Las investigaciones realizadas por el autor sobre el estado de la documentación y de la práctica en el área de los costos de la calidad., permitieron establecer el marco teórico-referencial de la investigación que sustenta la novedad científica y el valor práctico metodológico de los resultados, los que hacen posible el desarrollo de los costos de la calidad en Audita S.A.
La percepción sobre la calidad ha cambiado en el transcurso del tiempo, pero sin duda alguna el ser humano desde sus inicios ha tenido presente como aspiración, meta, anhelos, utopía, el mejoramiento de su proceder y de las actividades y procesos con los que interactúa; la propia evolución de la especie es una muestra palpables de ello.
El perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo, de arcaicas formas rudimentarias de piedra, madera y huesos de animales, al uso de los metales, de la caza y la pesca como formas básicas de alimentación a la agricultura, del simple intercambio de bienes y la manufactura al comercio y la industria. Representan en sí una mejora continua, vinculada directamente al individuo como persona, la comunidad y el entorno del cual forma parte. Por lo que el ser humano mucho antes de definir el término de calidad tuvo necesidad de utilizar el concepto, en la medida que surgieron las clases sociales, la propiedad privada, los excedentes de producción y los primeros imperios como Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma, pues se establecieron requisitos que diferenciaban a las personas como el tipo de ropa que usaban, la extensión de las tierras, los esclavos o la cantidad de riquezas que en su conjunto tenía; los cuales debían ser controlados e inspeccionados.
Para finales de la edad media cuando comenzó a surgir el estado y las relaciones comerciales integraron a Europa en lo fundamental por los movimientos de los banqueros y comerciantes italianos, que ampliaron sus actividades a otros territorios como Francia, Inglaterra, Países Bajos y los ubicados al norte de África, se requería de otros controles, ahora los relacionados con el dinero como medio de cambio, en el cual comenzó a jugar un papel clave los bancos, como pieza fundamental del nuevo sistema de relaciones financieras que surgía.
Sin embargo la revolución industrial acontecida en Inglaterra en el siglo XVIII, extendida en el XIX a Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos, en el XIX a Suecia, Japón, Rusia y Canadá y a principios del siglo XX, a algunos países de Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África a mediados del siglo XX, marcan la diferencia, pues determina un nuevo modelo de sociedad, que conduce de una economía totalmente agrícola a una producción mecanizada, capaz de producir bienes a gran escala. Este aumento considerable de los bienes manufacturados favoreció el aumento de la eficacia técnica y la aplicación de los nuevos adelantos tecnológicos se concentró a favor de aumentar los niveles de productividad, lo que facilito la creación de muchas empresas en las áreas geográficas de mayor desarrollo del comercio, creando las bases de la urbanización en torno a las ciudades más favorecidas y de los procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.
El proceso de industrialización fortaleció a un más la división del trabajo, pues la especialización se concentró en las fábricas, donde un grupo de personas realizaban diferentes actividades con el fin de producir los bienes de consumo, constituyendo el punto de partida para la creación de las cadenas de montaje en las grandes empresas que se desarrollarían con posterioridad. Esta división del trabajo generó mayores niveles de productividad, en lo esencial, por el crecimiento de la eficiencia individual y colectiva, debido a la cualificación que permitió una mejor especialización.
El aumento de los niveles de productividad condujo a producciones a gran escala que requerían para mantenerse, de cantidades continuas de materias primas que debían ser controladas y de nuevos mercados para asegurar las ventas de los bienes producidos; por lo que se hizo necesario controlar las compras de materias primas para asegurar las producciones continuas y de inspeccionar el producto final para garantizar que había sido terminado y que estaba listo para su entrega a los diferentes clientes. Pasando poco a poco a ser considerados ambos como aspectos claves en la gestión de la propia empresa, con el fin de obtener mayores dividendos.
La calidad surge entonces como una necesidad de controlar o verificar los productos, las personas y las riquezas, evolucionando en el siglo XX, de la inspección al producto final y la conformidad con los requisitos exigibles, al control y aseguramiento de la calidad, para luego pasar a un estadio superior en la administración de las empresas, sobre las bases de la mejora continua, denominada Gestión de la Calidad. Que en su etapa actual busca la excelencia empresarial, involucrando en la gestión a toda la organización, los clientes, los proveedores y a la propia sociedad en su conjunto, como estrategia de supervivencia a largo plazo. Un acercamiento a cada una de las principales etapas que evidencian la evolución histórica de la calidad.
La etapa de inspecciónestá situada a finales del siglo XIX y principios del XX. El inspector era el responsable de la calidad del trabajo y su labor estaba completamente separada del personal encargado de la realización del producto (Taylor, 1986). La inspección estaba limitada a una serie de actividades sobre el producto final (medir, recontar, separar las piezas defectuosas), con la intención reparar o rechazar el producto no conforme antes de la entrega, por lo que no incluía aspectos relacionado con el control del proceso y mucho menos con la prevención para evitar los fallos. A medida que el volumen y la complejidad de los productos se incrementa, la inspección masiva se hace más difícil y costosa (Garvin, 1988; citado por Climent, 2003).
A partir de la década del 30 del pasado siglo la concepción del Control de Calidad se consolidó gracias a los trabajos de investigación realizados por la Bell Telephone Laboratories, en la cual destacaban investigadores como Walter A. Shewhart, Harry Roming y Harold Dodge, incorporándose después, como fuerte impulsor de las ideas de Shewhart, el Dr. Edwards W. Deming. Estos investigadores crearon lo que se conoce como Control Estadístico de la Calidad (Statistical Quality Control o SQC), lo cual constituyó un avance sin precedente en el movimiento hacia la calidad, dándole un carácter científico, comenzando con la aportación de Shewhart sobre reconocer que en todo proceso de producción existe variación (Gutiérrez, 1996).
Esta etapa tuvo su mayor auge y aplicación con el inicio de la segunda guerra mundial y el interés de Estados Unidos porque sus proveedores les suministraran armamentos con calidad aceptable, generando la oportunidad para aplicar las técnicas del Statistical Quality Control; que al demostrar su efectividad, impulsó programas de capacitación y el entendimiento sobre la importancia del uso de las herramientas estadísticas en la calidad. Aunque su generalización fue lenta y abarcó solo las áreas productivas, y en diferentes situaciones los resultados no repercutían en la toma de decisiones, al no asumir los problemas de calidad de otras áreas.
Posteriormente surge el aseguramiento de la Calidad, etapa que perseguía garantizar un nivel continuo de la calidad del producto o servicio, desarrollando sistemas y procedimientos de organización para evitar la producción de bienes defectuosos, haciendo especial énfasis en el ciclo de vida del producto, la prevención de fallas y las necesidades del mercado. No obstante los cambios favorables, las limitaciones se hicieron evidentes con los años, pues cubrir constantemente las necesidades del mercado con grandes producciones no garantizaba la satisfacción de los clientes, cada vez más exigentes; además no se aseguraba tampoco al evitar los defectos que el producto mejorara en el tiempo.
Las limitaciones de las etapas anteriores favorecieron el surgimiento de la Gestión de la Calidad, etapa que incluye el control y aseguramiento de la calidad, sumando entre otros un elemento clave que se hacía imprescindible en los años 80 del pasado siglo “la mejora de la calidad”, por los cambios sobre todo vinculados al auge de las tecnologías de la información que revolucionarían las formas de comunicación, las relaciones productivas y el aumento de la competencia en medio de una lucha desmedida por acceder a los mercados, así como de una toma de conciencia de las empresas sobre la importancia de producir con calidad.
Se considera a la calidad como una estrategia competitiva, cuando la administración toma como base de su planeación estratégica los requerimientos del cliente y la calidad que ofrecen los productos de la competencia; en otras palabras, se trata de planear las actividades de tal manera que el producto satisfaga los requerimientos, con una calidad superior a la que ofrece la competencia (Gutiérrez, 1996).
La gestión de la calidad involucra a toda la organización en función de satisfacer las necesidades de los clientes y otras partes interesadas, estableciendo estructuras operativas y participativas para obtener resultados y garantizar niveles de competitividad involucrando el conocimiento de las expectativas de los clientes. Esta nueva etapa es conocida como “La Gestión de la Calidad Total (GCT) o Total Quality Management (TQM)”. Teniendo en cuenta las aportaciones de (Dotchin y Oakland, 1992; Dean y Bowen, 1994), la GCT se podría entender como una opción estratégica que implica fundamentalmente:
Finalmente, se considera la moderna idea de la excelencia empresarial, en la que se busca una estrategia de gestión global a largo plazo, así como una participación de todos los miembros de la organización para el beneficio propio de la misma, sus clientes y la sociedad en general; tomando en cuenta las características actuales y cambiantes de la economía y la sociedad (Marez, 2007). Esta última etapa puede entenderse también bajo los conceptos de empresas económicamente sustentables, las cuales asumen la responsabilidad social en su ámbito de actuación.