Germán López Noreñá
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¿Crisis y Fin Del Estado-Nación O Cambios Estructurales?
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Bien, después de esta acotación –en verdad necesaria para la interpretación de la obra de Ohmae- volvamos a la labor que nos ocupa en esta sección del ensayo. Veamos entonces algunos aspectos de la historia del Estado-Nación y unos cuantos elementos movilizados por él:
Con el surgimiento del Estado-Nación, cuya aparición se da con la paz de Westfalia en 1648, se inician dos características centrales, la de la “nacionalidad”-identidad-y la soberanía –el imperium- por un lado, y la “internacionalidad” por el otro. EL “derecho de gentes” de la etapa feudal, se transforma en “derecho internacional”, intentando regular el funcionamiento del sistema ínter-estatal.
El siglo XX agrega nuevas características. Con el surgimiento y la proliferación de los organismos internacionales gubernamentales a la internacionalidad se le agrega la “supranacionalidad”. Esto implica generación de reglas adoptadas por organismos internacionales o como resultado de acuerdos multilaterales, que están por encima de de las normas internas del Estado.
Estos organismos internacionales son de carácter mundial, como […] la ONU, de carácter regional como la OEA o la OUA. De tipo político, como los mencionados anteriormente; económico, como CEPAL o los sistemas de integración; o de seguridad, como OTAN, TIAR, Pacto de Varsovia, etc.
En la segunda mitad del siglo XX se agrega una nueva tendencia dominante. La “transnacionalidad” […] Los actores transnacionales empiezan a cumplir roles y a tener funciones que anteriormente eran exclusividad del Estado-Nación […] De este modo, nos encontramos con que la novedad del siglo XX tiene que ver con las nuevas características del funcionamiento del sistema mundial a partir del surgimiento de una “supranacionalidad” emergente de la “internacionalidad” y, paralelamente, una “transnacionalidad” independiente de la internacionalidad. Algunos elementos característicos del siglo XX tiene que ver con la multiplicación de los Estados-Nación […].
Dallanegra Pedraza (2000).
Ya realizada la anterior reseña histórica del Estado-Nación, permítasenos preguntarnos ¡¿Fin del Estado-Nación?! Entonces remitámonos a uno de los artículos de la prolija producción discursiva de Manuel Castells , coincidencialmente titulado ¿Fin del Estado-Nación? Citemos pues un fragmento este artículo, de extensión menor a tres páginas:
Nuestro mundo y nuestras vidas están siendo transformadas por dos tendencias opuestas: la globalización de la economía y la identificación de la sociedad. Sometido a tremendas presiones contradictorias, desde arriba y desde abajo, el Estado Nación, tal y como se constituyó en Europa en los últimos tres siglos, exportándose luego al resto del mundo, ha entrado en una crisis profunda. Crisis de operatividad: ya no funciona. Y crisis de legitimidad: cada vez menos gente se siente representada en él y mucho menos gente aún está dispuesta a morir por una bandera nacional, de ahí el rechazo el rechazo generalizado al servicio militar. Incluso en los Estados fundamentalistas o los nacionalismos radicales que proliferan en el planeta, la idea es la sumisión del Estado a un ideal que trasciende al Estado: para el Islamismo, por ejemplo, el marco de referencia es la umma, la comunidad de los fieles por encima de las fronteras.
Manuel Castells Crítico Del Estado-Nación
http://www.ieslasmusas.org/
El Estado Nación basado en la soberanía de instituciones políticas sobre un territorio y en la ciudadanía definida por esas instituciones es cada vez más obsoleta que, sin desaparecer, deberá coexistir con un conjunto más amplio de instituciones, culturas y fuerzas sociales. Las consecuencias de dicho fenómeno son enormes, puesto que todas nuestras formas políticas de representación y de gestión están basadas en esa construcción que empieza a desvanecerse detrás de su todavía su imponente fachada.
El Estado Nación parece, en efecto, cada vez menos capaz de controlar la globalización de la economía, de los flujos de información, de los medios de comunicación, y de las redes criminales […].
Podemos observar en la apreciación del sociólogo español una acentuada conceptualización en lo que al fracaso del Estado-Nación concierne, aunque le brinda un halito de vida al mismo. ¿Pero cuál es ese ultimo momento de vida?
Ahora bien, pese a su desbordamiento por flujos globales y a su debilitamiento por identidades regionales o nacionales, el Estado no desaparece y durante largo tiempo no desaparecerá, en parte por inercia histórica y en parte porque en él confluyen muy poderosos intereses, sobre todo los de las clases políticas nacionales, y en parte también porque aún es hoy uno de los pocos mecanismos de control social y de democracia política de los que disponen los ciudadanos.
¿Y será que no hay quien o quienes, enarbole(n) la bandera en defensa del Estado-Nación y aboguen por él? Obviamente, que si. En aras de lograr niveles de acercamiento a la respuesta de la anterior indagación, incursionemos en algunos elementos teóricos de la globalización, sumamente relacionados con el fin del Estado-Nación, permitiéndonos visibilizar la cuestión.
En este sentido recurramos a dos tipos de tendencias opuestas teóricamente, en lo que al concepto de globalización respecta y la realidad subyacente a ella. La primera, en cierta medida escéptica, y la segunda la de los “híper-globalizadores”, caracterizados en una postura radical.
Los primeros, circunscritos en gran medida en una línea de pensamiento político de tipo izquierdista o social-demócrata, desvirtúan la naturaleza de novedad, atribuida por los apologistas a la globalización, para ellos la globalización es más un concepto inventado por la ideología neoliberal:
La economía actual altamente internacionalizada no carece de precedentes: se trata de una serie de coyunturas y circunstancias de la economía internacional que han existido desde que empezó a tener difusión general una economía basada en la tecnología industrial moderna, en la década de 1860. De alguna manera, la economía internacional actual es menos abierta e integrada de lo que fue el régimen que prevaleció desde 1870 hasta 1914.
(Hirst y Thompson, 1996: p.2).
Los “híper-globalizadores”, piensan todo lo contrario. Sostienen y pregonan la mutación del mundo en los últimos veinte o treinta años. Mutaciones que han impactado y transformado las economías de los países, dando al traste con el Estado-Nación.
En esta línea de pensamiento se inscribe Kenichi Ohmae, identificándolo algunos autores como “un ejemplo paradigmático de híper-globalizador”. Sigamos a Roger Campione alrededor de esta situación quien escribe, haciendo énfasis en el reduccionismo económico a que han llevado muchos teóricos a la globalización:
El otro punto de vista […] se sitúa en una perspectiva antagónica e incluye entre sus filas a los “híper-globalizadores”. SU punto de partida es que, en contra de lo que sostienen los escépticos, actualmente vivimos en un mundo que ha cambiado de forma radical en los últimos veinte o treinta años […] que han transformado la naturaleza de nuestras economías y han destruido la esencia institucional del Estado-Nación, desplazando la localización del poder hacia una infinitud de ciudades Estado
(Ohmae, 1995).
Ohmae […] argumenta que hoy día son las compañías transnacionales los sujetos principales en una economía mundial entrelazada, y afirma que la política de intervención macroeconómica e industrial de los gobiernos nacionales solo puede impedir y distorsionar el proceso racional de distribución global de los recursos […]”
(Campione, pp. 13-14).
De suma importancia explicativa lo son, las anotaciones al final de la página catorce de esta cita, realizadas por Campione en aras de entablar una instancia dialógica con autores conceptualmente opositores a la postura de Ohmae.
La primera, apoyándose en Giddens (1997, p.547), consiste en aclarar la preferencia en el uso de algunos teóricos de la globalización por el termino “transnacional” en vez de “multinacional”: desde la concepción del sociólogo ya citado, en razón de se la operatividad de la economía entrelazada a través de diferentes fronteras nacionales más que dentro de varias o muchas naciones.
Anthony Giddens
http://es.wikipedia.org/wiki/Anthony_Giddens
En la segunda, nos hace claridad en que en la postura de Ohmae hay dos elementos fundamentales en al economía mundial: la fuerzas globales de mercado y las compañías transnacionales, y ninguna de las dos está, ni puede estar, sujeta al gobierno publico, cuyo papel podía ser, a lo más, secundario.
Finalmente la relacionada con la postura contraria a Ohmae, encarnada en Gilpin (1987) para quien la globalización depende de la autoridad Nacional-Estatal, en la presunción de un poder hegemónico, pues la
“[…] experiencia de la historia nos enseña que, allí donde ha faltado este poder a la vez liberal y dominante, ha sido extraordinariamente difícil o imposible el desarrollo de relaciones de mercado y de cooperación internacional, y ello por la sencilla razón de que todo se volvió conflictivo. La ampliación del mercado en redes globales y espacios sociales integrados no habría sido posible sin un poder hegemónico liberal que posibilitara y favoreciera esta ampliación” (Gilpin, 1987: p. 88).
En unión con Gilpin, se escuchan otras voces de connotados investigadores en oposición a lo que ellos han llamado y concebido como La Apología de la Globalización por parte de Ohmae y otros autores inscritos en el pensamiento radical ya comentado.
Retornemos a Giddens y veamos cuál es su posición frente a este debate. En un primer momento crítica el saturado reduccionismo económico al cual se ha postrado el fenómeno en cuestión (Giddens, 1999: p.43), y un año más tarde reafirma su posición, argumentando:
La globalización es política, tecnológica y cultural, además de económica. Se ha vista influida, sobre todo, por cambios en los sistemas de comunicación, que datan únicamente de finales de los años sesenta.
(Giddens, 2000: p. 23) .
Inicialmente, Giddens parece ser un crítico radical de los Híper-globalizadores, pero no es así, tomando partido a favor de los anteriores, y conceptualizando el estar equivocados los escépticos, al considerar que la globalización es una continuación del pasado:
Incluso si el periodo actual fuera una repetición del siglo pasado, seguiría siendo bastante diferente de la época de posguerra del Estado de bienes Keynesianos. Las economías nacionales estaban más cerradas de lo que están ahora
(Giddens, 1999: p. 42).
Bueno, y finalmente nos preguntamos ¿cuál es la posición de Giddens ante el fin del Estado-Nación? paradójicamente ¡Vuelve lanza en ristre cual quijotesca figura en contra de los híper-globalizadores! Luego, démosle a Campione un nuevo papel en la escena, analizando al sociólogo ingles y, de quien comenta el haber afirmado inclusive en una de sus obras, la existencia de naciones que han logrado en plena época de la globalización, mayor poder:
[…] La propuesta teórica de Giddens se aleja de la actitud híper-globalizadora: el Estado-Nación y su papel sufren transformaciones pero no van a desaparecer. Puesto que la sociedad no es un mercado, hay que reaccionar al fundamentalismo neoliberal; por eso se necesita, ahora más que nunca, la presencia de los gobiernos en la economía mundial, porque a pesar de que no exista ya un proyecto socialista, sus instancias básicas siguen teniendo validez.
(Campione, p.17).