El tema de esta ponencia es el impacto sociocultural de los Programas gubernamentales de desarrollo social y económico en el trabajo tradicional de los agroganaderos y cazadores-recolectores de una localidad del semiárido potosino llamada Pocitos.
Bajo estos programas los habitantes de la localidad llevan a cabo “trabajos” impuestos, tales como la agricultura de invernadero, reforestación con maguey y con lechuguilla, extracción de escamol y chinicuil, prácticas de sanitización, entre otras. Todas estas actividades están enfocadas a la venta o a la obtención de un “salario” o “apoyo” y sumergen a las unidades domésticas en una serie de compromisos adquiridos con el gobierno.
Oficialmente, los programas tienen el propósito de “plantear alternativas para el manejo racional de los recursos naturales y mejorar la calidad de vida”. Sin embargo, los impactos van más allá pues los habitantes combinan y alternan las actividades de los programas con la migración laboral intermitente a la ciudad de Monterrey, N.L. y con los trabajos agropecuarios tradicionales (ganadería caprina y agricultura de temporal que incluyen la caza-recolección), lo cual conlleva ciertos desfases entre la noción local de trabajo que sustenta una identidad ranchera y la noción de trabajo-empleo que manejan los programas.
Los programas gubernamentales de asistencia social y los de desarrollo, tienen repercusiones en la vida cotidiana de los “beneficiarios” que se pueden traducir en cambios socioculturales cuando los individuos han asimilado la filosofía de los programas o bien, se pueden convertir en un catalizador de revalorización de lo propio al experimentar amargas consecuencias de planificaciones deficientes que no toman en cuenta las especificidades de cada grupo social al que se dirigen. Asimismo, los “apoyos” de la llamada “nueva política social” pueden profundizar la dependencia de los sujetos hacia el Estado.
En este sentido, el propósito de esta ponencia es mostrar los efectos diferenciados por género y generación de la “nueva política social” en los procesos laborales de los pobladores de Pocitos, una localidad perteneciente al municipio de Charcas en el Altiplano Potosino.
Para ello, utilizo tres categorías de análisis creados a partir del concepto de trabajo y las nociones locales sobre la pluriactividad y sus prácticas laborales, es decir, sobre las nociones y prácticas de una serie de actividades diversificadas agrícolas y no agrícolas, orgánicamente entrelazadas y reguladas por una racionalidad de conjunto.
La primer categoría de análisis es la de las labores que, a grandes rasgos, son aquellos trabajos tradicionales que se han transmitido de generación en generación desde la conformación del ejido en 1937 hasta la actualidad y son las labores de la parcela, el ganado, la caza recolección, el tallado de lechuguilla y palma, así como las labores domésticas en los huertos y la cría de traspatio. Participa toda la familia por lo que se trata de un trabajo familiar coordinado principalmente por el hombre.
Asimismo, estas labores se realizan por un interés de transformación más allá de la simple supervivencia, es decir, más simbólico. Es un deseo de valerse por sí mismo y un deseo de superación a partir de un reto: el que implica vivir en un entorno agreste y árido. El trabajo en Pocitos se hace por las ganas de hacerlo, la motivación, la curiosidad y la forma en que le “haya uno el modo”, es decir, la forma que permite la reproducción. Esta idea se expresa en tres conceptos que los pociteños manejan para referirla: “terquear”, “ilusión” y “mamunsia”:
… le buscamos la manera, por mamunsia, aquí [en el “rancho”] uno le hace a todo y todos sabemos o le buscamos, y en el pueblo [equivalente a ciudad] cada quien sabe de lo suyo y si uno no sabe de eso entonces le tiene que pagar al otro que sí sabe” (Sr. Zequia, ejidatario de 86 años de edad, 2010).
La segunda categoría de análisis es la de los jales, que tienen que ver con una serie de empleos que se realizan por periodos o temporadas y que los realizan algunos miembros de la familia de forma individual tal como la migración laboral de retorno principalmente a la ciudad de Monterrey, N.L., el jornalerismo en la agroindustria de la región, y/o la práctica del algún oficio como costurera, soldador, herrero o músico.
Estas dos formas de trabajo reflejan una identidad de oficio o laboral.Ésta se refiere a los procesos subjetivos vinculados a la identidad social que explican la presencia de determinadas actividades laborales. Es decir, que en el trabajo se ven reflejados determinados aspectos simbólicos que identifican al trabajador tales como: discursos, relaciones entre postura corporal y trabajo, vestuario, posiciones de jerarquía, actitudes, interacciones (cfr. Mora, 2007).
En el caso analizado en este documento, la identidad de oficio predominante es la de ranchero, que implica vivir de la cría de animales y de la agricultura de temporal, actividades que se desempeñan mediante el trabajo familiar, ya que la mayoría de los miembros del grupo doméstico participan en algunas fases del proceso laboral.
Por otro lado, la tercer categoría es la del empleo programatizado que tiene que ver con aquellas actividades laborales derivadas de algún Programa Gubernamental y las considero como un empleo ya que son actividades asalariadas que el Estado impulsa a partir de la operación de los Programas como Oportunidades y Plan Nacional de Microcuencas (PNM).
Considerando las nociones y prácticas locales y retomando varias de las funciones y características que los autores con una perspectiva amplia han atribuido al trabajo, para el caso de Pocitos, éste lo analicé como una práctica social central que contribuye a la reproducción social, cultural y biológica de los pobladores de Pocitos, lo cual implica acciones de transformación de la naturaleza de acuerdo a un deseo constructivista de superación personal. Asimismo, la práctica del trabajo se realiza mediante cierta división sexual y generacional del trabajo, además de las relaciones con el entorno, es decir, con un territorio.
Este concepto lo analicé en el contexto de los Programas Gubernamentales que se aplican en Pocitos para mirar cómo se contrapone una noción más local que es más simbólica, con la noción de gobierno que es más instrumental.
El ejido Pocitos se localiza a 22 kilómetros al noreste de la cabecera municipal de Charcas, municipio en el cual se ubica, en el estado de San Luis Potosí (Mapa 1). Consta de 10 mil hectáreas. El clima en esta región del altiplano potosino se clasifica como: Semiárido Templado con lluvias en verano, BS1kw según la clasificación internacional de Koopen, modificada por Enriqueta García (PRPC, 2007). Se caracteriza por baja precipitación pluvial. La precipitación media anual es de 448 mm. (Íbid). Se considera una precipitación baja si la comparamos con la precipitación de la huasteca potosina de hasta 1800 mm, o la precipitación de algunas regiones del Estado de Chiapas de hasta 3000 mm. (INEGI, 2005).
Sin embargo, el ejido se encuentra a las faldas de la Sierra de Coronado, por lo que es atravesado por varios escurrimientos de agua y se forma un depósito natural de agua subterranea. Con estas características hidrológicas, el ejido se ha convertido en un lugar estratégico para la aplicación del Plan Nacional de Microcuencas ya que cubre el requisito esencial para aplicar este plan: es una microcuenca hidrológica1
Pocitos cuenta con una población de alrededor de 600 habitantes aunque hay diferentes cifras (tabla 1) ya que la mitad de su población practica una migración de retorno que algunos censos no logran captar (Gráfica 1 y 2).
Tabla 1: No. de Población de Pocitos
FUENTE |
INEGI 2005 |
Programa Para Vivir Mejor |
Encuesta propia (Muestra del 80%) 2009 |
POBLACIÓN |
368 Habitantes |
676 Beneficiados |
567 Pociteños(as) |
Fuente: Encuesta aplicada. 2009.
A partir de la década de 1990, los pociteños participan en una red de actividades asalariadas que los programas imponen y con ellas, una nueva forma de práctica laboral dentro de la localidad que se caracteriza por basarse en las técnicas de Taylor:
a) confianza absoluta en la ciencia, pues según el gobierno, los pociteños deben trabajar de acuerdo a la racionalidad de la ciencia occidental por eso proporciona un técnico de microcuenca con conocimientos científicos. Además que desvalorizan los saberes tradicionales. Por ejemplo, el Procampo al condicionar la siembra a una semilla por parcela, desvaloriza el conocimiento local que los agricultores tienen que al sembrar el maíz en combinación con el frijol, el suelo pierde menos nutrientes ya que éste último es una planta que fija el nitrógeno al suelo.
b) individualismo que presupone un interés individual y económico pues el gobierno “emplea” a hombres y mujeres por separado y trata de desarticular el trabajo familiar.
c) la división selectiva de acuerdo a las capacidades óptimas de las personas. Trabajos “rudos” para los hombres y “delicados” para las mujeres.
En este sentido, la noción de trabajo que los programas de gobierno intentan imponer es bajo una noción reducida que se desarrolla bajo la Administración Científica del Trabajo, mientras que la noción local de trabajo se inserta en una noción amplia del trabajo ya que integra aspectos más simbólicos de éste.
Los Programas Gubernamentales con los que los pociteños interactúan son: 1) el llamado Oportunidades Para Vivir Mejor del Gobierno Federal, 2) el Programa Nacional de Microcuencas (PNM) de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), y secundariamente, 3) el PROGRAMA 70 y MÁS también del Gobierno federal, 4) el Programa de Apoyos Directos al Campo Para Vivir Mejor (PROCAMPO) de la SAGARPA, 5) Cocinas Populares y Servicios Integrales (COPUSI) del Sistema Nacional de Desarrollo Integral para la Familia (SNDIF) y 6) el Programa de Producción Pecuaria Sustentable Ordenamiento Ganadero y Apícola (PROGAN) también de la SAGARPA.
En el siguiente gráfico se representa la temporalidad de algunos “apoyos” (ciclo programatizado) en relación a las labores y a los jales:
Los trabajos realizados en el ejido no representan lo mismo, es decir, que no es igual “irse a trabajar con las chivas” que “irse a extraer gusano rojo”. Esta última es parte de un compromiso con el gobierno por apoyar con un empleo parte del PNM y que no tiene nada que ver con la dieta cotidiana de los pociteños ni con su identidad como rancheros, es meramente extractiva y que deteriora más rápidamente el entorno. Mientras que la primera actividad es parte de un trabajo que sustenta un modo de vida y una identidad ranchera que se caracteriza por una organización social menos individualista, actividades menos ferozmente competitivas y menos contaminantes del entorno ecológico.
Cada actividad tiene un sentido distinto, pues una acción laboral no es simplemente un acto de transformación de la naturaleza para obtener un beneficio económico o material para la reproducción del ser humano como lo definieran los científicos de la Teoría de la Administración Científica del Trabajo (Taylor 1903 en Coriat, 1985), sino una acción sociocultural que simboliza y tiene una eficacia simbólica del trabajo en la propuesta de Reygadas (2002), sentido como lo llamara Turner (1999) o significado en palabras de Saussure (1989).
El entorno está interrelacionado con el tipo de actividades laborales que los pociteños realizan, pues el ejido se dividió de acuerdo a las áreas de trabajo propias para las labores, es decir, un espacio para el asentamiento llamado “rancho”, el espacio dedicado a las tierras de cultivo llamadas “laborío”, los espacios para el resguardo de las cabras en el monte denominados “majadas” y el espacio donde se pastorean a los animales y se obtienen diferentes productos de la caza y recolección, conocido como el “monte” y que para los pociteños es “donde está la supervivencia” (Sr. Juan, Pocitos, septiembre de 2009).
Proporcionalmente, las labores son actividades adecuadas al entorno semiárido de la región. A pesar de que ese mismo espacio era utilizado por la hacienda de Laguna Seca, antes de que se instaurara el ejido en 1937, para el corte de piñas para la elaboración de mezcal y para pastoreo, los pociteños decidieron utilizarlo de acuerdo a sus deseos y necesidades, pero también constreñidos a las posibilidades conocidas del semiárido por lo que se trabajó desde entonces la agricultura de temporal, la cría de ganado caprino y bovino, así como la milenaria caza-recolección. Estas actividades se posicionaron como las “típicas” de las familias pociteñas que se autodefinen como “rancheros” por dedicarse a ellas.
Asimismo, las propias viviendas, es decir, los solares se diseñaron como un espacio conectado a las labores ya que un solar típico cuenta con áreas específicas de trabajo como los corrales y el huerto, asimismo tienen áreas de descanso como las “sombras de quiotes” y los dormitorios. También está el espacio para el preparado de los alimentos. Dichos espacios representan lo necesario para vivir: trabajar-comer-descansar. (Croquis 2). Además que en la vivienda siempre se les conserva un lugar a los hijos migrantes para cuando regresen de “visita”.
Asimismo, las familias rancheras de Pocitos se caracterizan por depender de un trabajo familiar para desempeñar la labores, ya que la mayoría de los miembros participan en alguna fase del proceso laboral pues “con la familia ya trabaja bien uno” (Sr. Ezequiel, Pocitos, julio de 2010).
Los roles laborales dentro de la familia, es decir, la división sexual y generacional del trabajo familiar son condensados en los rituales dedicados al santo patrono elegido en la localidad: San Isidro Labrador y a la Virgen de Guadalupe, donde se proporciona a los pociteños un referente sobre su rol: los hombres como labradores y las mujeres como cuidadoras de hijos. Además que este santo y esta virgen, junto con la Santa Cruz, ofrecen las condiciones de seguridad para la realización de un “buen trabajo”, por lo que la religión juega un papel importante en la definición de la identidad ranchera de los pociteños.
La división sexual laboral supone un proceso ambivalente donde se incluye la jerarquía, interdependencia y complementariedad entre hombres, mujeres, padres e hijos. El sistema agropecuario se lleva a cabo mediante la integración del trabajo de hombre, mujer e hijos. Este trabajo en su conjunto hace posible que se obtenga el producto final. Aunque cabe señalar que en su mayoría, el hombre es el que organiza el trabajo, pero la participación de la mujer es indispensable e intransferible ya que forma parte de sus propias labores domésticas (como la elaboración de quesos) pero también son formas laborales que constituyen el ser de una “buena mujer” y no una simple
…modalidad de trabajo que no era reconocida ni retribuida porque formaban parte inseparable de los deberes femeninos e indisolubles de los beneficios familiares; eran las “actividades complementarias” que formaban parte de las “ayudas” que toda mujer debía proporcionar para beneficio de sus unidades domésticas (Arias, 2009:66)
No podemos ver el trabajo femenino en Pocitos como una “ayuda”, ya que es parte de lo que conforma a una mujer y a un hombre, pues las relaciones de género no sólo son de poder, sino de complementariedad, un proceso ambivalente de conformación de identidades sexuales.
En adición, las labores contienen una serie de valores, percepciones y sentimientos encerrados en las mentes de los pociteños que las valoran como trabajos dignos y que un “buen hombre” y “una buena mujer” deben saber hacer. Además que son actividades que los padres transmiten a sus hijos desde que son pequeños, por lo que es frecuente que los niños estén acostumbrados a acompañar a su padres a la parcela, al “monte” y a la majada, y vayan aprendiendo a cazar, recolectar tunas, hierbanís y matar víboras.
En este sentido, las labores son un elemento identitario que une a las generaciones adultas y jóvenes, además de con los ancestros (abuelos, bisabuelos) de quienes se obtuvo el conocimiento, técnica y se conformaron los saberes que identifican a un ranchero pociteño respecto al mantenimiento y cuidado de la parcela, los animales, los hijos y el entorno.
En consecuencia, el trabajo en las labores es producido puesto que se desarrolla de acuerdo a la experiencia de los agroganaderos; es reproducido y transmitido ya que es enseñado por las generaciones adultas y aprendido por las jóvenes. Pero no es sólo la técnica lo que se reproduce y transmite, sino que con ésta se transmiten una serie de significados que son consumidos en la vida cotidiana, por ejemplo, saber hacer este tipo de trabajos significa ser reconocido como un “buen hombre” que realiza trabajos “rudos” y “peligrosos” o una “buena mujer” que trabaja “limpio y con detalle” que son las cualidades atribuidas a uno y otro sexo en lo laboral.
En la medida en que los rancheros tienen vínculos sentimentales con las labores, se crea una especie de arraigo al territorio por medio del trabajo a la tierra, pero principalmente por el trabajo con los animales, en concreto, con las chivas “que no saben de días de descanso” (Sr. Marcos, Pocitos, septiembre de 2009) y que demandan de un trabajo familiar constante. En consecuencia, la mayoría de los migrantes son principalmente quienes no tienen animales y/o tierras.
Las trayectorias laborales masculinas mostraron que los varones comienzan a trabajar desde los 8 años “acompañando” a sus padres a la parcela, la majada y al “monte”. Después, entre los 12 y 14 años se convierten en pastores, a la vez que siguen estudiando. Al terminan la secundaria comienzan a emplearse como jornaleros y siguen colaborando con los padres. Realizan una migración laboral esporádica a Monterrey, N.L. principalmente, hasta que se comprometen y “se roban” a la novia o se casan, comienzan su propia familia en cohabitación con los padres del varón y en cuanto adquieren solar y/o construyen su vivienda, se independizan un tanto de los padres pero siguen laborando juntos. Mientras tanto van adquiriendo animales y tierras hasta que se alejan laboralmente de sus padres pero el lazo laboral con el entorno y con los padres no se rompe totalmente pues cuando éstos sean ancianos, los hijos ya “independientes” deberán volver a colaborar con los padres hasta que éstos fallezcan y les hereden las tierras. (Gráfica 5)
Por su parte, las trayectorias laborales femeninas nos dejaron ver que las mujeres comienzan a trabajar en las labores domésticas desde los 6 años aproximadamente y gradualmente tienen más responsabilidades en el hogar a la vez que siguen estudiando. Al terminar la secundaria algunas realizan una migración laboral esporádica también a Monterrey, N.L. o continúan colaborando en la casa hasta que “se juntan” o casan y se mudan con los suegros con quienes siguen colaborando en la labores de la casa y esporádicamente con el esposo en la parcela o el “monte”. Pero su principal tarea es la crianza de los hijos. Después se mudan con sus esposos a su propia casa y/o solar y el ciclo se repetirá con las hijas. (Gráfica 4).
La migración laboral esporádica o intermitente es una estrategia ya perfectamente integrada al ciclo de vida de los pociteños que durante los años previos al matrimonio y los primeros posteriores a éste, se emplean mediante la migración, obtienen dinero, lo invierten en animales, así como en tierras y terminan dedicándose a las chivas y la parcela, sólo que no a las del papá sino a las propias, o a las dos.
No obstante, ante situaciones de crisis, los pociteños han incorporado estrategias laborales diversas, por ejemplo, una oleada de migración masiva a la ciudad de Monterrey, que se dio tras una larga sequía en la década de 1970 o el jornalerísmo en el corte del tomate y chile que se intensifico en esa misma década y continúo hasta la de 1980.
A partir de la década de 1990, las familias cuyos principales proveedores nacieron en las décadas de 1950, 60 y 70, no incorporaron nuevas actividades para su subsistencia, sino que el Gobierno se las impuso mediante los Programas de desarrollo social y económico de la llamada “nueva política social”.
Los pociteños comenzaron a recibir “ayudas” en especie del Programa Pronasol para “combatir el rezago social” y los “apoyos” monetarios del programa Procampo para “combatir el rezago económico del campo”. También se les comenzaron a asignar comisiones y cargos que los pociteños aceptaron bajo la creencia que era para ayudar al “desarrollo de su ejido” y “pues ahí lo ponen a uno y ni cómo decir que no” (Sr. Refugio, Pocitos, mayo de 2010), por lo que se crearon las figuras de las vocales, promotoras, representantes, entre otros.
Recibir los “apoyos” no sólo trajo mayor dinero a los hogares, sino que los inició en una serie de “corresponsabilidades” y en una programatización que aumentó de manera gradual, ya que tras esos primeros Programas continuaron “llegando” más: Progresa, Oportunidades, PNM, Progan, Copusi, 70 y Más, entre otros que les “apoyan” principalmente con dinero.
En consecuencia, las corresponsabilidades también fueron “aumentando”, al grado de que antes “no eran tan exigentes como ahora” (Sra. Ruperta, Pocitos, mayo de 2010). Ya Noam Chomsky (1979) habló de “la gradualidad” como un “arma” de control social o una manera de crear el cambio sin generar revoluciones puesto que se imponen “a cuentagotas”. Ésta es la misma estrategia en que los Programas se fueron imponiendo en la localidad hasta llegar al punto que la mayoría de las familias están incorporadas en uno o varios de éstos.
Además, a los llamados “beneficiarios” se les hicieron promesas a largo tiempo para que se incorporaran: un mejor futuro para sus hijos que crecerían mejor alimentados, educación y empleo. Sin embargo, las genealogías de los casos analizados demostraron que los hijos de los primeros “beneficiarios” han continuado con la estrategia de la migración, además de que continúan con las labores. Tampoco se ha incrementado la educación a partir de los Programas pues la mayoría de los jóvenes estudian hasta el nivel que se ofrece en la localidad, como ellos dicen “lo que hay en el rancho”, es decir, hasta la secundaria.
Asimismo, los agentes de los Programas tratan, a quienes se resisten o no quieren participar en éstos, como personas que “no piensan bien” (enfermera Felisa, Pocitos, mayo de 2010) y se les fomenta la “autoculpabilidad” por retrasar el “desarrollo” de la localidad al no querer participar. E incluso, a los “beneficiarios” se les amedrenta, como en la “entrega de apoyos” donde las mujeres son regañadas, amenazadas, subestimadas y culpabilizadas antes de darles el dinero y advertirles en qué lo deben gastar.
Los Programas ejercen cierto control a través de las órdenes que ejecutan mediante el condicionamiento del monto de las llamadas “transferencia monetarias”. Las reglas de operación de los Programas y órdenes vienen de un “arriba” que es difuso para los “beneficiarios”, a quienes, a lo mucho, se les dice que son indicaciones que “vienen de México”, que “el Programa así lo señala”, pero los pociteños no tienen posibilidades reales e inmediatas de intervenir en las decisiones del “arriba”, por lo que los propios beneficiarios quedan fuera del diseño de las políticas dirigidas a ellos y en este sentido son subestimados y tratados como personas de poca edad que necesitan ser reeducados mediante “talleres”, “capacitaciones”, entre otros.
Tratar a las personas como “criaturas de poca edad o deficiente mental” (Chomsky, 1979) es otra estrategia de manipulación que los Programas impositivos utilizan para mantener el control de los “beneficiarios”, a quienes conoce mejor que ellos mismos pues tiene informes mensuales de las prácticas de todos ellos. Sólo basta que un agente de algún Programa les solicite información que “están requiriendo de México o de arriba” y los representantes, vocales y/o promotoras la recaban y la entregan.
Los pociteños cumplen las órdenes sólo mientras éstas condicionen el “apoyo” realmente o piensen que así es, pero los compromisos posteriores a la entrega de apoyo no necesariamente se llevan a cabo. Por ejemplo, “la gastada” del “apoyo” se realiza de acuerdo al criterio y necesidades de cada persona y sólo parcialmente se gasta en las cosas para las que los Programas indican que está destinado el dinero. Los “beneficiarios” compran principalmente los insumos para la producción pecuaria, para las fiestas y para el hogar.
También, en muchas ocasiones, los compromisos se cumplen “por cumplir” y no porque se tenga un interés real en estos, como los talleres de Oportunidades en los que se repite la misma información que las titulares ya recibieron en un “taller” anterior.
Asimismo, los pociteños ven los proyectos impulsados por los Programas desvinculados de su realidad por lo que éstos no son apropiados y se abandonan cuando ya no hay subsidios monetarios de por medio, lo cual hace suponer que sin el dinero, los pociteños no participarían ni seguirían las órdenes de los Programas, como sucedió con la Copusi y el invernadero “de hombres” que fueron abandonados.
Además, mediante el análisis del caso de una pareja joven se encontró que en las generaciones nacida en las décadas de 1980 y 1990 que han comenzado ya su familia, hay una tendencia a no participar en los Programas pues en las genealogías recabadas, la mayoría de los jóvenes padres de estas generaciones no estaban aún inscritos en éstos aunque constantemente eran invitados por los agentes de los Programas a hacerlo.
Por el contrario, para estas generaciones la migración intermitente o esporádica principalmente a la ciudad de Monterrey junto con las labores siguen siendo las opciones de los jóvenes al iniciar una familia. (Genealogía 1).
Además, algunas jóvenes madres consideran que las “corresponsabilidades” “no valen la pena” por lo que se puede remarcar la tendencia a rechazar el Programa, o bien, una forma de ejercer presión sobre éste para negociar beneficios o ayudas mayores y que entonces sí “valgan la pena las corresponsabilidades”.
En particular, un caso analizado de la “típica familia ranchera de Pocitos” que participa en la mayoría de los programas dejó ver que mientras los hijos permanezcan en el “rancho”, siguen realizando las labores que aprendieron de sus padres. Máxime cuando éstos están ocupados con los compromisos de los Programas en los que participan.
En este sentido, el grupo doméstico es el que absorbe la intensificación en la carga laboral que los Programas provocan por lo que las labores se siguen realizando con la misma importancia a pesar de que en algunas familias el dinero proveniente de los “apoyitos” represente más del 50% del ingreso anual. Por lo que se deduce que en cuanto a la práctica local del trabajo, los Programas no han provocado cambios socioculturales ya que las labores son una parte del núcleo duro de la cultura de los pociteños, difícilmente serán reconvertidas y/o abandonadas ya que no representan sólo la subsistencia, sino la reproducción social e identitaria.
Los Programas de la llamada “nueva política social” no representan y evaden la identidad
de ranchero agropecuario de los pociteños y los considera como “pobres” necesitados de “apoyos” para que puedan alcanzar el “desarrollo” y por esto se les otorga dinero, lo cual demuestra que para la nueva política social el desarrollo es unilineal y sin dinero no hay posibilidad de que haya desarrollo, es decir que desde la visión gubernamental el desarrollo social depende del desarrollo económico, sin embargo, como se demostró con los ejercicios de contabilizar ingresos y egresos de dos de las familias analizadas, ésta noción de desarrollo contrasta con la de los pociteños que se sostienen mediante una producción principalmente de autoconsumo y el dinero es algo efímero que se consume de inmediato.
Para los pociteños el dinero es para gastarse en el corto plazo, mientras que los animales son dinero en el largo plazo, se constituyen en el ahorro disponible en caso de urgencia y necesidad.
Tras realizar ejercicios sobre contabilizar los egresos de algunas familias, se encontró que los principales gastos son en la vivienda (mejoras, mantenimiento y muebles) y en las comunicaciones y transporte (tiempo aire para los celulares y la gasolina), así que el dinero de los Programas no genera un desarrollo social sino un equipamiento del hogar y eso no es el desarrollo mismo.
Además, que el gobierno concibe a este tipo de sociedades como retrasadas, es decir, necesitadas de “desarrollo”, sin embargo, el sistema de vida agroganadero de los pociteños no es subdesarrollado, sino diferente.
En consecuencia, las nociones sobre el trabajo agroganadero que el gobierno maneja y la de los pociteños son contrapuestas. Pues mientras la noción y práctica de los Programas es de un trabajo individualizado, para los pociteños el trabajo agroganadero es familiar ya que desde su visión sería imposible la existencia del éste sin la participación de la familia o grupo doméstico.
Igualmente, el trabajo programatizado se basa en la confianza absoluta en la ciencia occidental y no incorpora saberes locales, lo cual se observó mediante la descripción de la tarea del técnico de microcuencas y los desfases del ciclo programatizado y el agroganadero que mostraron que algunos apoyos no llegan en tiempo para invertirse en lo destinado, como sucede con el dinero de Procampo que se recibe después de la siembra.
Si bien los Programas no han generado cambios en la noción de trabajo local y la división sexual del trabajo, si han tenido consecuencias un tanto negativas. La principal es la intensificación de la carga laboral que ha llegado a causar problemas de salud como el agotamiento.
Otro problema es que los compromisos con los Programas requieren mucho tiempo, pues demandan hasta 15 días del mes para cumplirlos y cuando se realizan las reforestaciones, los pociteños trabajan todos los días en eso. Esto provoca que se retrasen algunas fases de los procesos de las labores, y las cosechas se retrasen hasta un mes.
El programa que más tiempo demanda de las mujeres es Oportunidades y de los hombres el PNM a través de la cooperativa de escamoleros y las reforestaciones. Además que los representantes, vocales y/o promotores de cada Programa son los que más ven afectado su tiempo laboral, ya que tienen más trabajo extra con los Programas y no se les da un pago extra, además que los gastos que se generan en sus comisiones gestivas y administrativas son absorbidos por los propios beneficiarios. En este sentido, los mismos Programas causan gastos (cooperaciones, traslados, tareas, etcétera) para los “beneficiarios”.
A pesar de que a los hombres se les mantiene ocupados en actividades que las mujeres no pueden participar y a la mujer en actividades que los hombres no pueden hacerlas, éstos se reorganizan para seguir sus labores en sincronía. Además de que reorganizan su tiempo laboral para estar listos para cobrar los apoyos y cumplir con los diversos requisitos (juntas, talleres, capacitaciones, entre otros).
El ejercicio de contabilizar los ingresos y egresos demostró que el gobierno aporta un importante porcentaje de ingresos monetarios a las familias (mas del 50%) pero para éstas el dinero derivado de los “apoyos” no es tan importante como los productos de autoconsumo. Además que el alto porcentaje de ingresos por los Programas es proporcional al tiempo que se dedica las actividades programatizadas. Sucede lo contrario con los jales a los que se dedica poco tiempo y en consecuencia el ingreso derivado de éstos es menor.
Cabe también señalar que con los “apoyos” monetarios de los Programas se incrementaron las deudas por los créditos, pues éstos hacen posible la adquisición de bienes de consumo para la población tales como camionetas, muebles y ropa. Por lo que se crean necesidades que son acicate para persistir en el circuito mercantil.
Por otra parte, también se pudo observar que los programas dirigidos a mujeres (Oportunidades y Copusi) están bajo el entendido de que las mujeres supuestamente no trabajan (con salario y horarios formales) y aprovechan su flexibilidad de horarios. Además que Oportunidades es un programa violento contra las mujeres ya que se sirve de las desventajas de género que tienen las mujeres, como el que sean “sumisas” y no se opongan explícitamente a las disposiciones del Programa, al mismo tiempo que a través de ellas se intenta tener el control de las familias.
Por último, cabe señalar que en algunos casos los Programas requirieron organizaciones nuevas para su operación dentro de la localidad, pero en otros, se utilizaron las organizaciones preexistentes como la Asamblea ejidal, lo cual significa cierta distracción de las funciones de los cargos tradicional para ocupar a los representantes en los cargos y funciones de las tareas relacionadas a algún Programa.
Tras la revisión de los diversos trabajos que se realizan en Pocitos y el sentido de cada uno, es posible concluir que el trabajo es un ámbito que incorpora la emergencia, mantenimientos y mutabilidad de aspectos materiales y simbólicos pero que mantiene la reproducción sociocultural de los individuos, familias y en general de la sociedad mediante las relaciones de reciprocidad de género y edad que lo sustentan.
De manera que los pociteños podrán seguir incorporando actividades programatizadas sin que éstas afecten el sentido tradicional de trabajo pues “con Oportunidades y sin Oportunidades como quiera uno sale adelante” (Sra. Rupe Rdz., Pocitos, mayo de 2010).
Sin embargo, los actuales Programas Gubernamentales tienen fecha de caducidad: 2012, y habrá que analizar de qué manera se reorganizará el grupo doméstico y la división sexual del trabajo al prescindir del empleo programatizado, si es que éste desapareciera, pues los pociteños han incorporado gastos extras y nuevas necesidades que se cubren con el dinero de los Programas y al ya no tenerlo, es posible que la migración se incremente, es decir que la dependencia a cierta cantidad de dinero que los Programas han generado puede hacer que a la larga se incremente la pobreza y orillen a las mujeres, “acostumbradas al Oportunidades”, a emplearse mayormente mediante la migración o jornalerismo para suplir el desaparecido “apoyo”.
Aunque los discursos actuales en términos de gobernabilidad sostienen que la “lucha contra la pobreza” es de larga duración y recordemos que los campesinos de ahora son parte de esa lucha, por lo que lo más seguro es que “la nueva política social” continúe después de 2012, quizá con nuevos componentes y nombres. Pero no creo que las nuevas generaciones que están creciendo “bajo los incentivos” de los Programas, se inserten en estos pues según las tres genealogías expuestas, las parejas más jóvenes mostraban cierto rechazo al control inmerso en los Programas.
Por otro lado, puedo anotar que Pocitos resultó ser una localidad idónea para observar la injerencia de los Programas Gubernamentales puesto que ésta microcuenca es prioridad para la aplicación de éstos y desde los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal. Asimismo, la organización política del ejido se encuentra ya imbricada con la organización en grupos de trabajo que demandan los Programas por lo que se da una superposición de cargos y representaciones entre algunos pobladores que detentan alguna representación ejidal y programatizada a la vez.
Considero que es necesario incluir a la Antropología en la “nueva política social” o en otra política social, pues una vez especificada o caracterizada la población de destino de los “apoyos gubernamentales”, las probabilidades de brindar una cobertura más acertada se incrementan. Es decir, que los Programas deben ser diseñados a partir de necesidades locales y cualitativamente señaladas, ya que las estadísticas en las que se basan éstos para señalar las áreas de “retraso social” no logran una conexión real con las problemáticas vividas por la gente ya que son generalizantes, mientras que las problemáticas son particulares al desarrollo e historia de cada región, además que deben ser coherentes con las nociones locales para que no sean impositivas. En este sentido, la Antropología es una ciencia que debe acompañar el diseño, planteamiento, análisis, implementación y la posterior evaluación de otras políticas públicas, que no violenten, no excluyan y no aumenten la vulnerabilidad de las personas a las que se dirigen, sino que impulsen economías más solidarias y autónomas.
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