Germán López Noreña
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De la segunda dimensión –La Oratoria y La Retórica-, hay quienes se convierten en verdaderos apologistas de Cicerón en lo que a este tema concierne, pero también los hay que pese a reconocer algunas aportes en él en esta temática, no son fervientes enaltecedores de su trabajo en los dos tópicos mencionados. Veamos entonces La Oratoria y La Retórica articuladas a la formación del hombre romano para poder lograr una aprehensión conceptual sobre el legado de Cicerón en este aspecto.
Iniciándose educando de Roma en un primer ciclo, el elemental, el medio, y finalmente el de la educación superior. El primero la escuela elemental llamada Ludus litterarius (juego literario), se centraba en una referencia al “juego” como actividad esencial en la adquisición de los primeros rudimentos en la escritura, la lectura y los números. El maestro de este ciclo elemental se denominaba como el litterator (el que enseña las letras), también Primus magister (primer maestro) o magister ludi (maestro de escuela), fue un personaje poco apreciado, en razón de su oficio –la enseñanza elemental-,y de muy baja remuneración, de lo que dice Marrou "era preciso reunir un conjunto de 30 alumnos para asegurarse una retribución equivalente a la de un artesano calificado, por ejemplo un albañil o un carpintero", y no era fácil encontrar tantos alumnos, de allí que no pocas veces el maestro debiera buscar alguna otra ocupación para redondear una suma que le permitiera vivir.
La parte logística de las escuelas en términos generales era precaria. Los niños ingresaban a la formación elemental a partir de los siete años y permanecían en ella hasta los once o doce años, para dar el paso a la formación media, a cargo del maestro denominado Grammaticus. Mención especial merece el papel del paedagogus, quien era un esclavo acompañante del niño o la niña, quien en muchas ocasiones le colaboraba en la realización de sus tareas y le era encomendada su formación moral.
En cuanto al pensum de estudios o mejor el programa se centraba en la lectura y la escritura, siendo utilizado el método memorístico. Primero memorizaban el nombre de cada una de las letras, seguidamente, las diferentes combinaciones para formar silabas, para finalmente llegar a las palabras. Los niños romanos que lograban consecutivamente llegar a cada uno de esos niveles, se denominaban respectivamente: abecedarii, syllabarii y, nominarii.
En la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas se orientaba básicamente al cálculo aritmético, “se trataba fundamentalmente de aprender el vocabulario numeral, complicado porque el sistema era duodecimal. Se trabajaba con los dedos y con piedritas (calculi), pero ya entrado el período del Imperio también se hacían operaciones elementales, como recuerda san Agustín: "Uno y uno, dos; dos y dos, cuatro, era para mí una odiosa canción". En lo que se refería a conocimientos más complejos estaban a cargo de un especialista, configurando una enseñanza técnica” (Leonor Jaramillo, Universidad del Norte).
Ya en la Escuela Media, se hace manifiesta la característica elitista de la educación en Roma, pues a ella llegan muy pocos hijos de la plebe. La población estudiantil en este ciclo se compone en un alto porcentaje de unos pocos, niños y niñas, que pertenecen a familias prestantes de la Aristocracia, o comerciantes pudientes. Ya el nivel de remuneración del maestro, Grammaticus, era más alto, aunque su salario no era por parte del Estado Romano, pues él dependía de los padres de los alumnos, situación que conllevaba a la determinación en el cubrir otras prioridades, en detrimento del pago del maestro.
La parte locativa de las escuelas en este ciclo no mejoró mayor cosa, exceptuando, en lo relacionado a la decoración de las aulas con esculturas de renombrados escritores como Virgilio y Horacio, entre otros. Los discentes, como ya se dijo ingresaban de la edad de once a doce años y terminaban este ciclo más o menos a los quince años. En cuanto al programa de estudio, fue muy similar a las escuelas helenísticas, es decir, comprendía el estudio teórico de la lengua y la explicación de los autores. Al respecto de este programa, Leonor Jaramillo, escribe:
* La gramática latina: Fue una adaptación, realizada por Varrón y posteriormente por Palemón, de la filología griega creada por Dionisio de Tracia en las escuelas de Rodas. Se trataba del análisis teórico de los elementos de la oración: letras, sílabas, palabras, nombres, etc. Poco a poco fue incorporándose la ejercitación que permitía al educando comprender, más allá de la sola memorización; finalmente se llegó al estudio de la sintaxis, cuya sistematización fue enseñada en la escuela de la época de Prisciano (s. VI d.C.) Sin embargo, no se trabajaba el latín como una lengua viva sino como un repertorio del material empleado por los grandes escritores clásicos, codificado y transformado en autoridad, auctoritas. Además, se determinaron los vicios que debían evitarse como: barbarismos, solecismos, defectos de pronunciación, etc. A este estudio se sumaban la caligrafía, la ortografía, las figuras de dicción y la métrica.
* La explicación de los autores: al igual que en la escuela helenística, comenzó por la lectura expresiva de un texto corregido de antemano por el maestro, lectura que suponía la comprensión del texto no había signos de puntuación, ni separación de las palabras, y que se denomina praelectio, lectura previa, lectura explicada. A continuación, los jóvenes leían el mismo texto, en voz alta; luego debían memorizarlo y recitarlo, siempre tratando de ejercitar y nutrir la memoria.
* Luego venía la explicación del texto, enarratio: referida a la forma (las palabras) y el contenido (la historia). El estudio de las palabras era largo y engorroso, e incluía el ritmo de los versos, las palabras difíciles o inusuales y los giros poéticos. La historia del texto abarcaba la referencia a lugares, personajes, mitología, etc., y configuraba a menudo una erudición que parecía ser lo más importante para el profesor, puesto que gracias a ella deslumbraba a sus oyentes. En esta erudición las disciplinas del quadrivium tenían poco, casi ningún lugar: la enseñanza del gramático se limitaba a la lengua, y los profesores de ciencias constituían una especialización que interesaba a pocos.
En la educación superior, en sus comienzos prevaleció en la enseñanza el arte de la oratoria, a cargo del maestro de retórica, rhetor o bien orator. Estos maestros en algunos casos eran libertos y otras veces exfuncionarios, siendo el caso de Quintiliano, quien como otros llegó a merecer honores y fortuna, y mantuvieron vinculación con la corte imperial.
Entre los romanos, la enseñanza superior, fue la mayor expresión de lo elitista de la educación romana. A ella sólo accedían los jóvenes pertenecientes a familias acomodadas y con pretensiones políticas En ellas, el rhetor enseñaba a sus discípulos la técnica oratoria, es decir, el complicado sistema de reglas y procedimientos tradicionales, que ya habían puesto en práctica los antiguos sofistas griegos. Ejercicios escolares denominados suasoriae y controversiae.
Las suasoriae, básicamente eran prácticas para principiantes, las que consistían en consultas imaginarias hechas a personajes famosos, históricos o legendarios, que deben explicar las razones que les inducen a tomar una decisión en un momento determinado. Distinto lo fue Las controversiae las que eran ejercicios de oratorias destinadas a alumnos de nivel más avanzado y tenían generalmente un contenido jurídico. Estos ejercicios aportaban al desarrollo de la agilidad mental, fluidez en la palabra y la capacidad dialéctica del alumno y le daban la disciplina necesaria para exponer los argumentos del modo más adecuado.
Eran el entrenamiento del futuro abogado o político, que pronto tendría que enfrentarse con los problemas de la vida real. Su información se completaba en el Foro, en donde tenía ocasión de escuchar los discursos de oradores famosos. Con la instauración del régimen imperial cesaron las rivalidades electorales, con la consiguiente disminución de la actividad oratoria. La retórica se refugia en las escuelas, en las que se va convirtiendo en puro artificio, carente de vida.
Ahora volviendo al objetivo de develar la dimensión de la Oratoria y La Retórica en Cicerón, y ya vistos a manera de prologo los anteriores elementos de la educación en Roma -para la aprehensión de estos ítems en el arpinate-, veamos lo que uno de entre sus muchos apologistas escriben de él con relación a estos aspectos:
Cicerón nos ha dejado los discursos más perfectos y, además, las mejores obras sobre oratoria; ha sabido enseñar como nadie cómo se forma un orador y cómo se compone un discurso. La teoría y la práctica se funden en él de un modo admirable
(Castro Del Río; 2007).
Pero también, detengámonos a analizar lo que nos dice Mommsen en el escrito ya referenciado en este libro de Farias en las páginas 223-224, y el mismo autor, siendo el primero uno de los críticos más radicales de la obra de Marco Tulio:
En tiempos de Cicerón se opera un tránsito en el tipo de oratoria. Se pasa de la «arenga política» a la «elocuencia forense». Las arengas eran muy populares. Las de Cayo Graco se contaban entre las obras maestras clásicas (4). La arenga empezó a decaer al descender la categoría de las audiencias. «Cayo Graco había hablado al pueblo pero ahora se dirige al populacho. A tal auditorio, «tal discurso», dirá Mommsem. Es en este momento cuando se vigoriza la «oratoria forense». Hasta entonces no se habían recogido y publicado los «discursos forenses», salvo en casos excepcionales de contenido político, como los de Catón el censor. Será a partir de Quinto Hortensio (98-36 A.d.C.) cuando comiencen a difundirse los alegatos retóricos de los abogados.
Cicerón, por su estilo, elevará la categoría de la oratoria forense. Ni por su concepción literaria, ni por su profundidad política es relevante Marco Tulio, lo es por su «estilo elegante», por sus períodos impecables, por su dicción sonora. Por ello puede ser considerado por el propio Mommsem como el verdadero creador de la prosa latina moderna. «Rico en expresiones y en extremo pobre en pensamiento» dirá de él su implacable crítico.
Sin embargo Cicerón fue muy imitado y apareció el ciceronismo. ¿Por qué? Mommsem lo explica «en el momento mismo en que se acerca la muerte del latín como idioma popular, aparece un estilista delicado y hábil que recoge y resume esta noble lengua y la conserva en sus numerosos escritos. Y al punto, de este imperfecto vaso trasciende algo del poderoso perfume de la lengua, algo de la piedad que ella evoca. Antes de Cicerón no poseía Roma grandes prosistas, puesto que César no había escrito, como Napoleón, sino por accidente. ¿Qué extraño, pues, que a falta de un prosista se honre el genio del habla latina en las composiciones del artista de estilo y que los lectores de Cicerón, a imitación de Cicerón mismo, se pregunten cómo ha escrito y no qué obras ha producido? La costumbre y las rutinas de escuela acabarán lo que la lengua había comenzado.
De sus discursos se conservan 57. Además de los ya citados son de destacar el «De «Imperio Gneo Pompei» «Actio prima in C. Verrem» y «Actio 2.a in C. Verrem» «pro Murena» y «pro Milone».
Proyectó Cicerón su estilo sobre el arte retórico. Hasta el segundo decenio del siglo I (entre el 85 y el 82 A.d.C.) no aparece una obra retórica en latín. Ésta será la «rethorica ad Herenium, que inicialmente se atribuye a Cicerón y que «hoy está atribuida con sólidos argumentos a un retor llamado Corniificio». En ella se instituye la nomenclatura retórica latina añadiendo la Memoria a las cuatro partes tradicionales del Discurso (Inventio, Dispositio, Elocutio, et Pronunciatio).
El análisis de ambos párrafos, muestra la diferencia conceptual en cada uno de sus autores en lo relacionado a la dimensión de Cicerón en la Oratoria y la Retórica, comparación que por cierto deja entrever un gran distanciamiento entre ellos. Pues bien, sin ser un experto en la temática tratada en esta sección del libro soy de la opinión que pese a las falencias visibilizadas por los críticos a la Oratoria y La Retórica Ciceroniana, de todas maneras fue un mojón de gran significación en las corrientes impetuosas en el mar de las futuras manifestaciones de la teoría de la Argumentación.
Ya revisadas las dos primeras dimensiones propuestas por Farias, nos dedicaremos a ver la dimensión literario-filosófica. En este sentido, es valido afirmar que el periplo de Cicerón por Grecia y el acercamiento a los pensadores griegos de las escuelas Estoica, Epicúrea, Neoplatónica o Platónica Escéptica, la vieja Escuela y la Peripatética, propició en él un muy buen nivel en el conocimiento filosófico .
7.3.4 La Dimensión Literario-Filosófica De Cicerón
Elemento que posibilitó una mirada de distintas concepciones a aplicar en los problemas filosóficos y en cierta manera fue la causa de su repudio hacia el dogmatismo. Como una especie de prealistamiento conceptual a la comprensión del Cicerón filosofo, centrémonos en una breve reseña de los orígenes del Epicureismo y El Estoicismo, y el desarrollo de ellos en Roma, para comprender la posición filosófica de Marco Tulio.