Un famoso escritor dedicaba todos sus libros del siguiente modo:
Dedico este libro al personaje que estuvo siempre conmigo; que se entristecía con mis fracasos y se alegraba verdaderamente con mis triunfos; al único que realmente le importaba mi situación económica: al recaudador de impuestos
La mayor parte de la humanidad considera que un recaudador de impuestos con sentimientos es un ser antinatural, como podría serlo un tiburón vegetariano. Pero, el gobierno de cualquier país necesita dinero para cumplir con sus deberes y responsabilidades que la sociedad le otorga en lo que se relaciona con la seguridad, la justicia, la defensa, la provisión de servicios públicos… por otro lado, el desarrollo económico, social, cultural y ambiental. Los recursos para llevar adelante esas tareas son obtenidos, principalmente, por medio de la creación y cobro de impuestos. Ni la defensa, ni la justicia, ni la emisión de circulante, ni el desarrollo nacional… pueden ser confiados a la iniciativa privada, pues ninguna de esas tareas se encuentra en su dominio, dado que la empresa tiene un solo objetivo: maximizar el beneficio, en el corto plazo, y aumentar el valor de las acciones en el largo.
Por estas razones, es imperativo aceptar que nada ni nadie puede reemplazar al Estado en el cumplimiento de estas asignaciones.