Con la caída del reino de Judá, el territorio quedo desolado pero no totalmente deshabitado, en la tierra aún quedaron los más pobres de la población para que labraran las viñas y las tierras, así como el hecho de que los Babilonios dejaron a un gobernador para el resto del pueblo de Judá que dejaron en la tierra, de acuerdo al relato que nos llega de 2 de Reyes 25: 12 - 22, por lo que la presencia judía fue permanente en la zona, Meyers y Burt señalan que la destrucción de Babilonia fue severa pero no total o sin sentido, sin embargo sí ocasionó una seria depresión económica en una amplia zona, amén de que Edomitas, Amonitas, Filisteos y Fenicios, sacaron ventaja aprovechando la escaso de la población para tomar territorios de Judá. Ante la destrucción de Jerusalén, es muy probable que los grupos mayoritarios se refugiaran en la zona de Benjamín y que la principal ciudad fuera Mizpah, la que al parecer se convirtió en una capital administrativa de Judea (Meyers & Burt, 2011, págs. 211 - 212). Según Stern, las evidencias arqueológicas en la zona posterior a la conquista babilónica, revelan la pobreza de la tierra, ya que contrario a lo que los asirios habían realizado cuando conquistaron y posteriormente reconstruyeron, los babilonios no hicieron nada para revertir el daño causado, su política de destruir, quemar, saquear y deportar al grueso de los habitantes, así como la destrucción de los puertos, no permitió el renacimiento de las ciudades y arruinó las relaciones comerciales internacionales, dejando en una precaria situación económica a toda la zona, sumiendo en la pobreza a la población que a duras penas sobrevivía (Stern, Nov/Dec 2000), podemos suponer también que el desarrollo cultural fue sumamente escaso, existe una marcada relación entre pobreza, conocimiento y desarrollo, las necesidades básicas ocupan la mayor parte del tiempo en sociedades con escasez de recursos, si a ellos le sumamos que las personas ilustradas de la sociedad habían sido deportadas, no debía haber muchos que pudieran servir de maestros o que su educación fuera muy limitada, ante la falta de enseñanza la creatividad se ve detenida, y no es de esperarse muchos progresos en el arte o la ciencia, lo que se refleja en la falta de elementos arqueológicos desarrollados en este periodo post babilónico. Si bien la situación económica era caótica, y los judíos perdieron la independencia política, la religión sobrevivió con su carácter monoteísta gracias a los profetas, ya que al parecer el pueblo inició un renacimiento espiritual, o por lo menos tenemos ciertas pistas de ello en Jeremías 41:05, donde textualmente leemos: Que venían unos hombres … y traían en sus manos ofrenda y perfume para llevar a la casa de Adonay.
Mientras tanto la población deportada, al parecer sufría un poco menos y se adaptaba a los cambios que implicaba la estadía en una zona distinta y el choque cultural con los babilónicos, es muy probable que ellos también iniciaran su propia renovación espiritual, así lo considera Nahman Avigad, el arqueólogo israelí al analizar la impresión de un sello del siglo sexto a.e.c., en el cual se puede apreciar, el nombre hebreo de una mujer Yehoyishma cuyo padre se llamaba Sawas – sar- usur, lo que permite suponer a juicio del erudito señalado, que uno de los primeros exiliados tuvo un hijo a quien le puso un nombre babilónico, Sawas – sar- usur, pero que él al tener una hija decidió ponerle un nombre hebreo, indicativo sin duda, de un resurgimiento nacionalista y sentimientos de fe en el Di-os de Israel y de Judá, ya que el nombre de su hija se podría traducir como Adonay oirá, quizás el deseo de regresar a Jerusalén se encuentra en dicho nombre. Por otra parte al parecer la situación en Babilonia había permitido una rápida integración económica y de cierta libertad para los exiliados, ya que existen una serie de textos muy probablemente del 572 a.e.c., poco después del exilio, donde se hace evidente una población llamada al – Yahudu, algo así como la Villa de Judá, además de que el texto revela nombre judaicos en transacciones comerciales, así como créditos y deudas, por lo que se percibía cierta comodidad económica para la población judía y su integración al comercio (Meyers & Burt, 2011, págs. 213 - 214), también denota que no eran considerados esclavos.
Al parecer la costumbre de babilonios y asirios, era integrar y asimilar a la población conquistada a su propia sociedad, por lo menos a un grupo de ellos a los que seguramente aceptaron y se adaptaron a la vida del reino al que llegaban, aunque asirios y babilonios al parecer mantuvieron una misma política con los conquistados, deportándolos e integrándolos a su sociedad, aunque con los asirios sí existe evidencia de que a ciertos israelitas les dieron trato de esclavos y eran vendidos, pero los asirios replantaban nuevos pobladores en las zonas conquistadas y reconstruían las ciudades, cosa que los babilonios no hacían. Los deportados del reino de Israel y los de Judá, también tuvieron comportamientos parecidos al tratar de integrarse con los conquistadores, en el caso de los Israelitas que fueron deportados al reino Asirio, Lawson Younger analizando los registros asirios, nos explica que los israelitas deportados fueron militares, oficiales, sacerdotes, trabajadores y comerciantes, la clave para detectar a los israelitas dentro de la sociedad asiria era el sufijo Yau, en sus nombres, por ejemplo Nadbi – Yau, de Nínive era parte del ejército durante el reinado se Sargón II, es muy probable que los hechos narrados en 2 de Reyes 18:26, donde el representante del rey asirio habla al pueblo y el rey de Judá en hebreo, sea un militar de origen israelita. Existen además, más de 20 documentos legales en los cuales israelitas sirvieron como testigos en juicios (Younger, Nov/Dec 2003), por lo que la integración de los israelitas en la sociedad asiria fue absoluta y al final se asimilaron perdiendo la identidad de su origen.
En contraste, los judíos si bien se adaptaron con los babilonios, llegando a ocupar cargos de importancia y logrando cierto bienestar económico, mantuvieron la fuerza ideológica suficiente para no ser asimilados, los babilonios al permitir que los deportados mantuvieran su unidad viviendo en poblaciones exclusivas de deportados como la mencionada de al – Yahudu, la Villa de Judá, facilitó la continuación de la cultura y la religión, aunque los babilonios tenían sus dioses y les atribuían a ellos los triunfos obtenidos, los judíos entendieron por medio de sus profetas, que el resultado de ser conquistados era producto de alejarse de su Di-os, la falta de fe y desobediencia a sus normas. Las facilidades de la integración con los babilonios y respeto de las costumbres judías, son patentes en Babilonia, de hecho los archivos Murashuque consisten en más de 700 tabletas cuneiformes, dan constancia que a la mitad del siglo V a.e.c., los judíos estaban perfectamente adaptados a la vida económica, pero conservaban sus nombres hebreos, al parecer el inicio de la integración total, se da cuando el Rey Awel – Marduk (Meyers & Burt, 2011, pág. 216), le otorgó el perdón al Rey Jeconías, que había sido llevado por Nabucodonosor cuando impuso como rey a su tío Sedecías, cuatro textos cuneiformes confirman la presencia del rey de Judá entre las personas que recibían raciones de aceite de parte del rey (Lemaire, The Universal God, Nov/Dec 2005). Es probable entonces, que dadas las condiciones que a los judíos les permitían conservarse unidos, mantener su forma de religión y el hecho de que sus profetas explicaban los acontecimientos de la caída del reino, como un castigo de su propio Di-os, la población deportada se mantuviera unida y viviera su propio proceso de renovación espiritual. El libro de Daniel en los capítulos: 1: 09 - 12 y 3:12, revelan la lealtad al Di-os hebreo en parte de los deportados, así como un rechazo a la adoración de imágenes que se practicaba en Babilonia, y a la comida que no era considerada kosher, es decir, los alimentos que no son permitidos en base a las leyes dietéticas judías contenidas en la Torah, el mensaje de los profetas en Babilonia, se centra precisamente en mantener la religión y la esperanza de regresar a Judá y reconstruir Jerusalén en un futuro cercano.
En el libro de Ezequiel también encontramos palabras de esperanza y confianza en el futuro, así en Ezequiel 20: 33 – 40, encontramos las notas distintivas que aseguraban una especie de nuevo éxodo, ya que el versículo 36 se hace una clara referencia a la salida de Egipto, por lo que ahora el pueblo de Judá saldría de la tierra a la que habían sido llevados, y volvería a su tierra restableciendo la alianza eterna con su Di-os; Bright lo resume diciendo: La vieja esperanza nacional seguiría así adelante, pero proyectada hacia el futuro, adjudicada a una nación nueva y transformada, cuya creación dependía completamente de un nuevo acto divino salvador. Estas fueron las esperanzas en torno a las cuales pudo agruparse el núcleo de una nueva comunidad de Israel, reconfortada, para esperar, en medio de la oscuridad, en el futuro de Di-os (Bright, 2003, pág. 441).
La fuerza de la religión entonces, se manifiesta con mayor poder en tierras babilónicas, el pueblo no pierde unidad y adquiere sentido en una religión con un Di-os que no requiere representación física, de tal forma que ante la ausencia del templo para acudir a adorar, las características del monoteísmo judío empieza a tomar forma, es probable también que en este periodo y en el persa que estudiaremos más adelante, se dé el total florecimiento de la religión judía y fuera el principio de la religión en la forma que la conocemos actualmente, por lo que aunque la evidencia de las actuales sinagogas1 , solo aparecen en los siglos cercanos a la era común (Meyers & Burt, 2011, pág. 218), y se acepta que es en Yavneh el lugar donde el judaísmo rabínico nació, después de que los romanos destruyeron Jerusalén y quemaron el Templo en 70 e.c., y que acorde al Talmud, el rabino Yohanan ben Zakai se escabulló de la sitiada Jerusalén, en un ataúd y llevado a Vespasiano le pidió fundar una academia (Biblical Archaeology Review, Jan/Feb 2011), ciertas evidencias permiten suponer que los judíos se reunían a estudiar la Torah, eso lo apreciamos en Nehemías 8, donde el pueblo se reúne a escuchar la lectura de la Torah, pero no lo hacen en el templo sino en la plaza pública, otro indicio que nos permite suponer la presencia de sinagogas, la encontramos en el libro de Ezequiel 11:16, donde se habla de un pequeño santuario en las tierras a donde llegaren, si el pueblo tuvo una renovación espiritual como se ha señalado, lo que implica el estudio y análisis de la Torah, resulta obvio que tal enseñanza debió darse en algún lugar, la referencia de un pequeño santuario puede darnos la idea de diversas escuelas para aprender y adorar, es probable que ninguna de ellas tuviera la forma de las sinagogas que aparecieron más adelante, y quizás tampoco el nombre, pero sí fueran los primeros prototipos de lo que más tarden serían las sinagogas, de otra forma no podríamos entender el mantenimiento de la fe de Judá en tierras extranjeras.
1 Sinagoga, en hebreo beit kneset, en el judaísmo, casa o asamblea para la oración comunal, el estudio y el encuentro; institución central comunal. Fuente: Microsoft Encarta 2008.