Héctor Ruíz Rueda
Leif Korsbaek
Ricardo Contreras Soto
riconsoto@hotmail.com
La identidad y el territorio son parte de un binomio no forzosamente obligatorio, por ejemplo los gitanos, es una identidad sin territorio, los cirqueros, tribus nómadas (aunque siempre se adscriben a circuitos amplios de regiones), algunos marineros, los trotamundos, los errantes y los migrantes (aunque se señalan por referencia de otros lugares) se clasificaron dentro de este rubro.
Por lo general, la identidad adscribe a un territorio, no es una cuestión adjetiva, es el espacio vital donde se desarrollan los procesos de vida social. La tierra para los campesinos como objetos de trabajo que permiten la subsistencia, su tenencia, su uso y distribución, su manejo, el agua en manantiales y ríos, los bosques como medio y sus recursos o como paisaje, la fauna como componente de la diversidad biológica expresada culturalmente de muchas maneras en distintos ordenes simbólicos de quienes las habitan y lo que representan. La esquina y otros micros espacios donde se dan los procesos de socialización, se vive la vida cotidiana o se transforma en la vida mágica festiva, el espacio íntimo apropiado por las personas. La identidad señala las demandas, reivindicaciones y pugnas de los actores sociales en el espacio.