Según los marginalista, los impuestos tendrán un efecto negativo en la economía, debido a que afectaría al productor y al consumidor por igual. En realidad, lo que ocultan es que el impuesto es el pago por los derechos de propiedad de la población nacional, que surge del hecho de apropiarse de parte del territorio y de los recursos naturales que pertenecen a la población total, les resta algo de sus beneficios. Ya tenemos una prueba concluyente: el marginalismo pretende analizar el mercado de Competencia Perfecta porque en él “pueden demostrar sus leyes”. En este caso, intentan generalizar lo que sucede con el heladero de la esquina para poner en la misma dimensión, cualitativa y cuantitativamente, a las grandes corporaciones que operan en mercados de competencia imperfecta, que son los escenarios en los que se desenvuelven la inmensa mayoría de las transacciones económicas. No olvidemos que las corporaciones operan en mercados de oligopolio o de monopolio, las que, a riesgo de despertar el rechazo marginalista, tienen el poder de fijar los precios y la cantidad al mismo tiempo, en operaciones de prueba y error hasta lograr una combinación precio-cantidad que maximiza sus beneficios.