PRINCIPIOS DE ECONOMÍA VITAL

PRINCIPIOS DE ECONOMÍA VITAL

Mario Blacutt Mendoza (CV)

Economía Vital: Indagaciones sobre la Curva de Indiferencia

Ya vimos que una de las propiedades de la Curva de Indiferencia establece que dos curvas de indiferencia no pueden cruzarse entre sí; de hacerlo, sería un absurdo, pues resultaría que una combinación de bienes superior, sería igual a una combinación de bienes inferior, debido a que en la primera se tendría más de uno o de ambos bienes, que en la segunda. Veamos las consecuencias de esta propiedad.       

Razonablemente podemos decir que la reducción al absurdo que se sintetiza en el anterior párrafo, es una prueba que pone al descubierto una de las grandes limitaciones de la curva de indiferencia. Para que la esencia de la curva de indiferencia sea válida, el consumidor no podría gozar del privilegio de cambiar sus gustos a medida que aumenta su ingreso. La pendiente de cada curva de indiferencia muestra la preferencia que el consumidor tiene de cada uno de los bienes. Si la pendiente es muy pronunciada, el consumidor  tendrá una cierta preferencia el bien X al Y, porque estaría dispuesto a renunciar a una mayor cantidad del bien Y con el propósito de lograr una unidad más del bien X. Si la pendiente de la curva de indiferencia es más plana, querrá decir que el consumidor otorga al bien Y una preferencia mayor que la que concede al bien X, por lo que estará dispuesto a ceder cantidades pequeñas por conseguir una unidad más del bien X. En realidad, las pendientes de las curvas mostrarían las preferencias del consumidor por uno u otro bien. Ahora bien; si la tesis de la curva de indiferencia dice que éstas no pueden cruzarse entre sí, está declarando que todas deben tener la misma pendiente, es decir, está limitando al consumidor en el sentido de que por el bien de la curva de indiferencia, éste no debe cambiar sus gustos, los que se expresan en la pendiente de cada curva. En este sentido: el veto del cambio de gustos atenta en contra de los postulados de la Teoría de la Elección. En efecto, la teoría de la elección postula que el individuo siempre puede optar entre una y otra alternativa, opciones en las que expresa sus preferencias. Sin embargo, según la Curva de Indiferencia, el consumidor no puede cambiar de gustos para dar paso a una nueva curva con mayores combinaciones, como efecto del incremento de sus ingresos, pues si los gustos cambian, estos cambios se expresarán en la aparición de nuevas pendientes en las nuevas curvas de indiferencia que se alejan del punto de origen, lo que ocasionará que las curvas se crucen, necesariamente, entre sí, algo vetado por la teoría que avala la tesis de la Curva de Indiferencia. De esta manera, la teoría de la elección y la hipótesis de las curvas de indiferencia no pueden coexistir una con la otra. Pero hay algo más: el consumidor no decide la combinación que quiere, lo hace el mercado.

La curva de indiferencia y la dieta de las gallinas

Reproduzcamos el panel derecho de la curva 6.5 en la gráfica 6.7. En las ordenadas se anotan cantidades de botellas de Coca-Cola y en el eje de las abscisas, cantidades de hamburguesas. Observando la curva de indiferencia de la gráfica 6.7 surge una pregunta esencial: ¿Es razonable pensar que el consumidor encuentre en la combinación a, la que tiene 4 hamburguesa 4 Coca-Colas, la misma satisfacción que la b, una hamburguesas y 9 Coca-Colas? Nadie podría decir que  esa combinación sería razonable, pues nadie la consumiría. Pero el espiritismo neoclásico dice que sí; que el sujeto consumirá cualquier combinación dictada por los precios del mercado.  ¿Acaso no se ha inventado la “Curva de Indiferencia” para mostrar que cualquier combinación de dos bienes que brinden la misma utilidad será aceptable por el consumidor, el que tiene que comportarse como las gallinas, que reciben sus porciones de alimento estimadas por la programación lineal que se preocupa de los costos y nada tiene que ver con la llamada “elección racional” del espiritismo marginalista? En el caso de la curva de indiferencia los precios reemplazan al granjero y los consumidores, a las gallinas. En la realidad, cualquier consumidor acudiría a una combinación más acorde con los gustos y el buen sentido.

Pero, de acuerdo con la teoría del marginalismo neoclásico, si los precios y su ingreso así lo determinan, el pobre consumidor tendrá que zamparse 1 hamburguesa y 9 Coca-Colas, tal como se registra en la gráfica 6.7, lo con lo que identificamos una nueva arbitrariedad académica en la llamada curva de indiferencia. La combinación a, que también satisface su necesidad, no será la que el consumidor escoja puesto que los precios la marginan, a pesar de que es mucho más coherente y racional. Pero los espiritistas de la economía suponen que la combinación irracional b de 1 hamburguesa y 1 Coca-Colas brindan la misma utilidad al consumidor que la combinación irracional, b (9, 1) Pero, como los precios del mercado dicen que la combinación (9, 10) es la más barata, el consumidor debe optar por una combinación irracional. Sin embargo, dada la irracionalidad de la combinación b, no es probable que en el mercado el precio de esa combinación sea la más barata, pues nadie la escogería.

En todo caso, el supuesto de que el consumidor maximiza la utilidad del consumo de un bien cuando una de las curvas de indiferencia del mapa es tangente a la recta de restricción presupuestaria muestra que es el precio del mercado y no la preferencia del consumidor, necesariamente, el que determina la combinación que éste debe aceptar. Por otra parte, muestra lo irracional que es el mercado y su “mano invisible”. De todo esto deducimos que la Curva de Indiferencia es un artificio muy forzado para hacer coincidir la llamada Relación Marginal de Sustitución con la pendiente de la recta presupuestaria.