Este es un problema que no tiene solución en el modelo matemático de la Economía-Vudú de los neoclásicos, puesto que el hecho de dar una utilidad infinita a una cantidad cero de un bien, que es lo significaría la intersección de la curva de utilidad marginal decreciente con el eje de las ordenadas, no parece muy cuerdo. Así, se llegó a la conclusión de que la curva nunca debería tocar el eje de las ordenadas. Los neoclásicos niegan la pertinencia de esta intersección, debido a que no condice con la fórmula matemática que expresa la función de utilidad del consumidor, esto es, en la visión neoclásica, la Utilidad Marginal queda definida como la derivada de la Utilidad Total con relación a la cantidad de unidades consumidas (q) De este modo, si la curva de Utilidad Marginal Decreciente tocara el eje de las ordenadas, q sería igual a cero y la derivada no tendría sentido. Ahora bien, como los neoclásicos dicen que es racional sacrificar la realidad en pro de la matemática, la intersección de referencia es anulada ipso-facto. Pero el problema no desaparece, puesto que si la curva de utilidad no toca el eje de las ordenadas tendría que volverse asintótica con respecto a ella, a medida que la cantidad del bien (q) se hiciera más y más pequeña (no olvidemos que el enfoque marginal de los temas se refiere a cantidades infinitesimales de los bienes) En otras palabras, a una cantidad realmente infinitesimal del bien, le correspondería una utilidad que tendería a ser infinita (¡Aún el brócoli! ¡Las telenovelas! ¡Los discursos de los políticos!)
La teoría de la Economía Vital afirma que no hay una contradicción lógica en el punto de intersección de la Recta de Satisfacción con el eje de las ordenadas. Por el contrario, dicho punto es considerado como cualquier otro de la recta, gracias a la introducción de un nuevo concepto en el modelo, esto es, el de la Satisfacción Esperada. (Nada que ver con la probabilidad de que algo ocurra en el futuro) En efecto, ante la perspectiva de consumir un bien, el sujeto le otorga al mismo una importancia que varía con su condición económica y, con diferentes grados de incertidumbre. Por ejemplo, el Hombre obsesivo esperará del bien que habrá de consumir, una mayor satisfacción que cualquier otro. En la gráfica 5.3 se puede diseñar algunos ejemplos de rectas de satisfacción. En el eje de las ordenadas se registra el nivel de Satisfacción Esperada por el bien, designada por el punto S; y en el eje de las abscisas, las cantidades del bien respectivo, representadas por la letra B. Claro está que la Satisfacción Esperada no es medible en términos cardinales sino ordinales.
El nivel S0, corresponde al Homo obsesivo y, tal como en la gráfica 5.2, la línea representa una unidad discreta que satisface razonablemente al consumidor. La distancia vertical entre el punto de origen y el nivel Si mide el grado de Satisfacción Esperada de los diferentes personajes identificados. Mientras más grande la distancia, mayor será la Satisfacción Esperada del Individuo. Por ejemplo, la distancia del punto de origen al nivel S0, es la más grande y corresponde a la Satisfacción Esperada del Hombre Obsesivo, pues su ansia de satisfacer sus necesidades básicas es una verdadera obsesión. La sola perspectiva de consumir una cantidad del bien, hasta quedar razonablemente satisfecho, le impone una satisfacción esperada realmente alta. El punto S es el punto que muestra la cantidad del bien que habrá satisfecho razonablemente su necesidad.
El nivel S1 refleja la Satisfacción Esperada de un consumidor de ingresos medios, la que es más baja que la del Hombre obsesivo, aunque, al igual que éste, consumirá hasta quedar razonablemente satisfecho, lo que sucede también en el punto S. En realidad, él es el Ser Razonable, horizonte que un modelo de Economía Razonable propone para el Hombre obsesivo. El nivel S2 corresponde a la Satisfacción Esperada del Homo consumidorus, el ente que siempre consume por encima de la satisfacción razonable de sus necesidades, por lo que su Satisfacción Esperada del bien que habrá de consumir será muy baja con relación a las anteriores. Algo más, a partir del punto de saciedad razonable S, el consumo del bien estará regido por la tendencia a la satisfacción decreciente, por la que, en el caso del Homo consumidorus una nueva porción del bien consumido será menos importante que la anterior, tal como se vio en párrafos anteriores. Por lo que se infiere de la definición, la Satisfacción Esperada nada tiene que ver con la probabilidad de que el acto de consumo se realice; es un concepto que pertenece a otra dimensión. Esta es una ocasión oportuna para declarar que en adelante nos ocuparemos sólo de las necesidades del Hombre Obsesivo y del Ser Razonable, dejando de lado al Homo consumidorus, porque sus necesidades, más allá de S, no son relevantes para el Estado. El concepto de Satisfacción Esperada no trae aparejado problema alguno en lo que se refiere a la intersección de las líneas de Satisfacción Esperada y el eje de las ordenadas. Al contrario, la intersección se convierte en un instrumento útil de análisis, por lo menos, para un análisis razonable.
A continuación, procedamos a establecer las definiciones de los dos conceptos parecidos entre sí, pero con diferentes significado, que el Principio de Razonabilidad introduce como una parte de su propuesta: Satisfacibilidad y Utilidad. Con ese fin, debo aclarar que las necesidades del Ser Razonable están histórica y culturalmente determinadas, aunque siempre son cambiantes. Pero, la capacidad que tiene un bien de ser Satisfaciente le es conferida en el proceso de producción, pues el empresario produce bienes orientados a ser satisfacientes o útiles, antes de lanzarlos al mercado. Ningún empresario producirá cosas que no son ni útiles ni satisfacientes, dado que una de sus tareas principales es diagnosticar qué es lo que quiere el mercado y también anticiparse en la oferta de bienes y servicios que remplazan o complementan los existentes. Así, la capacidad de Satisfacibilidad de un bien es objetiva. Sobre la base de estas particularidades se propone las siguientes definiciones.
Capacidad que tiene un bien o servicio de satisfacer directamente una necesidad del Individuo
Capacidad que tiene un bien de coadyuvar a la satisfacción de una necesidad directa del Individuo
La Utilidad es lo que caracteriza al utensilio, aquello que es útil y por eso es usado. En este punto, nos acercamos a la percepción de Martin Heidegger: la “Utensibilidad” de un bien es propio del bien de que se trate y, al igual que la Satisfacibilidad, le fue dada por el proceso productivo cuando se lo producía para el mercado. Esto es, la Utilidad es independiente de la subjetividad. Claro está que hay una diferencia importante entre los conceptos de Satisfacibilidad y el de Utensibilidad: el primero se refiere a la característica de un bien de satisfacer directamente una necesidad del sujeto; una vez que el consumidor satisface su necesidad, la porción consumida desaparece. El segundo imprime al bien la capacidad de ser utilizable más de una vez, en cuanto coadyuve a un bien satisfaciente, en el acto de satisfacer una necesidad directa. Como un ejemplo adecuado para diferenciar ambos conceptos, imaginemos un vaso y la leche que contiene. La leche será un bien satisfaciente, porque satisface directamente la necesidad de alimento. En cambio, el vaso será un bien útil, pues gracias a él podemos tomar la leche y utilizarlo nuevamente la próxima vez. En el grupo de los satisfacientes se incluye los alimentos, las medicinas y aquéllos que satisfacen necesidades psicológicas y de recreación. El grupo de bienes que prestan utilidad, no desaparecen en el instante en que el consumidor satisface una necesidad, sino que pueden ser utilizados nuevamente, para prestar la misma “Utensibilidad” cuando el consumidor satisface su necesidad con el mismo bien (leche) o con otro (café)