Debido al crecimiento caótico de la población, muchos de los países subdesarrolla-dos, aún siendo subdesarrollados, están llegando ya al límite de utilización de sus recursos naturales; el crecimiento no planificado de la población, su distribución regional asimétrica, los niveles exageradamente altos de fecundidad, las relaciones de dependencia por edades y las formas de la urbanización y de migración se oponen a todo intento racional de llevar adelante un proceso de crecimiento que permita poner un alto a los atroces efectos del subdesarrollo.
Los alarmantes resultados de este caótico proceso claman por el establecimiento de un Nuevo Orden Económico, Social, Cultural y Ecológico a nivel mundial, el que, a su vez, exige en primer término, una Teoría General de la Elección que promueva la conser-vación de los recursos naturales, en el sentido de-finido en páginas anteriores. En este marco de referencia es necesario poner de relieve que existe una gran rela-ción entre el crecimiento desmesurado de la población y la degradación del medio ambiente.
Por una parte, las empresas producen cada vez más a medida que la población crece en número y crecen también sus necesidades y sus ansias de consumir más y más; este aumento constante de la pro-ducción lleva a un deterioro cada vez más pronun-ciado del medio ambiente y a la extinción cada vez más rápida de los recursos natu-rales. En efecto, la producción de cien mil aerosoles por día tal vez no signifique un daño consi-derable a la atmósfera, pero la producción de diez millones de aerosoles diarios, al aumentar cuantitativamente la emanación de clorofluorocarbonos, cambia cualitativa-mente la relación emisión/atmósfera y crea el efecto invernadero. Algunos datos nos permitirán captar mejor el desolado panorama existencial que espera a la humanidad
El incremento total de la población ocurrido en los últimos cincuenta años es mayor que el registrado durante el medio millón de años que llevan del Homo Sapiens a la Guerra de Corea
Durante el noventa y nueve por ciento de la existencia de la especie humana, la po-blación mundial máxima fue de menos de diez millones de habitantes
El crecimiento demográfico fluctuó alrededor del 0.001% anual, en tanto que la tasa actual es del 1.7%, es decir, mil setecientas veces mayor
Según los datos publicados por el FNUAP (Fondo de las Naciones Unidas para las Actividades de la Población) el aumento neto por año de la producción de cereales a nivel mundial es del 1%, muy infe-rior al ritmo con que crece la población planetaria.
La gran explosión demográfica también afecta a los niveles del empleo; cada vez hay más gente, pero por cuestiones de la aplicación de tecnologías modernas, cada vez hay menos empleos relativamente
Esto significa que el hambre será cada vez mayor especialmente en los países subde-sarrollados, en los que el crecimiento de su población está muy por encima del promedio general
–por estas razones, debemos preguntarnos: ¿Puede el homo consumidorus repre-sentar el hambre de miles de millones de personas y así ofrecer al análisis económico los instrumentos necesarios para reflejar adecuadamente esa realidad en los modelos conceptuales que postula?
–¿pueden los defensores del homo consumidorus aducir conciencialmente que la Economía es “obje-tiva” y no tiene nada que ver con los aspectos normativos que plantea la realidad objetiva del mundo?
–¿pueden atribuirse la facultad de eliminar de la percepción todas aquellas variables verdaderas que no se resuelvan elegantemente en los fantasmagóricos modelos que auspician?
–¿puede la exigencia formal de un modelo anteponerse a la exigencia de contenido de ese modelo?
Pero sigamos con el asunto de la población. Los efectos incontrolados del aumento de la población en el deterioro del medio ambiente se expresan en la siguiente función diseñada por el FNUAP:
I = I(P,A,T)
que sería la función del deterioro ambiental en la que:
I= Los efectos en el medio ambiente
P= La Población
A= El consumo per cápita (determinado por el ingreso y los modos de vida)
T= La tecnología
La anterior ecuación nos muestra que los efectos nocivos del crecimiento de la pobla-ción están bien distribuidos entre los países ricos y los pobres. Si bien P sería un com-ponente más importante en los países pobres, debido a que su tasa de crecimiento está por encima del promedio, el componente A es mucho más importante en los países ricos. Es que los elevados ingresos de sus habitantes ocasionan un mayor consumo per cápita con relación al consumo de los países pobres (recordemos que estamos ha-blando sólo del crecimiento de la población) En estos niveles de compa-ración, no olvidemos que la tierra natal del homo consumidorus es precisa-mente el conjunto de los países desarrollados. El hambre de los países pobres hace que la población recurra a las tierras marginales para producir lo indispensable a la sobrevivencia, puesto que las mejores tierras están en poder del latifundista. La gran concentración de las tierras en manos de los latifundistas no aporta a la producción nacional puesto que no la usan para producir, sino para especular con ellas. Por eso es que los pobres deben recurrir a tierras cada de peor calidad con lo que agotan en cortísimo tiempo lo poco de fertilidad que esas tierras todavía tienen. También los obliga a realizar una agricultura nómade, por la que explotan los bosques quemando los árboles y o la parcela desmontada sin el cumplimiento de los requisitos mínimos de conservación
No hay un tratamiento de suelos adecuado, ni en asuntos de rotación de tierras como de fertilización, ni en protección contra la salinización, la desertificación, la erosión. A esto debe sumarse la progresiva eliminación de los árboles por la recolección de la leña. La recolección de los árboles para usar su madera como leña se ha convertido en una de las causales más importantes de la depredación de los bosques y, como tal, de los fenómenos de erosión y otros
–por otra parte, el mayor poder de consumo de los países ricos, debido a su mayor ingreso per cápita hace que el 25% de la población mundial, que reside en estos países, sea responsable de la utilización del 75% de toda la energía producida en el mundo
–también es responsable de del 75% del total de las emisiones de dióxido de carbono y de los otros gases que causan el efecto invernadero
–esas estadísticas, elaboradas por el FENUAP, nos muestran que la expoliación de los recursos naturales se hace por partida triple: primero, por el aumento constante de la población en los países pobres; segundo, por el mayor ritmo de consumo de los recursos naturales debido al mayor ingreso per cápita de los países ricos y tercero, por que en ambas clases de países los recursos son cada vez más escasos y están sometidos a expoliaciones cada vez más intensas, aunque la proporción de esas expoliaciones es mucho mayor en las naciones pobres, puesto que son expoliadas no sólo por su gente sino también por las transnacionales
–mientras esto sucede en el mund, el homo consumidorus sigue produciendo más y más sin que el modelo que propicia ponga límites a su obsesión desenfrenada de seguir consumiendo más y más
–ese inefable homo consumidorus no se da cuenta que la humanidad ha llegado a un vértice de existencia donde la ecuación del deterioro no exige producir más, sino que demanda de la población la autorregulación de su crecimiento
–ese equilibrio entre lo que debe producirse y lo que debe usarse del medio ambiente y de los recur-sos naturales nos instruye acerca de que no es la demografía, sino la economía, la que debe poner límites al crecimiento de la población mundial, puesto que ese equilibrio está comprendido en el campo de lo que es la Teoría General de la Elección: en este caso se trata de elegir entre la muerte acelerada o la vida prolongada de la especie
–la ética que debemos adoptar es la que postula la necesidad prioritaria de sobrevivir como especie y, es por lo tanto, la que debe forjar los instrumentos analíticos que muestren que los nacimientos no sólo atañen al individuo o a la pareja, sino a la sociedad en su conjunto
–es en este campo de análisis donde se muestra que los límites entre la supuesta ciencia económica positiva y la normativa se confunden inexorablemente y que la teoría ajena al mundo real, sin un reflejo del mundo real, sin una base del mundo real, no es sino un pasatiempo de altísimo costo
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