Germán López Noreña
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Porque fue Cicerón el que hizo ver a los romanos cuánto es el placer que la que la elocuencia concilia a lo que es honesto, que lo justo es invencible, si se sabe decir, y que el que gobierna con celo en las obras debe siempre preferir lo honesto a lo agradable, y en las palabras quitar de lo útil y provechoso lo que pueda ofender
(Plutarco, Vidas Paralelas)
7.3.1 Comentarios Generales Alusivos A Cicerón
Ahora bien, ya mencionados los anteriores elementos del escrito que la historiografía de la Retórica, ha enaltecido como el primer gran manual latino de esta temática, incursionaremos en los aportes de Marco Tulio Cicerón para con el desarrollo de esta temática en la Republica Romana y la transición a la Roma Imperial. Concibiéndose La Republica Romana como el período de la historia de Roma cuya forma de gobierno lo fue el regimen republicano, y el que cronológicamente se inicia en el 510 a.C, con la expulsión del último rey Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el 27 a.C, fecha en que se data el inicio del Imperio Romano.
Pedro Farias (2002; Págs. 221-222) escribe en torno a ello y otros aspectos de Cicerón, lo siguiente:
«Grecia capta ferocem cepit captorem». Así resumía Horacio, en el Libro II de sus Epístolas, la singular relación greco-romana. Si Roma fue cautivada por la cultura griega, generó también cautivadores que la proyectaron en el tiempo y que han llegado, como captores intelectuales, hasta nosotros. Tres de ellos llenaron de gracia, de un modo singular, la latinidad. Horacio, exaltando la grandeza de Roma («carmen secutare»); Virgilio, ponderando en versos inigualables su gloriosa genealogía (Eneida) y Cicerón revelando en períodos impecables la belleza de su Lengua motivaron el goce humanista de nuestra mejor tradición. Del último de ellos, Cicerón, voy a tratar a continuación.
Vive Marco Tulio Cicerón los azares de buena parte del último siglo de la República: La rivalidad entre el demócrata Mario y el aristocrático Sila, sus respectivas y severas proscripciones; el primer triunvirato; la lucha entre Pompeyo y César; el asesinato de éste y el segundo triunvirato.
[…] Sus padres eran ricos propietarios rurales que lo enviaron a Roma a estudiar. Fueron sus maestros: en derecho los dos Escévolas; M. Antonio y L. Craso en Oratoria, Filón en Filosofía. En Poesía recibió las enseñanzas del sirio Archia, cuya ciudadanía romana defendió posteriormente («Pro Archia poeta»). Cuando muere Mario, Cicerón tiene 20 años. A los 25 (80 A.C.) defendió a Roscio, contra un favorito de Sila. Sea por huir de éste, sea por razones de salud se ausenta de Roma (79 A.C.) y viaja por Asia Menor, Rodas y Atenas. Sila muere en 78 A.d.C. y Cicerón regresa a Roma el 77 A.d.C […].
Mucha tinta ha corrido e igualmente paginas se han escrito de la vida y obra de Cicerón, luego preguntémonos en qué dimensión o dimensiones del conocimiento humano se inscribe su pensamiento. Cuestionamiento, por cierto complejo de dilucidar. Sin embargo, pese a la dificultad de la mencionada empresa, nos proponemos, determinar dicha cuestión.
Pues bien a decir de Farias (2002), en nuestro personaje en ciernes convergen tres dimensiones: La Política ; La Oratoria y La Retórica; y la Literario-Filosófica.
7.3.2 Dimensión Política De Cicerón
De la primera, Mommsem (1955; Págs. 1184-1185), citado por farias nos perfila a Cicerón como un hombre carente de instinto y de energía: “«hombre de Estado sin penetración, sin grandes miras y sin objetivos, Cicerón fue indistintamente, dirá el filólogo alemán, demócrata aristócrata e instrumento pasivo de la monarquía... y cuando se muestra enérgico en la acción es porque la cuestión ha sido ya resuelta. El proceso de Verres lo sostiene la Ley Manilia y cuando fulmina los rayos de su elocuencia contra Catilina, ya estaba resuelta la marcha de éste»”.
Indagar la faceta política de Cicerón, nos remite necesariamente a dos de sus obras De Re Publica y De Legibus, en las que se observa la influencia del pensamiento político Platoniano y Aristotélico:
El nuevo cónsul, por un año, basó su ideal político en la obra del ateniense Platón y del estagirita Aristóteles. Cicerón escribió sus dos obras políticas, De Re Publica y De Legibus, basándose en las dos obras homónimas de Platón. Su objetivo era el de proporcionar a su querida Roma el mejor modelo de organización política y éste era el de la República. Cicerón proponía una constitución mixta donde se equilibraran las fuerzas de los poderes públicos. Según su propuesta: el pueblo es la fuente legítima del poder; la ley es la norma orgánica que surge de la comunidad, canon y guía de la justicia; la ley debe estar conectada con la moralidad; y debía existir una conexión entre el ejercicio y la responsabilidad del poder. El ciudadano quedaba así adherido al Estado, era responsable de éste y también su fiel servidor. Como se puede inferir, el ideal político de Cicerón fundamentó las constituciones políticas occidentales.
Cuando César se hace con el poder absoluto (48 a.C.), Cicerón escribió los Discursos cesarianos con el fin de obtener la clemencia de César quien quería desembarazarse de los senadores que le eran hostiles, entre ellos el propio Cicerón. César se mostró magnánimo, pero Cicerón consideró más conveniente retirarse de la actividad política. Volvió tras el asesinato de Julio César (44 a.C.) y se enfrentó al nuevo hombre fuerte de Roma, Marco Antonio (83-30 a.C.). Contra él van dirigidas sus últimas obras oratorias, las Filípicas. Esta serie de discursos políticos se caracterizaron sobre todo por su saña contra el triunvirato de Marco Antonio, Octavio y Lépido, e inscribieron a Cicerón en la lista de los proscritos. Cicerón murió asesinado por orden de Marco Antonio (43 a.C.).
(Pilar Mur; 2009)