La gran empresa toma sus decisiones con un conocimiento que reduce el riesgo y la incertidumbre, privilegio éste que las Mpyme’s no tienen. Por otra parte, las primeras tienen inversiones descomunales en sus capitales fijos, mientras que las segundas se basan más bien en el trabajo. Pero, en mayor o menor grado, todas las empresas tiene tres tipos de financiamiento establecidos: los que logra de las instituciones financieras, nacionales o internacionales; los mercados de capital y los fondos que se generan internamente. Las Mpyme’s están en desventaja con relación a las grandes, debido a su limitado acceso a cualquiera de estas tres fuentes. En rea-lidad una de las grandes barreras al ingreso de las Mpyme’s es la debilidad de sus finanzas, el elevado costo de los préstamos, pues los financiadores les imponen una tasa mayor de interés y otras condiciones limitantes. El desconocimiento de los canales de exportación, la falta de conocimiento de mercados extranjeros, los siste-mas administrativos deficientes, la falta de proveedores y otros tantos, son puntos en contra de la evolución más eficiente de las Mpyme’s. De ahí la necesidad del apoyo Estatal en sus diferentes formas.
También debe tomarse en cuenta que el impacto de las recesiones se hace más fuerte en la Mpyme’s que en las grandes empresas, puesto que en las primeras las contracciones son proporcionalmente mayores que en las grandes; lo mismo sucede con el impacto de los procesos de recuperación. Si to mamos en cuenta la capacidad de innovación, las Mpyme’s no tienen ninguna probabilidad de igualar a las grandes La competencia imperfecta en el mercado, es decir, la que existe entre las firmas oligopólicas del mundo tienen una ventaja infinitamente superior a las que se desenvuelven en una estructura de mercado más próxima a la de competencia perfecta, que es el caso de las Mpyme’s, pero, éstas tendrían a su favor la mayor facilidad para adaptarse a un sistema de flexibilidad en la producción.
Durante los tres cuartos primeros del siglo XX, las empresas estuvieron muy orien-tadas a lograr economías de escala para competir mejor, utilizando, como vimos, métodos relacionados con el taylorismo o el fordismo. De esta manera se daba por sentado que las empresas grandes eran las únicas que podían alcanzar niveles de eficiencia rentables, tanto en la producción como en la comercialización de los bienes y servicios que producía, sobre la base de las grandes inversiones en las tareas de investigación y desarrollo tecnológico. Los resultados de estas experiencias dan lugar a la mayor concentración y centralización del capital, gran parte del cual se convertiría en capital especulativo.
A comienzos de los ’70, los principios de la gran empresa entra en crisis, pues la productividad crece a ritmos más lentos, sobre todo, debido a los cambios de la demanda que se dirige más bien a bienes que satisfacen necesidades más específicas, con lo que la estandarización del producto, que había sido el pivote central del taylorismo y del fordismo, empieza a perder gran parte de su ventaja. La producción en menor escala, más variada y flexible hizo que el tamaño de la empresa ya no fuera un determinante en la productividad y la eficiencia; ya no sería una fuente de ventajas competitivas.
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