El anhelo milenario de regresar a Sión1 ha sido una constante en la historia del pueblo judío, en el rubro anterior analizamos que el retorno a la tierra de Israel ha sido un sueño acariciado por los judíos desde la primera diáspora, y que de forma paulatina se inició el retorno a la tierra original judía, muchos han llegado a pensar que el deseo del retorno nace con el denominado Sionismo, sin embargo como ya hemos analizado, la inmigración a la tierra de Israel por parte de los judíos existe desde la primera diáspora, pero con mayor fuerza desde la segunda, con la destrucción del templo y la rebelión en el año 135 de la era común, que cambió de nombre de Jerusalén por el de Aelia Capitolinay la consecuente expulsión de los judíos, desde entonces el deseo judío siempre ha sido retornar a la tierra de Israel y se ha enseñado así en la sinagoga por generaciones, siendo además la oración constante en cada Shabat y que se ha perpetuado hasta nuestros días, así como en la celebración de Pesaj con el deseo que el año que viene sea en Jerusalén, ¿pero cómo surge el sionismo?, trataré de explicarlo en las siguientes líneas.
Si bien el deseo de regresar a Sión ha sido milenario, quien inicia el movimiento moderno que se denominaría Sionismo, fue Teodoro Herzl2 , nacido en Budapest el 2 de mayo de 1860, aunque estudió leyes en Viena se dedicó a la literatura convirtiéndose en autor de teatro, y en 1891 fue nombrado corresponsal en París del Vienna Neue Freie Presse (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008), la llegada de Herzl al país galo, lo haría testigo de un acontecimiento de antisemitismo que lo impactaría profundamente. Este suceso desencadenante y vinculado con la creación del sionismo, surgió en 1894 en el juicio al oficial Alfred Dreyfus de origen judío, Dreyfus provenía de una familia judía que había dejado su natal Alsacia y trasladado a París cuando el Imperio Alemán, heredero de Prusia, anexó esa provincia en 1871 (Jewish Virtual Library, 2012), derivado de la Guerra Franco – Prusiana ocurrida entre 1870 – 1871. A Dreyfus se le acusaba de haber proporcionado información secreta al gobierno Alemán, basándose en que la caligrafía de Dreyfus, pero se le negó el derecho de examinar las pruebas que le inculpaban, el antisemitismo se hizo presente en el juicio y parecía que se le condenaba más por ser judío que por otra cosa. Dreyfus perdió humillantemente su cargo militar y fue condenado a Cadena perpetua en la Isla del Diablo3 , en la prensa se intensificaron los ataques en contra de los judíos resaltando este incidente como una prueba de la traición judía. Si bien hechos que se descubrieron posteriormente, y sobre todo la buena fe del teniente coronel Georges Picquart, permitieron identificar al funcionario responsable de la traición militar, el comandante Walsin Esterhazy, los altos mandos del ejército francés prefirieron dejar las cosas como estaban para mantener su credibilidad y absolvieron a Esterhazy. Sin embargo un intelectual salió en defensa de Dreyfus, Émile Zola 4, dado que el caso Dreyfus y sus secuelas ocuparon las planas de los periódicos parisinos, Zola se mantuvo al tanto de la situación y pudo percibir que la justicia se había nublado por un asunto antisemita, por lo que después del juicio donde se absolvió a Esterhazy, Zola escribió una carta abierta al presidente de la república, Félix Faure, el texto fue publicado en el periódico parisino L´Aurore, el trece de enero de 1898 (Emile Zola, 2012), posterior a la publicación fue desterrado a Inglaterra durante un año. La intervención de este intelectual logró cambiar la opinión pública sobre el caso, y otros oficiales descubrieron que el teniente coronel Hubert Henry, había fabricado evidencias en contra de Dreyfus. El caso se reabrió en 1899 pero la corte marcial volvió a condenar a Dreyfus, aunque ahora solamente fuera por diez años de detención considerando atenuantes del caso, al parecer la corte no se atrevió a liberarlo por temor al escándalo a pesar de saberlo inocente, ya que en septiembre de 1899 el presidente francés perdonó a Dreyfus y pudo regresar a París, el asunto finalmente terminó en 1906 cuando se exoneró de toda culpa a Dreyfus y fue reinstalado en el ejército con su rango militar.
Pero el caso Dreyfus no era una situación aislada en Europa, las muestras de antisemitismo se habían multiplicado y convertido en una constante en algunas zonas europeas, Para los judíos, la persecución fue peor en Europa central y oriental. Estas regiones tenían grandes concentraciones de judíos y la rama más agresiva del nacionalismo. Organizaciones nacionalistas y antisemitas, como la Asociación Pan-Germana y el partido de los trabajadores sociales cristianos emergieron en Alemania. Las revistas antisemitas advertían sobre los Europa central y oriental peligros que correría la población cristiana nativa cuando los judíos tuvieran acceso a la prensa, a los cargos públicos y a profesiones como la enseñanza y la abogacía. Un diputado antisemita en el parlamento alemán explicaba en 1895 que “cada judío que hasta ese momento no había hecho nada malo, sin embargo, podría hacer precisamente eso bajo condiciones favorables, porque sus cualidades raciales lo empujaban a ello". En Austria, el partido socialista cristiano y el partido nacional alemán se volvieron decididamente antisemitas. Hacia 1890, había surgido una nueva casta de políticos apoyados en símbolos, carisma, nacionalismo, racismo, anticapitalismo y antisemitismo. La elección de Karl Lueger en 1897 como alcalde de Viena, simbolizó esta tendencia política; la campaña de Lueger se basó en una plataforma antisemita y triunfó incluso en este bastión del liberalismo austríaco. Algunos de los actos antisemitas más violentos ocurrieron en Rusia. Los zares Alejandro III y Nicolás II (r. 1894-1917) aprobaron la persecución de los judíos y los obligaron a vivir en áreas especiales (Sherman & Salisbury, 2003, pág. 274). Era cosa común en esta época de la historia, que cuando alguien quería un chivo expiatorio se buscara a los judíos, culpándoles de cosas verdaderamente fuera de razón como el hecho de haber sido los asesinos de uno de sus dioses, tal situación era fomentada en el seno de la Iglesia Católica y no fue suspendida hasta muy tarde en la historia, cuando el Papa Juan XXIII ordenó en 1959, la eliminación de alusiones hirientes en la liturgia católica, sobre todo en la oración de la liturgia del viernes santo al quitar la frase los pérfidos judíos y los infieles, así como la aclaración de que los judíos no son responsables por la muerte de uno de sus dioses, posteriormente en el Concilio Vaticano II en el documento conciliar Nostra Aetate se detalló lo siguiente: No se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Con motivo del jubileo del 2000, Juan Pablo II avanzó aún más al pedir perdón y señalar: … la hostilidad y la mala fe de numerosos cristianos hacia los hebreos en el curso de los siglos, constituye un hecho doloroso (Rubin, 2004).
Con el ambiente de antisemitismo y ataques infundados con los que se vivía en la Europa del siglo XIX, se inició aún antes del surgimiento del sionismo moderno, una emigración judía abandonando Europa, pero no con rumbo a Israel sino hacia la América, se considera que entre el periodo comprendido entre 1870 a 1914, alrededor de 2 millones de judíos europeos dejaron Europa y emigraron principalmente hacia los Estados Unidos de América (Sherman & Salisbury, 2003, pág. 275). Teodoro Herzl, con este panorama irracional del antisemitismo europeo y conociendo de cerca el caso Dreyfus, concibió que la única manera de que los judíos podían lograr la paz y convivencia pacífica, era con la creación de un Estado soberano para los judíos; meditando en ello, comenzó a escribir y en 1896 publicó una pequeña obra denominada El estado judío, en esta obra, Herzl analiza y comprende el problema del antisemitismo resumiéndolo con las siguientes palabras: Creo entender el antisemitismo, que es un movimiento muy complejo. Contemplo este movimiento como judío, sin odio y sin miedo. Creo reconocer lo que en el antisemitismo hay de burda chanza, envidia ruin, prejuicio heredado, intolerancia religiosa, pero también lo que hay de pretendida defensa legítima. No considera la cuestión judía como una cuestión social ni religiosa, aunque ella se tiña con estos y otros colores. Es un problema nacional y para resolverlo tenemos que hacer de él un problema universal y político, que sería resuelto en el consejo de los pueblos cultos.
Somos un pueblo, sí, un pueblo.
En todas partes hemos tratado honradamente de desaparecer en el seno del pueblo que nos rodeaba, conservando sólo la fe de nuestros padres. No se nos permite. En vano somos fieles, y en muchos sitios, patriotas fervientes; en vano aportamos sacrificios en bienes y en sangre al igual que nuestros conciudadanos; en vano nos afanamos por aumentar las glorias de nuestras patrias en las artes y en las ciencias y su riqueza mediante el comercio. En nuestras patrias, en las que vivimos ya desde hace siglos, somos tachados de extranjeros, a menudo por aquéllos, cuyas familias aún no habitaban el país cuando nuestros padres ya sufrían allí. Quién es extranjero en un país, lo puede resolver la mayoría; es cuestión de poder, como lo es todo en las relaciones entre los pueblos. No disminuyo en un ápice el valor de nuestros derechos conquistados por usurpación. En el mundo de hoy, y durante muchísimo tiempo aun, la fuerza sigue primando sobre el derecho (Herzl, 2004, pág. 29).
Herzl entendió, que el problema del judaísmo en la diáspora no se resolvería ni con recluir a los judíos, ni con las represiones, ya que estos dos caminos reforzaban la identidad judía, en cambio la asimilación sí lo lograría, pero para ello se necesitaba bienestar político y reeducar al pueblo, desterrando los estereotipos, las leyendas y bromas antisemitas, sin embargo también comprendía, que esa reabsorción requería voluntad política, sometiendo a la mayoría para admitir a una minoría despreciada, pero que no existe político que atente contra los sentimientos de su población en aras de la justicia, la que se tiñe con el filtro de los valores heredados y que siempre va cargada de cierta subjetividad, por lo que Herzl comprendió que la reabsorción no podría lograrse, concibiendo que el único camino para los judíos, era retornar a su propio suelo, la tierra de Israel.
Al año siguiente de la publicación de su libro ganó muchos seguidores, si bien otros judíos ya habían tocado el tema en otros momentos de la historia, no lo habían hecho en el momento adecuado, el mundo de los judíos había llegado al punto culminante que permitió cuajar la idea de regresar a su propia patria. Herzl convocó a las comunidades judías al Primer Congreso Sionista, el cual se celebró en Basilea Suiza del 29 al 31 de agosto de 1897, la declaración del congreso estableció el camino a seguir, el sionismo pretende establecer en Palestina un hogar para el pueblo judío que esté basado en la ley pública, Herzl además acuñó la frase Si lo queréis, no será una leyenda, esta idea se convirtió en el lema del movimiento sionista (Israel Ministry of Foreign Affairs, 2004), las palabras pero sobre todo las acciones decididas de los judíos, resultaron el motor para construir ese sueño, Silvio Rodríguez, el filosofo cubano con guitarra, ha cantado: el sueño se hacen a mano y sin permiso, así el movimiento sionista, inspirado en un sueño que se repite cada pascua, fundó la organización sionista y Herzl fue su primer presidente.
Herzl murió el 3 de julio de 1904 sin ver convertido en realidad lo soñado, pero sus seguidores continuaron su lucha y obtuvieron el apoyo financiero de donadores como el banquero francés Barón de Rothschild, y la cooperación de Arthur Balfour (1848-1930), el Primer Ministro de Gran Bretaña, por lo que en los albores de la llamada gran guerra, alrededor de 1914, cerca de 85,000 judíos habían emigrado a Palestina (Sherman & Salisbury, 2003, pág. 275), medio siglo después del primer congreso sionista, después de múltiples esfuerzos, una lucha contra la presencia judía, dos guerras mundiales, una de ellas con la idea del exterminio judío y una fe persistente característica del judaísmo, el sueño se convirtió en realidad, judíos de todo el mundo regresaron a su tierra original y refundaron el Estado de Israel.
1 Sión, antiguo nombre hebreo de la colina más oriental de la ciudad de Jerusalén, que se encuentra entre los valles de Kidron y Tiropeón, conocida como el monte del Templo. Se encuentra en la ciudad antigua. Con el tiempo, el nombre de Sión llegó a utilizarse para todo Jerusalén. Tras la caída del reino de Judá, en el 70 de la era común, Sión se convirtió en el símbolo de la esperanza de que la patria judía acabaría por recuperarse. Fuente: Microsoft Encarta 2008.
2 Theodor Herzl (1860-1904), escritor y periodista judío, fundador del moderno sionismo político, considerado como una de las personalidades más influyentes del movimiento que condujo a la creación del Estado de Israel. Fuente: Microsoft Encarta 2008.
3 Isla del Diablo, isla pequeña y rocosa situada en el océano Atlántico, al norte de la Guayana Francesa. Esta isla formó parte de una colonia penal francesa que estuvo en funcionamiento desde 1852 hasta 1946. Fuente: Microsoft Encarta 2008.
4 Émile Zola (1840-1902), escritor francés y creador del naturalismo. Zola nació en París, el 2 de abril de 1840, hijo de un ingeniero civil italiano. Fuente: Microsoft Encarta 2008.