por la técnica constructiva, sus materiales y posibilidades de crecimiento.
Como ha podido verse en la clasificación desgranada en los Cuadros 1, 2, 3 y 4, no es necesario vivir en un medio donde las cuevas se den de modo natural o geológico. Las cuevas-vivienda son un artificio, una producción humana sustentable, elaborada a través de generaciones. Las razones por las que han seguido usándose hasta el presente son funcionales y sociales (fruto de las necesidades y limitaciones del momento social), económicas (necesidad de una casa) y culturales (concordante con ciertos usos tradicionales). Además la casa cueva o casa en cueva, como cualquier otra en el medio rural menos presionado por la especulación del suelo, tiene funciones productivas y reproductivas, habilitándose espacios para fabricación artesanal, conforme se estableció en la teoría de la territorialidad de la familia.
La inexistencia del recurso cueva en el imaginario colectivo o su existencia como vivienda de familias marginales, dificulta sin duda la moderna utilización pero, considerando el feroz cambio del estado de bienestar por otro de acumulación por  desposesión, conforme a David Harvey,  y que las familias expulsadas de su vivienda embargada han pasado de la normalidad social a la marginalización forzosa y radical 8, cabe conjeturar que la casa cueva y otras formas de vivienda precaria hasta ahora en retroceso, volverán a ser recurso y cobijo de nuevos pobres que son numerosos.
En cuanto al uso familiar marginal o precario, la casa cueva es el dominio de la familia extensa, basada en la práctica del apoyo mutuo y con regular reforzamiento de lazos parentelares. Conforme a la teoría de la territorialidad de la familia es la precariedad de vida la que hace emerger el modo extenso, aún en contextos donde pareciera haber desaparecido.
Las casas cuevas se promueven desde hace pocos años para el turismo rural. Las comunidades de este hábitat tienen una identidad común, generada desde fuera pero reforzada por la misma dificultad de inclusión social. No debe engañarnos una muy reciente moda de turismo rural que lógicamente presenta al máximo la belleza o exotismo de pernoctar en una cueva por espacio de unos días. Nadie quiere vivir en la cueva, nos han repetido en unos y otros enclaves. Nuestros informantes prefieren endeudarse de por vida para pagar una casa convencional aún cuando ya se tiene una casa cueva y ya se les conoce como cueveros.
Tal como se sostiene en la teoría de la territorialidad de la familia, la familia adopta estrategias para mejorar las condiciones de vida de sus miembros, por ello hemos encontrado familias en un ciclo de vida avanzado (mayores), o no tan mayores pero regresados al hogar en cueva por divorcios, separaciones y desempleo, al calor de la ayuda mutua y por la necesidad insatisfecha de una casa convencional.
Como patrimonio histórico cabe pensar que el reciente uso turístico que convive con el uso de vivienda primaria y secundaria, podría servir para proteger la existencia material de los conjuntos de estas ingeniosas y acogedoras casas. En cuanto a las fuentes, queda por estudiar todavía la mayor parte de los aspectos relativos a los elementos señalados en las clasificaciones de forma y función de las casas cueva que aquí se aportan, a la vez que hay que reconocer que en el siglo XXI se han hecho significativos avances en el estudio de la arquitectura subterránea, principalmente en la moderna arquitectura urbana y comercial, pero que buscan antecedentes en la arquitectura tradicional.

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1 Este trabajo es parte del proyecto interuniversitario Ordenación territorial a diferentes escalas  financiado por CONACYT  (México), 2011-2012, que ha estado bajo mi dirección. Un avance del mismo fue presentado como ponencia al VI Coloquio del Grupo AGE Historia del Pensamiento Geográfico: “Imágenes iconográficas y literarias del paisaje”, UAM, Miraflores de la Sierra, Madrid 15 nov 2012

2 Conceptos desarrollado en diferentes proyectos, entre ellos la teoría de la “territorialidad de la familia” conclusión de mi tesis doctoral Familia-Identidad-Territorio. Estrategias familiares en un entorno rural de fuerte migración. Yucatán a finales del siglo XX. UCM, 2003. Complementariamente Ayllón Trujillo, M.T., 1999, 2004 y otros.

3 Sobre la casa como sistema territorial familiar he publicado investigaciones desde 1996, he realizado mi tesis doctoral y dirigido otras tesis. Ver Ayllón, M.T. 1999, 2003; Ayllón y Muscar, 1996; Ayllón y Nuño, M.R. 2005 y otras.

4 Conclusiones de la tesis doctoral “La intersección Familia-Identidad-Territorio. Estrategias familiares en un entorno rural de fuerte migración. Yucatán a finales del siglo XX” (Ayllón Trujillo, M.T. 2003)

5 Y ha sido objeto y/o unidad de estudio en las tesis que dirijo en Geografía o Ciencias Ambientales (UASLP).

6 http://www.rincondelmisterio.com/derinkuyu-la-misteriosa-ciudad-subterranea-de-turquia/

7 Popularmente se llama caliche a la costra salina de color blanco que forman las sales internas de la roca al emigrar a la superficie. En este proceso la roca se endurece y blanquea quedando sólida e incluso con gran dureza, impermeabilidad y resistencia, aunque al perforar iniciamente la roca se sintiese blanda y trabajable

8 Ver prensa española 2011-2012.