5.3.3.1. Organización y Autoorganización
El concepto de organización surge de viejas analogías biologicistas que intentaban asimilar los modelos conductuales de los organismos como meta - modelos de realidades complejas. Bajo esta mirada, una organización se comporta como un organismo, toda vez que su composición genérica puede asimilarse. La postura es criticable no solo en cuanto a la pretensión de sus alcances, que consideramos exigua, sino que también exige de la articulación de otras explicaciones que le dan mayor riqueza y variedad explicativa. Fruto de esta necesidad es que surge el concepto de autoorganización.
Según Etkin , el concepto de autoorganización refiere a ciertas capacidades desarrolladas por los sistemas en su interacción con el ambiente. En realidad podemos verla como una manifestación particular de mecanismos homeostáticos. Sus componentes básicos son:
Hablar de autoorganización significa, entre otras cosas que el sistema no está determinado desde el afuera, sino que su realidad también debe leerse desde la lógica interna de funcionamiento. La invariancia es la permanencia de rasgos de identidad a pesar de las modificaciones estructurales a través del tiempo. Ejemplo de ello son el carácter represivo de las prisiones, la solidaridad de las cooperativas, el dogma en la Iglesia, etc.
La distinción entre los conceptos de organización y autoorganización los podemos tener al comparar el funcionamiento de una máquina con el de un ser viviente. La máquina funciona merced al buen andar de sus componentes pero si uno de ellos se desarregla precisa de alguien (un tercero) para poder ser reparada. En cambio un organismo vivo se compone de moléculas y células que se degeneran y regeneran de manera permanente.
La lógica de los sistemas vivientes deja de ser una lógica lineal para convertirse en un sistema recursivo en el que la entropía y la neguentropía realizan una danza simbólica.
Si bien el sistema autoorganizado es autónomo, no puede bastarse a sí mismo de modo que a la vez es co-organizador, importando la información y la energía necesaria del entorno en un intercambio de naturaleza interretroactiva.
5.3.3.2. Entropía y Neguentropía
El concepto de entropía se elaboró a partir de las dos leyes básicas de la Termodinámica, disciplina que estudia las leyes de la energía en el universo. Su primera ley llamada de Conservación de la Energía, afirma que en todo universo cerrado, la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. La energía es una cantidad fija e inamovible pero adopta variadas formas.
La segunda ley se conoce como Ley de la Entropía Creciente, que afirma que cada vez que se usa energía, ésta se transforma y se degrada. Esa degradación tiende a que la energía se haga inutilizable, por eso, la cantidad de energía es siempre constante, pero la proporción de energía utilizable por el hombre es decreciente.
Se llama entropía a la cantidad de energía degradada, no aprovechable para el trabajo, uso o transformación. La Segunda Ley dice que si bien la energía total siempre es constante de acuerdo con la Primera Ley, la cantidad de energía degradada (entropía) siempre es creciente (energía perdida para el hombre pero no aniquilada). De esta manera la entropía marca un proceso irreversible de degradación del sistema.
El proceso que detiene la degradación del sistema se conoce como neguentropía o entropía negativa. Los mecanismos de reproducción celular de los seres vivos funcionan reemplazando células muertas por células vivas de manera continua, cuyo resultado visible es la estabilidad del sistema en su conjunto. La diferencia en la juventud de los organismos, radica en la naturaleza de sus sistemas neguentrópicos.
5.3.3.3. Carácter holográfico de los sistemas
La holografía se originó es una técnica que utiliza rayos láser para registrar imágenes. Cada una de sus partes independientemente del resto, puede reproducir a la totalidad de la figura.
La holografía demostró que es posible crear procesos donde la totalidad puede ser codificada a través de sus partes.
Según Morgan , puede hacerse una lectura de la conducta holográfica de las organizaciones dada por:
1. Redundancia de las funciones
Incorporar redundancia en una organización significa incorporar una estructura de haceres en la que las partes están sujetas al todo y se ven afectadas por este, principio opuesto al burocrático basado en la superespecialización y en la independencia de las partes con el todo.
Ejemplo de redundancia funcional es la tendencia a instruir trabajadores con capacidades múltiples de manera que pueden rotar por distintas áreas de trabajo de acuerdo a las prioridades asignadas en el momento. Se dice entonces que el sistema está dotado de flexibilidad y es capaz de reorganizarse.
2. Variedad requerida
Desde una perspectiva cibernética, este principio plantea una relación de complejidad recíproca entre la complejidad del entorno y la complejidad que necesariamente debe desarrollar el sistema.
Para los sistemas holográficos los mecanismos de auto-organización deben desarrollar la suficiente variedad en su proceso de co-construcción en correspondencia con la complejidad del entorno.
En el ejemplo anterior, el modo de estructurar la calificación de los trabajadores tendrá que ser
de mayor refinamiento, quizás a través de grupos que desarrollen la habilidad requerida por su entorno, y que a la vez tengan la capacidad de auto-organizarse.
5.3.3.4. Autopoiesis
Para Maturana y Varela la definición de autopoiesis es inseparable de la definición de ser vivo. Según los autores, los seres vivos se caracterizan por producirse en forma recursiva y continua, en virtud de estar dotados de una organización propia. En este acto de autoproducción el ser viviente se autoorganiza, con independencia de los estímulos e insumos del entorno. Como dicen los autores:
“Nuestra proposición es que los seres vivos se caracterizan porque, literalmente, se producen continuamente a sí mismos, lo que indicamos al llamar a la organización que los define, organización autopoiética.”
El reconocer a los seres vivos como unidades autopoiéticas implica, al mismo tiempo definir su autonomía intrínseca.
Un ejemplo de autopoiesis se puede dar en la reproducción celular . En términos simples diremos que cada célula produce una copia de sí misma, fenómeno en el que no interviene fuerza externa alguna. Entonces se puede decir que las células se han auto-reproducido, siendo esta una de las características determinantes de la organización autopoiética.
5.3.3.5. Morfogénesis, estabilidad y cambio
Definimos como morfogénesis la capacidad que tiene el sistema organizacional de modificar sus estructuras, a través de un proceso de corrección y de aprendizaje continuos. Esta propiedad diferencia al sistema organización de otros, como por ejemplo los sistemas vivos.
Si integramos los conceptos de sistema abierto y sistema cerrado, homeostasis, morfogénesis, autoorganización, recursividad y retroalimentación, comenzaremos a comprender cuáles son los significados de la estabilidad y el cambio de un sistema.
En principio todo sistema tiende a conservar su equilibrio frente a las perturbaciones que provienen del entorno, pero que dicho equilibrio se da en u estado de permanente interacción y cambio en el que el sistema sigue determinados ciclos de autocorrección. En términos de funcionamiento sistémico, se verifica que en los procesos homeostáticos se generan patrones de retroalimentación que siguen conductas recursivas.
Utilizando los conceptos de autoorganización y morfogénesis, comenzamos a delinear otro problema, tal es, el del cambio como simple adaptación al entorno o como proceso de co- construcción.
Desde la óptica del paradigma de la simplicidad, diremos que el sistema, o las organizaciones como fenómeno sistémicos, deben adaptarse para sobrevivir. Adaptarse pasa a ser sinónimo de copiar, de seguir a la empresa líder, de correr detrás del cambio.
En cambio desde el paradigma de la complejidad, se esgrimen la autoorganización, la morfogénesis y la recursividad como conceptos que se integran para explicar que, los sistemas no responden pasivamente ante los cambios del entorno, sino que construyen sus propios cambios y buscan reestablecer su equilibro a partir de su identidad. Se da la paradoja entonces, de darse un proceso de doble sentido, en el que conviven la clausura propia de los sistemas cerrados (que tiende hacia la estabilidad), con la permeabilidad de los sistemas abiertos (que tiende hacia el cambio).
Los estados de crisis y catástrofe son dos variantes del fenómeno del cambio. En un proceso de cambio normal, las perturbaciones del medio generan fluctuaciones internas momentáneas que pueden ser reabsorbidas por la acción de los mecanismos de regulación del propio sistema, sin afectar la continuidad en el modo de relaciones establecidas. A este tipo de cambio se le llama, cambio estable.
Según Etkin , los estados de crisis se circunscriben dentro del cambio estable donde la estructura sufre cambios transitorios que son absorbidos por el propio sistema. Sus características son:
a) Existen relaciones antagónicas, de índole transitoria y localizada en ciertos puntos de la organización.
b) Su presencia es conocida por los participantes, quienes perciben la presencia de un conflicto cuya permanencia les afecta.
c) Es posible una división entre las manifestaciones del conflicto y las causas más profundas que las generan, de manera que resolver sus efectos no anula la crisis.
d) La organización no puede sostener el conflicto por mucho tiempo, existen ciertos umbrales de tolerancia.
e) Las crisis no son deductivamente repetitivas, sino singulares y únicas, no pueden predecirse.
f) La crisis implica un debilitamiento de los mecanismos de control, hay una pérdida transitoria de estabilidad por la incapacidad relativa de los controles para mantener las condiciones anteriores.
g) Una crisis implica la presencia de varios tipos de racionalidad que actúan o presionan sobre una misma situación, por ejemplo la coexistencia de racionalidades individual, grupal, institucional y de otras organizaciones del medio, confrontadas todas ellas en la búsqueda de recursos escasos.
Cuando las crisis se realimentan y crecen, suelen superar la capacidad del sistema para su absorción, que puede acarrear su colapso. Las catástrofes generan una discontinuidad en las relaciones de la organización, que pone en peligro la supervivencia de la misma. Se da entonces, una lucha por la continuidad en la que se pone en juego, el tiempo y la capacidad de reacción para controlar la inestabilidad.
Una de las variantes del cambio estable, es la conducta de ciertas organizaciones tendiente a la conservar sus estructuras. E ellas los mecanismos de regulación homeostática y los de control de desvíos, cumplen un rol fundamental para lograr la estabilidad del sistema.
Ello significa que el sistema compensa la dinámica de intercambios, asimilando perturbaciones y cambios. En realidad su conducta se orienta a la adaptación, pero privilegiando sus propios procesos de coherencia interna.
Una estructura conservadora es deliberadamente repetitiva, pues su meta es lograr una copia, una recreación permanente del estado original que la mantenga tal cual es, y tal cual fue, en un permanente proceso de autoconstrucción que sin embargo, admite variaciones.
En el caso de los sistemas innovadores, se da un proceso de morfogénesis donde los cambios ocurridos exceden los umbrales de corrección homeostática. Ello provoca un alejamiento del equilibrio, un cambio de su estado original, que en ocasiones suele ser desorden, y en otras, la búsqueda de un nuevo orden.
La visión ecológica derivada de las teorías evolucionistas de Charles Darwin, lleva la teoría de la supervivencia de las especies al terreno social, señalan que las organizaciones, como organismos de la naturaleza, deben desarrollar si es que desean sobrevivir, la habilidad de apropiarse de los recursos escasos, compitiendo con otros (es decir a expensas de otros). En esta lucha por sobrevivir el entorno selecciona a los competidores que tienen éxito, condenando a los más débiles. Desde esta perspectiva se cambia la idea de adaptación por la de dinamismo evolucionario. Las especies (organizaciones) varían en su proceso de supervivencia, sumando habilidades competitivas ante cambios del entorno o en sus incursiones en otros territorios. Dichas variaciones se ciernen en un círculo de variación, selección, retención y modificación de las características de las especies.
Etkin, J.; Schvarstein, L., “Identidad de las Organizaciones”, Editorial Paidos, Buenos Aires, 1989.
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