Thorstein Veblen: (Noruego-Americano1857-1929) fue sociólogo y economista a la par y fundó con J. R Commons el Institucionalismo. Escribió “La teoría de la clase ociosa” (1899). Alfred Marshall, el fundador oficial del neoclasicismo no capta los impulsos del ser humano, la base de su irracionalidad ni el entorno cultural. Al igual que los demás, se enfoca sólo una característica hombre: la racionalidad, pero, siendo parcial e irreal, como es esta visión, se hace más parcial y más irreal aún, cuando toma al individuo aislado de los demás en su tarea de escoger “las mejores opciones”. Los institucionalistas de aquella época vieron que la Economía tenía que contar con el aporte de las ciencias sociales. También establecieron que las verdades absolutas son una ilusión. La antropología nos dice que el hombre hace algo no sólo por placeres y dolores ; no sólo es un manojo de deseos; es más bien producto de tendencias y hábitos, de cultura, de esta manera una Economía evolutiva debe ser teoría de crecimiento cultural, de la secuencia acumulativa de instituciones. La economía debe ser teoría del proceso económico del grupo y del desarrollo de la naturaleza humana. En resumen: la Economía debe ser disciplina evolutiva y debe rechazar el supuesto de la racionalidad.
Otra de las características del institucionalismo de aquella época fue la persistencia en sostener que la economía era una ciencia evolutiva y que por ello, no había leyes generales que valieran en su rango de acción. El comportamiento humano, v.g cambia con el cambio tecnológico mientras que las instituciones sociales se basan no sólo en la ley sino en las costumbres del grupo humano. Wesley Clair Mitchell (Illinois1874-1945) fue alumno de Veblen y un agudo crítico de la lógica deductiva y la no verificación de leyes, las que no se cumplen por la existencia de “perturbaciones”. Jonh Maurice Clark: Massachussets1884-1963, rechazó la maximización beneficio y la teoría de la utilidad marginal como base para explicar el comportamiento del consumidor. Para logar mejoras en la calidad de vida de la sociedad, formuló el marco teórico del control social; también reafirmó al credo institucionalista en el sentido de que el hábito del consumidor puede más que la elección racional; dijo que las utilidades individuales y sociales no se maximizan juntas, por lo que era necesario La Economía Social. Por otro lado, relacionaría la eficiencia del sistema con los ob-jetivos sociales, no empresariales ni individuales. Clarence Ayres: 1891-1972, fue el principal representante de la escuela de Economía Institucional de Texas; atacó el equilibrio neoclásico y la afirmación de que las fuerzas del mercado establecerían los precios, supuestamente congruentes con la “justicia moral”. En su análisis, el ahorro se acumula debido a la desigualdad del ingreso y que el salario, a diferencia del beneficio y de los dividendos, está determinado por factores institucionales. Hoy, el Institucionalismo (no el Neoinstitucionalismo) amplía los horizontes del original. Geoffrey Hodgson hace una buena síntesis de las nuevas propuestas en su ensayo “El enfoque de la economía institucional (2002) En esta percepción ampliada, los institucionalistas actuales establecen que los conceptos de hábito y de institución son importantes para enlazar teóricamente las ideas general con las particulares, algo que es imprescindible para conocer los campos y acciones de una verdadera disciplina económica. Esta dinámica requiere el auxilio de la psicología social, de la antropología, de la sociología y de las ciencias políticas, entre otras de igual importancia. La diferencia es muy clara con los neoclásicos, quienes, bajo el supuesto de racionalidad generalizan tendencias de comportamiento solamente económico, las que pueden ser adecuadas para un grupo social en un tiempo determinado, al general de la sociedad humana repartida en el mundo. Esta generalización les permite entronizar al mercado como la divinidad terrenal por antonomasia y a los precios, como los heraldos infalibles de la asignación de recursos, todo ello, en provecho directo de las transnacionales, como se verá después.
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