Un poco antes de que iniciara la conquista persa, entre los judíos se había levantado la voz de un profeta cuyo nombre es desconocido, considerando que se ignora su nombre y que sus escritos se encuentran en los últimos capítulos del libro de Isaías, se le llama convencionalmente Deutero - Isaías o el otro Isaías, según Bright, él fue quien dio la necesaria adaptación a la fe de los judíos, pidiendo se aceptara la penitencia por el mal comportamiento del pueblo pero anunciado, el pronto retorno y la caída de Babilonia (Bright, 2003, pág. 459), en el libro de Isaías capítulo 44, podemos leer la hermosa versión de restauración para Judá y la reconstrucción de Jerusalén, pero además, en el versículo 28 y en el versículo 01 del capítulo 45, encontramos de manera directa el nombre de Ciro, así como en Jeremías 25:11, que sin nombrar a Ciro aseguraba el retorno de Babilonia. Por lo que cuando los persas tomaron babilonia los judíos se encontraban en un estado de gozo, esperando la restauración del reino, de lo que también se da cuenta en el libro 2 de Crónicas 36:23 , en Esdras 1: 2-3, ¿pero en verdad Ciro realizó los hechos que la Tanaj le atribuye?. La evidencia arqueológica soporta y da como cierta tal información, en el British Museum se encuentra el famoso cilindro de Ciro, grabado en escritura cuneiforme, el cilindro fue encontrado en 1879 en las excavaciones realizadas en Nínive, en el actual Irak, contiene la proclama posterior a la conquista de Babilonia en el 539 a.e.c. (Sanadjian, 2011). La inscripción describe la política de tolerancia religiosa de Ciro y el permiso para que los deportados regresen a sus hogares y reconstruyan sus ruinas religiosas. Por lo que la narración de la Tanaj relativa a la salida de los judíos de babilonia y la reconstrucción del templo, resulta verídica y comprobable, por lo que podemos suponer que en el 539 a.e.c., inició el retorno a la tierra de Judá (Meyers & Burt, 2011, pág. 217). Si bien Ciro ordenó mediante un decreto, el retorno y la posibilidad de reconstrucción de los sitios sagrados del judaísmo, y el libro de Esdras indica que el propio Ciro entregó los tesoros del palacio de Nabucodonosor, no fue un retorno total, muchos de los exiliados estaban cómodamente asentados en Babilonia y no regresaron. Por otra parte, aunque el retorno inició en el 539 a.e.c., y podemos pensar que en ese mismo año se iniciaron los trabajos de reconstrucción del templo, las evidencias escritas que tenemos proporcionados por la Tanaj en el libro de Haggeo, escrito probablemente en el 520 a.e.c, nos señalan que el templo aun no se terminaba para esa fecha, de hecho la reconstrucción concluyó alrededor del 515 a.e.c., durante el reinado de Darío I (Meyers & Burt, 2011, págs. 220 - 222), lo que coincide nuevamente con el relato de la Tanaj, que señala que la obra del templo fue detenida y reanudada en el segundo año del rey Darío de Persia, de acuerdo a Esdras 4:24.
Del soporte económico y la tolerancia religiosa de los reyes Persas, podemos suponer que entendieron cabalmente que el clima de felicidad de los pueblos no se obtiene por la fuerza, que la imposición de costumbres, lengua y religión, crea un clima de infelicidad que no permite la integración y desarrollo de los pueblos, ni facilita la interacción con los conquistadores para el logro de los objetivos, parecía que existía un sistema de valores desarrollados por parte de los Persas y que apoyaron las reconstrucciones de los pueblos y de sus templos, siempre y cuando sirviera a la integración de sus propósitos, ya he señalado que el aspecto religioso es un sistema de integración básico para las sociedades antiguas y todavía ejerce cierta influencia en las modernas, ya que les permite integrar un sistema de valores y respeto, seguramente los Persas tuvieron a su Max Weber y entendieron la importancia de este soporte. Sobre todo en el caso de Darío I, ya que él asume el poder en un clima de revueltas dado que a partir del 522 a.e.c. (Bright, 2003, pág. 475), el imperio persa sufría una convulsión que amenazaba con desintegrarlo, si bien logra la victoria derrotando a los opositores, es natural y lógico que en el reino se vivía un clima de inquietud y descontento. Por ello Darío inicia una campaña de relaciones públicas, dando publicidad y minimizando los eventos contrarios a su reino, lo que se puede apreciar en la inscripción en tres lenguas de la roca de Belaistún o Behistún, esculpida en la roca en escritura cuneiforme, esta inscripción se encuentra situada en la localidad de Behistún al oeste de Irán. La inscripción aparece en columnas paralelas que repiten el mismo texto en persa antiguo, asirio y elamita, el texto habla de la victoria de Darío I sobre Gaumata, de esta traducción tenemos conocimiento cuando en 1849, el asiriólogo británico sir Henry Creswicke Rawlinson descifró el texto persa (Microsof Encarta 2008. 1993 - 2007, 2008).
Darío con el fin de lograr que los pueblos dominados estuvieran tranquilos y sobre todo, que no se unieran a los rebeldes, decide confirmar el decreto de Ciro encontrado en los archivos de Ecbátana y además, proporcionando los recursos para cubrir tales gastos y no existiera impedimento alguno para el culto, por lo que las obras es probable que finalizaran en el 515 a.e.c. en lo que hoy sería el mes de marzo (Bright, 2003, pág. 479), el edificio, sin tener el esplendor del construido bajo el reino de Salomón, otorgaba de nueva cuenta un centro de reunión espiritual. La evidencia de que la cohesión de Judá, lograda por medio de la religión había funcionado estaba presente, logrando resistir la conquista Babilónica, la deportación, la relación con una cultura nueva, estar bajo el mando de nuevos conquistadores y a pesar del tiempo, ya que cuando se da el regreso podemos suponer que solo quedaría algún puñado de ancianos a lo sumo, y que la segunda generación ya sería vieja para los estándares de vida de la época, por lo que fue una nueva la que regresó y construyó el templo, por lo anterior puedo asegurar sin temor a equivocarme, que la religión fue la llave que dio su carácter definitivo como pueblo a los judíos, ya que su evolución en una religión monoteísta y sin representaciones, había crecido lo suficiente para perdurar en el tiempo y el espacio que fuera, ya no necesitaba estar en Jerusalén o Judá, era universal y resistiría la persecución del resto de los pueblos, inclusive de la cristiandad y del Islam.